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¿Se puede ser feminista y amar a Maradona?

Maradona nunca dejará de ser tema de debate público. Menos por estos días en los que se anuncia la subasta de la camiseta que usó en el mítico encuentro ante Inglaterra en México 1986. A propósito del revuelo que se generará a partir del 20 de abril en la web de la agencia Sotheby’s, compartimos un fragmento del libro de la escritora argentina Gabriela Saidon, “Superdios. La construcción de Maradona como santo laico”. Puedes adquirir el libro en Sudorshop.

Los pibes de Fiorito le preguntan a la madre:

—¿Diego es mi papá?

Y ella:

—Más quisiera Dios.

El diálogo se basa en lo que Lila, una amiga de Diego de la infancia, le contó a un periodista en una nota publicada en el diario español El País.

La pregunta, la posible respuesta, me llevan a pensar: cuántos pibes del potrero quisieran ser hijos de Maradona; cuántas madres, haber sido mujeres del 10. Porque, ¿quién no quiere salvarse? Ese deseo. (¿O todo este libro no se trata de eso: de cómo los dioses, santos y superhéroes nos salvan?)

Bueno, muchas feministas piensan todo lo contrario. O al menos lo pensaron y lo expresaron en redes, notas y grupos de WhatsApp el 25 de noviembre de 2020.

Hubo dos bandos claros (la grieta, y aquí iría un emoji, el de los ojos que miran para arriba, o un suspiro cansado). Para sintetizar: las que se posicionaron desde una mirada de género condenatoria y las que pidieron respeto por el duelo. Hubo también quienes apuntaron a saldar la disputa.

Pero más allá (o más acá) de esa polémica que habilitó la coyuntura, los feminismos pusieron bajo la lámpara al santo y lo iluminaron desde distintos rincones. Inauguraron una nueva lectura posible. Así como el culto al 10 inauguró una nueva religión laica, nacional y popular. Nac & Pop. Sobre todo: pop.

Es decir que la combustión generada entre la figura de Maradona y las nuevas lecturas feministas abrió otra forma de pensar a Dios.

Un libro colectivo, Todo Diego es político, publicado en formato digital en 2020, cuando Diego todavía estaba vivo, y volcado al papel en marzo de 2021, ya muerto y con un bonus track, vino a complejizar y arrojar nuevos aportes lectores que partieron de una forma diferente de santificación nacional y popular. La ilustración de portada consiste en un collage con el sol-halo del astro rey detrás de la cabeza de un Diego con camiseta tapizada de figuras que representan al proletariado peronista, tomadas del cuadro Manifestación (1934) de Antonio Berni. Ese collage es obra de Bárbara Pistoia, editora y una de las autoras del libro colectivo editado por Síncopa. En esta portada, el muralismo (berniano) se reduce (¿o se agranda?) en esa camiseta que cubre el torso de Maradona, como un mural tatuado en la piel del creador de la serie de ese otro pibe pobre, argentino famoso: el Juanito Laguna de Berni, con algunas figuras dolientes de obreros que salen de ese cuerpo y se le adelantan. El libro contiene diez artículos de autoras argentinas que disparan lecturas, entre ellas periodistas, psicoanalistas, licenciadas en Letras, y una colombiana, Carolina Sanín, docente, doctora en literatura y escritora (a ella corresponde el bonus track). Natalia Torres, Águeda Pereyra, Carolina  González, Javira Pérez Salerno, Yanina Safitztein, Florencia García Alegre, Ayelén Zabaleta, Sofía Ferro y Lorena Álvarez completan el staff que lee al Diego desde distintos, originales ángulos, como si le sacaran el polvo a las palabras. Así, desacralizan y complejizan los lugares comunes con los que gastamos a nuestro santo laico.

