En esta nueva entrega del multiverso deportivo, un travieso dios ‘sudoroso’ influye en el devenir del fútbol mundial al cambiar el lugar de nacimiento de Ronaldinho Gaucho. Bajo la identidad de Rony Morales, el sonriente volante creativo será la joven promesa de Ciudad del Pescador. Una que tendrá un solo anhelo: romperla con la rosada del Sport Boys.
A inicios del Siglo XXI, los amantes del fútbol tuvimos la suerte de ver a la última selección brasileña que conquistó la Copa del Mundo. En ese equipo plagado de cracks de la talla de Ronaldo, Rivaldo, Cafú y Roberto Carlos también destacaba un joven volante creativo que enamoraba a la afición por su impresionante control del balón y su contagiosa sonrisa. Ronaldinho Gaucho terminó marcando época por sus títulos con la verdeamarela y con los clubes europeos y sudamericanos en los que jugó.
Toda una generación de niños creció queriendo imitar su estilo y desfachatez. Por esos días, cualquier selección o equipo del mundo hubiera hecho lo imposible por verlo lucir sus colores. Y a veces los sueños se pueden volver realidad. Basta con que un travieso dios sudoroso decida hacer un cambio en la línea temporal y modifique el lugar de nacimiento de Dinho. En esta versión del multiverso, Ronaldinho Gaucho nacerá a cuatro mil kilómetros de Porto Alegre, en la Provincia Constitucional del Callao.
21 de marzo de 1980. En el hospital Manuel Alcides Carrión el llanto de un recién nacido anuncia la llegada de la tercera bendición de la familia Morales Ascencio. Tras las lágrimas de rigor, el bebe se muestra risueño. La amplia sonrisa del pequeño Ronaldo llama la atención del doctor, pero lo que más le sorprende es que no deja de dar pataditas. Al acercarse al padre para felicitarlo, el doctor se toma la libertad de darle un consejo: “Que sea futbolista, este niño tiene el fútbol en la sangre”. Don Juan Morales se siente afortunado. Otro de sus hijos puede tentar la suerte que le fue esquiva, la de convertirse en un jugador consagrado.
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El pequeño Rony, como le dicen en el barrio, vive sus primeros años en las calles de Ciudad del Pescador. Crece viendo a su hermano mayor Roberto rompiéndola en los torneos en los que participa la Academia Cantolao y sueña con emularlo algún día. En sus años de niñez es un palomilla más. Con su mancha de amigos se cola en los micros para ir a vagar a las playas de La Punta, le tira globos con agua a los heladeros y se tira la pera en el Parque Zonal Yahuar Huaca donde se la pasa jugando pichangas. A pesar de sus travesuras, Rony siempre cae en gracia. Su sonrisa gigante desarma a todo adulto que intenta llamarle la atención. Tiene una infancia feliz hasta que una tragedia toca las puertas de su hogar.
Cuando Rony solo tiene ocho años, su padre fallece en un accidente ocurrido en el Yahuar Huaca. Mientras realiza sus labores de vigilancia en el parque zonal, don Juan tiene la mala suerte de tropezarse y caer en la parte honda de una de las piscinas. Como no sabe nadar, muere ahogado. Como consecuencia de la tragedia, Roberto decide encargarse de su hermano nueve años menor. Paradójicamente, el dramático evento terminaría dándole la oportunidad de hacer realidad el sueño del benjamín de los Morales. Un fin de semana, Roberto lo lleva a los entrenamientos del Cantolao y lo deja peloteando al borde de la cancha. Rony aprovecha la oportunidad para hacer malabares con la pelota. Sus piruetas terminan deslumbrando a Kiko Mandriotti quien inmediatamente pregunta por ese niño sonriente que la rompe con el balón. Sin haberlo buscado, Rony se convierte en el nuevo jale de la academia del delfín.
Rony no tardará mucho en transformarse en figura del Cantolao. En cada uno de los torneos en el que participa la academia chalaca termina siendo el goleador indiscutible. Con los colores negro y dorado, anota goles de media cancha, olímpicos o dribleando a todo el equipo rival. Los medios deportivos empiezan a interesarse por ese niño chalaco que parece la encarnación de Pelé o Garrincha. Mandriotti ya lo considera como la joya que podrá vender al extranjero a muy buen precio. Pero con lo que no cuenta es que hay cosas que el dinero no puede comprar.
