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La quimba y la garra, de lo clásico a los nuevos tiempos

¿Desde cuándo Alianza Lima, el equipo de origen pícaro, empezó a jugar a la uruguaya? ¿Es todavía este Universitario que toca a ras del piso el club de la famosa garra? Dos semanas después de la última edición del clásico del fútbol peruano, el historiador Gerardo Álvarez da detalles de su investigación en torno a los procesos de adhesión e identificación en los dos clubes más importantes del Perú, y sus transformaciones en el tiempo.

El actual goleador de Alianza Lima es un uruguayo con cañones en ambos pies. El actual goleador de Universitario es un panameño que fabrica más paredes que sus volantes. En el último clásico del fútbol peruano, un zurdazo de 30 metros decretó un triunfo aliancista después de siete años en el estadio Monumental.

La última vez que Alianza Lima levantó un trofeo, hace tres años (El Torneo del Inca), jugaba a los pelotazos. Su ‘9’, un uruguayo de raíces armenias, casi no usó sus pies para anotar. La última vez que Universitario fue campeón nacional, hace cuatro años, triangulaba para que una ‘Pulga’ se llevara los honores.

Mucho cambió desde ‘Manguera’ Villanueva y ‘Lolo’ Fernández. Lo que conservaron el ‘Nene’ Cubillas y César Cueto hoy casi no existe. Como cada vez menos la garra del ‘Puma’ Carranza.

El historiador y sociólogo Gerardo Álvarez, ponente del último encuentro del Latin American Studies Association (LASA) en Lima, clarifica lo enumerado con base: una tesis doctoral bajo el título ‘Espectáculo deportivo y formación de identidades en el fútbol: Lima, primera mitad del siglo XX’ (2013), en la que se centra en las identidades de los cuatros clubes históricos del fútbol nacional cuya adhesión originaria se sitúa en las primeras décadas del siglo pasado (Alianza Lima, Universitario de Deportes, Atlético Chalaco y Sport Boys). Además, de su tesis de licenciatura ‘La difusión del fútbol en Lima’ (2001).

Lo suyo nunca fue patear el balón. Eso lo tiene claro. Y lo dice suelto de huesos, como queriendo descartar de lleno que se trate de un futbolista frustrado. Pero a la vez desmiente que haya ingresado a la universidad habiendo resuelto dedicar el resto de su vida a investigar el deporte. Es más, parece exculparse de haber terminado haciéndolo, casi como si se tratase de un asunto del destino. El hecho es que ahora forma parte del reducido –aunque cada vez más amplio– grupo de personas que deciden experimentar el fútbol de una manera distinta: no muy cerca de las canchas, donde rueda el balón, pero sí cerca de cuándo es que empieza a rodar.

“Cuando yo empecé a pensar en trabajar esto del fútbol, pensé en fútbol y Estado. Fue lo primero que se me ocurrió. Y me di cuenta que no iba por ahí y opté por una cosa simple: abarcar el primer período del fútbol, establecer el proceso en base a hechos e identificar escenarios y actores. En la tesis de licenciatura trabajé el tema del espacio público y en una conversación con mi asesor me dijo: ‘No me parece que sea tanto por el tema de las identidades la popularización del fútbol. La masificación es por este tema del espacio público’. Y esto me llevó a una segunda parte cuando hago la tesis de posgrado”.

Gerardo me explica que mientras los pocos estudios sobre el deporte ubicaban los sucesos deportivos en contextos históricos, sociales y políticos más amplios, él identificaba un hueco: ¿cuál era el contexto del deporte y por qué no hay estudios que aborden este fenómeno? Ese vacío académico lo llevó a interesarse en las etapas por las que había transitado el fútbol hasta la actualidad para identificar el contexto en que se da su masificación en el país y el rol que tuvieron las identidades (futbolísticas) para ello.

“Yo identifico en el deporte, en general,  tres etapas: el amateurismo, la formación del espectáculo deportivo y el deporte como negocio. Empiezo a darme cuenta que el proceso de popularización para Lima tiene que estar inscrito en el cambio del primer modelo al segundo. Entonces cae de maduro que tenía que investigar qué es el amateurismo y explicar qué es el espectáculo deportivo. Y aquí identifico tres elementos clave: la administración de las competencias deportivas, la formación de infraestructura deportiva y la aparición de espacios destinados al deporte en la prensa escrita y luego en la radio”.

