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Una charla pendiente tras el frustrado ‘quino’

En un país como el Perú, dividido por la piel, el sexo, la religión y la memoria, el fútbol, inventado para disparar balones y no balas, es otra frontera. A veces una extensión lamentable de violencia. En días en los que se manosea el concepto de reconciliación, tras el polémico indulto a Fujimori, Sudor le lanzó cinco preguntas a dos hombres identificados con Alianza Lima y Universitario, el reciente campeón del fútbol peruano y su rival histórico, a propósito de un hashtag que agudizó la rivalidad. Un choque de ideas (y de copas).

Bruno Ortiz (periodista): Me hice hincha de Alianza a los cinco años, viendo algún partido en Matute muy cerquita del televisor. Me declaré blanquiazul y ese mismo año recibí mi primera camiseta con la 10 de Waldir Sáenz en números rojos a la cual le imprimí, a irregulares trazos de lapicero, la publicidad de Goldstar para sentirme un futbolista. A los 12 años vi por primera vez a mi equipo en La Victoria y tres años después, de la mano de un amigo del colegio, empecé a asistir a la tribuna sur y luego a escaparme en solitario a los partidos de provincia. Hoy, a pesar de muchas situaciones vividas, sigo viendo a Alianza como una gran familia, con infatigable pasión, la misma que esperaba cada sábado en la tarde luego de ver Chespirito cuando era un niño o aquella vez por la que casi padezco una neumonía por alentar a torso descubierto bajo una furiosa lluvia en Huaraz.

Eloy Seclén (docente y comunicador social): Cada familia que, con entusiasmo, con ilusión, acude todavía al estadio a ver a Universitario de Deportes, nos recuerda las razones por las cuales alentamos a pesar de todo. La Garra Crema expresa la posibilidad de enfrentar la adversidad, el triunfo del colectivo aun en las circunstancias más difíciles. Lo que sea la peruanidad debe implicar enfrentar diariamente esa adversidad. Y no perder en ello la alegría de estar unidos, en familia, ser en un solo puño, la vocal con la que se escribe Perú.

 

1. Se viene el ‘quino’. ¿Un juego tribunero o un mensaje incendiario?

Bruno Ortiz: Es la más pura esencia de la burla hacia el hincha rival a partir de ridiculizarlo con situaciones femeninas —entiéndase de debilidad— o de compararlo con homosexuales por la acepción social de cobardía que ello tiene. La imagen de un fanático aliancista padeciendo 15 años de no conseguir un campeonato habría sido la situación ideal de un sector de contrarios, generalmente ubicables en los comentarios de cuanta publicación deportiva exista, para dejar correr los sentimientos más podridos que todavía existen en los hinchas que no conciben amar a alguien sin odiar a otro. El hecho de darse el tiempo para crear páginas de Facebook de constante actualización con burlas, memes, montajes con los futbolistas rivales vestidos con ropa de mujer o con los labios pintados y hasta torpes viajes a la historia para recordarle al rival que siempre fue débil, cobarde o perdedor, o llegar al punto de publicar información personal o privada de futbolistas del equipo rival, demuestra que en burlas como “Se viene el quino”, aparentemente fruto de una divertida comparativa entre la celebración de 15 años de una mujer y el tiempo que Alianza podía estar sin salir campeón, muestra lo internalizados que siguen los estereotipos, la crudeza como camino ideal para ‘bromear’ o como algo plausible cuando se quiere opinar, lo femenino o lo homosexual como algo rechazable, a lo que uno puede apelar para bajarle la moral al rival, y el gran odio que se expulsa revestido del ‘folklore del fútbol’.

Eloy Seclén: Una frase, un hashtag, una broma, mala o buena según el juicio del receptor, pero basada en la dificultad histórica del rival para conseguir logros deportivos, lo cual se traducía en extensos periodos sin títulos oficiales. Ocurrió de 1979 a 1996; de 1966 a 1974; de 1934 a 1947; ocurrió en otros breves periodos, acaba de terminar uno que duró once años. Con la frase “Se viene el quino” se planteaba una sátira de carácter histórico, que aludía a esos periodos de sequía, al parecer cíclicos. No hubo en su origen intención misógina ni fue el resultado de una mala suma. Formaba parte más bien de una tendencia tribunera en Sudamérica: el retorno a referentes históricos que justifiquen superioridad deportiva en desmedro del rival. No debió haber tenido otro fin que el de la broma, la burla si se quiere, pero en tiempos de nuevos lenguajes a partir de las redes sociales, pareciera que un hashtag logra adquirir el poder de enunciar la verdad, de uniformizar a las masas en un solo discurso que anula la diversidad de posibles argumentos. Esta frase debe haber dolido.

