En los últimos años, la serie Cobra Kai se ha convertido en un fenómeno cultural similar al que generó la saga de películas de Karate Kid. El comunicador y karateca Valery Bazán Rodríguez plantea que la historia de Daniel LaRusso y Jhonny Lawrence nos recuerda que todos hemos tenido un sensei en la vida y disputado peleas de diverso tipo. Que hemos abrazado fracasos y victorias luego de derrotar al miedo. Todos, sin saberlo, estamos conectados con el karate.
La primera vez que pisé el dojo de mi padre, y sensei, fue cumplidos los cuatro años de edad. Cuando intento explicar lo que sentí esa tarde de enero mi memoria me traiciona. Pero mis brazos y piernas no me traicionan cuando rememoro cada trascendental kumite —pelea con otro rival— que realicé en diversos torneos. Esos tres minutos de combate físico en el tatami son endemoniados, sientes el corazón latiendo en los oídos, pero escuchas las instrucciones pausadas de tu sensei como recetarios a seguir para cocer tu victoria.
Cuando tenía ocho años mi padre fue quien me llevó de la mano al cine Primavera, del jirón Orbegoso, para ver el estreno de Karate Kid. Esa fue la primera de cerca de una veintena de veces que he visto el film dirigido por John G. Avildsen, el cineasta que había ganado un Oscar en 1976 por Rocky.
La trama, casi minimalista, incluía la llegada de un joven con su madre a un barrio obrero de Los Angeles. En ella se relataba cómo sufría bullying en el colegio por unos karatecas con maestro desnortado, tenía una novia rubia y bella como los ángeles y una gran admiración por un conserje tan japonés y silvestre como sus bonsáis.
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Temas de fondo como la migración interna, la inmigración japonesa, los problemas escolares y la desigualdad económica y social se mimetizaron en los diversos trazos de una historia que tenía un final de ensueños. El chico, a quien le pegaban hasta la sombra, obtiene su revancha, logra alzarse como campeón de un torneo local de karate y quedarse con la rubia. Ni un beso de moza supo tan dulce como este final.
Pero Cobra Kai —la serie que le da continuidad a la trama de la trilogía de películas protagonizada por Ralp Macchio— fue más allá, sacudió el armario del héroe y escarbó en el subconsciente del villano para hacerlo humano. Algo similar a lo que actualmente hace Disney con los personajes de Marvel.
LA MIRADA DE MIYAGI
El neuropsicólogo español José Ramón Gamo señala que “la mirada del maestro puede elevar o hundir a un alumno”. Mientras Miyagi (Pat Morita) buscaba hacer crecer las fortalezas de Daniel LaRusso (Ralph Macchio), aquel chico tímido que alguna vez hemos sido todos; John Kreese (Martin Kove) inflaba el ego pendenciero de sus alumnos que no era otra cosa que el ego y la consecuente fama del dojo Cobra Kai.
Los ojos de Miyagi eran los de una criatura sabia, equilibrada, confiable. Eran las pupilas de un anciano que conocía su capacidad para derrotar a rivales el doble de altos y de corpulentos que él, pero que titilaban con la humildad del anciano, que nunca dejó de ser.
Miyagi no era un sensei de karate, de niño fue pescador y aprendió karate como tradición familiar, fue soldado de adulto y conserje en su tercera edad. Siempre entendió al arte marcial japonés como una forma de vida, como una filosofía de imenso respeto a los demás, éso es lo que diferencia al karate de los deportes.
Por el lado de la serpiente, Cobra Kai expulsaba a aquellos aspirantes a su dojo que no reunían las condiciones físicas ni psicológicas para entrenar y pelear “sin piedad”. Kreese realizaba una especie de selección natural darwiniana donde sólo los más fuertes eran dignos de pisar su dojo
En el film, la mirada de Kreese era vertical, imponente, encontraba los puntos de dolor del alumno para trabajar allí. Esta veta de la trama fue ampliamente desarrollada en la serie en diversos capítulos y en diversos personajes. Johnny Lawrence (William Zabka) es el punto de dolor de su hijo, Robbie Keene. Y, a su vez, Johnny Lawrence es el punto de dolor de John Kreese.