Y es que la muerte del 10, esa segunda etapa de su canonización, abrió otro lugar a las mujeres: un espacio intelectual y sensitivo que corrió el eje del relato masculino de las hazañas, derrotas y oscuridades del máximo superhéroe argentino. Y, contra el imaginario que ubica al equipo uniforme de las feministas de un lado contra el resto del mundo del otro, muestra la riqueza y la centralidad de un debate sobre el hombre, su vida y su obra, que activaron el #NiUnaMenos en la Argentina y el #MeToo en los Estados Unidos. Contra el prejuicio de que feminismo (como madre) hay uno solo, hubo feministas que hicieron callar a otras feministas que decían que Maradona era machirulo con el argumento: respeten el duelo, chicas. Ya habrá tiempo para el debate (¿ya llegó ese tiempo?). La herida sangraba todavía (y sangra).

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La primera piedra en contra la arrojó la periodista Lala Pasquinelli en el espacio digital Mujeres que no fueron tapa. El título es claro: “No somos feministas maradonianas”. De algún modo, lo que plantea Pasquinelli es que feminismo y maradoniano son términos incompatibles. Transcribo algunos fragmentos: 

“No creemos que haya que callarse para respetar ‘el dolor popular’ cuando el ‘respeto del dolor popular’ implica convalidar la construcción de un sentido que dice que adoramos como ídolos a quienes expresan en sus prácticas al patriarcado violentando a mujeres y niñes. 

“Celebrar y aplaudir a varones que vulneraron derechos de mujeres y niñes, fueron violentos, ejercieron una paternidad irresponsable, no es feminista, será otra cosa, pero no es feminista. No del feminismo que militamos nosotras, que es el que está dispuesto a cuestionarlo todo, especialmente a los ídolos e íconos, sean o no populares. Porque a través de ellos se construyen y encarnan los modelos sociales. 

“Nuestro feminismo no celebra machitos ni violadores porque sean de izquierda, ‘enfrentaron a los poderosos’ o ‘representaban al pueblo’; no nos alcanza con esos argumentos para convalidar la violencia y aplaudir un modelo de masculinidad que violenta y vulnera a mujeres y niñes”.

Lala Pasquinelli no fue la única, si bien es cierto que las abogadas del diablo primaron sobre las que gritaban que Diego era machirulo. Entre estas pocas últimas se destaca la futbolista española Paula Dapena, de Viajes InterRías FF, que dio la espalda en un partido en que se lo homenajeaba tras su muerte.

El feminismo al que alude Lala Pasquinelli y que actúa Paula Dapena es el que coloca los valores de género por encima de los de clase y raza.

Periodistas argentinas como Mariana Iglesias, editora de género del diario Clarín, quien resumió el sentir de ese día en el título: “Diego, la infancia y el pueblo”, o Mariana Carbajal, de Página/12, fueron algunas de las referentes que pusieron el debate en los medios argentinos.

“Puedo despedirlo con sus matices, con su opacidad. No lo defiendo. No aplaudo que haya demorado en reconocer a sus hijxs. No homenajeo sus conductas violentas hacia sus parejas. Sin dudas, fue una expresión, y también una víctima, del patriarcado. Me emociona verlo con la pelota, con la pasión que siempre jugó con la camiseta argentina, su garra. Tengo contradicciones. Y no creo tener que pedir disculpas por postear en estos días una foto de Maradona”, concluyó Carbajal en “Diego y los feminismos”, artículo donde menciona los ataques y cita las defensas.

El debate, como el #NiUnaMenos o el aborto, cruzó fronteras y el océano Atlántico y llegó a España. El diario El País resumió: “Diego Maradona llena de contradicciones al feminismo argentino”.

¿Fue, otra vez, Diego? 

¿O las contradicciones ya estaban y la muerte de Dios las puso sobre el tapete mediático? 

Esta pregunta genera otra: ¿siempre hace falta un hombre para fracturar o la fractura es previa, patriarcal?

