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El silencioso ascenso de un soñador

Hijo de las pistas del barrio de Collique, ubicado en la periferia norte de Lima, Edison Flores forjó una carrera futbolística a fuerza de constancia y talento. Ni su timidez, ni las carencias frenaron el sueño de llegar a la Selección peruana. El último gol ante Ecuador en Quito es solo la punta del iceberg de una vida marcada por la tenacidad.

Puede parecer una arbitrariedad del destino, pero incluso el nombre de la calle donde empezó todo para Edison Flores dice tanto sobre él, como sus goles, su temple en la cancha y esa manía de no darse por vencido aunque la timidez le aflore en la cara. Cahuide, en Collique, es el barrio que lo vio ensuciar paredes con sus pelotazos. Cahuide fue aquel guerrero inca que se lanzó de uno de los tres torreones de la fortaleza de Sacsayhuamán para no caer en manos españolas. ¿Pero qué podrían tener en común un rebelde y un futbolista? En las orejas está la respuesta.

El jefe de los Orejones, aquellos nobles cusqueños que llevaban grandes aretes como rasgo de sabiduría, sabía del valor de aquel simbolismo. Edison Flores, de algún modo, también lo sabe. Porque cada vez que celebra un gol –como el último en Quito ante Ecuador– y coloca las manos a cada lado de su cabeza para parodiar sus grandes orejas es para recordar quién es y de dónde viene. Allí radica su poder. Porque en el barrio se puede ser callado, como él, pero nunca lento. Hay que parar las orejas y en eso el futbolista de la selección peruana siempre se destacó.

“Ni bien escuchaba que mi mamá estaba molesta, ahí mismo partía la carrera y se escabullía entre todos”, cuenta Wendy Flores Peralta (21), la hermana menor de ‘Orejas’, de pie en la puerta de la casa donde ahora solo vive la abuela Regina y una de sus tías.

La capacidad de Edison Flores era innata: atención constante, aceleración, velocidad y el talento para sacarse rivales de encima. Por eso antes de ser ‘Orejas’ fue ‘Pajarito’. “Era todo chiquitito y rapidito, pero siempre con esas orejotas, como hasta ahora”, dice Wendy, que ha llegado hasta Collique para celebrar el cumpleaños 84 de su abuela materna. Adentro, los festejos no se detienen y una gigantografía del 20 de Perú preside la sala. Afuera, un grupo de niños da de patadas a una pelota gastada y sueñan en voz alta con ser como Paolo Guerrero o Edison Flores.

Con 23 años, Edison Flores se consolidó en la Selección peruana. ERNESTO BENAVIDES/AFP/GETTY IMAGES

Poco ha cambiado el barrio desde los tiempos en los que Orejas partía antes de las 5 de la mañana a las prácticas de Universitario en Campo Mar. Un viaje en mototaxi, uno en combi y otros dos más en bus fueron siempre su rutina para llegar hasta la sede crema en la Panamericana Sur. Casi tres horas de viaje para entrenar dos horas a la mañana. Nunca una queja, nunca una mueca de cansancio. El fútbol era su mejor despertador. “Tenía tantas ganas de lograr su meta y ayudar a la familia que hacía ese esfuerzo diario. Eso lo ayudó a madurar desde muy chico”, dice Wendy, deportista como él, pero en el vóley, con el club Rebaza Acosta del Callao.

Uno de los mejores recuerdos que guardan los tres hermanos Flores Peralta es haber compartido la misma camiseta en un mismo año. Fue en el 2011, el del título de la Sub 20 de Universitario en la Copa Libertadores. Aún con marcas de acné en el rostro, Edison Flores levantó la copa de campeón de Sudamérica, mientras su hermana Wendy destacaba en el equipo de vóley, y Kimberly (25), la mayor, era integrante del cuadro de fútbol femenino.

El deporte siempre fue una inquietud en casa de Orejas. Eso hizo que llegara un buen día hasta la sede del Complejo deportivo Héctor Chumpitaz en Comas. La prueba para conformar la categoría de menores de la Universidad San Martín era para niños de 12 a 15 años. Después de algunos minutos en la cancha, el veredicto de Tito Chumpitaz, director de la Escuela, y el técnico José Díaz, era unánime: el chiquito de las orejas grandes tenía que quedarse.

Recién con los documentos de identidad en la mano, Chumpitaz se enteró que Edison Flores tenía 10 años.

