La presencia de Jefferson Farfán en el último Clásico ha generado polémica durante la semana por las condiciones en las que ingresó el delantero aliancista. Nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso señala que dicha escena sería una evidencia de que en el club íntimo nadie es capaz de negarse ante las exigencias de quien tiene la categoría de ídolo de Matute
En 1989, la revista “El Gráfico” publicó un editorial que hizo estallar de ira a Diego Armando Maradona. “¡Esa nota la leyó mi mujer!”, le espetó el mismo ‘10’ a Aldo Proietto, director de la revista y autor del texto, quien había viajado hasta Nápoles a pedido del propio representante del Diego para hacer una nota conciliatoria. La columna resumía lo que muchos pensaban sobre el intocable ídolo argentino, pero pocos se atrevían a decírselo: el entorno servil que lo acompañaba tenía alta responsabilidad en sus errores y sus múltiples excesos. Maradona no lo aceptaba.
A Jefferson Farfán le está pasando algo parecido que al Diego: no hay quien se le plante y le diga no. La triste imagen que dejó en el Clásico —aletargado, con sobrepeso y sin ritmo futbolístico— es una afrenta no solo para Alianza y su hinchada, sino para él mismo. Lo que vimos sobre el verde de Matute fue una triste caricatura del delantero vibrante y explosivo que irrumpiera en la Primera División a los 16 años de la mano de Jaime Duarte. La joya del PSV, pulida hasta su máxima brillantez en el Schalke 04, que el hincha de la selección acogió como suya, olvidando los colores de su camiseta, parecía un jugador jubilado. Un remedo de un recuerdo feliz.
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Nadie pretendía que ante la crema fuera el jovenzuelo confianzudo que debutó con la selección de Autuori. Tampoco el autor del zapatazo más gritado de los últimos cuarenta años, cuando su gol ante Nueva Zelanda abrió el camino de la clasificación a Rusia. Ni siquiera se aguardaba ver al torete bullidor a quien le bastaban veinte minutos para electrizar el ataque aliancista en el rush de la campaña del año pasado.
UN TRATO ESPECIAL
Cuentan fuentes cercanas a La Victoria, que Farfán se apareció en las prácticas el lunes anterior al clásico. Si bien llevaba varias semanas realizando un entrenamiento especial, en los planes inmediatos no figuraba su reaparición ante Universitario. Se integró a los trabajos y su buen ánimo hizo que los referentes del plantel se acercaran al técnico Carlos Bustos para pedirle que lo considere en la lista. El jueves previo, según señaló Diego Rebagliati en “Al Ángulo”, el propio jugador negó que fuera a jugar. El argumento que dio era irrebatible: llevaba nueve meses sin pisar un campo oficialmente. Volver al verde, y en un clásico, era una locura. Sin embargo, algo cambió entre ese jueves y el domingo.
Según ha trascendido, el plan para que Jeffry apareciera en Matute se sostenía en el abrumador favoritismo de los íntimos sobre su rival de toda la vida. Nadie imaginaba que la U fuera capaz de dar el batacazo. Bajo esa premisa, Farfán ingresaría a falta de diez minutos, con el partido ya definido. Tras el pitazo final, sería levantado en hombros y llevado hasta la tribuna Sur para recibir el homenaje de la hinchada. Imaginar otra manera de bajarle el telón a su brillante carrera era imposible.
Aunque son distintas las voces en Matute que coinciden en dicha versión, desde el entorno del jugador la niegan rotundamente. El plan del atacante, indican, era reaparecer en algún momento del Clausura, pero el bichito de jugar un nuevo clásico aceleró las cosas. Aseguran que nunca presionó por jugar y que cuando le preguntaron si se sentía en condiciones de hacerlo, solo respondió que sí.
La misma fuente niega también que el jugador le haya insistido a Bustos por su ingreso, pese al resultado parcial en contra (Alianza perdía 2-0). Insisten en que su participación no fue producto de un capricho sino de la decisión del entrenador argentino.
LAS REACCIONES
“Su inclusión fue un grave error. Un jugador de su jerarquía y nivel no puede presentarse con exceso de peso y fuera de ritmo de juego en un clásico del fútbol peruano. La responsabilidad es de Carlos Bustos, quien lo incluyó en la lista y lo utilizó sin estar preparado. El marketing por encima de los intereses deportivos”, sostiene Vicente Cisneros, comentarista de Gol Perú.
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Mauricio Loret de Mola, panelista de “A presión radio”, cree lo mismo y va más allá: “Es un papelón que Jefferson probablemente haya gastado sus últimos minutos en el futbol dando esa imagen… me atrevo a decir que pusieron el nombre de un futbolista por delante del escudo de Alianza”.
Sobre su situación médica, el doctor Luis Cotillo, especialista en medicina deportiva, calificó la presencia de Farfán como “una imprudencia” y que de haber sido médico del club no le hubiera dado el alta para jugar. En declaraciones al noticiero “Buenos días, Perú”, explicó que el delantero requiere una intervención quirúrgica en la rodilla lesionada (un implante de cartílago), que demandaría una recuperación de aproximadamente un año y medio. El futuro de su calidad de vida, enfatizó, corre riesgo si no recibe el tratamiento adecuado.
Como para darle la contra a sus críticos, Farfán entrenó esta semana con sus compañeros y en algún momento se especuló que sería considerado entre los convocados para el juego ante Cantolao, lo que finalmente se descartó.
En Matute, la molestia es mayúscula. Consideran que la responsabilidad no es solo del entrenador, sino del cuerpo médico y la dirigencia. Alguien debió ponerse fuerte y decirle a Farfán que no podía jugar en las condiciones en que se encontraba. La primera víctima, por lo pronto, seria Carlos Bustos, cuya falta de carácter habría colmado la paciencia de la dirigencia blanquiazul. Tras el ominoso 1-8 a manos de River, en la Copa, se buscó reemplazarlo. Su continuidad se decidió ante la falta de candidatos. Hoy la situación es distinta y así consiga el bicampeonato, señalan, su suerte está echada.
Respecto a Farfán, de acuerdo con una fuente dirigencial habría dejado de cobrar su sueldo desde julio a fin de usar ese dinero en la construcción de un gimnasio para el club. Desde su entorno no confirmaron esa versión. Respecto a su futuro, señalaron que en noviembre se tomaría una decisión.
Si Maradona sufría de ‘Sidieguismo’, el mal que aqueja a Farfán podríamos bautizarlo benévolamente como ‘Sijeffrysmo’. Por todo lo ocurrido hasta el momento, es necesario que alguien tenga la valentía de enfrentarlo. A pocas semanas de cumplir 38 años, alguien debería empezar a decirle no. ~