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Pablo Lavandeira anotó en el último clásico que ganó la 'U' en Matute.

El partido de la temporada

Con un Torneo Clausura que se ha tornado cuesta arriba, para Universitario ganar el Clásico aparece como el único resultado capaz de salvar el año del hincha crema. Nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso recuerda aquellos episodios en los que los de Ate se llevaron un triunfo pese a que atravesaban un mal momento. ¿Este domingo se repetirá la historia?

La última vez que Universitario le ganó a Alianza vivíamos en otro mundo. Nos reuníamos sin miedo, nos abrazábamos fuerte, pensábamos que la mascarilla era cosa de exagerados y que esa gripecita extraña nacida en un lejano mercado chino nunca llegaría por estos lares.

Goyo, además, estaba en el banco. Y Alonso era una muralla, Nelinho una fiera, Corzo nuestro segundo 9, Quintero una gacela, mientras Dos Santos sacudía redes a punta de cañonazos. Nos sentíamos sólidos e impenetrables. Poderosos. Éramos felices, muy felices. Y nos dábamos cuenta.

GANAR CON GARRA CREMA

Fue el 8 de marzo del 2020. Han pasado más de dos años, pero parecen cien. Este domingo toca ir a Matute por un triunfo, pero esta vez no para saciar el orgullo, sino para sobrevivir. El sinuoso andar de la crema en el Clausura le obliga a ganar para salvar los muebles en un año calamitoso. Convertido en un equipo de media tabla, desesperantemente irregular e insípido, la U requiere de una campaña perfecta para arañar la Sudamericana y disfrazar la vergüenza de esta temporada de horror. Ni el empate consuela. Al equipo de Compagnucci solo le ayuda vencer.

La historia de los clásicos indica que el favoritismo que suele adjudicar la prensa antes de estos partidos sirve de poco. La camiseta rival transforma, tanto como el griterío de la barra contraria. Nada motiva más a un visitante que un estadio hostil. Pasó el 24 de febrero de 1979, cuando el equipo sin brillos que dirigía Roberto Scarone le encajó 6 –en Matute– al cuadro de Cueto, Cubillas y Gonzales Ganoza. O en el Apertura del 2019, también en La Victoria, con un 3-2 vibrante, festejadísimo, que hizo olvidar cuánto tiempo merodeamos la cola con la soga apretando el cuello.

UN CLÁSICO CAMBIA TODO

Nada, sin embargo, puede esconder que hoy la U es un enorme y difuso signo de interrogación. Que su defensa genera menos confianza que un ministro de Castillo. Que su delantera es tan endeble como la coherencia en la oposición. Que Piero Quispe insinúa más que concreta. Que el empeño de Succar no suple sus carencias. Que Alonso a veces parece un clon de Braynner García y Polo una caricatura del delantero cimbreante y explosivo que alguna vez fue.

TAMBIÉN LEE: Antes de un clásico, una columna sobre cómo prepararse para ir a Matute.

Esta U no agrada ni cuando gana. Sus hinchas celebramos sus triunfos con la sonrisa congelada, sin entusiasmo, con cierta duda. Pero ganar un clásico cambia todo. Hincha el pecho y hace arder el orgullo. El desayuno del lunes se saborea con placer. Y nos puede hacer pensar, por primera vez en el año, que lo que resta de la temporada puede ser mejor. ~

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