El reciente ‘ampay’ del delantero de Universitario Alexander Succar vuelve a poner en cuestión la disciplina de los futbolistas nacionales. Nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso expone los problemas que genera que un deportista profesional no se preocupe por cuidar su físico, incluso en el, tantas veces citado,“día de descanso”.
Dos meses antes del inicio del primer campeonato Sudamericano de fútbol organizado por nuestro país, en 1927, la selección no tenía ni jugadores ni entrenador. La federación recién se tomó el trabajo de nombrar a un técnico el 9 de setiembre —el uruguayo Pedro Olivieri— y dispuso que el plantel entrene y se aloje en la Escuela de Hidroaviación de la Marina de Guerra ubicada en Ancón. Ahí, se pensaba, el equipo podía prepararse convenientemente, ajeno a cualquier tentación que apareciera en el camino enfocado en la noble tarea de defender el orgullo patrio en la cita continental.
Pero ni eso ni la férrea custodia de los marinos impidió que Leopoldo Basurto, mediocampista del Association FBC, se escapara de la concentración. Descubierta la huida, Basurto no solo fue perdonado, sino que se le entregó la cinta de capitán. Perú debutó en el torneo el 1 de noviembre ante el campeón olímpico Uruguay. Cayó 4-0.
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Los periodistas sabemos muy bien cuando el parte médico de un club indica que un futbolista no entrenó por “un problema intestinal” o un “dolor de garganta”. Es alerta de juerga, fiesta, de víspera regada de alcohol. Algunos son descubiertos con las manos en la masa —o en la botella — como ocurrió con el Caso Miramar, otros días después tras alguna inoportuna delación —el escándalo Golf Los Incas—. Están también los inocentes, quienes aparecieron en el momento justo en el lugar equivocado. Pasó con Víctor ‘Pitín’ Zegarra, expulsado del combinado nacional en la eliminatoria de 1965, luego de ser sorprendido bebiendo con unos amigos. La fotografía con el habilidoso jugador aliancista frente a una mesa, donde se acumulaban las botellas de cerveza, fue su perdición. Él siempre alegó que solo bebía una gaseosa.
EL CASO SUCCAR
Las imágenes difundidas por un programa de espectáculos en las que se aprecia al delantero Alexander Succar con una botella de licor vuelven a poner en primera fila la capacidad de nuestros futbolistas para relacionarse con el escándalo. En el caso del atacante de Universitario, no deja de llamar la atención cómo pocos días después de haber alcanzado notoriedad por la celebración de su gol en el clásico y los múltiples elogios recibidos por su desempeño, pueda exponerse de esa manera y enrarecer su imagen pública, a la par de sembrar dudas sobre su concepto de la disciplina.
Es cierto que entre la bulla mediática no han faltado las exageraciones. En principio, al no haber sido intervenido por la policía, se desconoce si Succar manejó su auto con un nivel de alcohol más alto del permitido. Quitarle la licencia de conducir o apresarlo, como clamó un sector de las redes sociales, es un absurdo mayúsculo. Ello, sin embargo, no atenúa su irresponsabilidad. De acuerdo con el Reglamento Nacional de Tránsito, quien conduce con 0,5 gramos de alcohol por litro de sangre, debe pagar una multa de 2.300 soles y su brevete queda suspendido por tres años consecutivos. Si causara un accidente de tránsito en ese estado, la multa asciende a 4.600 soles y se le cancela la licencia, sin posibilidad de recibirla otra vez. En caso las consecuencias sean mayores su destino es la cárcel.
EL MENTADO DÍA LIBRE
Voceros de Universitario ya anunciaron que Succar no recibirá ninguna sanción por considerar que los hechos ocurrieron en su día libre. En la misma situación se encuentra el volante Alfonso Barco, quien acompañaba al delantero esa noche.
“Siempre escuchamos ‘están en su día libre’, pero en tu día libre tienes que ser deportista profesional, No por estar en su día libre van a tomar hasta las seis de la mañana”, señala el doctor Julio Grados, quien ha trabajado en el departamento médico de varias selecciones y clubes.
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Grados no está en contra del consumo del alcohol. Lo que rechaza es que algunos futbolistas consideren el día libre como un día en que tienen “licencia para matar”. “Si es un consumo de alcohol moderado, no lo veo mal. Una o dos copas de vino, por ejemplo. O si un grupo de futbolistas sale a la playa y se toma una o dos cervezas chicas, no veo nada malo. Distinto es salir a una discoteca y tomar cerveza, pisco, ron mientras bailas durante ocho horas”, acota.
En una reciente conversación en el programa de Luis Guadalupe, el exgolero Francisco Bazán recordaba la ‘receta mágica’ que le confió Roberto Farfán, su compañero en Universitario, para evitar ser descubierto con aliento alcohólico en un entrenamiento: “Masticas clavo de olor, canela pura y un plátano… Lo que no me dijo es lo que pasaba al correr, botas todo por los poros”. Entre risas, Paco contó que los lunes, a la hora de trotar, la ‘Foca’ era “puro alcohol”.
El consumo de alcohol en exceso afecta la capacidad aeróbica del deportista de élite. Además, resiente la calidad de las fibras musculares. El proceso de regeneración es distinto y se pueden presentar lesiones. “En casos extremos, como el alcoholismo, provocan que el organismo pierda su capacidad inmunológica”, señala Grados.
No es, pues, cuestión de falsos moralismos o de etiquetar al alcohol como obra del demonio. El cuerpo es la maquinaria sobre la que se sostiene el deportista y requiere un cuidado extremo. El descanso adecuado, el llamado ‘entrenamiento invisible’, es clave si el éxito profesional es la meta. El deterioro de la imagen personal y de la institución a la que se pertenece es otra consecuencia nefasta de la indisciplina. A ver si algunos empiezan a entenderlo. ~