La edición número 366 del superclásico del fútbol peruano es una oportunidad para recordar cómo empezó el legendario antagonismo entre Alianza Lima y Universitario. El historiador Jaime Pulgar Vidal, autor del libro El clásico. El inicio de una rivalidad, desmonta el mito de que el famoso “Clásico de los bastonazos” se dio por el enfrentamiento entre jugadores negros y blancos, obreros los unos y aristócratas los otros.
l 23 de septiembre de 1928, en el viejo Estadio Nacional se jugó un partido de fútbol correspondiente al torneo oficial de aquel año. Se enfrentaron los equipos de Alianza Lima y el de la Federación Universitaria. Ambos estaban igualados en el primer lugar de la tabla de posiciones de la liguilla —un mini torneo final donde jugaron los cinco mejores equipos— con cuatro unidades. Mientras el cuadro aliancista había obtenido los títulos de 1918, 1919 y 1927; el de la universidad debutaba en un torneo oficial.
Por un lado, el equipo de Alianza estaba conformado por jugadores negros, albañiles, obreros y choferes, que pertenecían al barrio de La Victoria. Por otro, el universitario estaba integrado en su totalidad por estudiantes de la Universidad de San Marcos y, dentro de los patrones raciales de la época, eran considerados blancos.
Aquel encuentro lo ganó la Federación por un gol a cero. Sin embargo, lo que más se recuerda no es que el jugador Pablo Pacheco haya anotado el gol. Lo que ha quedado registrado es que, al final, el árbitro debió concluir el partido antes del tiempo oficial porque Alianza se había quedado con seis jugadores, tras sufrir la expulsión de cinco (1). En tales circunstancias y, de acuerdo al reglamento, un equipo no puede continuar jugando, dando como resultado final la victoria de la Federación.
Mientras los jugadores de Alianza salían de la cancha, los aficionados universitarios reclamaron al aliancista Filomeno García por su juego excesivamente brusco. Algunas frases duras surgidas desde la tribuna contra el jugador García hicieron que este reaccionase, y así se generó una gresca. Cuando todos los aliancistas fueron en defensa de su compañero, los aficionados rivales les lanzaron bastones, lo que hizo que años después este primer partido entre Alianza y la Federación Universitaria fuera conocido como el «Clásico de los bastonazos».
1. ¿Negros contra blancos?
Tal vez algún longevo aficionado al fútbol aún recuerde los sucesos ocurridos en las tribunas del viejo estadio Nacional de Lima aquel 23 de setiembre de 1928. Sin embargo, por el tiempo transcurrido, las imágenes reaparecerán vagas en su mente. No podrá determinar si fueron palos o bastones los objetos arrojados al campo (2). Tampoco podrá establecer con claridad quién dio el primer golpe: si los jugadores o los aficionados. Dependiendo del color de su camiseta, este viejo hincha podrá decir que fueron los aliancistas los que iniciaron los escandalosos sucesos o que fueron los bulliciosos estudiantes de la Federación Universitaria los que armaron la gresca.
Si pudiesemos encontrar a este viejo aficionado, estamos seguros de que su memoria habrá reinterpretado los hechos a partir de elementos posteriores, «porque la memoria humana no es como la de la computadora donde los datos se acumulan y quedan intactos, sino es como el procesador, que transforma los datos incesantemente, con un continuo descartar de materiales que no tienen sentido o que tienen demasiado para poder hablar de eso, para después rellenar los vacíos (a menudo inventando)» (Portelli 2004: 43). Es poco lo que podríamos obtener de una fuente oral como la que sugerimos. Así, el primer enfrentamiento entre los equipos de Alianza Lima y la Federación Universitaria —llamada hoy en día Universitario de Deportes—, el primer clásico, es un acontecimiento que ha quedado registrado en la leyenda.
En 1999, la revista deportiva Don Balón entrevistó al, por ese entonces, único jugador sobreviviente del primer clásico. El universitario Mario de las Casas tenía 93 años y había estado inmiscuido en el inicio del escándalo desatado en aquel primer partido entre aliancistas y universitarios. La respuesta «no me acuerdo bien del gol, ¿dice que fue de Pacheco?» (3) (Don Balón Extra N° 6, 1999: 11) nos exime de mayores comentarios acerca de la fragilidad de la memoria.
La investigación periodístico-deportiva más seria acerca del clásico del fútbol peruano, el Libro de Oro, publicado por los 100 años de Alianza, incluye palabras del jugador aliancista Miguel Rostaing. «Los partidos se convertían en luchas de negros con blancos. Eso ponían los periódicos como réclame, para atraer» (Libro de Oro 2001: 48).