La rivalidad entre Alianza y la ‘U’ se remonta a 1928, desde el famoso “Clásico de los Bastonazos”. EDDY RAMOS/ANDINA

2. ¿Cuánto influye la actuación de los propios jugadores (Leao Butrón, por ejemplo)? ¿El impacto trasciende a las tribunas?

B.O: Es preocupante cuando los protagonistas del juego, a veces con ligereza, desconocimiento real del fondo o por congraciarse con los hinchas, respaldan las expresiones cargadas de violencia y azuzan el enfrentamiento entre hinchadas rivales. Y es cierto además que existe mucha hipocresía e inexistente autocrítica cuando se trata de señalar estas acciones. Una gran masa de hinchas, carentes de autocontrol y verdadera cultura del fútbol tomarán los gestos de su ídolo como un guiño hacia las agresiones al rival, como parte de ese ‘vacilón’; seguirán confundiendo pasión con destruir todo lo ajeno para poder amar lo propio. De ello los futbolistas son más responsables de lo que varios quisieran, como todo lo que engloba ser un jugador profesional y ser seguido por miles y miles… de niños. No es un cliché. En realidad, muchos de ellos estarán propensos a confundir el cariño a sus colores con la obligatoriedad de arruinar a los contrarios. Y seguirá habiendo luchas a muerte por banderas, buses en llamas, acuchillados en las tribunas, todo ello en nombre de la ‘joda’, del ‘folklore del fútbol’, de algo hecho solo para sacarle ‘pica’ a los otros.

E.S: Cuando un jugador de fútbol, en teoría profesional, utiliza una prenda que “responde” a dicho hashtag con uno nuevo, lo que pretende es ahora imponer “su” verdad. Readecuar la discusión a partir de un nuevo orden de las cosas. La violencia surge cuando en dicha enunciación se ofenden los emblemas del rival exhibiéndolos de cabeza, o se lucen instrumentos musicales robados, sabiendo los niveles de violencia que existen detrás de dichas prácticas. El odio irracional, el fanatismo intolerante, que se debe combatir se termina fomentando con elementos que lo vuelven legítimo. Exponerlo en el espacio público emite un mensaje poderoso para quienes lo observan. ¿Hacia dónde lleva ese juego? Hacia una banalización de la competencia deportiva, precisamente lo que nos importa, el fútbol. A una respuesta violenta le sigue una más violenta, y la cadena no para hasta degenerar en las consecuencias que todos los que acudimos a una tribuna conocemos: la muerte, la pérdida de vidas humanas por algo que debió unirnos y hacernos mejores como país. La contradicción más absurda y a la vez la más dolorosa de todos los que estamos involucrados en esto.

Leao Butrón, figura y capitán de Alianza, atizó la polémica al usar una camiseta con un mensaje dirigido a los hinchas de la ‘U’. CLUB ALIANZA LIMA

3. ¿Por qué otras razones debemos cuestionarnos la violencia?

B.O: La tribuna popular de un estadio es capaz de reflejar exactamente aquello que tanto nos duele a diario. Si una mujer intenta insultar a otra diciéndole “negra de mierda” por solicitarle el asiento reservado del Metropolitano, si un padre le dice a su hijo que no debe llorar porque sino es un “maricón” o una “mujercita” o si un profesor todavía le dice a sus alumnos que los chilenos son miserables y seguirán siendo nuestros enemigos, ¿por qué tendríamos que pensar que una barra, conformada por personas de todas partes y de diferente condición, tendría que estar ajena a esta realidad? Muy por el contrario, es capaz de exacerbarla a partir de las palpitaciones y el desenfreno que genera un partido de fútbol, donde se puede pasar de la gloria al pesar, donde un gol puede llenar de felicidad o lágrimas según quién lo marque. Que no sorprenda si alguien llama “negro de mierda” al delantero rival que le anotó a su equipo o si desde la tribuna se le dice “cabros” a los rivales para bajonearlos, si un jugador se agarra los testículos frente a los hinchas rivales enfurecidos tras la reja o si, en un acto considerado hasta justiciero, le seguimos pifiando el himno a Chile. ¿Por qué si queremos que en nuestra sociedad deje de existir el racismo, la xenofobia o la incitación a la violencia vamos a permitir que sigan existiendo en el fútbol al considerarlos parte de su ingrediente tribuneros? ¿Por qué si repudiamos justamente a La Paisana Jacinta, decimos Ni Una Menos, le abrimos las puertas a los venezolanos o denunciamos la discriminación a los peruanos en otros países tenemos que ser distintos en un estadio?

