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Radiografía de una campeona

A sus 28 años, Kimberly García acaba de coronarse campeona del mundo en marcha atlética. Una proeza. La huancaína corrobora el estatus de su ciudad natal, capital del fondismo nacional, cuna del atletismo peruano, la Kenia de Sudamérica. Los títulos sobran, pero las explicaciones son escasas. ¿Cuál es la verdad detrás del mito? En este reportaje de Ana Cecilia Matías, publicado en el libro Largo aliento (Universidad Continental, 2019) la historia de Kimberly sirve para entender ese cóctel de genes, altura y mística patentado en Huancayo.

Ha llovido toda la semana, pero hoy es una mañana particularmente fría en Huancayo. Contrario a lo que se podría imaginar, el entrenamiento en el Estadio Castilla no se ha suspendido, pese al clima, inclemente, como suele ser en los Andes a 3,250 metros de altura. En la pista, con la mirada hacia el norte y lista para partir ya está Kimberly García. La manicura, con listones miniatura en las uñas, y el cabello amarrado en una trenza destacan a la vista, pero mucho más su porte de bailarina de ballet. 

Fiel a la técnica que desarrolló desde los cinco años con Pedro Cañizares, su entrenador cubano, comienza la rutina de hoy. Debe dar treinta y cinco vueltas al estadio, pero no corriendo —no le gusta y dice que se cansa rápido—, más bien caminando. A paso acelerado. Una razón hay detrás: ella es marchista de élite.

La estructura corporal de Kimberly le ha parecido interesante al investigador Salim Bravo Huaynates. Físico tarmeño, exatleta y fervoroso admirador del corredor etíope Haile Gebreselassie, ha logrado calcular el índice de masa corporal de la huancaína de 25 años, y lo ha comparado con la de otras fondistas de altitud. Con los datos que ordena metódicamente desde el 2009 —cuando publicó su primer estudio sobre el perfil social y antropométrico de los atletas peruanos—, el también licenciado en Educación Física de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos se cerciora de los resultados. Compara cifras y, en su “centro de operaciones” —como él le llama al laboratorio del colegio Líder en Tarma, donde es director—, revela que Kimberly posee 18.96 kilogramos por metro cuadrado de índice de masa corporal. Una cifra menor al promedio nacional de fondistas de altura: 20.4. “Eso es bueno. Tiene mejores condiciones”, afirma.

Mientras entrena, se ve que el biotipo le da ventaja a Kimberly. Pero no es el único factor a su favor. Asegurada su clasificación a Tokio 2020, su meta más inmediata es lograr el oro de los Panamericanos de Lima 2019 para su natal Huancayo. La “Ciudad Incontrastable”, donde ella y más de 400 mil habitantes viven con menos presión atmosférica, menos presión de oxígeno, un 30% más de radiación solar, escasa humedad y un aire que las temperaturas bajo cero se encargan de congelar. La altura. La temida altura, en la que solo un 6% de la población mundial se atreve a vivir.

Tal parece que las primeras investigaciones a nivel mundial con relación a la adaptación a la altitud se hicieron en el Perú a inicios del siglo pasado. El investigador Alberto Hurtado, un médico peruano y exministro de salud voceado para el Nobel por sus estudios sobre el mal de altura, fue uno de los primeros en estudiar la fisiología de la altitud. Al igual que él, Carlos Monge, un médico peruano dedicado a la biología andina, estudió los efectos del soroche, palabra adaptada del quechua suruchi, para referirse a los estragos que causa el ascenso en las montañas. En la década de los cuarenta, los hallazgos de su hijo determinarían que las localidades ubicadas a más de 3 mil metros de altura eran regiones geográficas multiestresantes: lugares que, por sus intrincadas características, parecían insostenibles para la vida misma. 

La médico deportivo Gina Flores, quien apoya a Kimberly como parte del equipo biomédico del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Huancayo, tiene una agenda apretada, pero no duda en compartir su conocimiento. En un local del centro Medicall SPORT, donde ella es directora, el apuro de los pacientes es lo único que quiebra la tranquilidad del ambiente, a pesar de estar cerca del centro de Huancayo. Nacida en Puno, a más de 3,800 metros, y luego de varios años de labores en Lima, ha notado que la altitud es determinante. Explica que el motor cardiorrespiratorio de los atletas de altura se ha adaptado a funcionar con poco oxígeno. La fuerza de voluntad (léase estado mental) para entrenar —con las porciones de cansancio y dolor que solo la altura puede dar— también se ha adaptado al multiestrés de la zona. Pero, además, habría un factor genético: la generación de mitocondrias.

