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La posverdad en el caso Guerrero

El analítico adverso del capitán peruano desnudó la poca rigurosidad de la prensa deportiva, pero hizo aún más evidente un fenómeno que empieza a amenazar con más fuerza la democracia: las noticias falsas. De circulación libre en las redes sociales, han pasado a ser insumo de los medios de comunicación que, de forma peligrosa, le dan espacio y hasta credibilidad. La situación es tan delirante que se afirma, sin prueba alguna, que la estrella del fútbol peruano consumió cocaína, que su muestra fue alterada para perjudicarlo o que un periodista evitó que la FIFA ocultara la sanción. En el mundo de la posverdad todo puede ser cierto así no se demuestre.

Desde que el viernes en la mañana se anunciara por la cadena ESPN de Argentina que Paolo Guerrero “dio positivo” en un control antidoping, hechos fácticos, información inexacta, mentiras periodísticas y mitos urbanos se han fundido sin control alguno, al punto que, seis días después, algunos datos imprecisos, o directamente falsos, ya están instalados en la opinión pública como ciertos.

Lo concreto hasta ahora, según las versiones oficiales, es que la prueba antidopaje del capitán de la Selección peruana, posterior al partido ante Argentina en Buenos Aires, arrojó un analítico adverso. La sustancia exacta, hasta el momento, se desconoce. Aunque el médico Fernando Solera, presidente de la Comisión Antidoping de la Confederación Brasileña de Fútbol y oficial de control de dopaje de la FIFA, reveló que estaría dentro del grupo de los estimulantes S6, que figuran en la lista prohibida por la WADA (World Anti-Doping Agency).

La cadena O’Globo, de reconocido prestigio internacional, adelantó que se trataría de benzoilecgonina, metabolito de la cocaína, pero la información no tiene carácter oficial. A raíz del analítico adverso, la Federación Peruana de Fútbol (FPF) fue notificada la tarde del jueves 2 de noviembre y Guerrero, suspendido de forma temporal por 30 días desde el 3 de noviembre.

El delantero peruano no podrá jugar los partidos del repechaje mundialista ante Nueva Zelanda, programados para el 10 y 15 de noviembre. La prioridad para él, sin embargo, es demostrar su inocencia para evitar una sanción mayor que, según el reglamento de la WADA, podría ser de dos a cuatro años, si se comprueba que consumió una sustancia prohibida.

 

Las medias verdades tras la noticia

La primera víctima de la andanada de imprecisiones fue Paolo Guerrero. Si bien está probado que el delantero de la Selección peruana se sometió a una prueba antidopaje el 5 de octubre del 2017, tras el partido ante Argentina por las Eliminatorias sudamericanas, las primeras versiones ofrecidas por periodistas de ESPN y TyC Sports, a través del Twitter, aseguraban el “doping positivo” y deslizaban el consumo de una “droga social”, léase cocaína.

 

Incluso, el periodista colombiano Francisco Vélez, sin prueba alguna, aseguró que esa era la droga encontrada en el muestra A analizada por los laboratorios designados por la FIFA.

Con el correr de las horas, y en medio de la confusión originada por el impacto de una noticia inesperada, la mayoría de medios nacionales e internacionales replicaron el núcleo de la información inicial: Guerrero era protagonista de un “doping positivo”. ¿Pero ese era el término adecuado para calificar el caso del delantero peruano?

En realidad, el caso de Guerrero estaba dentro de lo que se denomina un analítico adverso. Es decir, la detección de una sustancia prohibida por la WADA, pero que aún debe ser ratificada en la prueba B, llamada también contraprueba, y analizada en una audiencia ante la Comisión Disciplinaria de la FIFA, para determinar las causas de su origen y la posible responsabilidad del deportista.

El doctor Elmer Huertas recordó en RPP el caso de un grupo de deportistas mexicanos que presentaron clenbuterol en sus muestras: demostraron que el bistec que consumieron estaba contaminado con esta sustancia usada también en la producción de ganado vacuno. “Es por eso que todo resultado analítico adverso no significa sanción”, explicó. El mismo caso se dio con las voleibolistas peruanas Mirtha Uribe y Vanessa Palacios, quienes lograron revertir la sanción.

Si bien algunos medios, como Depor, Canal N, El Comercio, RPP, entre otros, intentaron aclarar la diferencia, las versiones iniciales pasaron a formar parte del discurso mayoritario de las redes sociales, en las que se daba por sentado la culpabilidad de Guerrero.