El inicio de la carrera de Rony coincide con el final de la de Roberto. Una dura lesión sufrida cuando estaba a punto de debutar en el primer equipo de Alianza Lima provoca que se tenga que retirar a la temprana edad de veinte años. Al ver frustrada su oportunidad de jugar profesionalmente, Roberto decide velar por el futuro de su hermano menor y se convierte en su agente. Lo primero que hace es negarse a firmar un contrato con Mandriotti. El mayor de los Morales lo responsabiliza de no haberlo cuidado cuando era juvenil provocando que se pudiera lesionar con facilidad. El dueño de Cantolao le pide recapacitar y le muestra las giras internacionales que Rony podría realizar con la academia si estampa su firma. Pero Roberto tiene otros planes.
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Hasta el día de su muerte don Juan fue un fanático acérrimo del Sport Boys. Para Roberto y Rony uno de sus recuerdos más felices tuvo lugar en el Estadio Nacional cuando su papá los llevó a la goleada sobre el Unión Huaral con la que los rosados se consagraron campeones del Descentralizado. Rony tenía solo cuatro años, pero se le quedó grabada en la memoria el rostro de felicidad de Don Juan. Nunca más lo vio tan feliz. El sueño de ambos siempre había sido ponerse la rosada y como Roberto sabe que está incapacitado para hacerlo decide poner todas las fichas en su hermano menor. El gran momento que está viviendo el Boys —acaba de clasificar por segunda vez consecutiva a la Copa Libertadores— parece ser la oportunidad ideal para dar el salto al cuadro chalaco.
Una tarde de marzo de 1992, el hogar de los Morales recibe una distinguida visita. Carlos ‘Kukin’ Flores —la nueva estrella del Boys que acaba de jugarse un partidazo en Medellín con gol incluido a Higuita— se reúne con Roberto. Ambos se conocen por el tiempo en el que coincidieron en la Academia Cantolao. ‘Kukín’ no se ha olvidado que Roberto lo apadrinó el par de veces en que Mandriotti lo amenazó con botarlo del club. Rony aprovecha la oportunidad de ganarse un sencillo y le ofrece al chófer que acompaña al volante rosado cuidar el carro y darle una lavadita. El volante chalaco accede. Una hora después, ‘Kukín’ y Roberto salen de la casa con una sonrisa de oreja a oreja. Se nota que están tramando algo. Tras despedirse, la figura del Boys se sube al automóvil para encontrarse con un Rony aguardando su propina. ‘Kukín’ busca sencillo, pero se da cuenta que no tiene ni diez céntimos. “Pa la vuelta, sobrino”, le dice. Rony se ríe y lo manda volar. Roberto le mete un lapo y se lo lleva para la casa. Le cuenta la gran novedad. Carlos Flores le va a decir a Beto Levy, el gran mecenas de los del puerto, que la nueva joya chalaca quiere jugar en el Boys. Rony por fin se vestirá de rosado.
Si sus primeros entrenamientos en el Campolo son como vivir un sueño, Rony alcanza la gloria cuando coincide con el primer equipo en el Telmo Carbajo. Ver en acción a figuras como Marquinho, Carlos Henrique Paris, Marcos Charún, Jacinto Rodríguez y Kukín son el éxtasis. Incluso a instancias de Beto Levy, le llega a patear un penal al portero paraguayo. El niño dientón sorprende a Jacinto con un fuerte remate que se hubiera convertido en un gol humillante si es que el balón no hubiera chocado justo en el ángulo en el que se conectan el travesaño y el palo derecho. Marquinho, muerto de risa, se acerca para darle consejos sobre como conectar una falta directa. Le indica donde poner el pie y la distancia ideal para realizar un remate inatajable. Pero Jacinto se niega a taparle otro penal. Sabe que su reputación puede verse afectada si un juvenil lo termina clavando. Rony nunca olvidará las lecciones del diez brasileño. A partir de ese día, adquiere la rutina de quedarse horas pateando tiros libres y penales después de los entrenamientos. Y siempre con una gran sonrisa.
