Más allá de la opacidad de la Iglesia Católica, Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa latino, de visita en el Perú, se ha valido del fútbol, su pasión más terrenal, para que su mensaje tenga destino de gol. Coleccionista de camisetas, el fanático más ilustre de San Lorenzo, sostiene su investidura en un pedido: “Les pido que recen por mí, para que también yo, en el campo en el que Dios me puso, pueda jugar un partido honrado y valiente para el bien de todos nosotros”.
–¿Su deporte preferido?
–De joven practicaba básquet, pero me gustaba ir a la cancha a ver fútbol. Íbamos toda la familia, incluida mi mamá que nos acompañó hasta 1946 a ver a San Lorenzo, el equipo de nuestros amores.
–¿Algún recuerdo futbolístico en especial?
–La brillante campaña que el equipo hizo ese año. Aquel gol de Pontoni que casi merecería un premio Nobel. Eran otros tiempos. Lo máximo que se le decía al réferi era atorrante, sinvergüenza, vendido… O sea, nada en comparación con los epítetos de ahora.
El que responde es Francisco I, el primer Papa latinoamericano, apasionado por el fútbol y ferviente hincha de San Lorenzo de Almagro. El diálogo puede leerse en El jesuita, un libro de conversaciones escrito por la periodista italiana Francesca Ambrogetti junto con el periodista argentino Sergio Rubín.
Los tiempos han cambiado y mucho desde que comenzó a ver a San Lorenzo allá por la década de los cuarenta con su familia. Lo que no se ha modificado es su amor por el fútbol que viene desde más chico aún. “Le gustaba jugar al fútbol en la placita de la esquina. Y como estaba prohibido jugar a la pelota en la calle, cada vez que venía la policía salía corriendo. Ésa es la única travesura que le conocí”, dijo alguna vez su hermana María Elena Bergoglio, la última de los cinco hermanos, y junto con Francisco, los únicos dos que quedan vivos de los hijos que tuvieron Regina María Sívori, ama de casa, y Mario José Bergoglio, contador y jugador de básquet amateur del club San Lorenzo.
El periodista argentino Bruno Larocca contó en un extenso artículo en la revista mexicana Gatopardo que cuando los padres llamaban a comer a Francisco y él no estaba en casa, sabían que había solo dos lugares en los que podía estar: la basílica de San José de Flores, ubicada a seis cuadras de la casa, o la cancha de fútbol, situada en la plaza de la esquina de su cuadra.
En ese mismo barrio de la ciudad de Buenos Aires, una tarde de 2012, cuando Jorge Mario Bergoglio todavía no era Francisco, visitó un centro de rehabilitación para lavarle los pies a todos los que estaban en el lugar. Allí pasó toda la tarde con jóvenes adictos y al cierre de la jornada cada uno hizo una oración. Todos pedían salir del infierno de las drogas y dejar la calle. Cuando llegó su turno, quien era en ese momento arzobispo de Buenos Aires, suplicó: “Pido también por mi querido San Lorenzo que está pasando un mal momento y está cerca de descender”. “Todos se rieron, no lo podían creer. La gente estaba como loca, además eran todos de San Lorenzo en ese barrio”, cuenta la periodista y amiga de Francisco, Alicia Barrios, autora del libro Mi amigo el padre Jorge, que estuvo allí. El fútbol para Francisco también es eso, una contraseña para la comunión entre las almas.
El repunte del andar del club luego de esa tarde es más o menos conocido y llegó a la cima del fútbol a nivel continental. A los pocos días, San Lorenzo disputó la permanencia en la Primera División con Instituto de Córdoba y logró quedarse en la máxima categoría del fútbol argentino. Instituto es uno de los tres grandes equipos de Córdoba, ciudad argentina en la que Francisco tiene varios familiares y donde vivió en dos etapas de su vida, primero como novicio jesuita y después como sacerdote de la orden ignaciana. Todos sus parientes cordobeses son hinchas de Instituto, club donde hizo las inferiores Danilo Bergoglio, un joven lateral izquierdo de 17 años con mucho futuro que lleva el apellido y el fervor por el fútbol como su tío abuelo. “En la ‘Promo’ de 2012 con San Lorenzo él hizo fuerza para el otro lado”, contó Danilo, entre risas, en una entrevista para el diario argentino Día a Día.
En abril de 2013, pocos días antes de cumplirse un mes de su asunción como Papa, Francisco dio por primera vez su discurso en castellano en la Plaza San Pedro. Sabía de la presencia de dirigentes e hinchas de San Lorenzo que habían ido a verlo a la audiencia pública para felicitarlo por la designación. Aquel día Francisco le preguntó a Matías Lammens, presidente del “Cuervo”, cómo le iría al club ese año.
