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Más fusibles que entrenadores

La escandalosa salida de Carlos Desio de la dirección técnica del Sport Huancayo ha vuelto a poner en evidencia la precariedad con la que tiene que trabajar la mayoría de entrenadores en el Perú. Nuestra columnista Pedro Ortiz Bisso reflexiona sobre el histórico mangoneo dirigencial que sufren los técnicos del fútbol local.

Acaba de finalizar el partido y el entrenador de un equipo de provincias camina raudo hacia el camarín. Al encender su celular se encuentra con una sorpresa: una recatafila de mensajes del presidente de su club, todos llegados mientras se desarrollaba el encuentro. ¿Qué era tan importante como para ‘mensajearlo’ con tanto desespero? ¿Cuál era esa emergencia que solo podía dilucidarse de inmediato y por la vía digital?

La supuesta urgencia se diluyó nada más al abrir la casilla. Las comunicaciones eran una serie de atropelladas sugerencias salidas de un aprendiz de Berlusconi con arrebatos de Guardiola criollo. Eran órdenes disfrazadas de consejos que los jugadores debían cumplir en el campo de juego. “Si se atrevió a hacerlo fue porque quienes me antecedieron seguramente dejaron que lo hiciera”, reflexionaba el técnico, años después, sin disimular su desconcierto.

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Situaciones parecidas continúan repitiéndose en el futbol peruano, sobre todo en clubes donde sus dueños creen que los entrenadores son monigotes de ocasión que deben acceder a sus caprichos técnico-tácticos. Son señorones de billetera gruesa, acostumbrados a mandonear, que manejan sus amagos de instituciones como patios traseros y creen saber tanto de fútbol como Ancelotti o el mismísimo Zidane.

DESIO, EL DESOBEDIENTE

Sport Huancayo era el segundo club en la vida como entrenador de Carlos Desio. Luego de haber trabajado como asistente de Jorge Sampaoli en la selección argentina y Atlético Mineiro, el nacido en Corral de Bustos se puso el buzo por primera vez el año pasado, con el semidescendido Binacional. Su esfuerzo no alcanzó para salvarlo (los juliaqueños luego mantendrían la categoría apelando a ciertas piruetas legales), pero su fútbol ofensivo, preñado de agresividad, le abrió las puertas del ‘rojo matador’ esta temporada. El cuadro de Lliuya y el chileno Ross se convirtió en la sensación del Apertura, torneo que no ganó porque Melgar no dio tregua a nadie. En el Clausura las cosas no arrancaron bien: sumó apenas cinco puntos en el mismo número de partidos y el 8 de agosto pasado recibió una carta notarial de preaviso de despido.

Que a un técnico lo echen por malos resultados no es novedad en ninguna parte del mundo. Lo que traspasó cualquier atisbo de lógica fueron las razones aludidas por la dirigencia huancaína.

Entre las faltas graves por las que se acusaba a Desio el documento indicaba que “no cumplió con las directivas establecidas por la presidencia del Club Sport Huancayo para la ejecución de los partidos de fútbol profesional de Liga 1 en relación a la formación del equipo en el campo, así como en la oportunidad en los cambios”. En otras palabras, el entrenador no bajó la cabeza ante los designios de su presidente.

https://twitter.com/VarskySports/status/1558883653043625985

Dos preguntas surgen de inmediato ante tamaño ejercicio de transparencia: cómo pudo redactarse un contrato que incluya esas disparatadas obligaciones entre sus cláusulas y por qué técnicos como Desio son capaces de aceptarlas

“Lamentablemente los entrenadores firman cualquier cosa y creen que pueden resolver los inconvenientes sobre la marcha. Este tipo de manejos ocurre más en clubes donde no existen directivas, sino dueños”, refiere una fuente que conoce los tejes y manejes del fútbol peruano.

A manera de ejemplo, recordó cómo durante un partido jugado en la Videna, cuando el torneo se realizaba sin público por la pandemia, el presidente de un club andino se sentaba detrás de la banca de su equipo para gritonear a su entrenador.

Antes de que se iniciara el Clausura, saltaron a la luz desencuentros entre Desio y la directiva roja. En ese momento se dijo que le querían imponer jugadores, versión que el argentino negó. La discrepancia, sostuvo, se debía a un asunto relacionado con los premios. “Si alguien me quiere imponer un jugador, me voy”, indicó aquella vez.

Hace unos días, Raúl Rojas, presidente del Huancayo, justificó la situación de su equipo señalando que el fútbol “es así, hoy somos héroes, mañana somos villanos. Vamos para adelante y lo que se está haciendo es por el bienestar de nuestro Sport Huancayo”.

DESPIDO Y PRESIONES

Desio no quiso declarar para este articulo, pero se sabe que hasta el último martes no se había formalizado su despido. Actualmente recibe ayuda legal de parte de la agremiación de futbolistas, pese a que el sindicato no tiene obligación de hacerlo. Se sabe, además, que al resto de su comando técnico lo están presionando para que renuncie, a fin de que no reciba una compensación económica. Lo mismo ha ocurrido en otros clubes manejados con mano de hierro. Quisimos hablar con Hernán Saavedra, presidente de la Asociación Nacional de Entrenadores de Fútbol, a fin de conocer si brindaban algún tipo de ayuda frente a estas situaciones, pero no respondió a nuestras solicitudes.

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Un vocero de la agremiación señaló que Juan Carlos Oblitas, director general de fútbol de la Federación, conoce de estos casos y se le ha planteado que para el próximo año se incluya un nuevo modelo de contrato para los entrenadores que defienda sus derechos.

https://www.youtube.com/watch?v=awDITWi-5I4

“Antes cuando despedías a un entrenador, no podías inscribir a su reemplazo hasta que no hubiera un acuerdo de resolución de contrato. Este año la Federación ha sido flexible y se han dado estos abusos”, añadió.

El mangoneo dirigencial tiene múltiples antecedentes. De Plácido Galindo, fundador, jugador y presidente de Universitario, se decía que dirigía la crema desde su butaca en el estadio. Tiempo atrás, Juan Román Riquelme señaló que cuando llegó a Barcelona, Louis Van Gaal le dijo que era un jugador “del presidente” porque él no había recomendado su contratación. Casos así se cuentan por miles. Lo que acentúa la gravedad de la versión peruana es el manejo informal de los clubes y la extrema vulnerabilidad en que se encuentran los técnicos. Su continuidad, más que a los resultados, depende de los humores de sus directivos o, mejor dicho, de esos reyezuelos sin corona que se creen dueños de poder hacer lo que quieran con la vida de los demás. ~

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