Según Gina Flores, los fondistas tienen fibras musculares con bastantes mitocondrias. Organelos que metabolizan de manera muy eficiente el oxígeno y ayudan a la resistencia del deportista. “El número de mitocondrias crece con el entrenamiento, pero hay una predisposición genética”, dice. No conoce de estudios comparados sobre la producción de mitocondrias entre atletas del llano y los que entrenan en altura; pero, por su experiencia, está casi segura que los últimos tienen más ventaja.

Si es así, eso explicaría la resistencia de Kimberly. Desde que empezó la rutina esta mañana en el Estadio Castilla han pasado casi tres horas y no ha parado. Además, entrenará un par de horas en la tarde. Como es mayo y el cielo ha empezado a despejarse, también ha sentido el dolor del frío en la garganta; pero ya lo conoce bien y lo sufre con honor, como otros sacrificios que la disciplina le exige. 

En la pista atlética, su tía y auxiliar de entrenamiento, Gladys García, cronometra el tiempo que hace en cada vuelta. Su historia es curiosa. Ella, una ingeniera metalúrgica que laboraba en la mina de Chungar, de Cerro de Pasco, dejó su trabajo cuando se convirtió en madre. Unos años más tarde, llevó a su hija Minerva al Estadio Castilla para que ingresara al programa “Gimnasia con el niño” traído de Cuba. Su sobrina “Kimi” quiso seguir los pasos de su prima. Ambas se hicieron marchistas, y, aunque solo Kimberly continuó, su tía pasó de acompañarla a convertirse en su aliada. Así cambió la búsqueda de cobre, plata y zinc en un socavón por el sueño del oro olímpico.

Gladys García también es la responsable de preparar las bebidas rehidratantes. Las pone en pequeñas bolsas y luego de 30 minutos de iniciado el entrenamiento se las da calculando el número de vueltas. A 3,250 metros de altura, no solo la hidratación, sino la nutrición del atleta es distinta. “La altura genera un desgaste energético mayor”, afirma la nutricionista del CAR, Leydi Palomino. Ya es de noche, pero en su oficina del Estadio Huancayo, aún tiene los ojos sobre una calculadora. Determina, con la notable velocidad de sus dedos, la distribución porcentual de nutrientes que cada deportista necesita. Antes que nada, debe haber una evaluación y una valoración antropométrica —a partir de las medidas del cuerpo— para determinar lo que requiere el atleta. En el caso de los deportistas de resistencia, su dieta debe contener entre un 15 a 17 % de proteínas, un 60 a 65 % de carbohidratos y un 20 a 25 % de grasas. 

Según Leydi Palomino, una fondista de altura como Kimberly requiere de más energía para generar calor, aumentar la temperatura y, lógicamente, tener una buena oxigenación. Comparado con un atleta de la costa, la necesidad en las montañas es mucho mayor y podría significar una desventaja.

Kimberly luego de uno de sus entrenamientos en Huancayo. KATTYA LÁZARO

La nutricionista lo ha vivido en carne propia. Ella es exdeportista de marcha atlética. Se retiró a los 16 años por falta de apoyo, en especial hacia la marcha, que pese a haberse popularizado en el siglo XIX en Inglaterra y otros países aún hoy es menos conocida que otras disciplinas atléticas. La marcha es técnica pura. Consiste en caminar lo más rápido posible, sin despegar por completo los pies del suelo, sin correr. 

En el tiempo en que Leydi Palomino competía, los marchistas debían correr maratones por dinero. Pero la carencia es peor para otros atletas. Dice que el 90 % de deportistas llegan al CAR con rasgos de malnutrición. Pero, en contraparte, tienen la habilidad de mejorar su rendimiento, una vez sometido a una dieta balanceada. Cree que el valor de los productos andinos aporta, pero no tanto como combinados con otros alimentos. Sin embargo, hay otro factor: la leche materna. El prolongado período de amamantamiento, que suelen darse hasta los cuatro e incluso seis años en zonas altoandinas, puede generar atletas menos enfermizos y con más ventajas. “Nuestros atletas son chiquitos y flaquitos, pero tienen la garra del serrano”, asegura.

