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Medallas contra el patriarcado

La hazaña de la marchista Kimberly García nos lleva a mirar la historia reciente de nuestras atletas. ¿Es suficiente tener veinte campeonas mundiales en las últimas dos décadas para conseguir la igualdad de condiciones en el deporte peruano? La periodista Vanessa Romo Espinoza recorre las luchas que han librado deportistas nacionales e internacionales y cómo el machismo y la falta de interseccionalidad siguen siendo los principales obstáculos para darles un mejor reconocimiento.  

Junto con “¿cómo empezaste en este deporte?” y “¿cuánto esfuerzo te costó?”, hay una pregunta que se repite constantemente en las primeras entrevistas que le hacen a las atletas peruanas tras alcanzar un hito histórico: “¿Tienes novio?”. Le pasó a Sofia Mulanovich tras ganar el campeonato mundial de tabla en el 2004 y, 18 años después, le sigue pasando a Kimberly García tras ser doblemente campeona en el mundial de atletismo. Parece una pregunta inofensiva, sin embargo, es casi una de rigor cuando se habla con una mujer. Es el inicio de un cuestionario que nos hacen desde niñas para marcar que lo normal es lo heterosexual y que ese tipo de relaciones definen nuestra identidad.

Este tipo de preguntas sexistas no son exclusivas al ámbito peruano, claro está. En 2018, cuando la futbolista noruega Ada Hegerberg recibió el primer balón de oro femenino de la historia, lo primero que le preguntaron fue si sabía bailar ‘twerking’ o ‘perreo’. “No lo tomé mal, pero podrían haberme preguntado si estaba contenta por haber ganado o algo que tuviera que ver con el fútbol”, dijo luego la deportista

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No podemos ver estos patrones de forma aislada, ya que es justamente lo que no permite pasar de una mirada anecdótica a una que revele un problema sistemático. 

LA LUCHA CONTRA EL MACHISMO

Los esfuerzos por visibilizar el machismo en el deporte ya existen. En el caso latinoamericano tenemos Versus, el proyecto de la periodista Marion Reimers para fomentar debate sobre la discriminación de género, clase y raza dentro del periodismo deportivo. La misma Ana Hegerberg decidió no participar de más mundiales en 2018 para llamar la atención sobre la necesidad de representación femenina en la industria deportiva. 

Luego de lograr que la Federación Noruega de Fútbol igualara el pago entre la selección femenina y masculina, Ada pidió más. “No solo es falta de dinero, sino de preparación y profesionalismo”, dijo. Recién regresó en marzo de este año, cuando las condiciones mejoraron sustancialmente. 

Allyson Felix, otra estrella mundial del atletismo, se retiró en julio en el mismo mundial en el que brilló Kimberly García. “Lo más importante ha sido tratar de dejar este deporte mejor de lo que lo encontré”, dijo la velocista, quien se enfrentó a Nike cuando quiso reducir su apoyo un 70% cuando estaba embarazada y que desde entonces lidera iniciativas para proteger a las madres deportistas. Esto pese a que su país, Estados Unidos, es uno de los líderes históricos de los medalleros deportivos.

Aunque las inequidades que enfrentamos las mujeres siguen siendo un problema sin importar el ámbito en el que nos desenvolvemos, hablar sobre deportes se convierte en un caballo de Troya, como dice Reimers, para poner sobre la mesa el machismo y otro tipo de discriminaciones que viven las mujeres. 

ALZANDO LA VOZ

Volvamos a Kimberly. Con las dos medallas de oro en el cuello, regresó preparada para hablar sobre las desigualdades que viven otros deportistas peruanos que no son futbolistas. “A veces una atleta tiene que estar mendigando por una base de entrenamiento. A mi entrenador ni siquiera le pagan, no sé qué piensa la Federación (de Atletismo) ni el IPD (Instituto Peruano del Deporte)”, dijo al día siguiente de su doble campeonato. 

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En cada espacio que encuentra, Kimberly García también alza la voz sobre lo que es ser una deportista fuera de Lima. “En Junín – la capital del atletismo peruano-  únicamente hay un fisioterapeuta para 40 deportistas”, dice. Porque parte de esta desigualdad no solo se centra en el binomio hombre-mujer, sino es interseccional: está atravesado por las desventajas que viven deportistas que viven en regiones lejos de la costa o que tienen alguna discapacidad.

En una lista elaborada por la revista Sudor, se registró que de los 95 campeones mundiales que tiene el Perú en su historia, 26 fueron mujeres. Desde 2004 hasta la fecha son 20 las campeonas que han traído el oro al Perú, comenzando por la mencionada Sofía Mulanovich. Pero en un análisis más detallado, de esas 20 hay cuatro que no son limeñas y solo Kimberly es de la zona andina. Además, solo hay dos paratletas: Giuliana Póveda en parabádminton y Angélica Espinoza en parataekwondo. 

Reconocimientos recientes como los laureles deportivos han sido dados a ellas y a otras grandes exponentes como Alexandra Grande en karate o Natalia Cuglievan en esquí acuático. Sin embargo, como ha señalado Kimberly, recién han podido recibir un apoyo constante cuando consiguieron este tipo de premios.  Lograrlo, no obstante, ha corrido por cuenta propia, tanto anímica como económicamente. La trayectoria de cada una de ellas es evidencia de las necesidades que aún faltan cubrir para tener más representación de atletas femeninas de todo el Perú.

Nuestras deportistas, campeonas o en camino a serlo, son orgullo peruano, sí, pero también son las que lograrán que, parafraseando a Allyson Felix, más niñas puedan tener un mejor deporte, con mejores condiciones para ellas que el que tenemos ahora. Donde la pregunta del novio haya quedado de lado, como hace tiempo ha pasado con sus colegas masculinos. ~

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