La identidad de un club de fútbol está ligada inicialmente a la pertenencia a un espacio. En el caso de la ‘U’, la federación universitaria. LUIZ ALFREDO TORRES RUBIO

Pero, le pregunto: ¿Por qué este deporte y no otra disciplina colectiva? ¿Qué es lo que hace que el fútbol se popularice rápidamente? ¿Es que acaso se trata de un deporte pensado en términos “democráticos” y de alcance para todas las clases sociales?

“No, el proceso es que todos los deportes son actividades de élite. Sin excepción. Los deportes se van a difundir primero en las escuelas, después en los centros laborales y finalmente en los barrios. El fútbol se va a difundir como una actividad infantil y juvenil. Era un juego de moda, de chicos. Para los adultos era como ‘Ah, está bien, que lo jueguen”’. Era una diversión sana que los alejaba de diversiones antiguas y coloniales (como las corridas de toros y peleas de gallos). Además estaba el discurso higiénico que recuperaba la vieja idea latina de ‘mente sana en cuerpo sano’; es decir la actividad física como un medio para mantener el cuerpo sano. Esto y en particular las actividades físicas al aire libre van a terminar favoreciendo la práctica del fútbol, porque va a ser impulsada en los propios colegios. El primer torneo que se hace en Lima y Callao es un torneo infantil, no de adultos”.

Adicionalmente, explica, el impulso de la cultura asociativa en los colegios, fábricas y barrios. En los niños y jóvenes va a originar que el fútbol se asiente como práctica deportiva. La sospecha de Gerardo Álvarez es que es esto lo que genera una adhesión hacia los equipos.

“Cuando se forma un club en una escuela, un barrio o una fábrica vas a tener un público cautivo que serán los miembros de ese espacio educativo, los colegas de centros de trabajo y los vecinos de barrio”.

Y parece tener mucho sentido. Equipos como Alianza Lima o Universitario de Deportes, vinculados con segmentos poblacionales inicialmente distintos e incluso antagónicos entre sí, deben haber alimentado sus cuotas de seguidores a partir de la pertenencia a espacios como el barrio para el caso de Alianza o la universidad en el caso de la “U”. Sin embargo, no dejo de preguntarme qué tanto de esa “identidad” de la que tanto se habla aún permanece hasta el día de hoy. ¿Aún podemos hablar de las identidades o apelar a los “estilos de juego” históricos? ¿Hasta qué punto estos se amparan en la evidencia y cuánto son “puro cuento”?

Parte de estas respuestas son desarrolladas en la tesis doctoral de Gerardo que es una suerte de continuación de su preocupación inicial por la difusión y popularización del deporte. Ahí, se centra en las identidades de los cuatro clubes históricos del fútbol peruano: Alianza Lima, Universitario de Deportes, Atlético Chalaco y Sport Boys.

“Las identidades cambian. Así como los valores nacionales no son los mismos que hace 120 años después de la Guerra del Pacífico, las identidades de las instituciones deportivas también cambian. En el futbol profesional no puedes quedarte en la idea de tener jugadores de un solo grupo étnico. Por ejemplo, en la ‘U’ el primer cambio es en los años 30, muy temprano, cuando empieza a incorporar jugadores de provincias: Lolo y Arturo Fernández, Arce que era de Arequipa, un arquero de Trujillo y así. Alianza va a hacer eso recién en los 40, pero con afroperuanos de Chincha”.

Según el historiador Álvarez, la idea de la garra asociada a Universitario se ha ido redefiniendo en los últimos 40 años. NORBERTO DUARTE / AFP/ GETTY IMAGES

¿Qué es lo que propicia que exista mayor apertura en los equipos tradicionales? La hipótesis de Gerardo Álvarez es que va a ser la crisis del Estado oligárquico y el desborde popular en las ciudades como Lima lo que va a transformar las identidades de los clubes. Es decir, volvemos a la idea de que los sucesos en el deporte se enmarcan en un contexto histórico que terminan por darle un sentido. En cierto modo lo que ocurrirá en el deporte será un reflejo de lo que pase en la sociedad en ese momento. ¿Por qué entones se siguen apelando a estos viejos discursos sobre las identidades históricas en los clubes más importantes?