“Eso no le impidió destacar por encima de niños más grandes. Ya desde entonces se notaba su talento y el atrevimiento para jugar”, dice sentado en la oficina principal de la sede deportiva.

Una docena de trofeos y un par de fotografías del excapitán peruano, Héctor Chumpitaz, decoran el ambiente. Decenas de niños no paran de desfilar por la puerta. Todos con la misma ilusión de llegar tan lejos como Edison Flores. “Así como aquel flaquito que está cruzando, así vino. No era muy alto, casi no hablaba, ¡Pero tenía una potencia! Y como eran tantos a los que yo dirigía, le decía ‘oye, tú, orejón, orejas’. De ahí le quedó el apodo”, recuerda José Díaz.

Orejas pasó por todas las categorías de la Selección peruana desde la Sub 15. DANIEL GARCIA/AFP/GETTY IMAGES

El día del partido ante Ecuador, Tito Chumpitaz estaba en su casa, pero se quedó dormido mientras aguardaba el inicio del encuentro en el Atahualpa de Quito. El gol de Edison Flores hizo que saltara de la cama como un resorte. “Le pegó como siempre lo ha hecho desde chico. Me temblaban las piernas de le emoción”, dice. No era para menos. Hace algunos años le comentó a un exrepresentante de futbolistas: “Este va a ser un jugador de un millón”. Y no se equivocó. La venta a Aalborg de Dinarmarca por un millón 200 mil dólares confirmó sus pronósticos.

Si bien la Escuela de Héctor Chumpitaz apenas cobró mil dólares por derechos de solidaridad, a Tito Chumpitaz le queda el orgullo de haber formado a uno de los pilares del actual equipo de Ricardo Gareca. “Yo sé de dónde ha salido y cómo lo hemos ayudamos para que se consolidara como futbolista. Acá nunca le faltó nada”, asegura.

Los primeros pasos de Edison Flores fueron de la mano del hijo del recordado Capitán de América. Después de que la San Martín lo descartara, lo llevó a la ‘U’, donde empezó a jugar, primero cedido a clubes afiliados como Virgen de Chapi, Hijos de Acosvinchos y América Cochahuayco, hasta que se hizo un lugar en la categoría 1994.

“Poco a poco lo convertimos en crema, porque Edison simpatizaba con Alianza, pero luego se hizo hincha de la ‘U’”, dice Chumpitaz, algo que la propia Wendy Flores confirmó aunque dándole otro matiz: “Eran mis tíos los que querían que fuera de Alianza”.

Consolidado como promesa de Universitario, el momento visagra quizá haya sido su convocatoria a la Selección Sub 15 de Juan José Oré para el Sudamericano de Bolivia 2009. “Primero no fue incluido y eso lo afectó. Fue una sorpresa para todos porque junto a Andy Polo se destacaba por encima del resto. Incluso se dijo que pensó en retirarse. Pero entonces lo sumaron a la lista definitiva y su semblante cambió”, recuerda José Diego Aguirre, excompañero en Universitario

Uno de sus sueños era jugar al lado de Paolo Guerrero, goleador histórico de Perú. ERNESTO BENAVIDES/AFP/GETTY IMAGES

Orejas tenía claro hasta dónde quería llegar. Wendy Flores no olvida aquella vez en la que su hermano miraba un partido de la Selección peruana y le dijo: “Yo voy a estar ahí”.

“Su sueño era jugar junto a Jefferson Farfán y Paolo Guerrero. Y lo logró”, dice su hermana, quien tiene la misma sonrisa y los ojos despiertos de Edison, pero no sus orejas en punta.

Desde entonces, las convocatorias en todas la categorías no pararon. Todo el esfuerzo había valido la pena. El muchacho de las orejas grandes, que alguna vez vivió en el estadio Lolo Fernández, que le entregó su primer sueldo a su madre y que no ha dejado de llamar ni un solo día a su familia desde Dinamarca, tiene decidido hacerse escuchar con la Rojiblanca. Ahora lleva cinco goles en los últimos seis partidos de las Eliminatorias y va por la clasificación a Rusia 2018.

*Este artículo se publicó originalmente en el suplemento Domingo de La República el 10 de septiembre del 2017.

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2 comments
  1. Grandioso articulo Kike…siempre has tenido el don para escribir de manera magistral sobre futbol. Te felicito.

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