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Entrenando con el enemigo

A pesar de los logros históricos alcanzados este año, el fútbol femenino sigue enfrentándose con barreras que provocan que las deportistas no puedan desarrollarse plenamente. La periodista Vania Ramos Mendívil pone en evidencia cómo las agresiones sexuales y las desigualdades salariales son parte de la cultura patriarcal que sigue dominando al deporte rey.

El fútbol femenino peruano nos ha traído, este año, buenas noticias en su camino a la profesionalización. Por primera vez, y con una intensa campaña de por medio, este deporte fue transmitido en señal abierta con todos los beneficios que implica el ser vistas. Además, el conjunto de Alianza Lima –después de consagrarse campeón de la Liga FPF Femenina 2021– tuvo una emocionante campaña en la Copa Libertadores Femenina donde se convirtió en el primer equipo peruano en clasificar a cuartos de final de este torneo.

Estos logros muestran el lado positivo del fútbol practicado por mujeres, noticias que vemos en los medios de comunicación y en las redes sociales y con las que soñamos que estamos más cerca de conseguir igualdad de condiciones para las futbolistas. Pero también hubo malas noticias para las deportistas y lamentablemente estas son parte de su día a día. Junto con las brechas salariales, la falta de representación, la falta de recursos, la normalización de estereotipos de género, hay fantasmas que acompañan a las mujeres en todos los ámbitos donde estas se desarrollan, y el fútbol femenino, por supuesto, no es la excepción. Hablamos de la violencia machista y el abuso de poder.

No son pocos los países donde se han registrado denuncias –conocidas a través de las redes sociales y medios de comunicación– hacia entrenadores o miembros de los equipos técnicos por diversas prácticas de violencia de género y abuso psicológico, sexual, físico, etc. a deportistas mayores y menores de edad, incluso en ligas con un avanzado desarrollo profesional como la de Estados Unidos.

VIOLENCIA DE GÉNERO CONSTANTE

Hace menos de tres meses, el medio digital The Athletic dio a conocer los testimonios de dos exfutbolistas que denunciaban al entonces técnico del equipo North Carolina Courage, Paul Riley por coerción, acoso y abuso sexual. Las deportistas manifestaron que sufrieron estos abusos en el 2015 cuando coincidieron con el entrenador en otro equipo. Este hecho remeció la liga profesional femenina de Estados Unidos (NWSL) porque otras jugadoras refirieron que la liga ya había sido informada anteriormente de las conductas de Riley y no tomaron acción en su momento. Por estos cuestionamientos el torneo se detuvo una semana y la comisionada de la NWSL Lisa Baird fue separada del cargo. Si bien actualmente ya se han iniciado sendas investigaciones por parte de la NWSL y la FIFA, y Paul Riley fue despedido del North Carolina Courage y su licencia ha sido suspendida, queda el sinsabor sobre cómo en una liga profesional como la estadounidense un técnico de trayectoria reconocida cometa estos abusos y haya estado tantos años en la impunidad.    

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Futbolistas de nuestra región también han sido víctimas de violencia de género. En Venezuela, 24 jugadoras de distintos niveles de la selección nacional se unieron para denunciar al ex entrenador Kenneth Zsemereta por cometer abusos psicológico, físico y sexual hacia varias deportistas que dirigió en los equipos de la selección venezolana. “Desde el año 2013 hasta el año 2017 surgieron numerosos incidentes alrededor de la figura del entrenador Zseremeta, los más comunes como el abuso físico y psicológico durante los entrenamientos”, dice la carta abierta de las jugadoras. Asimismo, señalaron que el entrenador cuestionaba y presionaba a las jugadoras de la comunidad LGTBI amenazándolas con revelar a su familia su orientación sexual si no tenían buen rendimiento. Sin embargo, el caso más grave al que se refiere esta denuncia es al de abuso sexual a una jugadora desde que tenía 14 años hasta los 18.

Deyna Castellanos, seleccionada venezolana y figura del Atlético Madrid, es una de las futbolistas que firmó un pronunciamiento en el que se denunciaba al ex entrenador Kenneth Zseremeta por abusos. TWITTER.