“Porque son discursos que terminan dándole sentido a la noción de pertenencia. Por ejemplo, en la “U”, más que la idea de ser clasemedieros es la idea de la garra, la que, por cierto, ha ido cambiando: la garra de hace 40 años no es la de los años 70 y ésta no es la de ahora. Es entendida de manera diferente. Si tu representante de la garra es el ‘Puma’ Carranza, la garra será diferente a la de Roberto Chale. Y si vamos más atrás, si tu idea de garra era Lolo Fernández, estás hablando de otro tipo de valores y conductas. Eso es algo que, cuando converso con amigos de la ‘U’ les cuesta aceptar. Creen que la idea de garra de hoy es la misma que la de Lolo Fernández y no es así. Esto hace que reconstruyas tu pasado a partir de una mirada del presente. Muchos presentan a Lolo como símbolo de esa garra, que es capaz de guerrear, de derrotar a Alianza, de vapulearlos… cuando todo el mundo sabe que los jugadores de Alianza eran sus ‘patas’. Salía a ‘tonear’ con ellos, no tomaba, pero eran sus amigos. Él era ‘pata’ de Juan Valdivieso, de Alejandro Villanueva, de José María Lavalle, en las concentraciones de la Selección les cortaba el pelo, etc.… Esa idea se cae cuando comienzas a buscar la evidencia del pasado. Esta cuestión era en la cancha.. No había ese tipo de problema entre los jugadores”.

Esta referencia a la “garra” como una característica casi genética de Universitario de Deportes revela que la identidad no solo se expresa en términos sociales o raciales, sino también en los diferentes estilos de juego que el equipo puede haber adoptado en algún contexto específico y que ahora le dan sentido a la pertenencia. Pienso en el “corazón” que tanto les exige la hinchada blanquiazul a sus jugadores cada vez que no “empujan” o “meten” en los partidos. O en cómo la prensa y en las hinchadas se rehúsan a abandonar la idea de que es el juego pícaro y rápido a lo que debería apuntar el equipo. Y sin embargo, también es inevitable ver cómo esto contrasta con lo que se ha visto en la cancha en los últimos años con el equipo aliancista que ha adoptado un estilo más bien moderno y a la uruguaya, y pareciese que es más bien la “U” el cuadro que está apelando a un juego más bien pícaro y habilidoso.

“Sí, y vete a decirles a los hinchas de la ‘U’ que están representando ese juego quimboso que antes representaba Alianza y que ellos más bien pretenden el juego largo, frontal… No lo aceptan. ¿Hace cuánto que Alianza no juega apelando a su estilo tradicional? Yo creo que con Waldir Sáenz, Darío Muchotrigo y esa camada de los 90 fue el último intento, porque ni cuando estaba Jefferson Farfán Alianza jugaba así. Yo les digo a los amigos de la “U” que a mí me gustaba cómo jugaba el equipo del 2016 porque me gustaba el juego de Andy Polo, Raúl Ruidíaz, Edinson Flores… Era un juego directo, rápido, quimboso. En ese entonces yo discutía con un coordinador de la Universidad San Ignacio de Loyola, donde trabajaba, y que era hincha de la ‘U’ porque me decía ‘la ‘U’ es el juego claro, directo, eficiente’. A yo le dije: ‘¿Y ‘Orejas’ Flores no pisa la pelota?, ¿Ruidíaz no mete huachitas?’”.

La condición de popular ya no es exclusiva de Alianza. La composición étnica diversa, el declive institucional y la crisis de un estilo de juego propio son rasgos comunes con la ‘U’. JUAN MABROMATA /AFP/ GETTY IMAGES.

Y aún con el título del Torneo Apertura 2016 logrado por parte de Universitario, no todo parece cuadrar en el imaginario y en el gusto de la hinchada. Pienso en el presente año, en el repunte que consiguió el equipo crema de la mano del argentino Pedro Troglio –de un nuevo estilo de juego más cercano a la rapidez, al juego bonito y a la efectividad, más del perfil del jugador actual, como Alexi Gómez–, y no termino de encontrar una perfecta sintonía entre lo que juega el equipo y la expectativa de la hinchada. ¿Cómo es que siguen persistiendo estos viejos mitos o narrativas sobre la “tradición” de los equipos?

“Porque le dan sentido a una identidad. A nivel mundial las identidades se han trastocado. En Europa el equipo que representaba la garra era España. Podía tener jugadores extremadamente técnicos: Juanito en los 70, Emilio Butragueño en los 80 o Raúl en los 2000, pero el juego de España era garra. Pero con Luis Aragonés y con jugadores como Xavi, Iniesta, Busquets, David Villa ya tenías otro tipo de jugador que le dio un juego más técnico a España”.

España planificó un proyecto a largo plazo que continuó con Vicente del Bosque en el comando técnico y que erradicó todo recuerdo de “Furia roja” que tanto marcó al país ibérico por años. La identidad de juego cambió por completo, pero la adhesión al equipo permaneció inmutable. Aquí, sin embargo, aun cuando los resultados no han acompañado a la Selección Nacional, la población se resiste a cambiar un estilo basado en el toque y la pared, herencia del juego de antaño.

