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En busca del ‘9’ perdido

Una de las grandes carencias de nuestro fútbol es, sin lugar a dudas, la del ‘9’. Nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso indica que la ausencia de centrodelanteros nacidos en el Perú no es un problema reciente y que se vio maquillada por la importación de Gianluca Lapadula. La falta de formación y los cambios en el fútbol moderno explican nuestra realidad.  

El ‘9’ escasea en el Perú como el buen juicio en su clase política. En la tierra de Lolo, Valeriano y Paolo Guerrero, donde alguna vez brillaran el ‘Chino’ Ruiz, el ‘Feo’ Salinas y Waldir Sáenz, no aparecen centrodelanteros que alimenten la confianza del aficionado. Álex Valera, pese a sus goles, aún es una presencia en construcción y Percy Liza una oferta que no cuaja. Por años, el ‘Depredador’ y el mismo Jeffry (sin ser un punta clásico) maquillaban esa ausencia, pero el reloj —y sus rodillas— ya no les regalan bendiciones. Por eso la reaparición de Lapadula fue festejada más que por la hinchada del Benevento y el doblete de Ruidíaz ante Pumas se gritó como en el Monumental.

Nuestras penurias ofensivas no son recientes. En las últimas ocho temporadas, seis de los ‘pichichis’ fueron extranjeros. Las excepciones son Irven Ávila (22 goles en el 2017) y Luis Iberico, quien el año pasado compartió el top con el uruguayo Felipe Rodríguez con 12 anotaciones. La tabla de goleadores históricos la sigue ocupando, bien arriba, el argentino-peruano Sergio ‘Checho’ Ibarra con 274 goles.

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“Son los más buscados. Existe la idea de que si no hay un 9, no hay quién pueda hacer un gol, y el fútbol moderno indica que eso ya no es así”, explica Juan Carlos Oblitas, director deportivo de la Federación Peruana de Fútbol. El ‘Ciego’ encuentra el origen de esta escasez en problemas formativos y las dificultades que implica el puesto, lo que desanima a los más jóvenes. “Ser 9 es más una vocación. Solo quien lo siente así triunfa”, acota.

UNA POSICIÓN QUE HA CAMBIADO

La palabra clave es fútbol moderno. Así como hoy se exige al arquero que juegue bien con los pies o a los mediocentros que no solo quiten, sino también entreguen pelotas bien servidas, los requerimientos para los delanteros cambiaron. Francia se llevó la última Copa del Mundo con un atacante que no hizo un solo gol (Oliver Giroud). Thomas Müller, uno de los máximos anotadores de la selección alemana de todos los tiempos, puede jugar en distintas posiciones del frente de ataque o recogerse para juntarse con sus volantes. Con el inmortal Gerd, solo comparte el apellido y su olfato goleador.

El estereotipo del punta clásico suele ser la ‘Torre’ de movimientos lentos y torpes que merodea el punto de penal o el fabricante de puntazos que disimula sus deficiencias técnicas con un imán para atraer la pelota y clavarla en el momento oportuno. “En los últimos veinte años ha habido una evolución en el puesto, tanto en funciones y movimientos”, señala el escritor y columnista Jerónimo Pimentel. “Hoy son los primeros defensores cuando el equipo pierde la pelota, empiezan la presión al rival en trayectos cortos o en diagonales. Son jugadores más completos”, añade Oblitas.

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Ese tipo de jugadores es difícil encontrar en el fútbol peruano. “Valera es un 9 clásico, lejano de lo que hacen Firmino o Diogo Jota en el Liverpool. Nos faltan jugadores con una inteligencia posicional distinta. Creo que se debe a que tenemos un atraso en la formación técnica y táctica. Me parece que el último jugador que intentó hacer algo distinto fue Irven Ávila”, abunda Pimentel.

LOS PROBLEMAS EN LA FORMACIÓN

Jaime Duarte, jefe del Área de Captación de Menores de Alianza Lima, cree que algunos entrenadores de las divisiones formativas solamente copian lo que se ve en otros lados y no utilizan adecuadamente la información que acopian. Privilegian el resultado por encima de la formación. “Se siente presionados, sienten que si no ganan los van a botar”, dice.

En lugar de invertir en la formación, los clubes locales apuestan al cortoplacismo: contratar algún delantero experimentado con lo suficiente para hacer la diferencia en un fútbol de baja intensidad como el nuestro (el ‘Tanque’ Denis o Hernán Barcos) o apostar por jugadores con condiciones que no alcanzaron a explotar en su país (Bernardo Cuesta).

El talento, que no falta en nuestro país, hay que trabajarlo para ponerlo a tono con las exigencias del primer nivel. Valera tiene solo 26 años, pero Lapadula ya tiene 32 y Ruidíaz 31. Es hora de empezar a pensar con seriedad en el futuro. Los delanteros no aparecen por generación espontánea. Trabajo y paciencia, no hay otra fórmula. ~

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