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Vela Repsol

El silencio de las velas

En esta segunda entrega del reportaje especial sobre la presencia fortuita de un grupo de veleristas en la zona del derrame, Sudor presenta dos nuevos testimonios que corroboran lo dicho por el velerista Alejandro Hughes y el scorekeeper Giovanni Liza: no hubo oleaje anómalo, como señaló Repsol. Sin embargo, la mayoría de veleristas y la propia Asociación de Vela Oceánica del Perú estarían optando por evitar complicaciones con la empresa.

Frente al crimen ambiental más grande del Perú reciente nadie debería ser indiferente. Miles de peruanos han salido a protestar a las calles para exigir una sanción ejemplar contra Repsol, mientras otros han decidido calzarse botas y guantes negros para retirar el crudo aún espeso de las playas y salvar a las especies marinas que lograron sobrevivir a la marea negra que ha cubierto el litoral costeño, desde Ventanilla hasta Chancay.

Los que tampoco deberían ser indiferentes ante esta tragedia son los veleristas que estuvieron, de forma fortuita, a pocos metros del inicio del derrame el pasado sábado 15 de enero. Uno de ellos, Alejandro Hughes, brindó su testimonio a Sudor en la primera entrega de este reportaje. El deportista y exmiembro de la iniciativa ambientalista Hazla por tu playa aseguró que en horas de la tarde no hubo rastro alguno de “oleaje anómalo”, contrario a lo que señaló, en principio, la vocera de Repsol, Tine Van den Wall Bake Rodríguez, a RPP.

“No hubo tumbo, no hubo ola, no hubo tsunami en ese punto (del mar)”, resumió, tajante, Alejandro Hughes, sin ningún reparo en afirmar, además, que Repsol estaría mintiendo. Giovanni Liza, gerente de la Asociación de Vela Oceánica del Perú (AVOP), también aportó un testimonio en ese sentido. Desde su labor como scorekeeper (tanteador) de la Prueba 1 del Campeonato de Verano 2022, con un circuito de más de 40 kilómetros desde La Punta hasta Ancón, pudo enterarse de lo observado por los veleristas. “Según los competidores, era una piscina por esa zona. Sin viento. Por eso se canceló la regata”, dijo a Sudor. “Después de casi tres horas (la partida de la competencia se había dado a las 2:05 pm.), quedaron flotando por esa zona”, agregó.

Eso quiere decir que a las 5:18 pm. —hora señalada por Repsol como el inicio del accidente a causa de un “oleaje anómalo”— los veleristas estuvieron, a pocos metros, del buque italiano Mare Dorium. La embarcación, tras descargar 628.000 barriles de los 985.696 que tenía previsto, tuvo que detener sus labores debido a la ruptura repentina del oleoducto de la Multiboyas N°2 de La Pampilla. Según los testimonios de Hughes y Liza, tal “oleaje anómalo” no ocurrió. Incluso Hughes señaló que él y otros dos competidores pudieron registrar (con videos y fotos) la quietud del mar entre las 5 y las 6 de la tarde.

En esta nueva entrega, el presidente de la Federación Deportiva Nacional Peruana de Vela, Germán Vásquez Solís, confirma lo revelado el último viernes. Oficial de Marina, retirado hace dieciocho años, debió haber competido aquel sábado 15 de enero junto a Hughes y el resto de veleristas, pero un viaje —luego cancelado— impidió que pudiera estar presente sobre el velero Sangre Azul y ser testigo de lo que Hughes vio: las aguas mansas del Pacífico (contrario a lo que afirmó Repsol) y manchas de crudo sobre la superficie de mar.

“Ellos han estado cerca. Avanzaron con viento más o menos hasta esa zona y ahí se quedaron sin viento. Entonces ahí estuvieron estacionados por horas. Eso es lo que yo sé.  Estuvieron básicamente parados o avanzando a bajísima velocidad. A tal punto que una regata (competencia) que se estima que debía terminar muchísimo más rápido, concluyó una hora más tarde de lo que debía, en Ancón”, explica Vásquez Solís, quien tuvo acceso a esta información el mismo sábado a través de un grupo de WhatsApp conformado por los navegantes que compiten en las regatas.

Germán Vásquez Solís, Nuevo Presidente de la FPV 2021-2024 - Bitácora  Marítima
Germán Vásquez Solís, presidente de la Federación Deportiva Nacional Peruana de Vela, BITÁCORA MARINA

Según Vásquez Solís, sin embargo, nadie mencionó el derrame de petróleo avistado por Hughes. Recién supo del desastre el martes con las primeras informaciones oficiales. “Yo no estuve ahí”, repite varias veces el presidente de la FDVP, pero sí está en la capacidad de afirmar que la regata del sábado se suspendió por falta de viento. “Ese día no hubo viento. Comenzaron con viento, claro, porque sino no se larga la regata, pero después se cayó (el viento). No había térmica. La foto que he visto (entregada por Hughes a Sudor) indica que prácticamente hay cero viento. El mar está como un espejo”, precisa.