Gerardo Álvarez me explica que esa idea de juego, a nivel futbolístico, se abandonó por completo entre los años 90 y los 2000. Y quizá es ante la falta de resultados o incluso de una mínima idea de juego que la fanaticada pide a gritos, casi suplicando, volver a los orígenes: “Perder la identidad te va a traer como consecuencia principal el que no tengas el ‘cómo’”, resume.

Por estos días, lo que más se discute en Alianza Lima es el ‘cómo’…

“No tienes el cómo, porque primero tienes que ver: tengo estas habilidades y me faltan estas. Entonces voy a planificar para desarrollar mi camada de 10 años. Lo primero que tengo que hacer es preocuparme por los menores, lo que implica designar un presupuesto importante para los menores, más aun sabiendo que buena parte proviene de sectores populares, chicos nacidos a fines de los 90 e inicios de los 2000 cuando el Perú todavía tenía 54% de pobreza y por tanto son niños que no han comido bien. No son chicos que han nacido en el boom económico y que en términos generales comienzan a comer mejor y a vivir en un país más estable con todos los peros”.

El historiador Álvarez sostiene que el estilo de juego es otra de las formas de dar un sentido de pertenencia. La identidad de Alianza, por ejemplo, se construyó en torno a la picardía. JUAN MABROMATA /AFP/ GETTY IMAGES

Viéndolo así, es fácil notar que cada vez hay más similitudes entre Alianza y Universitario: composición étnica diversa, declive institucional y equipos sin un estilo de juego propio. Es como si se hubiese perdido por completo la identidad de origen definitivamente.

“La han perdido definitivamente, en especial Alianza, porque esa idea de fútbol técnico no lo juega hace décadas. Me puedes decir que Universitario tiene la garra y es un estilo eficiente o directo y puedes encontrar algunos momentos de ese estilo de juego –más allá de sus diferencias– con Juan Reynoso, Ángel Comizzo o Roberto Chale. Con Troglio parece que va por ahí con sus respectivas lagunas. Pero, a su vez, no se han puesto a pensar en cómo esto funciona en el 2017, en un fútbol que te exige cosas.

El estilo de juego está muy ligado con lo que van a pensar los que dirigen los clubes, con el modelo institucional que se está planteando. Y ahí viene otro problema: con los clubes endeudados hasta el cuello, ¿cómo puedes planificar la distribución de un presupuesto si tienes una deuda enorme, si en vez de ir pagando la deuda, crece? ¿Cómo organizas eso?

Los clubes que institucionalmente han funcionado mejor son los que se han adoptado un modelo austero: Cristal ya no compra como en los 90, San Martín con todos sus peros, más o menos Melgar, pero no ves que los clubes tradicionales como Alianza o Universitario vuelvan a posicionar su lugar como clubes poderosos. El balance del Torneo de verano 2017 es que Alianza y Universitario están entre las decepciones. En especial Universitario que había hecho una inversión fuerte. Alianza fue un equipo que tuvo momentos, que parecía que agarraba el estilo… pero al final se le vino la noche. Un poco que se recuperó al final, pero no le bastó”.

Las identidades están en permanente redefinición. Un club como la ‘U’, vinculado originalmente a la clase media y estudiantil, tiene hoy un fuerte componente popular y plurirracial. LUIZ ALFREDO TORRES RUBIO

Tras una nueva edición del clásico del fútbol peruano pienso que hay cosas en juego al margen del resultado. La falta del ‘cómo’, año a año, que se ha reflejado en el pésimo desempeño en torneos internacionales, no solo afecta a la institución en sí misma sino también la identificación de los hinchas. ¿En qué va a terminar la identidad de cada uno?

“Las identidades están permanentemente recreándose. No me sorprendería que se siga pensando que Alianza representa el juego popular y que el juego de habilidad sea considerado excesivo. Yo no escucho al Comando Sur reclamándole estilo de juego al equipo. Le exige resultados, entrega, que suden la camiseta, le está exigiendo garra al final. Hay algunos sectores del público, de más edad, que dice que Alianza no juega a este estilo, etc. Lo cierto es que no puede jugar como hace 40 años”.

En Universitario no todos estuvieron tan contentos al inicio del año. A la prensa tampoco le satisfizo por completo la propuesta de Pedro Troglio. Incluso en su debut, justamente en un clásico, tuvo más escépticos que partidarios.

