Desde mediados de octubre, las mujeres musulmanas lucen su fe en cada canasta: gracias a una norma aprobada por la Federación Internacional de Básquetbol (FIBA) pueden cubrir sus cabezas con el hiyab, ese velo que el mundo occidental todavía ve con prejuicios. Los botes de una quinceañera de Maldivas y la selección de Irán han entrado en la historia.
Desde mediados de octubre, las mujeres musulmanas lucen su fe en cada canasta: gracias a una norma aprobada por la Federación Internacional de Básquetbol (FIBA) pueden cubrir sus cabezas con el hiyab, ese velo que el mundo occidental todavía ve con prejuicios. Los botes de una quinceañera de Maldivas y la selección de Irán han entrado en la historia.
En la libertad paradisíaca de los mares, un país repartido en mil doscientas islitas se ahoga en la disciplina del Islam. En esas parcelas flotantes, que son invisibles a los ojos de los mapas más sofisticados, habitan cuatrocientas mil personas rodeadas de mágicos paisajes que subestiman al Caribe en medio del océano Índico. Allí, en las Islas Maldivas, donde adorar a Alá es una ley y la homosexualidad y el cristianismo son muerte, las mujeres padecen el calor y se bañan en las playas aborreciendo los bikinis. El pudor no les permite sacrilegios y la desnudez solo muestra los pies descalzos. Allí, en el infierno más lujoso de los turistas occidentales, una niña le dio botes a una pelota de básquetbol sin imaginar que años más tarde se convertiría, quizá, en la deportista maldiva más célebre de la historia.
Maryam Hussain, una quinceañera de tez ceniza, mejillas carnosas y nariz redonda, viajó a Bengaluru, en el sur d India —un país con la misma cifra que las islas que tiene Maldivas, pero en millones de habitantes (1,200) — junto a once chicas de su edad para participar de la división B del torneo asiático Sub-16 de básquet. El debut fue el pasado 22 de octubre ante Malasia y la presencia de Maryam supuso un hito memorable en la historia de este deporte. En los camerinos, las chicas maldivas alistaban sus shorts y polos rojiverdes para iniciar el partido. Sin embargo, Maryam Hussain fue la única que decidió vestirse como las mujeres de su país que van a la playa. Con vestimenta negra de mangas largas, pantalones largos, y por encima utilizó su uniforme deportivo. En la cabeza, un detalle especial: un hiyab. La niña fue la primera en jugar al básquet de manera oficial divulgando su fe por Alá.
Pero el hiyab es más que un velo de la cultura musulmana. Es un estilo de vestir femenino. Para las mujeres que practican el Islam de manera activa, lucirlo es un acto de modestia. Según el Corán, quienes cumplen los doce años deben proteger su cuerpo de las miradas viriles ajenas a las de sus familiares. La ignorancia occidental solo atina a valorar una prenda de vestir como terrorismo u opresión sexual. La Federación Internacional de Básquetbol (FIBA) logró despojarse de los prejuicios y accedió a que las jugadoras utilicen el hiyab desde el pasado 1 de octubre. No obstante, la nueva norma tiene cierta reticencia. Agruparon al hiyab junto a la kipá judía y el turbante sij bajo la categoría de “protectores de cabeza”.
“En los deportes la religión no está permitida. Es por ello que adoptamos el protector de cabeza”, dijo Hovsep Seraydarian, representante de la FIBA en Asia, a la prensa tras el partido más feliz de Maryam Hussain.
En el coliseo de Koramangala no solo se enfrentaron dos equipos de básquet. También chocaron dos interpretaciones de Islam y el resultado fue encantador. En Malasia y en Maldivas la religión musulmana es una obligación, pero vestir el hiyab es una facultad que solo las mujeres más fieles de la religión hacen uso. De las veinticuatro jugadoras musulmanas que participaron del encuentro, incluidas titulares y suplentes, solo Maryam Hussain decidió mostrarle su fe al mundo. Las demás niñas no dudaron en vestirse de corto.
“Estoy orgullosa de estar llevando un hiyab y de estar jugando para mi país”, dijo Maryam luego de que Maldivas perdiera ante las malayas de manera estrepitosa por 130 a 14. Ella solo jugó 15 minutos y no anotó ningún punto pero el resultado termina siendo una anécdota.
Al cabo de cinco días de torneo, Maldivas quedó en el último lugar y perdió todos sus partidos. La base suplente del equipo isleño, Maryan Hussain, jugó en total cincuenta y ocho minutos y anotó los cinco puntos más felices de su vida. Cobró un tiro libre, encestó un triple y otro tiro de campo. Suficiente para sonreír y sudar el hiyab, regresar a casa y contárselo a mamá.
“El baloncesto me ayuda a pensar que yo puedo ser lo que yo quiera ser”.
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El 14 de abril pasado, en Teherán, la capital de Irán, se jugó un histórico partido de práctica. Por primera vez los hombres iraníes fueron testigos de un evento deportivo en el que competían mujeres. Todas jugaron básquet vistiendo el hiyab en el coliseo. En las gradas, los mirones y el presidente de la FIBA. Fue un partido de entreno, un ensayo o, mejor dicho, un ruego a la FIBA para que las basquetbolistas iraníes puedan utilizar el hiyab en partidos oficiales y así, regresar a las competencias internacionales después de 38 años. En Irán sí es obligatorio el uso de esta prenda femenina desde que se instauró la República Islámica en 1978 tras una revolución.
