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Terror en Querétaro

El 5 de marzo pasado, el mundo entero se vio estremecido por las impactantes imágenes de violencia que se pudieron ver en el estadio Corregidora de Querétaro. El periodista mexicano Gerardo Arreola expone que la brutalidad desplegada por los barristas de los Gallos Blancos contra sus pares del Atlas tiene su origen en la impunidad de esos grupos y el historial de negocios turbios del equipo.

En el estadio Corregidora de Querétaro (centro de México), decenas de agresivos seguidores de los Gallos Blancos locales corren en varias direcciones, algunos con objetos contundentes en las manos, para perseguir a sus rivales del Atlas de Guadalajara, a lo largo de la cancha. El ataque masivo se extiende sin freno y sin que intervenga ningún policía o elemento de seguridad en la escena. Los atacantes desnudan a sus víctimas, los golpean con saña, ya tendidos en el suelo.

Al final se contabilizan 26 heridos, que poco a poco reciben el alta. Uno salva el ojo, que estuvo a punto de perder. Otro requiere terapia intensiva. La imagen resume la tragedia del 5 de marzo y uno de los peores agravios endémicos que sufre la sociedad mexicana: la impunidad.

Corría el minuto sesenta del segundo tiempo de un partido de trámite mediano, cuando se desató la violencia. Hay testimonios de cómo algunos aficionados corren por los pasillos del estadio. Se ven golpes y puntapiés sin causa aparente, por lo que las familias saltan a la cancha para intentar resguardarse. Con la invasión del terreno de juego y el escándalo en la tribuna el árbitro suspende el partido. Algunos jugadores e integrantes de los cuerpos técnicos se van a los vestidores, otros se quedan en el césped.

De acuerdo con el reporte de la Coordinación de Protección Civil de Querétaro los hechos de violencia no registraron fallecidos. Según las autoridades, la trifulca dejó 26 heridos. No obstante, los aficionados del Atlas afirman que sí vieron a varios de sus parciales fallecer. Por el momento, no se puede confirmar dicha información.

LAS AUTORIDADES MIRARON AL COSTADO

El primer dato que brinca es la falta de seguridad dentro del estadio. ¿Quiénes son los encargados de preservar el orden en las gradas, en los accesos y en la cancha? Una empresa privada, que claramente quedó rebasada de inmediato.

TAMBIÉN LEE: Miedo y plata, un informe sobre la presencia del narco en el fútbol

El gobierno del estado de Querétaro anunció la suspensión de cinco funcionarios públicos a cargo del operativo del partido, así como la cancelación del permiso de la empresa de seguridad G.E.S.K9. No sorprende, pero sí alarma, que días antes la compañía hubiera reclutado a los integrantes del cuerpo de seguridad para el estadio a cambio de un pago de trescientos pesos mexicanos (quince dólares) y botellas de agua. Es decir que el graderío y la cancha estaban bajo la vigilancia de decenas de personas sin preparación.

Sin participación de las áreas de seguridad municipal y estatal, se dejó al garete a un partido entre dos equipos que arrastran una rivalidad de años y que ya se había saldado en el pasado con varios episodios de violencia.

En el 2007 el Querétaro perdió la categoría tras ser derrotado por el Atlas en el Estadio Jalisco. Desde entonces, la rivalidad entre ambos equipos creció. Cada encuentro se vivió con alta tensión en las tribunas. Incluso en el 2010 se produjo un enfrentamiento entre las barras de ambos clubes en el mismo Estadio La Corregidora. En ese entonces, la trifulca sí fue detenida por las autoridades.

Asimismo, salta la atención el hecho de que las autoridades no se hubieran preparado para los hechos de violencia tomando en cuenta los mensajes de redes sociales de los barristas del Querétaro que daban evidencia de lo que podía ocurrir. Y no solo miraron al costado antes del partido, también durante. En las imágenes se puede apreciar a agentes de seguridad dejando pasar a los barristas o dándole la espalda a los que corrían para agredir a los contrarios.

EL NACIMIENTO DE LAS BARRAS VIOLENTAS

Las hordas violentas de esa tarde pertenecen a las barras, esos grupos compactos que supuestamente son una fuente de animación para los equipos. A diferencia de Inglaterra, Argentina o España —donde son más conocidas y violentas— estas agrupaciones no existieron siempre en México.

