El fútbol peruano parece replicar un patrón de la historia peruana: la necesidad de glorificar al individuo por encima del colectivo. Los caudillos de antes son las estrellas futbolísticas de ahora. El psicólogo deportivo Julio Villalobos reflexiona sobre la necesidad de gestar desde las instituciones deportivas estructuras que no dependan solo de figuras estelares o de líderes mesiánicos, a partir de los recientes casos de Farfán en Alianza Lima y Gareca en la selección peruana.
Cada club peruano realiza fichajes año tras año. Unos mejores que otros. Pero no hay que ser especialistas para darse cuenta que muchos de ellos, en la mayoría de casos extranjeros, han tenido un desempeño bastante bajo como es el mostrado ya hace varios años por el colombiano Oswaldo Mackenzie, quien afirmaba tener “el mismo juego de Cueto”, pero no pudo demostrarlo con la camiseta de Alianza Lima.
Ni qué decir del delantero argentino Daniel Néculman, contratado por Sporting Cristal, quien apenas marcó dos goles en seis meses; o el arquero Mark Cook traído por Ñol Solano desde Inglaterra para pararse bajo los tres palos de Universitario. Y, ojo, no tengo nada en contra de estos futbolistas. Ellos no tienen la culpa. Solo buscan un espacio donde continuar sus carreras deportivas, y tras sumas y restas tuvieron que enfrentar diversos problemas para mostrar todo su fútbol en el Perú.
Lo esencial es enfocarnos en esta pregunta: ¿Qué hace que siempre se caiga en el mismo error, temporada tras temporada, al contratar a futbolistas que no son solución para el presente de los clubes deportivos peruanos? Se me ocurren algunas respuestas: la primera, la tentación de tomar decisiones con una visión a corto plazo con el único propósito de impresionar a los hinchas a toda costa, así se tenga que hipotecar el club.
TAMBIÉN LEE: Un ‘galáctico’ devaluado, un informe sobre la contratación de Farfán
Pero también está la decisión de priorizar una perspectiva comercial por encima de la necesidad futbolística de cada club. Algo que ha quedado evidenciado con el reciente caso de Jefferson Farfán, quien, a pesar de que en el 2021 le dio un título al club de sus amores, ha estado varios meses sin entrar a la cancha. Nueve, en total, concluidos con su presencia en el último clásico en Matute.
Relacionado a lo anterior, es evidente que suele preferirse el fichaje traído del exterior a la apuesta por los jugadores nacidos de las canteras. Y esto no es casual: ¿cuál de los componentes del fútbol es el que “vende menos” actualmente en términos de atractivo? Sin dar mucha vuelta podemos darnos cuenta de que son las divisiones menores, el eslabón menos mediático de la cadena productiva y sin tanta parafernalia dentro del negocio del fútbol, al menos en estas latitudes. En países de la región como Argentina, Brasil, Uruguay o Colombia, en cambio, la visión ya es otra desde hace algunos años: los clubes sostienen sus economías, en la mayoría de casos, a partir de la venta de sus nuevas joyas. Talento joven.
Lo que ocurre con la gestión de las divisiones inferiores tan solo revela la visión cortoplacista que impera en el fútbol peruano. Sostener proyectos a mediano o largo plazo parece ser una tarea casi imposible para nuestro fútbol. Y en eso también influye el ego a nivel de los dirigentes. Existe una pelea por quién destruye más la anterior gestión. La polarización del blanco o negro está en todos los ámbitos nacionales. Se quiere tapar y destruir lo hecho previamente. Así, cada gestión comienza casi de cero.
Da la impresión que la misma línea que siguen los clubes peruanos la ha replicado la Federación Peruana de Fútbol con la contratación de Ricardo Gareca. Nadie pone en tela de juicio el conocimiento y liderazgo del ahora ex técnico de la selección peruana a lo largo de siete años de fantasía vividos por los hinchas, pero los proyectos deportivos deben avanzar más allá de una persona en específico. Sin el Tigre al mando, la sensación general era que los naipes de la pirámide se derrumbaban.
El Perú entero ha lamentado su partida, por supuesto. Pero, ¿no es acaso un golpe de realidad para el país? Los fichajes ‘estelares’, ya sea de futbolistas de renombre, aunque se encuentren en declive, o de entrenadores de prestigio internacional, con la fama del legendario Rey Midas, tapan la necesidad de proyectos prolongados que implican un cambio estructural a todo nivel. Si una persona da un paso al costado y el plan se desarma es porque algo anda mal. La partida de Gareca tendría que dejarnos al menos esta lección: lo indispensable es que un proyecto deportivo se mantenga, más allá de la figura pública que lo representa. Veremos si la llegada de Juan Reynoso y la promocionada reestructuración del fútbol peruano es realidad y no solo pirotecnia.
TAMBIÉN LEE: Reformando la Liga, un informe sobre el nuevo plan de la FPF
“Ningún jugador es tan bueno como todo el equipo junto”, es algo que suele escucharse como un mantra en los camerinos del mundo del fútbol. Y no hay nada más cierto que eso. Sin embargo, tengo la sensación de que los clubes peruanos —con algunas excepciones como Melgar— hacen todo lo contrario, creyendo que con una sola contratación van a cambiar el momento crítico en el que se encuentran.
Es necesario que los directivos sepan gestionar mejor la expectativa y la ansiedad del hincha, logrando tener así un manejo más coherente en sus clubes. Es como si el entrenador armara un once titular o diseñe una estrategia solo para que el hincha esté conforme. Esto debería ser inadmisible. El trabajo que realiza cada uno debe ayudar a subir un peldaño más para lograr el objetivo esperado. Es indispensable acabar con la idea de ver las cosas de manera aislada. Una visión global es lo que el fútbol profesional requiere. Y por cierto: esto aplica perfectamente tanto en el césped como en otros escenarios de nuestra realidad. ~