Ese año, los rosados no logran el ansiado campeonato. Quedan cuartos en el Descentralizado y no clasifican ni a la Libertadores ni a la Copa Conmebol. Y lo que más le duele a Rony es que Marquinho y el capitán Martín Duffoo terminan fichando por Cristal. En una de las pocas veces que se le verá molesto, le dice a Roberto que nunca jugará en el club del Rímac. Las siguientes temporadas muestran a un Boys irregular. Del 93 al 97 se quedan fuera de la zona de clasificación copera. Pero, los fracasos deportivos de su equipo no hacen más que acrecentar el hambre de gloria de Rony quien ha dejado de ser niño para convertirse en un juvenil de gran proyección. A diferencia de algunos compañeros de las divisiones menores del club no sueña con mudarse a Matute, Odriozola o el Rímac. Su gran anhelo es debutar en el Grau. El 98 se le abrirá la gran oportunidad.
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Con ‘Chalaca’ González de vuelta en la dirección técnica, el cuadro porteño decide apostar por su cantera. Jugadores como Johnny Vegas, Jorge Huamán, Santiago Salazar, Jorge Espejo, Javier ‘Pichicho’ Valdiviezo y Rafael Villanueva son los elegidos para una campaña en la que el Boys quiere volver a gritar campeón. A ellos, se le sumará Rony quien a sus dieciocho años hace su debut en el fútbol profesional. Los primeros seis meses del año los tendrá que ver desde la banca. La presencia de jugadores experimentados como ‘Kukin’ Flores, que ha vuelto al equipo después de jugar dos años en Arabia, Bica y Sergio Ibarra evita que tenga oportunidad de alternar en el Torneo Apertura. Rony tiene que sufrir un torneo que los rosados pierden por errores propios y en el que no pudo aportar su talento.
Pero, en el Clausura, dos eventos le dan la oportunidad de ganarse un puesto en el equipo. ‘Kukin’ deja el club para jugar en la liga griega, y Germán ‘Machi’ Pinillos y Bica son suspendidos seis meses por haber dado positivo en un control antidoping. Ante la pérdida de elementos, ‘Chalaca’ tiene que mirar a una banca donde encontrará la sonrisa del juvenil que ascendió al primer equipo. El debut de Rony se produce en la victoria de Boys sobre Deportivo Pesquero. En los quince minutos que le conceden, mete unas huachitas y bicicletas que se ganan los aplausos de la hinchada rosada. Para los siguientes partidos, su cambio se vuelve obligado. La Juventud Rosada reclama su ingreso cuando al Boys se le cierra el arco. Empieza a convertirse en solución. Contra Juan Aurich le da la asistencia a ‘Pichicho’ Valdiviezo con el que ganan el partido y mete el gol con el que le ganan a Municipal en la penúltima fecha. El debut anotador de Rony no pudo llegar en mejor momento. Con ese tanto, los rosados alcanzan la punta sacándole dos puntos de diferencia a Alianza y Cristal. Pero, todo se va a decidir en el Cusco. Boys está obligado a ganarle a Cienciano para evitar ser alcanzado por los blanquiazules y celestes que tienen mejor diferencia de goles. La tarea no se presenta como fácil.
Pese a la presión de la hinchada, ‘Chalaca’ no se arriesga a poner al juvenil en el equipo titular, pero le pide que esté preparado porque podría ingresar en el segundo tiempo. Como la primera mitad termina empatada a cero, cumple con su promesa y lo hace ingresar por Bratzo Gil. El segundo tiempo se juega con alta tensión. Los rosados saben que están fuera del campeonato porque celestes y blanquiazules están ganando sus respectivos encuentros. En ese contexto, el juvenil de la sonrisa perenne muestra tener el temperamento de un veterano. Primero, le pone un pase gol al ‘Manteca’ Ibarra que el argentino yerra de forma increíble. Luego, le manda un centro a ‘Patucho’ Villanueva que el delantero no conecta bien. Para la tercera, Rony comprende que tiene que ser toda suya. En el minuto 98, arranca desde el mediocampo, se zafa la marca de Cumapa y Muñoz y cuando está por entrar al área recuerda los consejos de Marquinho. Pone el pie de tal forma que le sale un potente derechazo que se clava en el ángulo del arco que defendía Maurinho Mendoza. Todo el Callao grita el golazo que ha marcado el juvenil de Ciudad del Pescador. Cinco minutos después, los rosados celebran en el Garcilaso del Cuzco su título de campeón del Clausura. Ahora toca vérselas con la U en lo que será la definición del título nacional.