EL MANDATO DE LA VIOLENCIA

Karl Marx escribió que en la prostitución, hasta el proxeneta es víctima del sistema (el capitalista víctima del capitalismo). En el patriarcado, el hombre que ejerce violencia de género, también, a su modo, lo es. El tema es, a esta altura, viejo y tiene muchas aristas, sobre todo cuando se cruzan conceptos de clase, raza, género, cultura, identidad sexual, discapacidad y un largo etcétera. ¿Quién está peor? ¿Yo o el hombre pobre inmigrante precarizado que se emborracha y le pega a su mujer? Él está peor que yo, ¿no? Ella, ya sabemos.

En sus libros y en numerosas entrevistas, Rita Segato se ocupó de ponerlo en tensión en el caso extremo de los presos por violación. No son monstruos, son hombres formateados en la cultura de la violación. El tema ha sido y sigue siendo revisado en la derivación punitivismo o antipunitivismo en relación a las masculinidades, también en el deporte.

En el ámbito hipermasculinizado de los deportes que se juegan entre varones, el mandato patriarcal de la violencia es penalizado si no se cumple. Futbolistas denunciados por violencia de género (el propio Maradona, en un video que lo muestra en actitud violenta contra Rocío Oliva) abundaron en los últimos años, favorecidos por el tsunami de escraches que levantó el #MeToo y en la Argentina, luego del caso Thelma Fardin versus Juan Darthes, acusado por violación, y que van desde la situación de las chicas del Colegio Nacional de Buenos Aires que denunciaron a compañeros hasta el documental Allen versus Farrow y que, en el campo de la cultura, se tradujeron en la discusión sobre la habilitación o no de ciertos consumos culturales. En un camino sinuoso, nunca lineal, donde también los feminismos se quiebran y disienten, la última palabra no está dicha.

Si yo no veo más películas de Woody Allen o de Roman Polanski pero lloro a Maradona y veo peleas de boxeo o no sé qué hacer con Michael Jackson es, en todo caso, una cuestión personal. Aunque el segundo mantra feminista dice que “lo personal es político” (fue acuñado por Carol Hanish en 1969; el primero, “no se nace mujer, se llega a serlo”, o se deviene, de Simone de Beauvoir, veinte años antes: 1949). ¿Entonces?

El asesinato de Fernando Báez Sosa por un grupo de rugbiers a la salida de un boliche en Villa Gessell en enero de 2020 puso bajo la lupa las prácticas violentas ejercidas entre varones. Los crueles rituales iniciáticos en la gran hermandad del rugby, donde, parafraseando a Segato, no se trata de erotismo ni de sexualidad sino de un ejercicio de poder, salieron a la luz. Y quedó en claro que no solo las mujeres somos víctimas: la lectura tiene que ser sí o sí interseccional cuando, sabemos, de privilegios se trata.

El historiador argentino Ezequiel Adamovsky lee el desprecio por la argentinidad tomando de la derecha el rebautismo de la Argentina como Peronia, originado en el mestizaje no reconocido implícito en la expresión “crisol de razas”, que define como un mito anclado en la narrativa instalada por Sarmiento —civilización o barbarie— donde habría un proceso civilizatorio trunco “por culpa” de los bárbaros (negros, indios, mestizos, pobres) colonizados, de quienes el peronismo se apropia y hereda el desprecio liberal. Contra los setenta años de peronismo culpables de un presente de empobrecimiento sociocultural y económico, Adamovsky confronta ciento once años de liberalismo destructor en su libro Historia de las clases populares en Argentina (1880-2003) (Sudamericana, 2012).

