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Las razones del casi

La presentación de Juan Pablo Varillas en el Roland Garros le hizo recordar a muchos lo cerca que han estado varios deportistas peruanos de tocar la gloria. Nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso señala que dichos resultados no son consecuencia de un complot divino, si no de los escasos recursos con los que tienen que competir nuestros atletas.

Así como en el Rímac hablan de la “religión del toque” —cada vez más bajito tras el fracaso en la Libertadores—, la historia del deporte peruano podría encerrarse en una expresión similar: la religión del casi. Casi ganamos, casi clasificamos, casi campeonamos. El casi ha sido una justificación recurrente para dorar nuestras frustraciones desde Berlín 36 hasta la final del vóley en Seúl 88.

El infortunio, Hitler, las dictaduras, los árbitros, la FIFA, la Conmebol, el sol, la luna y las estrellas parecen confabularse cada vez que nuestros deportistas afrontan un momento cumbre en su carrera. Somos víctimas de una persecución permanente e inexplicable. El mundo no nos quiere. Pobre Perú.

Pues, aunque a muchos les resulte difícil entender, ni somos víctimas de una conspiración mundial ni arrastramos una maldición que nos condena al fracaso cada vez que estamos cerca de un triunfo resonante. Perder una final no siempre es sinónimo de fiasco. El origen de nuestros males es otro: el deporte, desde que aterrizó por estas tierras, nunca ha estado entre nuestras prioridades y gran parte de los pocos éxitos obtenidos se deben a esfuerzos individuales o familiares.

LA GESTA DE VARILLAS

El último damnificado es Juan Pablo Varillas, primera raqueta nacional, quien fue derrotado en Roland Garros por el canadiense Felix Auger-Aliassime, número 9 del ránking ATP. El peruano, como sabemos, sorprendió ganando los dos primeros sets (6-2 y 6-2) para caer en los siguientes por 6-1, 6-3 y 6-3. Aunque no han faltado los elogios a su labor, los adjetivos malsonantes tampoco tardaron en hacer bull en Juampi. Para muchos, perder tras haber sacado tamaña ventaja inicial solo puede ser considerado un chasco y alabar su derrota es un asunto de perdedores.

TAMBIÉN LEE: Escala en París, una crónica sobre Varillas en Roland Garros

“Si Varillas fuera Yzaga u Horna me hubiese quedado relamiendo la derrota, pensando que se pudo hacer algo más. Pero Juan Pablo no podía hacer algo más. En el ultimo set tuvo una chance que se le fue por un milímetro. Mala suerte. Auger simplemente es mucho mejor jugador”, dice el periodista Ricardo Montoya, especialista en tenis, quien tuvo que lidiar con uno de esos tuiteros inimputables que abundan en la red, luego de que declarara sentirse orgulloso por la actuación del tenista limeño.

Quienes riegan las redes con admoniciones culpando a quienes elogian a Varillas de apostar por la mediocridad olvidan que era la primera vez que accedía a un Grand Slam, tras un largo y trabajoso recorrido por Challengers, torneos de escasa relevancia en el ámbito internacional. Y que los deportistas de élite como el canadiense cuentan con espaldas financieras suficientes para sostener un gran equipo de trabajo detrás. Auger ha sido semifinalista del US Open, venía de caer con Djokovic por 7-6 y 7-5 y lleva ganados más de siete millones de dólares en cinco años de carrera. Lo entrena el francés Frederic Fontang y nada menos que Toni Nadal, tío y hacedor del gran Rafa.

“Vivimos en una sociedad —y en un mundo periodístico— muy mezquino. No somos capaces de reconocer los grandes momentos que pasan los deportistas. Cuando llegan los Juegos Olímpicos, la gran mayoría quiere que los peruanos ganen medallas cuando nunca los han visto, no saben cómo se preparan, todas las cosas que les pasan. Y si no ganan, no son nada”, señala Patrick Espejo, director del portal Diario Record Perú, uno de los periodistas que más conoce de deportes del país.

En Tokio, recuerda, la representación nacional tuvo a varios deportistas entre los primeros puestos (Angelo Caro en skate, Nicolás Pacheco en tiro, Lucca Mesinas en tabla y Alexandra Grande en karate), “pero como no ganaron medallas, dijeron que no servían”. Espejo es particularmente duro con el periodismo: “Le exigen a otros deportes lo que no le exigen al fútbol”.

Varillas es la mejor carta del tenis peruano en la actualidad. Pugna por meterse en el top 100 del ATP. EDUARDO IBARRA/REVISTA SUDOR

Un aspecto que incide en las críticas destempladas es la ignorancia. El nuestro es un país futbolizado, en el que poco se habla de otros deportes, y cuando toca referirse a uno de ellos suele hacerse desde el desconocimiento, como si pudieran compatibilizarse realidades por lo general diametralmente distintas.

NUEVOS AIRES

Desde hace un tiempo, Varillas realiza su preparación en Argentina bajo las órdenes de Diego Junqueira, un exraqueta tandilense. “Su salto de calidad lo dio desde que trabaja con el ‘Chuqui’”, explica Montoya. En su campamento de Buenos Aires lo acompañan un preparador físico, un fisioterapeuta y un psicólogo. Cada uno de sus pasos es seguido desde Lima por Luis Horna, socio de IGMA Sports, la empresa que maneja sus intereses.

TAMBIÉN LEE: En sus marcas, listos… ¿ya?, un balance sobre el atletismo peruano

En París, Varillas tuvo a Junqueira y un preparador físico al lado. Desde que se inició en el profesionalismo, en el 2013, ha ingresado un poco más de 383.000 dólares a su cuenta corriente. Llegar a primera ronda del Garros le permitió ganar unos 63.000 dólares (antes de impuestos), el premio más alto de su carrera. Según Alfredo Valverde, socio-fundador de IGMA, el peruano financia su campaña gracias a lo que gana en los torneos (un Challenger puede darle unos 7.000 dólares), una suma que le entrega la Federación Peruana de Tenis y los auspicios de Lotto (provee ropa y zapatillas), Wilson (raquetas y cuerdas) y la firma Diners.

“La derrota de Juan Pablo no puede compararse a una de la selección de fútbol con un gol en el último minuto. Es un jugador de un nivel que se enfrentó a otro que está en un nivel superior, pese a lo cual le dio una batalla increíble. El partido con Auger fue el mejor partido de su vida”, añade Montoya. El objetivo de Varillas —indica Valverde— es meterse entre los 100 primeros del ránking ATP. Hacerlo le permitiría alcanzar una mayor estabilidad y pelear por premios más sustanciosos.

A pocos meses de cumplir 27 años, a Varillas le ha tocado vivir una época en que los deportistas son más longevos por los avances en la tecnología y los cambios en los modelos de nutrición y preparación, lo cual permite esperar un crecimiento en su desempeño. Pero su carrera la ha forjado prácticamente solo, sin el apoyo con que cuentan tenistas de otras latitudes, como ocurre con la mayoría de deportistas en nuestro país. La próxima vez que el casi nos provoque un ataque de indignación, no nos olvidemos de eso. ~

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