Una de las deportistas que firma la carta es la destacada futbolista del Atlético de Madrid, Deyna Castellanos, quien además tuvo un pronunciamiento de forma particular en sus redes sociales donde se cuestionó cómo por muchos años normalizó situaciones vividas en la selección, como se lee en parte de su texto:  “Mi contexto social y mi ambiente futbolístico me hicieron normalizar muchos incidentes que hoy entiendo como abusos. Escribo la siguiente reflexión para que las nuevas generaciones sepan que hay cosas que no son normales y que no tienen que tolerar: Un entrenador que utiliza su poder para manipularlas a hacer cosas que ustedes no quieren no es un entrenador, es un abusador. Un entrenador que utiliza métodos de soborno para conseguir ciertas acciones de su parte no lo hace por su bien, lo hace porque sabe que puede hacerlo sin que nadie lo reporte. No es normal que un entrenador les pida entrar a su cuarto para darles un masaje en concentraciones y/o viajes. Un entrenador no tiene el derecho de cuestionar tu preferencia sexual…”.

En el Perú, esta no es una realidad distinta. Solo en el 2021, hemos conocido, por medios regionales, el doloroso caso de las seis futbolistas del Club Real Apurímac, quienes en marzo de este año denunciaron al entrenador Everson Inca Paullo por abuso sexual y tocamientos indebidos ocurridos entre el 2020 y 2021. Según las denuncias, las deportistas que son menores de edad fueron obligadas a someterse a los abusos bajo la presión de no ser consideradas en el equipo que iba a participar en la Liga Femenina FPF 2021. Actualmente, dicho entrenador cumple prisión preventiva en Abancay y la Asociación Pro Derechos Humanos (APRODEH) de Apurímac emitió un pronunciamiento para que el Estado garantice protección y acceso a la justicia.

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Por otro lado, también hemos tenido situaciones donde han existido tratos poco éticos hacia deportistas. El caso del exdirector técnico de la Selección Peruana Femenina, Doriva Bueno a quien se le inició una investigación por el área de Integridad y Ética de la Federación Peruana de Fútbol (FPF), luego de que las seleccionadas Adriana Lúcar y Miryam Tristán manifestaron su descontento por acciones del técnico que consideraban que afectaban al equipo. Después supimos que las conductas estaban vinculadas a la relación sentimental que sostenía con otra de sus dirigidas a quien se le habría dado un trato preferencial. No obstante, el mismo técnico Doriva Bueno comentó a la prensa que él no encontraba nada malo en tener una relación con una de las jugadoras ya que él podía separar su vida personal de la profesional. 

Esta situación se trató con poca claridad por la FPF, que si bien inició una investigación, finalmente emitió un breve comunicado donde anunciaba la desvinculación del técnico “por mutuo acuerdo y en los mejores términos”, y en consecuencia no generó ninguna sanción hacia él, más bien nos dejó rebotando la pregunta ¿es correcto que un entrenador entable una relación sentimental con una futbolista a su cargo?

Este caso dividió a la opinión pública pues una parte apoyaba la posición del técnico sobre la relación sentimental entre dos personas adultas, sin embargo, este punto de vista soslaya el impacto que tiene la relación de poder que hay entre un director técnico y las deportistas que dirige. “Como Fundación Deporte en Igualdad sacamos un comunicado señalando que no nos parecía adecuado que un entrenador esté con una deportista a su cargo porque puede tener cierta influencia e injerencia en aspectos donde no se está dando una relación horizontal”, explica Thalia Simich, abogada especialista en desarrollo sostenible y directora de alianzas de la Fundación Deporte en Igualdad. El comunicado de la fundación señala que “por su propia naturaleza de autoridad, los entrenadores ejercen poder e influencia sobre sus deportistas”.