Dicho de otro modo: no leer raza y clase en las acciones de los varones que encarnan las exigencias del patriarcado en sus lazos indisolubles con el capitalismo, no solo implica una lectura sesgada sino peligrosa, como lo muestran Cinzia Arruzza, Tithi Bhattacharya y Nancy Fraser en Feminismo para el 99%. Un manifiesto (Buenos Aires, Rara Avis, 2019), al hablar del “feminismo carcelario”, que obliga a muchas mujeres a mantener sus hogares, o de aquel que en nombre del género condena a pueblos enteros, por ejemplo, a toda la sociedad islámica. Hillary Clinton apoyando los ataques civilizatorios y preventivos a Siria sería un botón de muestra suficiente. El “feminismo liberal”, “blanco” o, traducido en la Argentina aquí y ahora, “cheto”, es aquel contra el que se alzaron las mujeres negras en los Estados Unidos en la década de 1970, como lo cuenta bel hooks, la activista estadounidense que firma con minúsculas, en su libro publicado por primera vez en 1982: ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo (Buenos Aires, Consonni, 2020).

TAMBIÉN LEE: Todo mientras Diego, un cuento de Ariel Scher sobre Maradona

En Feminismo para el 99%, las autoras trabajan además sobre el concepto de reproducción social como forma de producción invisibilizada. Mientras no cambien los modos de producción capitalista, habrá violación garantizada. Y específicamente en el ámbito del deporte, anotan: “Los hombres absorben y canalizan la misoginia institucionalizada, y compiten entre sí por estatus y por el ‘derecho a presumir’, por medio del abuso de mujeres”.

¿Qué pito toca Maradona en todo esto?

Muchos.    

O mejor: ¿Por qué Diego sería la excepción? ¿Por qué no sería machista y patriarcal, un Otelo redivivo, el quinto hijo, primer varón, el preferido de la madre, “mamero” como el mismo se adjetivó, el proveedor de una familia numerosa desde los quince años, el chico criado sin Educación Sexual Integral (ESI) en la Argentina, en una tierra, la del potrero, donde las mujeres están excluidas, como hasta 1991 lo estuvieron del fútbol profesional, como señala la futbolista y académica Gabriela Garton en Guerreras. Fútbol, Mujeres y poder (Buenos Aires, Capital Intelectual, 2019)? El deporte que mejor representa los valores máximos de la argentinidad, tal como menciona Alabarces citado por Garton: aguante, virilidad, machismo, bravura, perseverancia frente al dolor y a la derrota. Ser hombre en la Argentina se define en torno al fútbol (esa carga). En palabras de la psicoanalista Débora Tajer, en su artículo “El fútbol como organizador de la masculinidad” (La ventana, Revista de Estudios de Género, 1998): “Podemos afirmar que desde la década de los veinte, aproximadamente, el fútbol forma parte de la genealogía masculina de nuestro país. Desde entonces un padre tiene para transmitirle y heredarle a su hijo varón tres blasones identificatorios: un nombre, un apellido y una camiseta”.

Diego Maradona, Boca y la 10.

Y Boca por herencia, porque Don Diego era de Boca y Diego alguna vez, en su infancia, “confesó” que era de Independiente.

Entonces: ¿No le pedimos demasiado, ya muerto? ¿Que haga lo imposible? ¿En ausencia hablamos mal de él? 

Además: ¿en serio, le pedimos que haya tenido perspectiva de género y entonces, si no, no lo lloramos? 

La casa grande y la casa chica, los consumos diversos, las amantes embarazadas, el no reconocimiento de hijos extramatrimoniales, la apuesta a la familia nuclear básica y legal hasta que la muerte (o el otro) nos separe. ¿Por qué todo eso llamaría la atención? ~

Fragmento de Superdios. La construcción de Maradona como santo laico (Buenos Aires, Capital intelectual, 2021) de Gabriela Saidon, escritora y periodista argentina.


Novedad editorial

“En un libro que cruza la investigación periodística con la indagación académica y la crónica personal con la deportiva, la autora afirma que Maradona hoy lidera el prolífico santoral popular argentino, y muestra cómo lo llenamos de metáforas tomadas del campo semántico de la religión al tiempo que le exigimos estar a la altura del mito.

Editorial Capital Intelectual (2021)

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