La cita nos demuestra dos cosas: la primera es que la prensa de la época informaba que, cada vez que se enfrentaba Alianza Lima contra el equipo de la Universidad, se medía un equipo de jugadores negros contra otro conformado por blancos, lo que era habitual por aquellos años. Lo segundo es que Rostaing, así como cualquier otro protagonista de aquellos enfrentamientos, pudo reinterpretar el clásico como un enfrentamiento entre negros y blancos a partir de las diversas notas periodísticas publicadas desde entonces hasta ahora.
Son numerosos los periodistas deportivos que han escrito sobre el nacimiento del clásico del fútbol peruano. Sus fuentes han sido, en la mayoría de los casos, periódicos y revistas de la época (4). Desde años tan tempranos como 1930, los hombres de prensa detectaron que tal acontecimiento se suscitó por el enfrentamiento entre un equipo de blancos y otro de negros. Steve Stein cita en Lima Obrera un verso publicado en la revista Toros y deportes del 19 de abril de 1930. Allí se lee:
Un café con leche.
Con leche de calidad
(léase Universidad)
y un café de gran estima
como es el “Alianza Lima”
la Señora Federación
ofrece “algo” de sensación,
habrá que tener cuidado
no salga el café quemado
o por alguna trastada
la leche resulta aguada […]
…el match de los negritos con los doctores será una competencia entre la leche y el café, en el que se impondrá la mejor calidad de estos productos (Stein 1986: 153).
La idea de un enfrentamiento racial ha quedado registrada en las páginas de artículos de periódicos y revistas deportivas. Aún hoy, pese a que el color de piel de los jugadores es tan heterogéneo como poblaciones hay en el Perú, la prensa deportiva sigue diciendo que Alianza Lima es el equipo de los negros y Universitario es de los «blanquiñosos».
Pero una rápida mirada a los equipos que jugaban el torneo de 1928 (5) nos da cuenta que en aquel torneo eran varias las escuadras integradas por jugadores «blancos». Basta citar tres casos: el equipo de los inmigrantes italianos, el Circolo Sportivo Italiano; y los de los acomodados limeños, el Lawn Tennis de la Exposición y el Ciclista Lima Association. Muchas veces, Alianza Lima se había enfrentado con aquellos equipos. Sin embargo, a nadie se le ocurrió decir que de aquellas confrontaciones nació un clásico por el enfrentamiento entre negros y blancos. Fanni Muñoz cita como «clubes deportivos formados por miembros de los sectores altos de la sociedad limeña (al) Club Lawn Tennis de la Exposición, creado a instancias del Sr. Antonio Garland en junio de 1884. […] La Unión Ciclista Peruana, que posteriormente se llamó Club Ciclista de Lima, fue creado en 1896» (Muñoz 2001: 213).
Las citas periodísticas añaden un enfrentamiento entre estudiantes y obreros. La revista Sport, en su edición de abril de 1930, agrega que en este partido jugaban «de un lado […] la juventud estudiosa y del otro […] los obreros» (6). Sin embargo, es bueno decir que algunos de los más importantes jugadores de Alianza eran albañiles y choferes y no obreros, un matiz que marcará grandes diferencias, como veremos más adelante.
En un análisis del fútbol en el Perú como literatura y como texto, David Wood utiliza la obra de Guillermo Thorndike, El revés de morir para afirmar que la población negra posee cualidades físicas excepcionales que no le permiten, sin embargo, acceso a la civilización:
[las] construcciones del futbolista (sobre todo del futbolista negro) se refuerzan mediante apelativos que lo ubican en el terreno de prácticas culturales primitivas, como por ejemplo, el “negro diablo” José María Lavalle, el “Mago” Valdivieso o el “Rodillo Negro”. Tales actitudes se hacen explícitas después del partido de Sport Alianza contra Atlético Progresista de Buenos Aires en 1926, cuando algunos cronistas criticaban a los aliancistas por su forma de juego y abogan por perder como caballeros que ganar de manera deshonrosa: “¿No se habían portado los negros como unos salvajes? ¿Dónde estábamos? ¿En el Perú o en el Congo?” (Wood 2005: 133).
Con esta aseveración, Wood parece generalizar el estatus inferior de la población negra de la ciudad de Lima de las primeras décadas del siglo XX, equiparando estatus y raza. Consideramos que olvida que otros factores, como comportamiento y consumo, inciden decididamente en la construcción del estatus, con lo que podemos tener estatus superiores e inferiores dentro de la misma población negra.