Ocho meses más tarde, los jugadores del primer plantel del club respondieron a aquella pregunta con un título. Tras haber tocado fondo poco tiempo atrás y estar a solo un paso de descender, San Lorenzo se consagró campeón argentino. “Están locos. ¿Cómo van a venir hasta acá sólo para darme el trofeo?”, les dijo Francisco a la comitiva de San Lorenzo que viajó a llevarle la copa integrada por el presidente, el vice, el mánager y dos jugadores.
“Ahora estamos todos bendecidos”, dijo el arquero Sebastián Torrico tras regresar de Roma, en una entrevista televisiva para Fox Sports. Y así fue. Apenas un año después de ese campeonato, la historia del club cambiaría para siempre al ganar por primera vez la Copa Libertadores, su mayor logro futbolístico en más de cien años de historia. A mediados de agosto de 2014, Francisco estuvo en Corea del Sur, donde dio una misa en un estadio de fútbol que fuera sede de la Copa del Mundo de 2002. Cincuenta almas colmaron el templo. Fue su primera visita al continente asiático y la primera de un Papa a Seúl tras 25 años.
“Es una buena noticia, luego del segundo puesto en el Brasil”, dijo apenas pisó Argentina, en alusión a la final de la Copa del Mundo disputada un mes atrás. La noche anterior a su arribo a Seúl, su amado San Lorenzo había vencido a Nacional de Paraguay con un gol de penal de Néstor Ortigoza en la final de la Copa Libertadores de América, y por primera vez en su historia se consagraba campeón del máximo torneo sudamericano de fútbol.
“El Papa nos contagió a todos el fanatismo por San Lorenzo. Francisco los espera a los campeones en Roma. Recibiremos a los campeones con una gran fiesta. A Francisco le gusta mucho hablar de fútbol. Al Papa le gusta tomar mate y hablar de fútbol”, dijo, al canal de televisión argentino TyC Sports, Guillermo Karcher, encargado ceremonial del Vaticano y hombre muy cercano a Francisco. Nuevamente, dirigentes y jugadores del club viajaron a compartir la alegría con el Papa. En este caso también estuvo presente el director técnico del equipo campeón: Edgardo Bauza. Los jugadores llevaron la copa y, por supuesto, una réplica. El ‘Papa cuervo’ la guardó en su propio museo deportivo que armó en la Santa Sede, donde también atesora distintas camisetas de jugadores que lo han visitado, y el trofeo del campeonato argentino original del año anterior.
Marcelo Tinelli, uno de los conductores televisivos más populares de la Argentina y vicepresidente de San Lorenzo por aquel entonces, contó que estaban cumpliendo una promesa al ir porque cuando visitaron al Papa en el 2013 luego de la obtención del campeonato local le prometieron volver con la Libertadores. Promesas divinas.
Tinelli también mencionó que el Papa rezó mucho por la Copa. No fue la primera vez ni tampoco será la última. De todas esas plegarias, una fue pública. El 24 de mayo de 2011, el día de la fiesta patronal de María Auxiliadora, en su condición de cardenal, Francisco dio una misa en el predio del club San Lorenzo y bendijo su capilla que lleva el nombre del inspirador del club: el padre Lorenzo Massa.
Cuenta la leyenda que una tarde de 1907, mientras un grupo de chicos jugaba al fútbol en la calle, el padre Lorenzo les dijo que era peligroso jugar allí donde pasaba el tranvía. Entonces les ofreció los terrenos de la iglesia para construir una cancha. A cambio, debían asistir a misa los domingos y estudiar catecismo. Fue el padre Lorenzo también, quien le asignó los colores azul y rojo al equipo, conforme al manto azulgrana de la virgen María Auxiliadora.
El 13 de marzo de 2013 fueron varias las noticias que sacudieron la actualidad argentina. Los kelpers, habitantes de las Islas Malvinas, eligieron seguir siendo ciudadanos británicos mediante un referéndum; los docentes de Buenos Aires pararon sus labores por las malas condiciones salariales; y la Asociación de Fútbol Argentina estaba por prohibir el ingreso de hinchas visitantes a los estadios por sucesivos hechos de violencia, medida vigente hasta estos días. Los diarios argentinos solo guardaban un pequeño recuadro en sus tapas sobre el humo negro y el nombramiento del nuevo Papa. Al día siguiente los diarios amanecieron con el rostro de Jorge Mario Bergoglio. Los dirigentes de San Lorenzo, rápidos, solicitaron un permiso para jugar la siguiente fecha con una camiseta con una foto y una inscripción de quien se acababa de convertir en su hincha más famoso.