Fue un argentino, Andrés Fassi —quien fuera vicepresidente de los Tuzos del Pachuca— el que buscó repetir en México el modelo que imperaba en el futbol de su país. Creó la Ultra Tuza, en el inicio de esta modalidad que pronto se extendió en el resto del circuito.

Con el tiempo el Frankestein tomó forma y las barras se multiplicaron y se hicieron temibles. Beneficiarias de recursos en efectivo y en especie de parte de los clubes, han ejercido su poder en el control territorial de los estadios y fuera de ellos. De ahí surgieron dos de las barras más agresivas del futbol mexicano: Resistencia Albiazul de Querétaro y Barra 51 del Atlas. Hasta donde puede saberse, la frontera entre esos motores de violencia y el crimen organizado es muy tenue.

Apenas el mes pasado ocurrió un hecho estremecedor vinculado al futbol mexicano, pero de alcance trasnacional. Los Rayados de Monterrey fueron al Mundial de Clubes, en Abu Dabi, y perdieron el primer juego contra Egipto.

Supuestos aficionados se apostaron frente al hotel del equipo y colocaron una hielera con manchas de sangre y fotos del entrenador Javier Aguirre y de directivos del equipo. Una siniestra réplica de la forma en que algunos grupos del crimen organizado dejan hieleras con cabezas humanas como forma de aviso, de amenaza, de escarmiento, de escarnio o de cualquier otra bárbara forma de enviar un mensaje en el circuito de la delincuencia.

Fue notorio que en la salvaje batalla campal del 5 de marzo no hubo una causa deportiva para un choque entre aficionados. Tampoco hubo un hecho determinado fuera de la cancha, reconocido, para el estallido de la violencia. Pero el sadismo del ataque remite a la forma de actuación de los grupos criminales.

UN MÓVIL: EL NEGOCIO DEL QUERÉTARO

A pesar de la violencia que se vivió en la Corregidora de Querétaro y de los pedidos de aficionados y de la prensa local, los dueños de los clubes de la Liga MX no han desafiliado a los Gallos Blancos del circuito mexicano de futbol. Argumentaron que así evitan afectar a jugadores de cualquier nivel (incluyendo futbol femenil y fuerzas básicas). Tampoco han disuelto las barras, para mantener una base organizada de fanáticos por equipo.

Lo que sí hizo la Liga MX fue inhabilitar por cinco años de toda actividad dirigencial en el futbol mexicano al presidente del Querétaro, Gabriel Solares, y a los directivos Greg Taylor, Manuel Velarde y Adolfo Ríos. Asimismo, el equipo volvió a manos de su antiguo dueño, el Grupo Caliente —propiedad del empresario y político Jorge Hank Rhon—, pero bajo el compromiso de vender la franquicia dentro de un año.

TAMBIÉN LEE: El cofre de la memoria colectiva, un informe sobre el título del Atlas

El Grupo Caliente es dueño de la casa de apuestas del mismo nombre en Tijuana (frontera con Estados Unidos), uno de los principales patrocinadores de la LigaMx. También es propietario del equipo Xolos de Tijuana y de Dorados de Sinaloa, que tuvo como entrenador a Diego Armando Maradona y que sigue en la liga de ascenso.

La Federación Mexicana de Futbol y la Liga MX resolvieron que la barra de Gallos Blancos fue la principal responsable en el altercado, por lo que quedará suspendida en el acceso a los estadios durante tres años como local y un año de visitante. También se le impuso un veto de seis meses a las barras del Atlas.

El club Querétaro lleva más de dos décadas inmerso en una polémica sobre sus presuntos vínculos con hechos, personas o agrupaciones ligadas a la delincuencia, lo que ha generado varias investigaciones oficiales. En una época pagaba salarios de sus jugadores con dólares en efectivo. En otro tiempo fue adquirido por un empresario que resultó procesado por negocios turbios en la industria petrolera.

Ya hace unos veinte años el equipo fue desafiliado porque su propietario de entonces, Tirso Martínez, fue identificado como narcotraficante. Él mismo, ya en 2018, terminó por confesar durante el juicio al capo Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, en Estados Unidos, que con dinero del narcotráfico operaba en el futbol profesional y en otros giros.

Pero nada hasta ahora ha logrado erradicar el fenómeno de la violencia. Las sanciones son moderadas para el tamaño de la tragedia y los dueños y la administración del futbol mexicano se empeñan en poner por delante al negocio. El gobierno de Andrés Manuel López Obrador ha anunciado un informe sobre el futbol profesional en México. Habrá que ver si toma partido y hasta dónde llega. ~

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