De esa garra y pasión suele hablar Kimberly. “Si te gusta algo y quieres seguir avanzando, la disciplina y el esfuerzo no son ningún sacrificio”, dice. 

Su primera jornada de entrenamiento ha terminado. Los primeros que la reciben cuando sale de la pista son los dos perros mestizos que la acompañan a diario. Sentada sobre una colchoneta, ahora recuerda su última competencia en México. A pesar de una lesión en el músculo piramidal que le afectaba la rotación de la cadera, superó a todas en la Copa Panamericana de Marcha Atlética y quedó segunda en el IAAF Race Walking Challenge. El boleto a los segundos Juegos Olímpicos que correrá en su vida. La revancha que tanto esperaba: superar el puesto 14 que hizo en Río 2016.

***

Este sábado de fines de abril en la ciudad mexicana de Lázaro Cárdenas, con 30 grados centígrados de temperatura, salir a todo ritmo no parece una buena idea. Sin embargo, una figura se adelanta casi de inmediato y decide “jalar” al pelotón de cuarenta y cinco marchistas de la categoría 20 kilómetros. Es Kimberly García, quien confiada en la base de entrenamiento que tuvo —en Huancayo para mejorar su resistencia y en Tumbes para potenciar su velocidad— no titubea y avanza a paso firme.

Las diferencias del entrenamiento en costa y sierra también las ha estudiado el profesor tarmeño Salim Bravo. Una vez dentro de las aulas de San Marcos, en el 2004, el Primer Congreso Internacional de Antropometría que organizó su facultad, resultó una revelación. Empezó a indagar en la composición, forma, funciones, proporcionalidad y tamaño del cuerpo humano para entender los procesos implicados en el crecimiento, el ejercicio, la nutrición y el rendimiento deportivo.

La Villa Deportiva Nacional se convirtió en su centro de recopilación de datos. En el 2007, con la colaboración de 22 atletas que compitieron en el Campeonato Juvenil de Atletismo, sacó sus primeras conclusiones: los fondistas de altura tenían menos porcentaje de adiposidad subcutánea que los que entrenaban en la costa. En el caso de los varones, el porcentaje de grasa era 19.4 %, por debajo de los del llano con 21.1 %. Igual en las mujeres: las de altitud registraban 25.6 %, a diferencia de las que entrenaron en la costa con 27.2 %. “Eso le da ventaja a los de altura”, dice Bravo.

Otro estudio del físico tarmeño revela que los fondistas de altura han desarrollado huesos más anchos. La hipertrofia, crecimiento anormal, que halló en los diámetros del húmero y el fémur de los deportistas, pudo ser causada a partir de microfracturas tras el ejercicio físico y la regeneración del hueso a causa de los alimentos locales con más calcio. “También influye la procedencia étnica del hombre andino —dice—, que ha sobrevivido a más de 4 mil metros”. Un posible rasgo evolutivo. 

En comparación con atletas extranjeros, sin embargo, se halló que el atleta peruano de altitud posee un 4.2 de preponderancia a la robustez.  Mesomorfia, prefiere decirle Salim Bravo. Los habitantes de África poseen 2.7. “El africano tiene menos músculo, pero es más eficiente”, asegura, en medio de su laboratorio, que tiene un afiche de Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne, distinguidos con el premio Nobel de Física 2017 por la detección de ondas gravitacionales, anticipadas por Albert Einstein. Muy cerca, está la pizarra que ha usado para explicar sus descubrimientos. En ella, saturada de cifras, cálculos y anotaciones, ha escrito la palabra “Evolución”. 