El último antecedente para solicitar el uso de la hiyab había tenido resultados nefastos. Bilqis Abdul-Qaadir, una musulmana estadounidense con rotundo éxito en las Ligas de básquetbol universitario, necesitaba pegar un salto de calidad y quería jugar básquet en Europa. Ya lo había ganado todo en Estados Unidos vistiendo el hiyab. Incluso entró en los registros al convertirse en la máxima anotadora femenina de Massachusetts con la camiseta de las New Leadership. En 2014, Bilqis tenía el camino abierto para firmar por un equipo europeo y empezar su carrera profesional como jugadora de básquetbol, pero la FIBA truncó sus sueños aduciendo razones de seguridad en el juego.
“Solo recuerdo haber llorado, sintiéndome como si hubiera perdido el sentido de la orientación. El baloncesto era todo para mí. Esa fue la primera vez que sentí que realmente oré por una razón, y sentí la necesidad real de conectarme con Alá. Pasé una mini depresión y recuerdo haber orado y haber sentido la oración por primera vez en mi vida”, contó Bilqis al portal Haute Hijab.
El máximo órgano del básquet no concedió el permiso a Bilqis para jugar vistiendo el hiyab y todo se derrumbó. Tamaño favor el de la FIBA. Profundamente adolorida, le puso fin a su carrera a los 24 años y se convirtió en activista en favor de las mujeres musulmanas en el deporte. Dio la vuelta al mundo contando su caso y muchas personalidades se solidarizaron con ella. La prohibición de la FIBA también permitió que Bilquis ingresara al selecto grupo de los 14 musulmanes que conversaron a puerta cerrada con Barack Obama.
Con la presión mediática por el caso de Bilqis y con la adaptación de otros deportes como el atletismo al uso del hiyab, el partido que se jugó en Irán, con hombres como espectadores, fue profundamente esperanzador para las mujeres musulmanas que se dedican a encestar balones.
Veinte días después de aquel partido, se hizo oficial. La FIBA levantó la prohibición y esta norma entraría en vigencia desde el 1 de octubre. Victoria femenina.
Con la nueva regla, Irán confirmó su vuelta a los torneos internacionales y apuntó la fecha en el calendario: 22 de octubre, División B del torneo asiático Sub- 16. Destino: India.
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El segundo partido más importante en la historia del deporte femenino de Irán también tuvo hombres como espectadores. Fue el pasado 23 de octubre en el coliseo de Koramangala, en Bengaluru, India. En el campo, cinco jugadoras de Nepal con camisetas y shorts blancos. Al frente, otras cinco chicas con hiyab rojos por debajo de sus camisetas rojas, cargando 38 años de ausencia. La jornada histórica tuvo un final feliz. Irán ganó 89 a 32 y su nivel de juego sorprendió a más de uno. En el campo, las niñas iraníes solo sonreían.
En el segundo partido la prueba fue más difícil: Irán se enfrentó a India, anfitrión y futuro campeón del torneo. Cayeron derrotadas 97 a 53. Las chicas iraníes aún seguían encantadas tras haber sudado sus hiyabes.
Fatemeh Mortazavi y Rojin Talakoub, jugadoras iraníes, se encontraban en el coliseo tras el final del partido cuando recibieron la llamada de su entrenadora Elaheh Darestani. Un periodista del Times of India deseaba entrevistar a las jugadoras y Darestani las eligió por ser las que más dominan el inglés. El periodista empezó preguntándoles por su jugador de baloncesto favorito.
“LeBron James, por supuesto. ¿Por qué? Porque alienta a las mujeres con hiyab a salir y jugar. Él pelea por nosotras”, dijo Rojin, de 15 años, y sorprendió al periodista. LeBron James fue uno de los jugadores que se solidarizó con la causa de Bilqis Abdul-Qaadir en enero último. Rojin sonrió orgullosa, levantó una de sus mangas y mostró una pulsera de los Cleveland Cavaliers.
“Nuestro sueño era jugar baloncesto internacional. Estamos contentas de poder usar el hiyab en la cancha, podemos jugar delante de los hombres”, explicó la entrenadora Darestani, quien también usa el hiyab desde el banquillo junto a las suplentes y declara a la prensa siendo traducida por sus jugadoras, fanáticas de LeBron James.
Después de haber desarrollado su carrera como jugadora en la Superliga de baloncesto de Irán, donde sí se juega con el hiyab, Elaheh Darestani lleva 30 años como entrenadora de básquet. Su mayor frustración fue no haber representado a su país a nivel internacional. Durante los ochenta, Irán entró en guerra con Irak y Darestani tuvo que mudarse de su natal Kermanshah para salvar su vida, así como sus 15 amigas que amaban el baloncesto, y escaparon a Teherán. Asentadas en la capital, Darestani organizaba entrenamientos de baloncesto con sus amigas a puerta cerrada para aliviar el dolor de la guerra.
“Estamos felices de poder mostrarle al mundo cómo juegan las niñas de Irán”, agrega la entrenadora en voz de las niñas que asisten a clases de inglés.
La participación de Irán en el torneo fue más que digna. Con dos partidos ganados y tres perdidos, las niñas musulmanas ocuparon el cuarto puesto del torneo Sub-16 y abrieron las puertas de un prometedor futuro para el básquetbol femenino iraní. A veces hace falta un poco de fe para encestar canastas.
“Seguí esta lucha por las generaciones futuras, y rezo y espero que debido a esto, más jóvenes musulmanas recojan cualquier pelota de cualquier deporte y sepan que no es necesario que se les prohíba jugar por nuestras creencias”, dice Bilqis Abdul-Qaadir.
La activista musulmana recibió con alegría la noticia del permiso para vestir el hiyab. Con 26 años duda si le conviene retomar su carrera profesional, pero algo ha dejado en claro: el hiyab aún tiene muchos deportes por vestir.♦