La primera ronda es la fase más democrática de los Mundiales de fútbol. Es una de las pocas ocasiones en las cuales un jugador como el islandés Birkir Már Saevarsson, anclado en su liga local cuyo valor en el mercado es de 400 mil euros, tiene la chance de codearse con una estrella de talla mundial como Lionel Messi, cuyo pase ronda por los 180 millones de euros (según el portal Transfermarkt).
Además, es el momento en el que espectadores de los cinco continentes pueden disfrutar de un gol convertido por un delantero panameño poco conocido como Blas Pérez. Es la fase en la que el hincha tiene permitido soñar y aspirar, pese a las limitaciones de su equipo, a ganar la Copa del Mundo.
Si se puede hacer un paralelo político podría ser lo más cercano a la Asamblea de las Naciones Unidas. En esta etapa, países avanzados, en vías de desarrollo o tercermundistas tienen un sitio con voz y voto. A pesar de las desigualdades económicas, todos valen lo mismo en la cancha. Un país sin cartel de favorito como Camerún puede terminar derrotando a Argentina, el campeón vigente.
Es posible que un equipo sin grandes estrellas como Costa Rica logre dos victorias y un empate sobre tres ex campeones del mundo como Uruguay, Italia e Inglaterra. También puede ocurrir que Senegal, un equipo aplicado pero sin los galones de equipo grande, termine clasificando a expensas de la ultrafavorita Francia. En estas instancias, las diferencias dan la impresión de haberse acortado.
También es una etapa que da bastante espacio para la mitificación y la futurología. En ella se empiezan a escribir leyendas y reaparecen viejos fantasmas. Algunos equipos y figuras empiezan a trazar el camino a la gloria. Podremos ver a favoritos como Alemania o Francia goleando en su debut. Jugadores como Messi o Suárez saldrán al rescate de sus escuadras y empezarán a darle material a los cronistas.
Sin duda es la etapa más feliz porque hasta algunos eliminados se pueden ir con una sonrisa en la cara. Países como Panamá, Arabia Saudita o Túnez, a pesar de las derrotas, se retirarán satisfechos por la labor realizada. Solo algunos, los vencedores en gestas anteriores, como España, Francia o Inglaterra, pueden terminar saliendo con un sinsabor si es que se van demasiado rápido. Acabarán deseando que los próximos cuatro años pasen lo más rápido posible.
En suma, es la fase que reparte alegrías y tristezas equitativamente entre ricos y pobres. Probablemente sean las dos semanas más igualitarias que se pueden vivir cada cuatro años en el mundo entero. ©