Sin conocerse todavía la sustancia encontrada en la muestra del delantero, periodistas como Erick Osores intentaron explicar la posible contaminación, por vía sexual (oral), siguiendo la línea de la supuesta “droga social”, que no tenía ningún sustento fáctico. El conductor de N Deportes intentó aclarar que solo citó algunos casos anteriores en los que se dio esta situación, pero lo cierto es que instaló la posibilidad de que la novia de Guerrero, Thaísa Leal, sea consumidora de cocaína y que esa haya sido la posible causa del analítico adverso.

Una vez publicado el comunicado de la FPF, que intentaba poner fin a una serie de especulaciones y conjeturas, las informaciones falsas no dejaron de aparecer. Un supuesto pronunciamiento de los abogados de Guerrero fue propalado por diferentes medios especializados, como Líbero o D’enganche. El comunicado apócrifo “enumera las razones por las que la prueba antidopaje que le realizaron no se hizo en condiciones normales y por lo tanto los resultados están viciados”.

La desinformación fuera de los medios

Si a nivel medial las versiones aún presentaban grietas, desconocimiento de los procedimientos del control antidopaje y falta de datos verificados, en las redes sociales estas informaciones no solo se difundieron sin control alguno, sino que, además, dieron paso a la caricaturización de los hechos (vía memes) y a la difusión de información falsa.

Desde un supuesto humor, frente a un caso gravísimo para la carrera de Guerrero, se deslizaban escenarios descabellados y conspiraciones impulsadas por “oscuros intereses”.

No se trataría de algo grave si solo se diera en páginas de poca monta, sin aspiraciones periodísticas. Pero lo alarmante fue su difusión en medios de circulación nacional que a la par ofrecían información inexacta sobre lo que realmente ocurría con el delantero peruano.

El falso comunicado de los abogados de Guerrero, rebotado por los medios deportivos antes citados, es uno de los casos de cómo información sin cotejar, nacida de las redes sociales, distorsiona el relato periodístico.

Un audio que circuló en WhatsApp también buscaba revelar el presunto ocultamiento del caso Guerrero a la opinión pública. En la grabación se escucha a un hombre asegurar que un par de periodistas del diario El Comercio sabían del consumo de una droga, derivada de la cocaína, y que por ese motivo Guerrero no jugó los últimos partidos con su club, Flamengo.

Como ha ocurrido en otras ocasiones a nivel político, la falsa información, a través de audios, toma hechos fácticos (Guerrero no jugó los últimos partidos con Flamengo, debido a una lesión), elementos de aparente credibilidad (periodistas de El Comercio), una coyuntura real (prueba adversa en el control antidopaje) y añadidos impactantes (consumo de cocaína) para crear una versión verosímil que, difundida por contactos personales, se legitima aún más.

Una conspiración tramada por parte de las autoridades del fútbol argentino también empezó a ser compartida por las redes sociales. Sin mayor sustento que el ‘cualquier cosa puede pasar’, se aseguraba que la muestra de Guerrero, en pleno control antidoping, había sido contaminada con la intención de reclamar los puntos posteriormente en caso el partido en La Bombonera hubiera sido adverso para Argentina. La presencia del médico argentino, Carlos Benítez, empleado de la FPF, alimentaba la sospecha. Pero, aunque en realidad no exista ninguna versión de un control deficiente, ni testimonio que asegure que el pote de la muestra de Guerrero quedó abierta, ni haya posibilidad de que la Asociación de Fútbol Argentino pudiera obtener los puntos por un caso individual de doping, de igual forma la teoría del complot rioplatense resultaba más atractiva.

Pero eso no es todo. La supuesta crítica de Diego Maradona, a partir de una fotografía alterada, generó que José Luis Chilavert, se pronunciara a través de Twitter, dando por sentado, como muchos usuarios de la red social, que las declaraciones del exfutbolista argentino eran ciertas. En realidad, solo se trataba de un titular modificado en Photoshop.

Del mismo modo, circuló en Facebook e incluso en algunos medios como Latina.pe y Tiempo 26, que la UCLA Laboratory, a cargo de la prueba de Guerrero, fue suspendida en junio del 2017 por mala praxis contra los futbolistas de River Plate, Lucas Martínez Quarta y Camilo Mayada, en el marco de la Copa Libertadores. Como demostró el portal Altavoz, el laboratorio cuya base está ubicada en la Universidad de California, nunca dejó de hacer pruebas antidoping.

Si bien es cierto que se le suspendió la acreditación para el análisis de cuatro sustancias específicas (prednisolona, prednisona y los esteroides anabólicos boldenona y boldiona), el laboratorio continuó realizando las pruebas con normalidad, aunque en el caso de esas cuatro sustancias necesitaba una segunda opinión de otro laboratorio acreditado por la WADA.

“A ambos [Lucas Martínez Quarta y Camilo Mayada] se les suspendió por la sustancia denominada hidroclorotiazida, que no tiene relación con las cuatro sustancias por las que fue suspendido el laboratorio de la UCLA”.