“El que se hizo hincha de la ‘U’ en este periodo brillante de 1965 a 1975 –en el que la ‘U’ fue realmente un equipo importante a nivel sudamericano, que se acostumbró a un juego estéticamente bien jugado– y ve el fútbol de la ‘U’ de las últimas décadas es al que menos le encaja esto. El haz de luz fue la ‘U’ de Roberto Chale con Raúl Ruidíaz, Andy Polo, Edison Flores y los demás. La cuestión es que, por un lado, está lo que espera el hincha y, por otro lado, lo que los dirigentes quieren hacer con su identidad para seguir manteniéndose en el futbol-negocio”.

No es muy común encontrar personas que hayan dedicado su trabajo al estudio del deporte. La proliferación de diarios deportivos, de programas de radio y de televisión exclusivamente para hablar de fútbol sigue posicionando a este juego como algo más que una diversión. El fútbol se asemeja casi, casi, a una religión en el país, a pesar de la falta de santos y de milagros. Pero es una religión sin clérigos, sin gente abocada a la reflexión monacal del tema.

Gerardo Álvarez se lamenta cada vez que se halla en su laberinto de soledad. Si no se cruza de casualidad con Aldo Panfichi, sociólogo de la Universidad Católica, o con Jaime Pulgar Vidal, historiador como él y miembro del Comité Consultivo de Sudor, no tiene con quién conversar sobre fútbol, desde este otro enfoque, claro está. Quizá esto pase por la propia naturaleza de su profesión, sometida a las aulas, a la lectura de archivos y al polvo de hemerotecas. O quizá se deba al desinterés por saber de dónde venimos y, por consiguiente, hacia dónde vamos.

Lo cierto es que tras el clásico no puedo pensar solo en el resultado final, en la algarabía del estadio o en las portadas de los diarios deportivos. Pienso si en algún momento la garra crema o el corazón blanquiazul desaparecerán por completo al adquirir la categoría de mito oral en tiempos en los que el fútbol solo vale como negocio. Pero también pienso que quizá deba buscar de vuelta a Gerardo Álvarez y, finalmente, convertirme en un clérigo de esta religión.

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  1. De alguna forma los aliancistas de ahora estamos conscientes de que la huachita, la quimba, el taquito son improductivos para el fútbol de estos años. Una identidad de juego que marcó una gran época, pero de hace 60 años, no nos identifica del todo a los hinchas de hoy en día. Y por eso tiene que cambiar. Lo que hemos reclamado, en publicaciones de la hinchada, es una nueva identidad de juego, que consiste en sumar a la habilidad innata del jugador aliancista de cánteras, lo que nosotros llamamos Corazón, representado en nombres que por su estilo de juego fueron opacados por los habilidosos, pero que fueron muy importantes para las glorias futbolísticas de Alianza y las selecciones peruanas. Por tanto no es ajeno al aliancismo. Hablamos de Patrullero González, Delgado, Grimaldo, De la Vega, Velásquez, entre otros de la segunda mitad del siglo XX para adelante. Técnica y corazón. Velocidad y precisión para atacar, decisión y sacrificio para defender, es lo que esperamos. Así de sencillo.

  2. El fútbol sudamericano se ha vuelto muy resultadista, no se soporta las derrotas consecutivas, ni para la prensa, que también es hincha y cada vez se identifica más a la hora de redactar, ni para el hincha. Para mi siendo seguidor de la U, no me gustaría saber que mi equipo gana los partidos a base de garra, sabiéndose que esta es una dosis muy buena en momentos difíciles del partido. pero yo quiero un estilo para mi equipo, me encantaba el juego que propuso Ruidiaz, Polo y Flores cuando dirigía Chale, a pesar de las dificultades defensivas, quiero dejar en claro que eso no era ‘garra’. Por otro lado, pienso que a los hinchas de Alianza les encantaría el estilo quimboso y de toque técnico, pero están hartos de no campeonar y por eso exigen ganar a costa de todo sin importar el como.

  3. Atrás de Gerardo, Aldo y Jaime venimos un grupo de millenials que queremos tomarles la posta en este maravillosa aventurar de “ver” al fútbol académicamente. En mi caso, en 2014 me gradué de magister en Estudios Culturales en la PUCP con una tesis sobre la representación discursiva de Paolo Guerrero como héroe nacional y actualmente estoy investigando el tema de la rivalidad Perú-Chile desde sus orígenes en 1935 para mi tesis de licenciatura. Allí la tesis de Gerardo me esta sirviendo mucho, es un crack!!!

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