La segunda etapa de Gregorio Pérez en la U apenas pudo durar cuatro meses. Eso no ha sido impedimento para que el uruguayo deje una estela imborrable en los hinchas. El educador y tribunero crema Eloy Seclén repasa las enseñanzas de un técnico que quizá no será recordado por títulos, pero sí por reivindicar la identidad del club.
A los 74 años, Gregorio Pérez se convirtió en el técnico de la hinchada de Universitario. En tiempos de educación virtual, asistimos a sus clases escuchándolo a distancia, interactuando desde la necesidad de saber más. Logró con nosotros lo que todo acto educativo debería perseguir: inspirar el cambio.
Si existiera una tarea final para los alumnos libres que fuimos los hinchas, esta sería plantear lo mejor que nos llevamos del curso. Que fundamentemos la respuesta por escrito, que le pongamos título. Y claro, que la compartamos en público.
I. “Usted no había nacido y yo ya conocía la historia de Universitario” (03/01/20)
Efectivamente, no habíamos nacido. Pero hay que saber que ya existía una institución. Un sentimiento nos antecedía. Uno que fue haciéndose grande conforme miles de compatriotas decidían seguirlo. Cuando Gregorio Pérez planteaba la posibilidad de retomar un camino histórico, sabía muy bien que la historia puede definirse como un relato que aspira a la cohesión social.
Reconocerse como hincha es recorrer aquel camino cada día un poco más.
Lo hicieron los 33 estudiantes que fundaron Universitario de Deportes la tarde del 7 de agosto de 1924. Su origen predominantemente provinciano infundió en ellos perspectiva, diversidad, equilibrio para coincidir en un ideal: reivindicar derechos, reivindicar la universidad. Lucharon colectivamente por cambios que beneficiaran a la mayoría. Así nació la U. El ímpetu de la juventud estudiantil, su preparación en ciencias y letras, sus nobles anhelos de proyectar a través del deporte valores que construyan ciudadanía. No hacía mucho que la nación cumplía sus primeros 100 años y los estudiantes tan solo buscaban darle sentido a dicha palabra.
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Nuestra historia es mucho más que una acumulación de estadísticas o hagiografías. Quien se identifique como hincha de la U tiene que saber que la institución se fundó a partir de valores cuyo recorrido sigue vigente: las luchas colectivas, el trabajo en equipo, la solidaridad. En la medida que nacimos de ellos, y con todos los matices que entre nosotros puedan existir, todo hincha crema asume dichos valores como propios. Hay que saber que, con el tiempo, todo ello se condensó en lo que conocemos como Garra.
II. “Uno no es más importante que todos juntos. Y todos juntos somos la U. Lo que significa la U” (31/10/21)
Precisamente, Garra es lo que significa la U. El esfuerzo disciplinado, el coraje de querer. Tantas formas de llamar aquel despliegue de coraje que cada generación de hinchas vio reflejado en el campo de juego. La Garra de los estudiantes, la Garra de la U. Ese equipo al que llamaban la Universidad. El equipo estudiantil. ¿Y qué representa en un país como el nuestro ser estudiante?
Tal vez la aspiración, tal vez la rebeldía. Para las clases populares, la educación ha sido el mecanismo de movilidad social desde siempre. Qué más se podía hacer para enfrentar la desigualdad estructural sino prepararse. Preparación fue, precisamente, la impronta de los equipos de la U desde entonces. Los títulos nacionales, el breve prestigio internacional que construimos, todo lo logramos jugando al fútbol siguiendo aquellos valores. Hay en el corazón del estudiante una voluntad de saber, una convicción por trascender. Tal vez aquel ideal se reflejó en el estilo de juego de un equipo que, con los años, acumuló inolvidables hazañas deportivas que despertaron de tal manera la alegría popular que lograron identificarla.
Porque desde el fervor de las tribunas, las identidades se elaboraban. Sucedía que ganaban los doctores de la Universidad, los mismos estudiantes que luego del partido impartían clases a los obreros. Su esfuerzo los hizo grandes. Mientras las élites disfrutaban el relajado espectáculo de fintas y dribleos, nosotros proponíamos el más legítimo de los valores populares en las canchas del fútbol: el esfuerzo. Cuando lo lográbamos, lo lográbamos todos juntos. Siendo la U.
III. “La U tiene una historia y tiene una identidad. Yo quiero que este equipo esté relacionado con esa identidad histórica” (7/2/20)
Buscar el triunfo. Siempre. Estar convencidos de lograrlo, pase lo que pase. Siete de ocho partidos, por ejemplo. En medio de la incertidumbre de esta época, brotó la pureza del fútbol. Podía acabarse todo al día siguiente, pero nos abrazábamos alrededor de esos valores que reconocemos como identidad. Gregorio Pérez, sus jugadores convencidos, su comando técnico, todos lograron que, aun ausentes de la tribuna, nos sintiéramos tan cerca como el primer día.
Por esos goles que gritamos, o por el dolor que todos conocimos, no vamos a olvidar nunca estos últimos años. No podríamos porque la lucha, todas las luchas, continúan.
La peor crisis institucional no ha terminado. Sigue acechante la amenaza de la corrupción que aspira regresar. El colapso que provocaron en el club al final terminó revelando sus reales intenciones. Y aquí seguimos.
Gregorio Pérez hasta nos recordó cuánto habíamos avanzado en esa lucha:
“Hay gente que está luchando para enderezar a este club tan grande, para enderezarlo en el camino y que no pase la situación de angustia que durante varios años viene pasando. La gente de la U no se merece eso. Pero se está encontrando el camino con gente seria, que quiere a la U, y que realmente sentimos que la U va a retomar ese camino. Ese camino histórico”, dijo.
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En menos de dos meses, se han unido más de siete mil personas. Vienen muchos más. Hombres y mujeres con la única aspiración de construir un nuevo sentido de pertenencia a través de la categoría de socio adherente. Después de décadas, ¡décadas!, comprobamos un manejo institucional competente, ético, acorde con esa decencia que precisamente reconocemos como valor fundacional.
El profesor Gregorio Pérez nos ha dejado una lección de Historia. Como las buenas clases, esta nos deja nuevas preguntas y cuestiona nuestras certezas. Nos convence de todo lo que se puede hacer. Genera una sonrisa antes de volver a casa.
IV. “Yo todos los días tengo la suerte de despertar y estoy soñando. El día que se apague la llama, ya no sueño más con el fútbol y lo iré a ver, pero hoy la llama está viva y todos los días tengo un sueño” (20/6/20)
Nuestros sueños de muchacho, jugadores de baldío, sueños que en Universitario se hicieron realidad, han vuelto a tener un horizonte. La esperanza es sobre todo un acto de amor. El amor de los que luchan. Nuestro amor nos moviliza.
Como tantos seres que amamos, hoy solo aguardamos la pronta recuperación del profesor Gregorio. Estabilidad y equilibrio en su reposo. En todos los lugares donde estuvo, una esperanza crece. Se hace fuerte.
Que el cambio social es posible también a través del fútbol. Que la historia la escribimos los pueblos. ~