El 2021 ha sido un año redondo para Alianza Lima debido a que logró campeonar tanto en liga masculina como en la femenina. Nuestra columnista, la socióloga Noelia Chávez, analiza dicho hito histórico y plantea que, además de celebrar, el club debe sentar las bases para que los triunfos deportivos e institucionales se sostengan en el tiempo.
“A la victoria volveremos para verte campeonar” reza uno de los cánticos que, a voz en cuello, el Comando Svr canta cuando juega el primer equipo de Alianza Lima. Esas mismas frases invaden el camerino del equipo femenino blanquiazul antes de cada partido, y la Banda Íntima se los recuerda en la cancha. Lo paradójico de este cántico es que puede entenderse de manera literal (acudir al distrito de La Victoria, al estadio Matute), pero también en un sentido figurado de añoranza: ya no ganamos y tenemos que volver para cantar victoria otra vez.
Este año, esa segunda interpretación ganó una significación especial luego de que: 1) el primer equipo bajara a Segunda división a finales del 2020 – una historia de terror–, 2) retornara a Primera luego de una resolución del TAS que muchos cuestionaron, y, a pesar de ello, 3) el club alzara no una sino dos copas, dos títulos nacionales. Sí, en el año del Bicentenario, Alianza logró lo que ningún club había alcanzado en una sola temporada: campeonó en la Liga 1 y la Liga Femenina.
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Aunque la situación actual es de algarabía y celebración para la dirigencia, el comando técnico, la administración, las y los jugadores y la hinchada, sería un error echarse a dormir en los laureles. Alianza Lima –el club más antiguo de nuestro país con la hinchada más grande y una de las identidades más fuertes– ha sido muy inconstante e inconsistente en su trabajo deportivo en los últimos años. Creer que, porque este año nos fue excelente, el próximo seguiremos a un buen ritmo, es caer en una confianza que no tiene asidero en la realidad y que no deberíamos permitirnos.
Hagamos un símil entre el club y un edificio. Para que un edificio funcione bien, primero se requieren cimientos fuertes y un buen jefe de obra. Eso implica, en el caso de un club, tener una dirigencia ordenada, con grados importantes de estabilidad, visión y mirada integral para su fortalecimiento tanto técnico, como administrativo y económico. Es difícil lograrlo mientras el club aún se encuentre en manos de administraciones concursales. No me malinterpreten, la intervención de la SUNAT ha sido un salvavidas. Era eso o la quiebra.
Sin embargo, ya no son los socios blanquiazules, en conjunto, quienes deciden el destino del club; aunque sabemos que ello tampoco garantiza solvencia y efectividad, sino redes clientelares o patrimoniales. El intento del Fondo Blanquiazul (algunos socios con billetera grande) de devolverle el club a su gente pagando parte importante de la deuda y haciéndose de más del 50% de acreencias, fue un desastre. Generó desorden e interferencia con la dirigencia. Bien dicen que el camino al infierno está plagado de buenas intenciones. Sin esos cimientos difícilmente el crecimiento será progresivo.
Un edificio tampoco se construye adecuadamente si el albañil hace el trabajo del gasfitero y el ingeniero trabaja como arquitecto. Tampoco arribarán buenos resultados si el jefe de obra cambia a sus residentes como de medias; o elige a especialistas que pueden cometer alguna negligencia. En Alianza se ha hablado mucho de la supuesta injerencia de los acreedores en la dirección técnica del equipo masculino y las disputas que esto supone. Se han dado cambios constantes de entrenadores y decisiones cuestionables sobre la contratación de jugadores. Ahí la división de fútbol masculino necesita aprender de la división de mujeres: la apuesta por la jefatura de Sisy Quiroz, la permanencia en la dirección técnica de Samir Mendoza, y la autonomía y profesionalismo del trabajo de ambos con todo el plantel, han dado resultados extraordinarios en muy poco tiempo.
Por último, un edificio tampoco quedará parejo si no hay una comunicación y valoración adecuada de todos los actores que participan del trabajo. Necesitan entender el propósito y producto final de su trabajo, y, por su puesto, dotarle de sentido. Es este aspecto en el que más resaltó Alianza Lima durante el 2021. A pesar de ser un club con un equipo de mujeres reciente, hubo un intercambio de saberes entre jugadores y jugadoras, respeto y apoyo mutuo; así como un diálogo permanente con la hinchada a través de las redes sociales. No obstante, esta comunicación no puede estar anclada únicamente a quienes hoy portan la blanquiazul. Necesita trascender, institucionalizarse. Se requiere una integralidad en el trabajo como club deportivo, en el fútbol de hombres y de mujeres y las disciplinas que el club priorice. Es decir, promover que estos espacios no funcionen como islas, sino como un sistema coherente de apoyos mutuos en beneficio del club.
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Esta columna es un poco aguafiestas. Lo sé. Pero espero que se pueda tomar como una suerte de pequeña ancla. Hoy, que el primer equipo empieza a buscar nuevos fichajes con miras a la Libertadores y el equipo femenino necesita asentar su nivel de juego sin refuerzos internacionales coyunturales, es necesario reconocernos como un club con limitaciones que aún requiere mejorar. Una Junta de Acreedores seria, pausada y estratégica, que piense a mediano plazo y confíe en su administrador (profesional) para lograr una estructura organizacional sólida, podría ser un importante comienzo y una señal de visión a largo plazo que evite periodos prolongados de sequía. Apostar por jefes y directores con libertad para crear equipos sin injerencias y planteles que combinen experiencia con renovación de cuadros, serían otras. Darle al fútbol femenino el reconocimiento que merece en el camino a su profesionalización, pondría las vallas cada vez más altas.
Creo que, para el hincha, aquello es el mejor regalo: no volver, sino evidenciar la apuesta por permanecer en esa Victoria alcanzada, ahí donde “flamean las banderas, suenan las matracas, llueven las serpentinas y el papel picado: la ciudad desaparece, la rutina se olvida, solo existe el templo”, como dice el gran Eduardo Galeano. Un espacio donde regresar a la victoria no sea una suerte de sufrimiento permanente, sino aquella visita añorada a Matute para acompañar a unos solventes y constantes equipos blanquiazules capaces de desempeñar una gran performance ante cualquier rival. ~
[ILUSTRACIÓN: Giovanni Suárez @gioarte26 (Twitter) y @gioarte26 (Instagram)]