El país estaba revolucionado, en los canales de televisión desfilaban personas de todo tipo contando anécdotas del arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires hasta hace unas horas. Los periodistas ya empezaban a tejer suspicacias de cómo esta designación afectaría la política doméstica argentina. Los medios defensores de los grupos económicos concentrados se frotaban las manos porque Bergoglio había sido un gran crítico del kirchnerismo, la fuerza política que gobernaba la Argentina hacía ya una década. “El jefe espiritual de la oposición”, así es como lo definió alguna vez a Bergoglio el expresidente argentino Néstor Kirchner. Por otro lado, el diario progresista Página 12, a través de Horacio Verbitsky, publicaba distintos informes cuestionando el rol de Bergoglio durante la última dictadura militar y acusándolo de colaboracionista.
“Hice lo que pude con la edad que tenía y las pocas relaciones con las que contaba, para abogar por personas secuestradas”, se excusó Francisco en el libro El jesuita. “Bergoglio nunca apoyó la dictadura. Hizo una labor diplomática silenciosa de pedir por los desaparecidos, por los presos, pero después los militares tenían sus políticas”, lo respaldó el Premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel.
Es curioso cómo han cambiado las posturas en relación a Francisco en estos casi cinco años en Argentina. Los sectores que celebraban su designación como Papa son hoy los que condenan su accionar y sus dichos, y quienes lo cuestionaban y hacían referencia a sus supuestos años oscuros durante el régimen militar, hoy lo levantan como el gran líder anticapitalista del planeta. No hay duda de que la elección de un Papa latinoamericano respondió a una tendencia: la Iglesia Católica está perdiendo una gran cantidad de fieles en un continente donde siempre tuvo millones.
“Cuando me dijeron que se jugaba por los chicos de Arquata y Amatrice entendí que no podía faltar. Mi Francisquito puede estar tranquilo que Maradona va a estar en la cancha los 90 minutos. Me había alejado de la Iglesia, pero Francisco me hizo volver”, admitió Diego Armando Maradona, otro argentino mundial, al cierre de la presentación del Partido por la paz a beneficio de las víctimas del terremoto que sacudió el centro de Italia en 2016.
Para Francisco, el fútbol no es solamente una pasión sino también una herramienta para masificar su mensaje. Al inicio de su papado lanzó Scholas, una red mundial de escuelas que, entre otras actividades, organiza los Partidos por la paz que han contado con la presencia de estrellas del balón como Ronaldinho, Francesco Totti y Juan Sebastián Verón.
“El deporte es importante, pero debe ser auténtico deporte. Promuevan esta actitud de aficionados que elimina definitivamente el peligro de la discriminación. Cuando los equipos van por este camino, el estadio se enriquece humanamente, desaparece la violencia y vuelven a verse las familias en la tribunas”, dijo Francisco en su discurso a los integrantes de las selecciones de fútbol de Italia y Argentina que lo homenajearon disputando un partido en agosto de 2013. “Les pido que recen por mí, para que también yo, en el campo en el que Dios me puso, pueda jugar un partido honrado y valiente para el bien de todos nosotros”, cerró con la pelota dominada.
El pedido de que recen por él es una marca registrada. Lo dice al final de cada discurso y también antes de cortar el teléfono en cada llamada con alguno de sus familiares. El fútbol, cómo no, también es parte de esas charlas cotidianas. En una reciente nota del diario peruano El Comercio, José Ignacio Bergoglio, sobrino de Francisco que vive en Buenos Aires, cuenta que se llaman al menos una vez por semana y que suelen hacerse chistes de fútbol. “Él es hincha de San Lorenzo, nosotros somos de River Plate. Uno de sus guardias se hizo hincha de San Lorenzo para acercarle las novedades”, cuenta José Ignacio. “Su gran virtud es saber relacionarse con los jóvenes”, explica el sobrino de Francisco. El fútbol, una de sus llaves maestras.
Como sucede con cualquier futbolero, para el socio número 88235 de San Lorenzo, indiscutiblemente el más famoso de todos sus hinchas, el lenguaje de la pelota es parte de su jerga y eso se deja entrever en sus discursos. “¡Sean protagonistas! ¡Jueguen para adelante! ¡Pateen adelante! ¡Construyan un mundo mejor! ¡Un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de amor, de paz, de fraternidad, de solidaridad! ¡Juéguenla adelante siempre!”, arengó en Brasil en julio de 2013, el año previo al Mundial. Y en eso parece estar Francisco, pateando para adelante por un mundo mejor, sin mirar mucho hacia atrás y escuchando las voces de las tribunas.♦
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