“En la selección el entrenador es la persona de mayor autoridad, es finalmente quien selecciona o no y eso puede determinar tu futuro. En este caso no se puede separar la parte personal y profesional porque finalmente él es el único que decide, y cómo sabemos si esa situación no está generando un conflicto de interés o una preferencia de una persona respecto a otra. No hay una manera de comprobar si esa convocatoria fue objetiva o hubo un motivo relacionado al interés personal. Por ello, lo más correcto y para evitar situaciones similares conviene que esto se regule”, explica Simich.

ALZANDO LA VOZ

Parece descabellado que a estas alturas del siglo XXI, haya que explicar cómo la desigualdad de género y la violencia machista afecta a las mujeres o por qué vivir en un ambiente libre de violencia de género es un derecho humano. Sin embargo, todavía es necesario poner en la mesa cómo estas violencias nos despojan de nuestra humanidad.

La periodista deportiva Camila Zapata, planteó en una columna que publicó Sudor, sobre cómo la precariedad del medio deportivo femenino expone a las deportistas a la violencia de género y a la normalización de algunas situaciones que afectan su desarrollo en el deporte. “Creo que no se pensaba en la posibilidad de la mujer apropiándose del espacio normalmente considerado ‘masculino’. Antes eran vistas solo como ‘mujeres que jugaban al fútbol’ y no había un concepto de que también son deportistas y eso se acompaña también con el hecho de que el fútbol femenino no es profesional en nuestro país, entonces trae consigo la normalización de un estándar muy bajo para ellas que habla precisamente de la precarización en la que viven hasta el día de hoy”, indica Zapata a este medio.

Por su parte, la especialista en estudios de género Sharun Gonzales señala que: “Las mujeres no solamente necesitamos estar en el deporte, necesitamos estar y con condiciones en las que se nos respete”. Gonzales añade cómo se manifiestan situaciones de violencia hacia las mujeres cuando estas son más visibles en espacios que fueron concebidos para hombres: “La política y el fútbol tienen en común ser ámbitos tradicionalmente masculinos y que al ingresar las mujeres en ellos o al tomar más visibilidad se exhiben estas violencias que ya existen en otros espacios. No es casualidad que ahora que las mujeres tienen un rol más visible en el fútbol -porque no es que recién están- descubramos que hay acoso, abuso, tensión entre el poder y las relaciones románticas interpersonales, etc.”, acota.

Precisamente, en estos tiempos de redes sociales y de movimientos que visibilizan y se manifiestan contra la violencia de género como el #MeToo o #NiUnaMenos, es que hemos llegado a conocer en el país y en el mundo varias denuncias por parte de mujeres que sintieron que ahora sí podían alzar la voz.

A propósito de la discusión que generó en redes sociales el caso de Doriva Bueno, Marisella Joya, ex seleccionada nacional y actualmente futbolista del equipo femenino de la Universidad César Vallejo, comentó en su cuenta de Twitter lo difícil que había sido para las jugadoras de su generación reclamar cuando se sentían vulneradas. “He jugado por varios años en la selección y antes nosotras no teníamos ningún medio dónde podíamos presentar una queja. En mi paso por la selección, yo y muchas de mi generación, siempre tuvimos el temor de hablar o reclamar algo porque luego no te volvían a convocar porque eras considerada “una chica complicada”. Ahí encuentro una diferencia quizás en el deporte masculino con el femenino, porque en el fútbol, más que en otros deportes, está impregnado el machismo. Ahora que tenemos las redes sociales y algunos periodistas aliados, felizmente las cosas han mejorado en ese sentido”, reflexiona Joya.

Sin embargo, no todas las deportistas están en las mismas condiciones para denunciar o reclamar -ya sea por por canales oficiales o informales, como las redes sociales-, cuando han sido vulneradas. La ya mencionada precariedad del medio deportivo y las brechas de desigualdad de género ocasionan que una gran cantidad de deportistas no estén en las mismas condiciones para defenderse o denunciar si son víctimas de distintos tipos de violencia machista como el acoso sexual.