La búsqueda de un culpable

Como en toda historia debe existir un villano, la tarde del domingo 05 de noviembre empezó a circular una denuncia, sin prueba alguna, en contra del periodista Pierre Manrique, editor de Deportes de RPP. Se le acusaba de tres cuestiones: 1) Vender información a la cadena ESPN, 2) Filtrar información secreta que la FIFA iba a mantener oculta hasta después del repechaje, y 3) Generar que la FIFA sancionara a Guerrero debido al escándalo mediático. El supuesto autor de esta versión, Piero Romaní, acusaba al periodista del Grupo RPP de “traicionar al Perú”.

En un principio, la denuncia se habría publicado en el muro del Facebook del peruano afincado en Pilar, en la provincia de Buenos Aires. Aunque recién adquirió notoriedad cuando el fanpage de noticias #ÚltimoMinuto reprodujo la supuesta publicación de Romaní, pero sin colocar la reproducción del mismo. Solo se limitó a copiar el mensaje textual.

La acusación de Romaní se replicó en redes sociales sin ningún tipo de constatación. Del mismo modo, circuló a través de mensajes de WhatsApp, en los que se decía que era información filtrada de un grupo de periodistas deportivos. Poco sirvió que Manrique emitiera un comunicado aclaratorio, en el que puso en evidencia, como era sencillo de demostrar, que la acusación, en sus tres puntos, carecía de sustento probatorio. La versión calumniosa, por el contrario, cobró más fuerza.

A diferencia de las primeras versiones que elucubraran sobre una conspiración de AFA, incluso con el aval de la FIFA, aquí la traición se cometía por evitar que la FIFA beneficiara a Guerrero al ocultar el analítico adverso hasta después del repechaje. Así de contradictorio y absurdo.

Si bien es conocido que Manrique trabajó para ESPN de Argentina por 15 años y que el periodista argentino German Garcia Grova‏, de TyC Sports y Radio Mitre, dio a entender que trabajaron a la par para dar la primicia sobre Guerrero, eso no prueba en ningún caso que el editor de RPP haya “vendido” información secreta a medios extranjeros o que la publicación de esta noticia haya precipitado la sanción temporal por parte de la FIFA. Son pura imaginación; no pruebas.

 

Como explicó, Víctor Caballero, de Utero.pe, Paolo Guerrero no fue suspendido “porque su caso se convirtió en un escándalo” (el reglamento de la FIFA es bastante claro), y, además, “no existe evidencia que compruebe que Pierre Manrique vendió la información a ESPN”. Lo que único claro es que sí existió filtración. Si salió de la FPF o de la propia FIFA, no se sabe. ¿Cómo fueron los medios argentinos los primeros en enterarse? Tampoco eso está claro.

Según Diego Rebagliati, exdirectivo y ahora comentarista en RPP, la información se filtró de la FPF. Pero lo que preocupa es la facilidad con la que se acusa a un periodista sin prueba alguna y la escalada de violencia que ha adquirido el caso. Como si se tratara de un tribunal popular, Manrique ya fue condenado por traición a la patria a partir de un puñado de coincidencias, conjeturas delirantes y teorías conspirativas que no se corresponden con la realidad ni con la normativa FIFA. Además, ha sido denigrado por su condición de arequipeño, ridiculizado por su comprensible acento argentino (claro, nadie lo cuestiona en Mario Vargas Llosa, Jaime Bayly o en aquel familiar que vive hace año en otro país) y amenazado de muerte (más 1,200 veces) con un ligereza que tan solo evidencia la preocupante salud mental de la sociedad peruana.

Lo más grave, sin embargo, es la irresponsabilidad con la que otros periodistas han abordado el caso. Entre los más reconocidos, Beto Ortiz se destacó por no aportar una sola evidencia que pruebe la acusación contra Manrique. En sintonía con la masa embravecida, se limitó a descalificar al periodista de RPP por cuestiones tan irrelevantes como su acento. El reportaje de José Luis García, emitido en el programa de Ortiz, pese a contar con las declaraciones de Manrique, no ofrece ninguna prueba, recoge las amenazas de muerte sin cuestionarlas y construye una narración sensacionalista. En sus casi seis minutos, tan solo apela a un populismo chambón:

“Parece que esta mezcla de argentino con arequipeño hace que Pierre Manrique sea tan soberbio que ahora en sus cinco minutos de fama se cree más importante que Paolo Guerrero y la mismísima Selección peruana”.

