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Repechajes que vivimos (y sufrimos)

La Selección Peruana es favorita este lunes en la repesca contra Australia pese a que no tenemos mucha experiencia en los partidos mata-mata. Nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso hace un repaso por repechajes y encuentros definitorios disputados por la Blanquirroja a lo largo de la historia. Al final, pese a la historia, elige creer.  

Los profundos sablazos en el corazón que nos dejaron los noventa y la primera década de este siglo justifican las reticencias para admitir lo evidente: este lunes, ante Australia, el favorito es Perú. Sí, cuesta decirlo, aún más gritarlo, pero sobran las razones para lanzar esa afirmación que unos califican de temeraria y otros —envenenados por la gitanería— llaman de mal agüero.

Los ‘socceroos’ tienen un juego mecanizado y endeble, su presión alta apenas hace cosquillas, y sus pocas luces —Boyle escalando por derecha, Irvine olfateando el peligro y la zurda punzante de Hrustic, reciente campeón de la Europa League con el Eintracht Frankfurt— no alcanzan para encender su ofensiva. Ante Emiratos Árabes, un equipo livianito y de buen pie, sufrieron como condenados y apenas hicieron diez faltas. El atribulado Atkins, el responsable de custodiar el lateral derecho, ni siquiera atinó a parar con un empujón a Suhail, el joven delantero árabe de apellido de antigripal.

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La formación oceánica no es, ni de lejos, el cuadro al que vencimos hace cuatro años en Sochi en ese partido extraño, que jugamos tan mal, del que nos fuimos sonrientes casi sin saber cómo.

LOS MATA-MATA DE PERÚ

Hay, sin embargo, un factor que empareja las cosas: es un partido mata-mata. Sin revancha. De KO. Y en esos trances, la selección carece de experiencia. Acaso lo más cercano sea lo vivido en 1977, en el premundial de Cali, un triangular con Brasil y Bolivia que sabíamos se definiría ganándole a los altoperuanos. La derrota ante el ‘Scratch’ (1-0 gol de Gil, técnico de Alianza años después) no preocupó a nadie. A los bolivianos los vapuleamos 5-0. Los brasileños les hicieron ocho.

Ha habido otros duelos determinantes, aunque siempre de ida y vuelta. La memoria fotográfica de Eduardo Combe, periodista de “Fútbol en América”, los recuerda: 1957 con Brasil (1-1 y 0-1, la tarde de la ‘Folha seca’ de Didí en el arco de Rafael Asca); 1961 ante Colombia (0-0 y 0-1); 1974 con Chile (2-0, 0-2 y 1-2), la repesca con los chilenos del 85 que no clasificaba directamente al mundial de México (2-4 y 0-1) y, la que más tenemos presente, el pase a Rusia sobre Nueva Zelanda en el 2017 (0-0 y 2-0).

Otro partido que se asemeja al lance de este lunes fue el jugado ante México, en la Copa América de Asunción, cuando la blanquirroja buscaba el pase a las semifinales. Aquella tarde, desde la tribuna del Defensores del Chaco, costaba creer lo que veía en el campo. El equipo que dirigía Oblitas se puso arriba tempranamente 2-0 con goles del ‘Chorri’ y Pereda. El envión duró poco y los mexicanos, con el ‘Pájaro’ Hernández a la cabeza, nos metieron contra el arco de Ibáñez y emparejaron las cosas. En el segundo tiempo, nos volvimos a poner arriba con gol de Solano, pero los aztecas volvieron a empatar a pocos minutos del final. Luego vino la desgracia de los penales, las dudas de los pateadores y la renuncia del ‘Ciego’ que puso punto final a su ciclo.

“La hinchada es la que se pone nerviosa, los jugadores no”, cuenta Jaime Duarte, quien volvió a la selección en la repesca de 1985 para jugar ante Chile, en Lima, tras el penoso 2-4 de la ida. Aquella tarde el ‘Chiquillo’ jugó de central, puesto en el que no alternaba desde 1975. En la zaga no hubo problemas. Los protagonistas fueron los arqueros: así como lo fue Eusebio Acasuzo en la inesperada derrota en Santiago, en Lima lo serían el ‘Cóndor’ Rojas —le sacó un balazo a Velásquez en la misma línea— y Ramón Quiroga, sustituto del ‘Chevo’, a quien se le chorreó un balón atajable disparado por el ‘Mortero’ Jorge Aravena.

SOMOS FAVORITOS

Hace cinco años, ante Nueva Zelanda, estábamos nerviosos. Dos mochilas enormes y pesadas alimentaban nuestra ansiedad: la ausencia de Paolo Guerrero y los 36 años sin ir a un Mundial. Como hoy, aquella vez éramos superiores, pero nos costaba creerlo. La acumulación de tantos sueños frustrados había debilitado nuestra autoestima. Aquella noche, ni siquiera cuando Jeffry abrió la puerta nos la creímos. Guardamos los abrazos y las sonrisas hasta el pitazo final.

Hoy somos favoritos. Digámoslo sin remilgos. Eso no quiere decir que olvidemos lo fundamental: los partidos hay que jugarlos. Y en el fútbol, un lateral mal sacado puede derribar la torre más alta. Eso es lo hermoso e injusto que tiene este deporte. Y es también la razón por la que es maravilloso. Tener confianza no significa estar confiados. Por mi parte, yo elijo creer. ~

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