DESIGUALDAD Y VIOLENCIA

La Fundación Deporte en Igualdad y estudiantes de la Diplomatura de gestión deportiva de la PUCP realizaron una encuesta a más de 110 futbolistas de la Liga Femenina 2021 y se encontraron algunos resultados que ayudan a entender la dimensión del problema. En el aspecto educativo, el 31% de futbolistas está cerca de finalizar la etapa escolar y el 35% ya tiene estudios escolares completos. Por otro lado, el 22% son profesionales universitarias que ejercen sus profesiones a la par del fútbol para tener un sustento económico. Asimismo, el 59% son universitarias apoyadas por sus familias.

Muchas de las mujeres en el fútbol no reciben ningún pago. Otras son jóvenes que estudian y trabajan en otros ámbitos ya que no pueden vivir solo de la práctica del deporte como sí logran hacerlo los deportistas hombres, los cuales reciben salarios que cubren sus necesidades.

La jugadora del club César Vallejo y ex seleccionada nacional Marisella Joya ha sido una de las voces nacionales que ha denunciado los abusos y desigualdades de género. CLUB CÉSAR VALLEJO.

“La brecha salarial entre hombres y mujeres es muy alta aún pero eso también se da porque el fútbol femenino recién está volviendo a retomarse y para que sea solvente a futuro, las empresas y la FPF tienen que invertir. Justamente, el logro de este año de haber transmitido por TV los partidos de la Liga ayuda mucho a que las empresas empiecen a ver el fútbol femenino como una posibilidad de inversión. Es importante estar encaminados en eso”, comenta la futbolista Marisella Joya. 

Zapata mostró en su Twitter algunos datos comparativos que había recogido de jugadoras de Colombia y Perú: en nuestro país las mujeres que llegan a acceder a un pago perciben entre S/ 100 y S/ 800,  y en el mejor de los casos S/ 2,500.

También en la selección nacional se ven las brechas económicas. Mientras que los futbolistas varones solo por ser convocados reciben aproximadamente US$ 2,000, más los bonos obtenidos por buenos resultados y puntos ganados que incrementan ampliamente esta cifra, nuestra selección femenina solo recibe viáticos cuando se dan las convocatorias. Sudor conoció de fuentes cercanas al conjunto nacional de mujeres que los viáticos para entrenamientos previo a la competencia son aproximadamente S/ 60 diarios. Y los viáticos durante la competencia son de US$ 20.

Además de las brechas salariales, existen otras condiciones de desigualdad. Por ejemplo, deportistas menores que tienen que venir a Lima solas desde otras regiones y no tienen más respaldos que el personal del club: entrenadores, preparadores físicos, terapeutas, etc. También niñas en edad escolar y adolescentes que no tienen necesariamente una formación en género.

Mariafe Serra, periodista y fundadora de la agencia de representación para futbolistas mujeres Talenta, destaca cómo las mismas condiciones del fútbol femenino obliga a las futbolistas a aguantar o normalizar situaciones de vulneración.  “Una menor de edad muchas veces no tiene muy claro si está expuesta a algo que no es correcto. Cuando tienen menos oportunidades sienten que tienen que aguantar de todo para ganar un lugar en el deporte. Sin ir muy lejos, muchas chicas no querían que se vaya Doriva porque era el primer entrenador con el que habían tenido un ciclo deportivo más competitivo y por ahí se piensa que tienes que tolerar o normalizar ciertas cosas para conseguir el objetivo deportivo”, señala Serra.

La periodista añade que incluso, se configuran situaciones más críticas y de mayor exposición de las deportistas, por ejemplo para las jóvenes que llegan de regiones a Lima: “Existen casos de varias chicas que vienen de provincia y sus clubes les asignan casas las cuales muchas veces son las de los entrenadores o de los preparadores físicos. ¡Cómo se puede poner a menores de edad en esa posición de riesgo!”.

LA URGENTE PERSPECTIVA DE GÉNERO

El marco normativo de la FPF resulta insuficiente para sancionar y prevenir el acoso sexual y diferentes tipos de abusos hacia las futbolistas por carecer de perspectiva de género. El riesgo en el que viven las mujeres en el fútbol femenino vuelve urgente que todos los actores del sistema deportivo nacional (Estado, FPF, clubes, etc.) reflexionen, se comprometan y generen procedimientos adecuados y actualizados que protejan a todas las deportistas.