La cercanía a la Multiboyas N°2 —punto de inicio del desastre ecológico— es algo que tampoco debería ponerse en duda. Los veleristas están habituados a pasar a muy pocos metros de ese punto, asegura Vásquez Solís. “Si no hay barcos, (pasamos) a metros. Cuando hay regatas, nosotros pasamos a veces a pocos metros”. Por eso considera que el testimonio de Hughes, pese a desconocer sus razones (“no conozco los motivos por los cuales ha salido a hablar”), le parecen fundamentados en un amplio conocimiento náutico. “La persona que ha emitido el testimonio es una persona que conoce bastante el mar. Es un navegante antiguo. La foto muestra un instante, pero (se ve que) no ha habido viento (…) Una ola sísmica, tipo tsunami, eso tampoco se ha visto”, dice.

Pese a haber compartido embarcaciones y regatas por más de veinticinco años, Vásquez Solís aclara que no tiene un vínculo estrecho con Hughes más allá de la vela. Eso le permite, de algún modo, tomar distancia y valorar el testimonio hecho público por el velerista. “Es lo que vieron y percibieron los que estuvieron ahí (…) Para mi no hay parte interesada en esa opinión. Es un encuentro fortuito de un grupo de personas que estaba haciendo deporte en el mismo escenario donde se ha producido inicialmente un incidente y que después ha terminado en un desastre”, dice el exmarino.

¿Pero quiénes más están decididos a relatar lo que ocurrió la tarde del 15 de enero en el mar de Ventanilla? Para Vásquez Solís, eso dependerá de la conciencia de cada persona. “Yo soy muy respetuoso de las individualidades. Si alguien no quiere emitir opinión, simplemente no quiere. Ahora, si es que esto progresa como una investigación de otra magnitud tendrá que ir (a testificar) (…) Voluntarios de repente hay más. Y gente a la que van a tener que citar. Yo no pienso que ni lo uno ni lo otro esté mal. Tiene que ver con la posición de cada persona”, reflexiona. 

¿Callar ante la aparente mentira de una empresa incapaz de hacerse cargo del mayor desastre petrolero de la historia del país o testimoniar en defensa de los intereses de millones de peruanos y del ecosistema marino? La decisión, por supuesto, es mucho más compleja que una elección binaria, y supone considerar lo que Hughes ya adelantaba en su declaración del pasado viernes. “No quieren (hablar). No lo comparto, pero los entiendo. Son gente que ha hecho su propia empresa, y no sabe qué puede pasar con esto”. El miedo. El natural miedo a las incalculables consecuencias. A todo nivel.

Esta otra fotografía tomada por uno de los veleristas muestra el aspecto de la superficie marina a unos 4,7 kilómetros de la costa.

Eso se puede corroborar con el segundo testimonio que pudimos recoger para este reportaje. Otro de los veleristas presentes en la zona cercana a la Multiboyas N°2 asegura lo siguiente: “Yo he estado navegando. Que haya habido maretazos u oleaje anómalo, al menos cuando yo he estado a las 4 o 6 de la tarde, no lo he percibido”. El deportista pidió no ser mencionado con nombre y apellido, y no pudo evitar mostrar su incomodidad al ser consultado por lo sucedido durante la competencia de vela.

El silencio es, por ahora, el refugio más seguro para la mayoría de los veleristas involucrados. Sobre todo cuando podrían verse convertidos en testigos ocasionales de una investigación fiscal por uno de los crímenes ambientales más grandes de la historia. El miedo es humano. Y, por supuesto, entendible. Algo que se corresponde con la versión extraoficial que recibió Sudor desde la alta directiva de la Asociación de Vela Oceánica del Perú. Las frases son contundentes. “Como Asociación de Vela no queremos estar involucrados con esto”, “Lo ocurrido (el derrame) ha pasado desapercibido para nosotros”, “No hemos visto nada”, “Si alguien quiere opinar a título personal, puede hacerlo”, “Están mezclando temas deportivos con temas empresariales que no tienen ningún sentido”. 