Según Ortiz, “este coleguita debe estar en un orgasmo de notoriedad, debe estar feliz de la vida, pero a qué precio”. Desde su particular análisis, el periodista de RPP, de una dilatada carrera profesional, se vería “beneficiado” por el escándalo mediático. Pero no satisfecho con magnificar aún más una versión sin asidero ni pruebas comprobables, en su cuenta de Twitter ha continuado con las acusaciones antojadizas y las burlas pueriles.

Por cierto, el gerente de la FPF, Juan Carlos Oblitas, ha confirmado que el primer aviso de FIFA llegó el jueves 2 de noviembre por la tarde y que ese mismo día, antes de la filtración periodística, era un hecho que Guerrero no jugaría con la Selección Peruana el repechaje ante Nueva Zelanda. “Nuestros abogados nos dijeron que exactamente eso iba a suceder (que Guerrero iba a ser suspendido). Así de simple”, explicó desde Auckland a RPP.

 Todas estas cosas que se tejen a través de redes se contradicen con la verdad y están fuera de foco. (…) Hay que olvidarnos de la violencia y de lo que se comente alrededor del tema Paolo Guerrero.”

El cuestionable origen de la acusación

Sudor se puso en contacto, en exclusiva, con Piero Romaní, para verificar el origen de la acusación. En breve diálogo, este peruano, administrador del restaurante Mathu Sushi & Comida Peruana de Pilar, en Buenos Aires, negó tal versión, lo que oscurece aún más la validez de la denuncia.

“Yo no tuve idea de eso. Al final [la publicación] desapareció. No tengo idea de dónde apareció”, dijo.

Con un escueto “no”, rechazó que haya sido el autor de la publicación o que tuviera algo que ver con ella. “Eso se puede fabricar rápidamente. Yo no tengo ni idea de dónde salió. Si no está en mi muro”, insistió.

 

Además, aclaró que no conoce al periodista de RPP. “Quién c… será Pierre Manrique. Si trabaja en Argentina… No me interesa quién será. Si he visto, me han hablado. Si me diera la gana me metería, pero no quiero involucrarme”, explicó.

Por último, dijo que el tema no lo afecta, aunque contó que algunas personas han publicado mensajes referentes al caso en uno de sus post que contienen fotos de su hijo. “Lo que sí me molesta es que comenten en las fotos de mi nene, de mi hijito”, dijo y dio por zanjado el tema.

Con respecto al fanpage que difundió la denuncia, #ÚltimoMinuto, no existe más información que el inicio de su actividad, en agosto pasado. Sin dirección online, ni domicilio, fue imposible contactar a los responsables. Sudor intentó la comunicación a través del chat de Facebook, pero hasta la publicación de este reporte no se obtuvo respuesta.

Después de analizado, tanto el caso de Paolo Guerrero, como el de Pierre Manrique, no quedan dudas de que la posverdad puede hacerse presente tanto en temas políticos, de primerísima importancia, como en aquellos relativos al entretenimieno o la cultura.

¿Pero qué es la posverdad? El diccionario Oxford explica que este fenómeno se produce cuando “los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales”.

JUAN MABROMATA/AFP/Getty Images.

En una entrevista para la BBC, el filósofo, humanista y pensador británico A.C. Grayling considera que las redes sociales son claves para la cultura de la posverdad. Una opinión fuerte puede acallar datos fácticos.

“Todo el fenómeno de la posverdad es sobre: ‘Mi opinión vale más que los hechos’. Es sobre cómo me siento respecto de algo. Es terriblemente narcisista. Y ha sido empoderado por el hecho de que todos pueden publicar su opinión. Todo lo que necesitas ahora es un iPhone. Y si no estás de acuerdo conmigo, me atacas a mí, no a mis ideas”.

Si bien las redes sociales han sido siempre un terreno fértil para las informaciones tergiversadas o de dudoso origen, las “noticias falsas” cobraron un mayor protagonismo en las últimas elecciones presidenciales de EE.UU. y durante la primera etapa del gobierno de Donald Trump, que se ha caracterizado por brindar “hechos alternativos” para reescribir la realidad y la historia reciente. Como advierte Grayling el problema está en una cultura online incapaz de distinguir entre realidad y ficción.

“Si pones las palabras ‘existió el…’ en Google, lo primero que te saldrá es ‘holocausto’ y los vínculos te llevarán a versiones de que no ocurrió.”

La facilidad para creer versiones sin sustento, la falta de una actitud crítica de parte de los ciudadanos y la escasa responsabilidad de los profesionales de la información son un verdadero riesgo para la democracia. Solo la información, verificada y confiable, puede orientar a la sociedad y enriquecer el debate público. Pero si la posverdad es capaz de alterar la realidad ante el analítico adverso de Guerrero, en qué otros casos no podría ocurrir algo aún peor.

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