Entusiasmada por el rendimiento de Rony, la hinchada porteña exige que sea titular en la definición contra Universitario. ‘Chalaca’ declara a los medios que al juvenil hay que llevarlo de a pocos y pide que no le metan presión. El entrenador rosado apuesta por los titulares de siempre y el resultado es una derrota en el encuentro de ida jugado en el Estadio Nacional. Los cremas le han sacado una ventaja de un gol y los ánimos están caídos en la escuadra porteña. ‘Chalaca’ reconoce que tiene que hacer un cambio que levante la moral. La sonrisa de Rony es la respuesta. Lo incluye en el once inicial del partido que se jugará el 23 de diciembre en el Estadio Nacional. El juvenil rosado recuerda las Navidades con Don Juan y promete jugarse el partido de su vida. Toda Ciudad del Pescador está pendiente de la actuación de su hijo predilecto.
Rony no logra tener una actuación destacada. Como lo intuía Chalaca, todavía está muy verde para afrontar la responsabilidad de un partido de esa importancia. La marca de Ciurlizza y Matellini es muy dura. Pese a su bajo rendimiento, Chalaca lo mantiene en cancha. Terminan siendo otros los destinados a darle vida al Boys. En el minuto 82, Sergio Ibarra aprovecha un centro de Huamán para marcar el tanto que marca la igualdad en la eliminatoria. El marcador no se mueve más. El título nacional se decidirá en el punto de penal. Rony está ansioso, pero se le quitan todos los nervios cuando ‘Chalaca’ anuncia que será el destinado a patear el quinto penal. Por alguna razón que no termina de entender, el técnico ha decidido darle la gran responsabilidad de cerrar la ronda inicial.
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Empieza la ronda de penales. Grondona marca el primero de los cremas con un fuerte remate al medio. ‘Patucho’ Villanueva iguala con un tiro cruzado. La ilusión renace en los rosados cuando ‘Chiquito’ Flores tapa el disparo débil de Casas. Pero, Salazar desperdicia la oportunidad al mandar su remate al poste. Falaschi vuelve a poner arriba a la U colocándola en una de las esquinas de la portería. ‘Pichicho’ Valdiviezo empata con un remate esquinado. ‘Cuto’ Guadalupe es el siguiente. Intenta intimidar a ‘Chiquito’ haciéndola larga y con un trote provocador. Pero, el arquero rosado lee sus intenciones y con una gran estirada logra atajar el balón. La responsabilidad ahora es rosada. ‘Manteca’ Ibarra responde a ella con un remate fuerte que deja sin opciones a Ibañez. Esidio le da una chance más a los cremas al clavarla en el lado izquierdo de la portería. En los pies de Rony está el campeonato rosado.
Rony va a paso lento rumbo al punto de penal. En su cabeza tiene la imagen de su padre eufórico celebrando el título del 84. Mientras acomoda el balón recuerda las palabras de Marquinho. Sabe donde debe poner el pie y la distancia que hay que tomar para realizar un remate perfecto. De pronto, frente a él ya no está Ibáñez. Su lugar lo ocupa Jacinto. La imagen es la misma que vivió hace seis años. Esta vez no va a fallar. Su remate vuelve a dar en el ángulo en el que se interceptan el palo y el travesaño, pero la pelota entra. Es el gol del título. Cuando se da cuenta, ‘Chalaca’ y el ‘Manteca’ ya lo tienen en hombros. La hinchada rosada delira de emoción. Ciudad del Pescador es una fiesta. Roberto forcejea con los policías para que lo dejen entrar a la cancha. Con lágrimas en los ojos, Rony sabe que, en algún lugar del cosmos, Don Juan está celebrando la séptima estrella rosada.
Rony ganará un campeonato y un subcampeonato más con el Sport Boys antes de emigrar a Francia para jugar por el PSG. Sus buenas actuaciones en la Copa Libertadores y en el Sudamericano Sub-20 llamaron la atención de agentes que supieron colocarlo en el exterior. En Francia sería el inicio de una carrera exitosa que completaría con títulos importantes en el Barcelona. Paradójicamente, no pudo reeditar sus buenas actuaciones en la Selección Peruana. Su afición por la fiesta provocó que siempre estuviera en la cresta de la ola y que terminara peleado con los entrenadores de turno. En el 2014, Se retiró en el Boys sacándole campeón con un equipo dirigido por ‘Chalaca’ y en el que el ‘Manteca’ Ibarra era el nueve. A pesar de los generosos ofrecimientos, nunca jugó por Cristal. En una de las paredes de Ciudad del Pescador hay un mural con su rostro. ~