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Tormenta en el desierto

Perú no estará presente en Qatar 2022. Australia se impuso 5-4 en la tanda de penales y acabó con el sueño del equipo del ‘Tigre’ Gareca. El periodista Angelo Torres Zevallos ensaya una explicación a la derrota en el repechaje en los errores de planificación y en la ausencia de brillo de jugadores claves.

No es inexplicable. Porque perder era una posibilidad. Es un resultado de fútbol, más en un repechaje donde solo había la gloria o la derrota. Pero no era una posibilidad dentro de nuestro imaginario donde mentalmente estábamos en Qatar con nuestros turbantes rojiblancos simulando ser jeques en noviembre próximo.

Ya veíamos de reojo que Francia no se acomoda en la Nations League y pensábamos en esa estadística que dice que en los últimos mundiales el que llega como campeón, termina eliminado en primera ronda. Pensábamos en Dinamarca y en que Cueva se cobrara la revancha, penal incluido. Empezábamos a investigar a Túnez, rival africano que tuvo que ganarle a Mali para clasificar y que no cuentan con ningún nombre descollante.

El periodismo respiraba un excesivo optimismo después de sobreanalizar el último partido de Australia, —un sufrido triunfo contra Emiratos Árabes Unidos—. La estadística decía que no le había podido ganar a ningún rival de la Confederación Asiática —en donde juega ahora las eliminatorias, a pesar de ser un país de Oceanía— que estuviera mejor ubicado en el ranking FIFA. Sin embargo, lo que sí favorecía a los ‘socceroos’ es que en un partido donde el premio se define en 90, 120 minutos o penales, el equipo aparentemente más débil tiene más chances de ganar que en una serie de ida y vuelta.

TAMBIÉN LEE: Repechajes que vivimos (y sufrimos), columna de Pedro Ortíz Bisso

Australia tuvo el alma de un equipo de rugby y nos fue empujando con piernas rápidas y un juego dinámico. Sabían que era inferiores técnicamente, pero cada cruce ganado por ellos los ponía más cerca del Mundial. Perú transitaba entre los nervios y la intención de no equivocarse. Así nos pasamos noventa minutos sin poder patear al arco, con jugadores acalambrados y con Christian Cueva sin regalar ni un chocolate con 30% de cacao —esos que los entendidos dirían que no es chocolate—.

Gianluca Lapadula era una isla incapaz de conectarse con un equipo que nunca llegó a contagiarse del constante aliento de doce mil locos —lindos locos, por cierto— que decidieron romper uno o dos chanchitos, o hasta la AFP o la grati, para terminar en Qatar esperando vivir nuevamente un momento histórico. Pero no era otro 15 de noviembre.

https://www.youtube.com/watch?v=Mum0c982PcI

Se podía sentir cuando Edison Flores, quien fue el que más insistió, cabeceó y el balón se estrelló en el palo. El despeje en la cara de Lapadula y la pelota que le quedaba a Aquino que pateaba desviado. La nube negra iba subiendo. Varios cambios, ninguna solución. Todos se caían como soldados, por el trajín y los australianos para hacer tiempo.

Entraba el arquero Redmayne —que ya había hecho noticia en el 2019 por distraer de una manera poco ortodoxa a sus rivales durante la tanda de penales que le dio el título al Sidney FC—. La salida de Ryan, el capitán de la sección y portero titular de la Real Sociedad, tenía sentido porque no había tapado ninguno de los penales que le patearon este año. Llegaban los penales, el escenario al que nos habían empujado los ‘Canguros’.

NUNCA SERÁN UNA RULETA

Existe el falso concepto de que los penales son una ruleta de la suerte. Lo real es que tienen que ver mucho con cabeza fría en un momento caliente; además de la técnica y decisión para afrontar esos doce pasos que pueden parecen kilómetros. Gallese tapó el primer con una mano con la que sostenía a todo el país. El triunfo estaba cerca, por lo menos eso parecía. Pero otra vez el palo, esta vez con Advíncula, nos negaba un grito clave de gol.

Luego nadie fallaba, hasta que le tocó a Valera —ni Trauco ni Zambrano, jugadores con más experiencia fueron el sexto pateador—. Un tiro avisado para que el bufón haga la fiesta de Australia.