Salim Bravo afirma que sobre los atletas existe un proceso de selección de presión artificial que modifica su físico y puede afectar sus genes. Los corredores keniatas de la región Kalenjin, por ejemplo, llevan una mayor carga genética de la proteína Alfa actinina 3, el gen ACTN3, del que la Universidad de Glasgow, en el Reino Unido, ha hecho más de diez estudios. “En el caso del corredor peruano, el cambio de su estructura ósea femoral ya es un indicador de que se están modificando sus piernas”, dice. La evolución que propone también tiene que ver con la adaptación integral. En suma: entrenamiento, comida, genética y entorno, todo influye.

En la pista mexicana, y casi a mitad de carrera, Kimberly ya se ha separado como 100 metros del pelotón. Ella y la brasileña Erica de Sena lideran la competencia. La huancaína sabe que una de sus metas, la de hacer menos de 1 hora y 31 minutos para clasificar a Tokio 2020, está asegurada. Sin duda, va por el camino de la adaptación integral que estudia Salim Bravo.

Para la docente universitaria y exatleta olímpica, Marilú Salazar, la adaptación ha jugado un papel decisivo en el éxito de los deportistas de altura. Los 3,250 metros de altitud de Huancayo, explica, no son favorables para el entrenamiento, y solo les da ventaja a los que se han adaptado de manera natural por nacer y vivir en los Andes. La maestra camina por los pasillos de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Nacional del Centro mientras medita sobre por qué se dice que Huancayo es la cuna del fondismo peruano. Piensa en la motivación que encuentran los niños cuando ven la Maratón de los Andes. Debe ser ello, porque “biotipo y genes no tenemos”, aclara.

En realidad, los genes huancas sí están presentes y encierran un misterio en sí mismos. Un estudio realizado por la científica peruana Ysabel Montoya y otros investigadores, en el laboratorio Bio Links en 2008, encontró que los genes de los huancaínos tienen diferencias significativas con los de los habitantes de Arequipa, Cajamarca, Lima, Chiclayo, Piura y Trujillo. El estudio analizó la distribución alélica de 16 STR (pequeñas secuencias de ADN repetidas muchas veces) de individuos sin relación de parentesco. En Huancayo, se analizaron las muestras de sangre de 185 personas; y, en total, se realizaron 21 comparaciones genotípicas que revelan que los huancaínos tienen menos similitud genética con las otras ciudades. Esto se debería a que existe mayor mezcla endogámica en Huancayo, similar al caso de Puno. “En estas regiones, las personas tratan de casarse siempre con gente de la misma zona”, explica la bióloga. Se pueden ensayar múltiples definiciones. Todas provocadoras: menos mestizaje, preservación de los genes, pureza sanguínea. Pero una sospecha válida es que esta peculiaridad del ADN huanca podría estar determinando a sus atletas.

En Michoacán, el sol no da tregua, pero a Kimberly le va bien. Se ha sorprendido por la cantidad de peruanos que han llegado a apoyarla. Aquí todos son una sola sangre. Falta poco para completar los 20 kilómetros. Sin embargo, la lesión sobre la cadera le preocupa. Lo medita sin detenerse y decide que es mejor cuidarse para los Panamericanos en Lima. Por eso no acelera cuando De Sena, que ha ido casi toda la competencia a su lado, la supera y cruza la meta once segundos antes. La marca de Kimberly queda registrada: 1 hora, 29 minutos, 33 segundos. Como lo había calculado, el pase a Tokio 2020 es un hecho.

Al momento de cruzar la meta en Oregon, el último viernes 15 de julio del 2022. AGENCIA EFE

Solo seis puestos detrás de ella, llega Leyde Guerra, la otra marchista de Huancayo. Al cruzar la meta, encuentran a sus compañeros y directivos, entre ellos al profesor Pedro Cañizares. A Kimberly, el entrenador cubano la prepara desde los cinco años. Nacido en Santi Spíritus, una provincia del centro de la isla caribeña, llegó a Huancayo en 1995, por el convenio de Polos de Desarrollo entre Perú y Cuba. Licenciado en Cultura Física y especialista en atletismo, recuerda que al menos 100 de sus compatriotas arribaron al país. Todos se fueron en 1998. Sólo él retornó a Huancayo en el 2004. 