Queda claro que la Asociación de Vela Oceánica del Perú (AVOP) quiere mantenerse al margen del intento por esclarecer si Repsol faltó a la verdad sobre el origen y la hora del derrame. Fuentes consultadas coinciden en afirmar que no están dispuestos a entrar al terreno judicial. Uno de los que defendería esta postura es el presidente de la AVOP, Diego Aguirre Salmón, Gerente General de la empresa peruana EsMetal, especializada en el diseño, fabricación y montaje de estructuras metálicas y proveedora de Repsol, así como de otras empresas del rubro minero, energético y petrolero, según puede leerse en reportes de medios especializados.

Perú Construye y el diario Gestión informaron sobre el vínculo comercial de EsMetal con Repsol.

Más allá de este posible conflicto de Interés, es habitual que en el mundo deportivo peruano se busque mantener una imagen de neutralidad frente a temas políticos o de implicancias judiciales.

¿SON SUFICIENTES LOS TESTIMONIOS?

En las últimas horas, una columna del programa La Encerrona cuestionó los testimonios recogidos por Sudor y el manejo de la información en este caso. Como medio independiente estamos abiertos a la crítica y la revisión constante de nuestros estándares periodísticos, pero creemos conveniente aclarar que la columna incluye algunas imprecisiones. Se afirma, por ejemplo, que “la hipótesis que se desprende de sus testimonios es que “el incidente” no habría tenido nada que ver con el volcán Hunga Tonga-Hunga Haʻapai”, y que los testimonios “inciden bastante en que no habría existido alerta internacional de tsunami para el Perú”. Ninguno de esos dos puntos son correctos. 

El Tsunami existió y así lo registró el mareógrafo de La Punta, Callao. Y la alerta fue hecha por la NOAA Center for Tsunami Research (NCTR), pero la Marina de Guerra del Perú estimó (algo bastante cuestionable) que el “peligro potencial” no era suficiente para emitir una alarma. Afirmar, o siquiera deslizar, lo contrario sería, no solo torpe, sino un atentado contra la verdad.

Estamos de acuerdo que para determinar lo sucedido el sábado 15 de enero hace falta mucho más que testimonios. Hace falta un peritaje técnico, la revisión de las bitácoras y los reportes del buque, y el seguimiento que hizo la autoridad portuaria y la Marina. Una tarea que le corresponde a la justicia y la Contraloría. En ningún caso hemos afirmado que los testimonios de los veleristas resuelvan el tema de fondo: cómo el tsunami desencadenó el accidente petrolero. Lo único que hizo Sudor fue demostrar que lo dicho por la vocera de Repsol fue, por lo menos, impreciso. Para eso es necesario recordar lo afirmado por Tine Van den Wall Bake Rodríguez: “A las 5:18 de la tarde llega este oleaje anómalo producto del tsunami (…) En ese momento que llega la ola lo que hace es que rompe los cabos de estribor y tira el buque contra nuestra instalación”. 

Como bien señala la columna de La Encerrona, una cosa es un tsunami (onda que recorre el fondo del mar y que en ocasiones puede percibirse en la superficie) y otra cosa un oleaje anómalo (olas encrespadas con por viento y de mayor tamaño). 

Pues bien. Eso que dice la vocera de Repsol no sucedió, según los cuatro testimonios que hemos podido recoger de aquellos que estuvieron presentes en la zona.

Pero sí es necesario dejar claro que el tsunami ocurrió y que sigue siendo la potencial causa del derrame. Dos expertos consultados por Sudor coinciden en afirmar que todo hace indicar que el derrame en la Multiboyas N°2 sí debió haber sido generado por la onda del tsunami viajando por el fondo del mar. “Esa onda no ha tenido una concentración de tanta energía, pero sí habría tenido la suficiente energía para poder mover al buque. Y con los registros de las estaciones mareográficas se puede estimar la intensidad de la corriente que ha generado. Es muy probable que esa onda haya afectado al buque”, explica el ingeniero oceanógrafo Darwin Loarte. Daniel Olcese, geólogo marino y exintegrante de la Dirección de Hidrografía y Navegación de la Marina de Guerra, coincide con esta estimación. “La onda, como es una onda de profundidad, ha chocado al buque por abajo, y lo ha golpeado contra la terminal”, sostiene. Esto, por supuesto, viene siendo materia de una investigación más técnica con el Estado como principal censor.

¿Pero el registro del mareógrafo de La Punta convierte en inútiles los testimonios de los veleristas, como se afirma en la columna? Es mucho más complejo que eso. Basta revisar el mismo Glosario de Tsunamis de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la ONU para darse cuenta que es muy diferente la percepción de las ondas del tsunami en medio del océano o lo que puede ocurrir a pocos metros del litoral. “En aguas profundas, a menudo, un tsunami tiene solo decenas de centímetros de altura, pero ésta crece rápidamente en aguas someras. La energía de la onda de un tsunami se extiende desde la superficie hasta el fondo en aguas profundas”, dice el glosario.