Simich explica que las normas de la FPP fueron creadas cuando existía otra realidad en el fútbol, en la que se limitó a regular supuestos de integridad y ética para evitar abuso de autoridad, tráfico de influencias, conflicto de intereses, etc. pero no se tuvo en cuenta la violencia de género que podían sufrir las futbolistas mujeres. “Tiene que haber un mejor proceso, a cargo de personal sensibilizado y preparado para entender la regulación y para aplicarla de manera correcta. Es necesario también proporcionar un canal de denuncia seguro y anónimo donde se garantice que no se puedan tomar represalias contra quién denuncia y que se tomen decisiones razonables dentro de un plazo correcto y medidas preventivas adecuadas”, recomienda la abogada.

Seis futbolistas del club Real Apurímac denunciaron al entrenador Everson Inca Paullo por abuso sexual y tocamientos indebidos. AGENDA PAÍS.

En este sentido, hace falta un mayor compromiso de la FPF enmejorar sus procedimientos para impartir justicia y que incluso casos graves como el de la denuncia penal por abuso sexual y tocamientos indebidos al técnico de Club Real Apurímac, no dejen una sensación de indiferencia e impunidad por parte del ente rector que debería proteger a las deportistas.

“Este equipo iba a jugar la liga femenina organizada por la misma FPF -añade Simich- , y esta nunca emitió un pronunciamiento sobre la denuncia al entrenador, no se informó por qué se había retirado el equipo de la liga. En este caso consideramos que, más allá del proceso judicial, la federación ha debido iniciar un trámite y suspender su licencia al menos de forma temporal”.

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Garantizar un mayor compromiso con prevenir y sancionar la violencia de género en el fútbol femenino se puede impulsar también desde escuchar a las mujeres que son parte del deporte.

“Es pertinente pensar en mecanismos para recoger justamente las preocupaciones, denuncias y propuestas de las deportistas. Eso radica mucho en la voluntad de quienes toman las decisiones en los niveles dirigenciales. Muchos de los problemas radican en que la mujer solo está presente en la práctica pero no en la parte administrativa dirigencial,  entonces ¿cómo incentivamos la participación de mujeres en los niveles más altos de la jerarquía institucional?”, se pregunta Gonzales.

Desigualdad en cargos deportivos nacionales
Cantidad de federaciones deportivas nacionales48
Número de miembros de juntas directivas266
Número de mujeres en cargos directivos52
Cargos desempeñados por mujeres
Presidenta5
Vicepresidenta8
Secretaria 9
Tesorera 14
Pro tesorera 1
Vocal 15
Fuente: Thalia Simich. Fundación Deportes en Igualdad

Simich realizó una búsqueda de la presencia de mujeres en las juntas directivas de las federaciones deportivas nacionales y encontró que en 48 federaciones con 266 miembros en sus juntas directivas, solo 52 eran mujeres, la cuales ocupaban mayormente los cargos de tesorera, secretaria o vocal. Solo cinco eran presidentas y ocho vicepresidentas.

“Las mujeres no están en las posiciones de toma de decisión. Y no es que crea que los hombres hagan un mal trabajo sino que muchas veces carecen de esta perspectiva de género porque no han sufrido muchas de las problemáticas que las mujeres sí. Entonces ahí lo que necesita es esta diversidad de miradas y experiencias y no solo en el tema de género sino también en el resto de diversidades”, precisa la abogada.

Obviamente, no solo basta con que hayan mujeres en las posiciones de toma de decisiones sino que deben ser liderazgos comprometidos con imprimir una perspectiva de género que impacte de manera positiva al desarrollo de las deportistas.Quizá no es casualidad que el equipo femenino de Alianza Lima, bajo el liderazgo de una mujer comprometida con la igualdad, haya tenido una participación muy destacada en el torneo local y la competencia internacional. La meta debería ser que todas nuestras deportistas practiquen plenamente el fútbol libres de violencia de género.


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