En Perú, silencio. Lágrimas. Bronca. Impotencia. Todo mezclado y elevado a la máxima potencia. Un dolor cercano a la tragedia. Nadie se lo esperaba. Pero no es inexplicable. Perder era una posibilidad, aunque nunca hubiéramos pensamos en ella. Siempre nos sentimos superiores. Éramos favoritos, pero no lo demostramos. Ahora en la selección queda una nube de incertidumbre sobre el futuro.

¿Ricardo Gareca se debe quedar? Yo creo que sí. No solo porque es el técnico que nos devolvió a un Mundial después de 36 años al conseguir el cupo a Rusia 2018, sino porque se ha encargado de armar un grupo fuerte y cohesionado. Finalista de la Copa América 2019, en su proceso se le ganó a Brasil y se volvió a celebrar fuera de casa. No ver los méritos sería simplemente ser un ave carroñera. “No es momento de hablar de eso (si se queda o se va)”, dijo el ‘Tigre’ minutos después de quedar eliminado.

TAMBIÉN LEE: Clasificar: un mito unificador, columna de Noelia Chávez

Para el próximo Mundial del 2026, la Conmebol tendrá 6,5 cupos. Es decir que 6 selecciones irán de manera directa y otra tendrá que disputar el repechaje. Perú ha quedado quinto en las últimas dos eliminatorias. Pensar en clasificar directo es ser realista, aunque el ‘Tigre’ tendría que cambiar nombres que por edad podrían quedar marginados y otros que probablemente ya cumplieron su ciclo.

LAS RAZONES DE LA CATÁSTROFE

¿Qué se hizo mal? Probablemente varias cosas. Desde la planificación. Se llegó prácticamente dos días antes a Doha, donde la temperatura incluso supera los 40 grados. Australia llevaba varios días allí, incluso jugó el partido contra los Emiratos Árabes Unidos. Se había adaptado al clima, un factor determinante en un partido donde varios jugadores terminaron acalambrados y deshidratados.

Los cambios tampoco fueron solución, en una estrategia que tuvo que ser diseñada sin Yoshimar Yotún, un jugador vital para Gareca que tiene más de cien partidos con la selección. Igual no era excusa para que Perú no sea Perú. A esto hay que agregar que el rival fue una combativa Australia que jugó como si fuera una verdadera final. En nuestro caso, parecía un partido por puntos, no para clasificar a Qatar 2022.

Parecía que tenían mantequilla en los pies por momentos, sin poder parar balones que normalmente lo harían con los ojos cerrados. No se intentó ganar un uno contra uno hasta que estuvimos contra las cuerdas. El heroísmo de intentar quedaba desierto hasta el ingreso de Flores. Gareca necesitaba un Gareca en el campo, pero Valera no pudo serlo. El 7, esta vez, no fue el número de la suerte.

TAMBIÉN LEE: El método Canguro, un análisis de Australia realizado por José Miguel Vértiz

Es una tragedia también para todo lo anexo al fútbol: los televisores que no se venderán, tampoco las miles de camisetas oficiales y las que se pensaban hacer en Gamarra, menos algunos libros y documentales que ya estaban en producción, el merchandising, turismo y hasta los restaurantes. No solo se pierden los paquetes al Medio Oriente.

Ahora sí no habrá distracciones y se notará un país que políticamente hace agua, pero que estaba tapado hoy con el fútbol como cortina. Un presidente que declara feriado antes de ganar, pero la fecha coincide con que tenía que ir a declarar a la fiscalía sobre la acusación de ser cabecilla de una red criminal en el MTC.

También servirá para darnos cuenta de que el momento de nuestra selección era complemente ajeno a un torneo local paupérrimo —considerado el peor de Sudamérica por la IFHHS—, actuaciones deprimentes a nivel internacional y una estructura deportiva llena de carencias, tanto en infraestructura como en dirigentes que estén a la altura. Lo de Gareca y los jugadores era heroico, pero faltó pasar la última prueba.

Tanto remar, para no llegar al desierto (del Medio Oriente). Duele decirlo, pero así no merecíamos llegar al Mundial, aunque para algunos todavía sea inexplicable. ~

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