Estos dos cuadros lo muestran mucho mejor:

Cuadros tomados del Glosario de Tsunamis de la Comisión Oceanográfica Intergubernamental de la ONU.

Afirmar que “en determinado momento, puede haber mucha agitación en el piso marino y no sentirse nada arriba”, como refiere la columna, no es tan exacto. En todo caso, si la superficie marina cerca a la costa está en calma, la más probable es que las ondas del tsunami no sean tan intensas. “Agitación no hay, pero sí es una onda que arrastra una masa de agua. La agitación se produce con el oleaje de altamar producto del viento”, aclara el ingeniero oceanógrafo Darwin Loarte.

¿Entonces cuál es el aporte de los testimonios en este sentido? Tiene que ver, sobre todo, con la percepción de la intensidad del tsunami, un fenómeno que presenta una característica muy particular: ondas de largos intervalos que recién empiezan a acortarse y ser más visibles a menos de diez kilómetros del litoral. “Que los veleristas no hayan sentido nada es posible porque las ondas son submarinas”, dice Loarte. “Con una mayor intensidad probablemente sí hubieran podido percibir las ondas del tsunami en la superficie”, añade. ¿Pero los veleristas estaban en altamar, a miles de kilómetros de la costa? No. Estaban a solo 4,79 km de distancia del litoral y con una profundidad de 18.80 metros. Por eso, que no hayan percibido la energía del tsunami solo puede significar algo: que llegó sin tanta fuerza. Y eso tiene que ver con el punto de inicio del tsunami (Tonga, Oceanía) y lo que lo provocó (explosión volcánica). “Un tsunami causado por un terremoto libera la energía de miles de bombas atómicas, como la de Hiroshima. Un tsunami producido por una explosión submarina como la de Tonga libera solo cientos”, recuerda el geólogo marino Daniel Olcese.

De todos modos, el experto toma con pinzas el testimonio de los veleristas en este sentido y considera que solo se puede darles crédito haciendo una simulación numérica. “Solo así se puede recrear lo que realmente ocurrió”, asegura. 

Por último, dos preguntas surgen de lo anterior: 1) ¿La energía de las ondas de tsunami del sábado 15 de enero fueron lo suficientemente fuertes para generar el accidente en la Mutiboyas N°2 de La Pampilla? “Si bien no ha sido tan fuerte, sí hace suponer que ha generado que el buque se mueva”, dice Pasquel. Pero eso no eximiría de responsabilidades a Repsol y la Marina por no haber tomado medidas preventivas y acciones inmediatas para contener el derrame de petróleo. 2) ¿Por qué Repsol no detectó la onda del tsunami con su Monoboya T4, a unos 500 metros del lugar? “Esa boya es para oleajes anómalos y no para ondas de tsunami”, aclara Olcese.

Estamos de acuerdo que el recojo de los testimonios —necesarios para desmentir lo dicho por Repsol— necesitaban de un contraste con el conocimiento experto. Pero ya vemos que no deberían existir afirmaciones absolutas. Coincidimos en que los periodistas tenemos un mar de conocimientos con un centímetro de profundidad. Todos.

NO HABRÁ PRONUNCIAMIENTO

Por lo pronto, ni la AVOP ni la Federación Deportiva Nacional Peruana de Vela emitirán un comunicado oficial para dar a conocer su postura sobre el derrame de petróleo en las costas de Ventanilla. Mucho menos para respaldar lo dicho por el velerista Alejandro Hughes. “La Federación de Vela no tiene nada que ver con este tema, que se ha convertido en un tema técnico. Como Federación no tenemos nada que decir”, aseguró su presidente, Germán Vásquez Solís.

Para el máximo dirigente de la FDVP, sin embargo, la AVOP, por ser la asociación a la que pertenece Hughes, podría evaluar una eventual participación institucional. “La AVOP es una persona jurídica encargada de organizar regata para veleros oceánicos. Esa es su función. Esa es su razón de ser. Ellos deben estar evaluando si como asociación se meten en este tema, no habiendo estado presentes en el sitio necesariamente, y si toman como propias las palabras de un navegante y salen en representación de todos los navegantes de la vela oceánica”, explicó.

Según las fuentes consultadas, esta opción no prosperaría.

Ese es el panorama aún enrarecido por el petróleo que no para de esparcirse por el litoral peruano. Las embarcaciones de vela tendrán que esperar para volver a navegar algunos días. Los peruanos también tendrán que esperar. Pero para conocer toda la verdad sobre cómo se desencadenó el desastre ambiental más grande en las costas del Callao. ~

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