Para el profesor cubano, el éxito de Kimberly radica en la combinación de su biotipo, las condiciones innatas y el entrenamiento progresivo desarrollado desde niña. Aunque la mejor marca que tiene es de 1 hora, 28 minutos, 56 segundos, el resultado ha sido gradual. La actitud de la atleta también ha sumado. “Ella ha sido muy entusiasta. La perseverancia, la disciplina y la fuerza de voluntad son factores, pero no te dan un alto resultado. Eso te lo da un profesional”, dice sobre sí mismo.

El profesor Cañizares rescata la capacidad de los atletas de altura de trabajar con poco oxígeno; sin embargo, también es una desventaja, al no poder exigirse la misma intensidad a nivel del mar. El riesgo es provocar mucho ácido láctico, una sustancia que se produce con la descomposición de carbohidratos y es fuente de energía, pero que en exceso puede ocasionar daño muscular. En su oficina, ubicada debajo de las tribunas del Estadio Castilla, dice que en la altura es perjudicial entrenar a un ritmo mayor de cuatro o cinco metros por segundo, porque el atleta se ahoga; y si en el organismo no hay oxígeno, no hay combustión. “Es como un carro sin gasolina”, asegura. Para superarlo, lo que él aplica es un entrenamiento combinado de hasta 21 días en la costa y de cuatro a cinco meses en altura. 

Un fisiólogo del Instituto de Investigaciones de Altura de la Universidad Cayetano Heredia, sin embargo, ha encontrado que los atletas de la sierra sí tienen suficiente gasolina en sus pulmones. El profesor José Luis Macarlupú lo demostró en el 2007 después de medir el consumo de oxígeno máximo (VO2max) de seis atletas de alto rendimiento, nativos de altura. El huancavelicano Constantino León y el puneño Vicente Chura fueron dos de los que participaron de ambas pruebas a 4,320 y 150 metros de altitud. En el centro de investigación de la universidad en Cerro de Pasco, los fondistas fueron analizados como máquinas humanas: funciones cardíacas, presión arterial y oxigenación sanguínea. Todo se midió mientras corrían en fajas caminadoras o bicicletas estacionarias que elevaban el nivel de esfuerzo.

Los resultados mostraron que los atletas presentaban valores más elevado de VO2max a nivel del mar (84.85 miligramos de oxígeno consumido por kilogramo de peso corporal por minuto), en comparación a su desempeño en la sierra (61.5). “Los atletas de altura alcanzaron su máximo rendimiento en condiciones de hipoxia (poco oxígeno)”, explica Macarlupú, quien, además, encontró que el VO2max de estos fondistas no está tan lejos del registro de los kenianos (60).

Mientras infla los pulmones y estira el cuello para recibir la medalla de oro de la Copa Panamericana, Kímberly piensa en la revancha que quiere cobrarse en los próximos Juegos Olímpicos. En Río 2016, los calambres no le permitieron rendir al máximo. Aun así llegó en el puesto 14, como la segunda mejor sudamericana. Ahora es distinto, ya tiene auspiciadores y el respaldo de un equipo biomédico. Por eso no abandona la idea de volver a Huancayo con una medalla olímpica.

A sus 25 años, ha viajado y probado la victoria varias veces. ¿Cuál cree que es la razón de su éxito? La pregunta la hace pensar. No descarta que la habilidad para la marcha sea hereditaria, debido a que varios de sus familiares fueron al menos aficionados. Pero Kimberly lo duda. ¿Pueden que hayan sido sus genes huancas, su adaptación a la altura o los alimentos andinos? Quién sabe, dice. Pero de lo que está segura es de otra habilidad que va más allá de la ciencia y tiene su marca: la pasión. ~

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  1. Es una nota especializada sobre antropología del deporte. Específicamente sobre atletismo donde se mencionan con detenimiento estudios hechos a la potencialidad de los atletas que nacen y vieven en zonas altoandinas. La redacción de la nota es especialiada porque lo hio una profesional en comunicaiones que tuvo que investigar y redactar para darle fluidez y comprensión a temas científicos, deportivos y psicología del deporte cuando remata al final un factor muy importante en un atleta que combina entrenamiento, disciplina, cuidado nutricional con base científica y la actitud del atleta, su pasión por lo que hace. Felicitaciones por la excelente redacción y la información científica que corrobora características propias de los atletas huancainos.

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