A poco de jugarse un nuevo clásico del fútbol peruano, el poeta Diego Sánchez Barrueto da algunas claves para afrontar el partido que los hinchas esperan toda la temporada. Portar la “otra piel” durante toda la semana, evitar las discusiones o escuchar a los veteranos de la tribuna son algunas de las máximas que hay que cumplir para llegar en buena forma al domingo.
La fecha que juegue tu club frente a su clásico rival, siempre será un día sagrado. Por esto, debe ser un momento pensado con anticipación, con cuidado para que, más allá de las cosas que sucedan dentro de la cancha, afuera, en el resto del universo, los fieles del fútbol podamos dar la talla ante la presión de los adversarios, formular nuestras cábalas sin dificultades y no sucumbir ante la ansiedad. Cada paso, cada gesto debe ser calculado con elegancia.
En los siete días que anteceden al match, puntualmente, debes llevar algún distintivo con los colores de tu equipo, esto más aún para quienes no lo hacen regularmente, todos los días. Es necesario tener al lado los tótems a los que puedas encomendarte, aprisionarlos contra el corazón y pedirles los deseos más descabellados. Si es posible, usa tu camiseta todos los días, no es difícil acomodarla debajo de tu uniforme escolar o del traje de trabajo, quizá con una polera talla grande podrás disimular discretamente tu “otra piel”, si así lo deseas (o si así lo dispone tu centro de estudios o lugar de trabajo). Pero si tienes la oportunidad de llevar tus distintivos visiblemente, hazlo con orgullo, así sea para dar una vuelta por el barrio o ir a hacer las compras al mercado.
EVITA LAS DISCUSIONES
De igual manera, evita las discusiones sin solución. Estas, sobre todo, con los parciales del equipo de al frente. Ninguna razón podrá hacerlos entrar en cuenta de su equivocación, de la fatalidad de ser fanáticos del equipo más frío de la historia, de pertenecer a la institución más mezquina de todas o formar parte de la hinchada más cobarde del país: nada los podrá convencer de ser como tú, incondicionales de corazón. Por eso mismo, deja las apuestas y los retos, son en vano, son un ejercicio de bravuconería y ego. Procura ser mesurado con tus palabras, sin dejar de entrever tus dientes y tus puños cerrados, como los piratas antes del abordaje. Aún así, si no puedes controlar tu vehemencia, te recomiendo emplear las frases comunes o los lemas más populares que representen a tu equipo: la contundencia de esas soflamas, aparentemente vacías o gastadas por el uso, colisionan con más certeza en los pechos de los adversarios que no entienden de razones.
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También, mentalmente o en voz en cuello, en los momentos que puedas, repasa el rosario de oraciones y canciones de tu banda. Para eso tamborilea sobre el escritorio, la carpeta o la mesa de la casa al ritmo del sordo palpitar de un bombo o el repiquetear de una tarola. Sirve, además, repasar las letras en la cabeza mientras silbas siempre con la mirada pícara. Que el mundo se entere de tu selección personal del cancionero tribunero.
En casa, sin perder el tiempo, júntate con tus familiares para coordinar los pormenores de la ceremonia central: si todos consiguieron entrada, si alguno no puede ir o si se organizará una reunión ante la pantalla de la televisión. Si tienes la suerte de bajar al estadio, no olvides cumplir cada una de tus responsabilidades en el hogar, para que no tengas que solucionar imponderables de último momento y tu tiempo se reduzca como la respiración dentro de una escafandra sellada. Cumple con los pedidos de la vieja y el viejo: cocina, lava y barre todos los días con alegría. Igual, con los hijos: cocina, lava y barre con la indulgencia de un dios piadoso. Si tu pareja te puede acompañar en la previa y durante el partido, en hora buena, ¡disfruten!; pero, si él o ella no son partícipes de tu fe, no lo hostigues con tu ansiedad, debes ser más que nunca una persona sensata y reflexiva, muy consciente del otro: no es buen momento para el egoísmo propio del ser humano. Para esos avatares del narcisismo está el desarrollo del partido.
ESCUCHA A LOS VETERANOS DE LA TRIBUNA
Asimismo, escucha y recuerda a los veteranos de la tribuna: a quien te hizo hincha del club, a quien te llevó a la cancha por primera vez o a quien te compró tu primera camiseta. Es un gran momento para recordar las goleadas, las remontadas, las victorias épicas, así como los campeonatos y las viejas glorias de equipos de antaño. Todos los comentarios positivos que lleven consigo el nombre de la institución, son necesarios, así como recordar las derrotas, los años de sequía y las “estrellas” que se perdieron en la mediocridad, seamos realistas. Reconocer tu historia, en la voz de quienes saben, será parte de la templanza necesaria para enfrentar el día del partido con más emoción.
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Recuerda que siempre es importante informarte. Lee los diarios que creas objetivos e imparciales, revisa las redes sociales del club, escucha los programas deportivos que ofrezcan más datos y menos opiniones. Por eso mismo, emplea tus redes sociales con cordura: también informa, con pasión y optimismo, sin caer en las fake news o los virales. Recomienda a tus compas que sean sensatos, igualmente, sin acometerlos con moralina: recuerda que cada quien lleva la ansiedad como mejor puede y no todos piensan como tú, así sean de tu propio equipo.
Ahora, si el partido es digno de ser llamado “clásico”, así sea de tu pueblo, de tu ciudad o tu país, percibirás que en el ambiente hay mucha tensión, por lo que es imperioso que reconozcas tus virtudes y debilidades como hincha. Si eres joven, sin duda vivirás este proceso con más nervios y golpes de arrebato; ya aprenderás con los años a manejarlos. Si los años ya han curtido tu piel, este encuentro quizá sea una nueva oportunidad de encontrarte contigo mismo para seguir con tu prédica deportiva, con nobleza y confianza.
Si realmente este es un clásico, entiende, el partido está para cualquiera, así tu equipo esté último en el campeonato o tenga pocos deportistas dignos en su alineación: si los jugadores realmente sienten el peso de la camiseta, el día del partido entregarán el alma en cada jugada, porque saben que en una sola pelota recuperada o perdida se puede dar el gol que marque la diferencia, para bien o para mal. Ellos, así como nosotros en la tribuna, en la calle, en la casa, en trabajo o centro de estudios, tienen el compromiso de encenderse con la luz más fuerte que los lleve a la victoria entre la oscuridad.
Como siempre, ¡arriba Alianza! ~