E.S: Porque es probable que la violencia sea, en el fondo, una pieza más en el negocio del fútbol, engranaje tan inmenso como perverso. Mantener a la gente en división irreconciliable resulta más funcional para algunos que para los millones que, unidos, podrían mucho más que separados. En el caso particular de Universitario, es muy conveniente para ciertos intereses que los hinchas pierdan su tiempo en nuevos hashtags o irónicos memes mofándose del rival, que en asumir y combatir realmente el gravísimo problema institucional del club. Difundir la ignorancia ha sido y será una forma en la cual los poderosos mantienen dormidos a los pueblos.

Cada año que pasa, la violencia en el fútbol se supera a sí misma en nuestro país. Ha hecho que la sola experiencia de asistir al estadio se haya prácticamente criminalizado. La represión policial no es menos violenta que el descalabro dirigencial y su limitada capacidad de defensa de los hinchas, precisamente el patrimonio que deberían defender. Estos niveles de violencia resultan peores, pues se han normalizado, se asumen como algo natural e irremediable. Tal es así que las entradas para alentar a la Selección alcanzan precios exorbitantes, como si solo cierta clase de peruanos pudiera tener el derecho ciudadano de ingresar al estadio a alentar a su selección. El resto que vaya a alentar a sus clubes, en condiciones casi carcelarias para el ingreso y estadía en sus tribunas populares.

La lucha por la erradicación de la violencia en los estadios contrasta con las tensiones en las redes sociales. JAIME RÁZURI/ AFP/GETTY IMAGES

4. ¿Qué papel deben cumplir los protagonistas (jugadores, dirigentes, hinchas organizados) en esta espiral?

B.O: Humanizar el fútbol y alejar cada vez más la palabra “guerra” de este deporte. Los jugadores deberían buscar ser ídolos por su capacidad deportiva y no por gestos tribuneros que los hagan ver como fanáticos del club a costa de provocar al rival. El puñetazo al contrario cuando el árbitro no ve o la metida de mano han sido acciones que generan tanto o más reconocimiento que un buen gol. Se necesitan dirigentes firmes, que no permitan la cultura del ‘ajustón’ frente a sus narices cuando los resultados deportivos no acompañan o que se sumen en sus declaraciones al cruce de palabras antes de un clásico. Los clubes tienen, además, a las redes sociales como gran aliado, por su gran alcance y cercanía con su público. Los mensajes de felicitación, saludo o toda muestra de deportividad en sus cuentas hacen que el fanático deje de lado la rivalidad para sentirse orgulloso del gesto de su equipo, para ver claramente que, al final, el fútbol siempre será un juego. El hincha organizado debe garantizar, de la mano con la Policía, la seguridad de la familia en la tribuna; fiscalizar prácticas de forma y de fondo, dejando de exponer a niños frente a personas que consumen drogas en pleno partido, y rechazar cánticos en los que se siga utilizando a la mujer o a la comunidad LGTBI para ofender o ridiculizar a los del otro equipo.

E.S: Jugar. Entrenar. Competir. Prepararse física y mentalmente. Los logros deportivos hablan por sí solos, son la acción que vale más que mil palabras, que cien mil hashtags. Ver a los jugadores celebrar sus logros deportivos con alegría, con el aplauso de su gente, es la única respuesta posible a cualquier agravio tribunero o digital. Quien tiene la necesidad de “responder a todos los que hablaron” está demostrando más intolerancia e inmadurez que sus supuestos agresores.

Detengámonos en la más reciente alegría deportiva del país: la clasificación al Mundial después de 36 años. Fue un logro esencialmente colectivo. No de un solo futbolista. No de un grupo de jugadores “fantásticos”. Lo logró un colectivo. Era verdad eso de las identidades futbolísticas. Todo lo que nos hemos preocupado en investigar y difundir era cierto. Un equipo de fútbol del Perú logró proyectar unidad. Porque en un país como el Perú, con la diversidad geográfica y cultural que atesoramos, aspiramos a un sistema futbolístico donde convivan todas las maneras de entender el fútbol. Estas son mucho más que dos. No pueden ser solo dos. Hay algo más que quimba y garra para jugar al fútbol en el Perú.

Ante la contundencia de la alegría deportiva, solo se puede responder con la voluntad de ser mejores, de querer clasificar al mundial de nuestras vidas. El fútbol brinda esperanza aun en medio de la incertidumbre del futuro. Muchos hinchas de la ‘U’ hemos comprobado en la humildad, el talento y la entrega de jugadores como Edison Flores, Aldo Corzo, Alberto Rodríguez, por poner algunos ejemplos, los valores fundacionales que asociamos a nuestra camiseta, nuestra institución, nuestro querido Universitario de Deportes. Esos valores positivos anulan la violencia. Brindan alternativas. Graban en el alma un ideal de lo que queremos ser, de lo que podemos ser. Dan a entender que otro mundo es posible.