En una nueva investigación sobre Alianza Lima, el sociólogo Aldo Panfichi sostiene que el evidente favoritismo de la Federación Peruana de Fútbol hacia la Federación Universitaria motivó que los de Alianza vieran en el equipo universitario el rival a vencer. Para Panfichi, el favoritismo queda demostrado en el hecho de que en 1927 el equipo de la Universidad fue aceptado para participar en el torneo de primera división de 1928, sin antes haber pasado por la segunda división (Panfichi 2002). Sin embargo, para el torneo de 1928 no solo fue aceptado el equipo de la Universidad. Se aceptó masivamente la llegada de nuevos clubes que, hasta ese entonces, jugaban en la segunda. En el primer torneo organizado por la Federación Peruana de Fútbol, en 1926, participaron 11 equipos. En el de 1927, ocho. En cambio, para el de 1928 el número de equipos ascendió a 19, es decir once más que el año anterior. Así, la Federación Universitaria llegó directamente a primera no por un afán de favorecerla, sino con el propósito de aumentar el número de equipos participantes en ese torneo.
Panfichi agrega que el enfrentamiento entre Alianza y la Universidad «daba la posibilidad de ritualizar en un campo de fútbol los conflictos étnicos y culturales (negros y cholos versus blancos) y de clase (trabajadores pobres y estudiantes acomodados) que dividían a la sociedad peruana de entonces». (Panfichi 2002: 32).
En general, el análisis del primer clásico jugado entre Alianza y Universitario ha llevado a los investigadores a caer en determinismos raciales y económicos para explicar el origen de esta rivalidad. Análisis socioculturales podrán dar cuenta que en la Lima que dio origen a esta rivalidad era más importante el estatus. Definido no por cuestiones biológicas de raza ni por asuntos meramente económicos, el estatus se marcaba por patrones de comportamiento y consumo que determinaban quién era decente y quién no. Cuestiones como el honor y la apariencia eran más importantes que la mera riqueza. Como señala David Parker, «lo importante es que el dinero por sí solo no tenía significación: era el dinero correctamente empleado en el consumo lo que ganaba posición social» (Parker 1995:170).
Dentro de este estatus, quien realizase un trabajo manual estaba en el último nivel en la escala. Pero habría que hacer aquí una salvedad. En el caso de Alianza Lima, el trabajo manual que realizaban sus integrantes podía ser de tres tipos: choferes, albañiles y obreros. Mientras el obrero trabaja dentro de un local cerrado y bajo el control de un patrón, el albañil y el chofer trabajan en la vía pública, donde todos pueden observar que realiza un trabajo manual.
En la época del Oncenio de Augusto B. Leguía era común la presencia de «arribistas», aquellos que ganando poco, imitaban los comportamientos del grupo social superior. Por una cuestión económica, era difícil que un jugador de Alianza Lima pudiese imitar tales comportamientos, pero no imposible. Al obrero le podía resultar más fácil hacerlo que al simple albañil o chofer: por un lado, pocos podían saber que realizaba trabajo manual y, por otro, veía en el patrón los comportamientos que finalmente imitaba. Como sostiene Augusto Ruiz Zevallos en La multitud, las subsistencias y el trabajo. Lima de 1890 a 1920, «la construcción podía brindar empleo, pero también podía significar un descenso de categoría laboral» (Ruiz 2001: 71).
La creencia popular, generalizada por los medios de comunicación, sostiene hasta hoy que los escandalosos sucesos del primer clásico aparecieron por el enfrentamiento entre jugadores negros y blancos, obreros los unos y aristócratas los otros. Nosotros, sin embargo, afirmamos que dicho escándalo se dio entre integrantes de una sociedad marcadamente dividida en torno a la figura del Presidente de la República, Augusto B. Leguía.
En la década de 1920, la institución Alianza Lima, que participaba en los torneos oficiales, estaba integrada por jugadores negros albañiles, choferes y obreros que laboraban en las fábricas que existían por aquellos años en Lima. Parte de la élite limeña consideraba que el fútbol era un deporte que podían practicar los caballeros y aquel sector popular sometido a control social, que le permitiese tener un estatus superior al del resto de su grupo social, debido a imitación de comportamiento y consumo. Por ello, a esta élite le parecía adecuado que los obreros practicasen fútbol, no así los albañiles y los choferes. Muchas veces los jugadores de Alianza fueron incapaces de dirigir a la institución (7), como por ejemplo en las coyunturas de 1911 y 1929. En esos momentos invitaban como presidentes a personajes de piel blanca, vinculados o, a la política, o simplemente a la intelectualidad y, en algunos casos, cercanos al presidente Augusto B. Leguía, debido a que estos pertenecían a un grupo modernizante e incluyente, totalmente opuesto a la élite limeña a la que hacíamos referencia.
FUTBOLISTAS DE ALIANZA / PROFESIÓN
Eugenio Segalá / Posiblemente albañil ya que Circolo Sportivo Italiano lo contrató entregándole un volquete (1)
Alberto Soria / Cobrador de servicio de agua potable (2)
Juan Rostaing / Albañil (1)
Julio Quintana / Obrero fábrica El Progreso (1)
Domingo García / Chofer (1)
Filomeno García desconocida
Miguel Rostaing / Albañil (1)
Alberto Montellanos / Obrero en fábrica textil La Victoria (1)
Alejandro Villanueva / Adobero (3)
Juan Bulnes / Obrero fábrica El Progreso (1)
Jorge Koochoi / Obrero en fábrica textil La Victoria y chofer (1)
Fuentes: (1) Libro de Oro de El Comercio; (2) Miró, César Los Íntimos de La Victoria, 1998; (3) Wood, David. De Sabor Nacional. El impacto de la cultura popular en el Perú, 2005
Los universitarios, en cambio, procedían de San Marcos (8), de aquella universidad progresista que empezaba a tener entre sus estudiantes a muchachos de clase media y también a opuestos al gobierno del Oncenio y, en algunos casos, opuestos también a los planes incluyentes del presidente Leguía. Así, mientras un equipo tenía entre sus dirigentes a hombres que, en algunos casos pertenecían al entorno de Leguía; el otro contaba con sus opositores. Esos fueron los jugadores y dirigentes que se enfrentaron el 23 de septiembre de 1928. ~
[*] El fragmento aquí publicado ha sido tomado del artículo “A bastonazo limpio: la historia del primer clásico del fútbol peruano”, incluido en el libro Ese gol existe. Una mirada al Perú a través del fútbol (2016).NOTAS:
1 De los cinco jugadores de Alianza que fueron expulsados, uno era obrero; dos eran albañiles; el cuarto era cobrador del servicio de agua potable y el restante, de profesión desconocida.
2 En las primeras décadas del siglo XX era común observar a caballeros paseando por las calles de Lima vistiendo «de sarita y bastón». Esta vestimenta se impuso también en los gustos de la clase media y de los «obreros cultos», al punto que la mayoría de los espectadores varones a los partidos de fútbol vestían esta combinación.
3 El primer gol en un clásico llegó en el minuto siete del primer tiempo. Las incongruencias entre los medios periodísticos contemporáneos y los del día siguiente del primer clásico, nos muestran la falta de precisión en los primeros. La misma revista Don Balón cuenta que llegó «tras una serie de rebotes en el área aliancista». En cambio El Comercio, en su edición del 24 de setiembre de 1928, cuenta que «la pelota llegó cerca de Pacheco y este con certero shot batió a Segalá» y el diario La Crónica, del mismo día, habla de un buen pase de Góngora que fue aprovechado por Pacheco para anotar.
4 Pese a las fuentes, la mayoría de medios periodísticos se han acostumbrado a repetir un error. Mientras en la edición de El Comercio del día siguiente al primer clásico se lee que el quinto jugador de Alianzaen salir expulsado fue Filomeno García, versión que se repite en los diarios La Crónica y La Prensa, El Libro de Oro de El Comercio menciona a Juan Rostaing como el sancionado, lo que repite erróneamente la revista Don Balón.
5 Los equipos que participaron el torneo de 1928 fueron Alianza Lima, Atlético Chalaco (Callao), Sportivo Tarapacá Ferrocarril, Sportivo Unión, Alianza Chorrillos, Santa Catalina, Lawn Tennis de la Exposición, Asociación Alianza, Alberto Secada, Sport Progreso, Federación Universitaria, Circolo Sportivo Italiano, Ciclista Lima, Unión Buenos Aires, Jorge Washington (Callao), Jorge Chávez, Alianza Callao (Callao), JoséOlaya, Unión Futbol Club.
6 Revista Sport abril de 1930.
7 En un paper del sociólogo Aldo Panfichi, titulado «Clubes y barras: Alianza Lima y Universitario de Deportes» y que de manera preliminar fue presentado en el seminario «Fútbol, futebol, soccer: football in the Ameritas», se sostiene que Alianza «adopta una forma organizativa colectivista o cooperativa, donde algunos jugadores, crecientemente idolatrados por los hinchas, manejaron directamente el club sin mayor diferenciación de roles». Este hecho, sin embargo, no invalida nuestra apreciación. Aquellos jugadores estuvieron al frente de lo que el mismo Panfichi denomina «una cultura de participación colectiva que los hizo conocidos como Los Íntimos de La Victoria», pero por distintas razones no mantuvieron el control de la institución cuando tuvieron que lidiar con problemas por su participación en un torneo oficial. Ahí aparecieron los presidentes honorarios vinculados al presidente Leguía.