Los líderes de las barras de Alianza y la ‘U’, junto a colectivos de otros clubes, han optado por estrechar vínculos más allá de la rivalidad. LOS LOCOS DE SIEMPRE

5. ¿Qué divide a las hinchadas de Alianza Lima y Universitario?

B.O: La disputa deportiva llevada al plano de la desigualdad y el racismo. El hecho de haber concebido un clásico como el choque entre ricos y pobres, blancos y negros, discriminadores y discriminados, los que pegan a bastón y los que lo hacen a mano limpia genera que años más tarde unos sean los “negros”, los “monos”, los “cagones” y que a su vez, los otros sean los “blancos” o las “gallinas”. El nacimiento de un enfrentamiento a partir de las diferencias mal llevadas contribuye a generar, entendido con el paso del tiempo, a un cruce entre “buenos” y “malos”, “dignos” y “despreciables”. Es comprensible entonces que, con la irrupción de la cultura barrabrava en nuestro país y la situación violenta que vivió nuestro país a inicios de los 90, estos resentimientos se desborden hacia agresiones más concretas, que tomen un resultado deportivo como excusa para validarlas, que prevalezca la idea de que los jugadores disputan la guerra en la cancha y los hinchas fuera de ella. Hoy se han reducido los enfrentamientos en las calles, más con políticas estatales que con iniciativa de los clubes -que durante años parecen habersr alimentado de esta ojeriza-, pero, en realidad, se han trasladado al ciberespacio, desde donde se puede generar tanta o más violencia solo frente a una computadora o visitando la historia no para encontrar puntos que reconcilien sus colores, sino para seguir demostrando que viviremos, probablemente en mucho tiempo más, entre “gallinas” y “cagones”.

E.S: El escritor estadounidense Thomas Merton, en su libro Humanismo cristiano. Cuestiones disputadas (2011), plantea que el fanatismo no es libre, y no lo es porque no es inteligente. El prejuicio que subyace en él le impide distinguir el bien del mal, la verdad de la falsedad. Por ello, el fanatismo nunca es realmente espiritual. No puede ser a partir del fanatismo que definamos ese “sentimiento” que reconocemos en nuestro hinchaje.

Ha sido ese fanatismo el que ha impedido que encontremos espacios de diálogo y entendimiento entre hinchadas que, probablemente, padezcamos los mismos males institucionales. El principal de ellos, hoy se siente como nunca antes, la corrupción. Creemos que los problemas que traban la comprensión entre hinchadas y la lucha conjunta contra la violencia tienen su origen en una manera prejuiciosa de entender la diferencia que vinculamos con un fanatismo, por esencial irracional, discriminador y alejado de la verdad.

Nuestra única verdad es el sentimiento por Universitario. Ese sentimiento implica, precisamente, sentir como propia a la institución y asumir la grave crisis en la que se encuentra. Lo que hoy nos debe unir es la lucha por la reinstitucionalización del club, su refundación a partir de valores colectivos que vuelvan a darle el prestigio que alguna vez logró construir. Desde su fundación, ser hinchas de la ‘U’ implica una decisión, un compromiso por la mejora del club y el país para terminar con la corrupción que, a la luz de todas las evidencias, amenaza con apoderarse de él a través de actores como Gremco. Hemos logrado poner ese reclamo en agenda y ahora debemos luchar por difundirlo entre cada vez más hinchas.

Mantener discusiones sobre qué equipo o hinchada es más grande solo nos rebaja a la intrascendencia. Nos respaldan 26 títulos, pero nos amenaza la peor corrupción de toda la historia de la institución, una que ha originado una deuda impagable y que, a la luz de las evidencias, está generando un caos deportivo y social propicio para una liquidación. Reaccionar ante ello debe llevarnos a la unidad, a la comprobación de que la corrupción está pervirtiendo no solo las estructuras de nuestro club, sino las de nuestro sistema político. Hace 93 años, un grupo de estudiantes universitarios fundó la ‘U’ a partir de un conjunto de valores que se proyectaban hacia toda la nación, con disciplina, esfuerzo, espíritu colectivo. Todo lo que hoy conocemos como garra. Es el fútbol que merecemos, los hinchas de la ‘U’, los peruanos, en nombre de los años vividos, de los días de triunfo.

Nuestra lucha es justa, y lo lograremos. Lo-lograremos. Entonces, serán las celebraciones que sí importan.♦

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