Las enseñanzas de Miyagi sobrevolaron las cuatro primeras temporadas de la serie y probablemente estén presentes en la quinta porque su muerte lo hizo inmortal. Sus lecciones son leyenda viva en sus alumnos.
“Puedes perder con el oponente, pero no con el miedo”, “No importa quién es más fuerte, importa quién es más listo”, “Para personas sin perdón en el corazón, la vida es peor castigo que la muerte”, “Pelear es siempre la última respuesta al problema”, “Nunca pongas la pasión delante de los principios. Incluso si ganas, perderás”, “Confía en la calidad de lo que sabes, no en la cantidad”. Las enseñanzas de Miyagi son tan certeras que funcionan sin el adecuado contexto, algunas sirven incluso en lecciones de marketing o en charlas de padres a hijos, como armas arrojadizas cargadas de sapiencia y expertise.
Pero una de las frases supremas de Miyagi, y que se filtran a Cobra Kai Serie es: “Karate, aquí (cabeza); karate, aquí (corazón); karate, nunca aquí (estómago)”. Para entenderla probablemente sea necesario haber practicado karate al menos cinco años.
Nota mental: La banda sonora de Bill Conti en Karate Kid I es simplemente sublime.
LA COBRA SIN PIEDAD
Sigue lacerando mi lógica la imagen de Johnny Lawrence doblándose en el suelo luego de recibir la patada ganadora de LaRusso con la técnica de la grulla. No era un dolor físico, fue un hachazo letal al ego del dojo de la serpiente.
La serie Cobra Kai pone la cámara en el otro lado de la historia. Escarba en lo sucedido a Lawrence tras esa final del All Valley Karate Tournament. Una fortaleza de la serie, heredada de la película, es la especie de héroes y antihéroes que se generan en un ámbito vecinal, casi distrital, si queremos un término más cercano y comprensible.
LaRusso y Lawrence eran cercanos, caras conocidas de la localidad, y los detalles de sus desencuentros corrían por la zona en un santiamén. No han sido raras las ocasiones en que la condescendencia y la comprensión no se dirige al protagonista con la cara buena de la historia. ¿Por qué los villanos no son tan mal vistos como antes? Porque con toda certeza, todos hemos sido villanos en algunas de las historias que se tejen a nuestro alrededor.
Todos hemos realizado, en algún momento de nuestras vidas, actos despreciables, acciones de las que no nos enorgullecemos y que, más bien, ocultamos o callamos para no dañar nuestra reputación. Johnny Lawrence entendió que dentro de todo lo aprendido y malaprendido de Kreese, habían perlas que poder refregar a Miyagi Do.
APRENDE DE TU ENEMIGO
Finalmente, mi enemigo es mi enemigo porque tiene las mismas capacidades que yo, pero él las usa para lograr sus objetivos. Parte del éxito de Cobra Kai Serie recae en desmitificar la bondad y la maldad, lo correcto y lo incorrecto, la filosofía y el pragmatismo, aunque en la serie de ficción se asume al pragmatismo como la filosofía de hacer las cosas útiles, con los recursos disponibles y las emociones equivocadas.
Un buen tipo puede actuar en momentos determinados como alguien desalmado y gris; y un indeseable puede ser gentil como un monje budista, según lo requiera la situación.
LaRusso tuvo un paso temporal por el dojo Cobra Kai, se abrazó al estilo de karate que repudiaba ante la orfandad no forzada de Miyagi, ello le sirvió para comprender que siempre utilizaría el karate para defenderse.
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Hay que entrar a las entrañas del enemigo para saber dónde no quieres estar. En ese tramo de la historia que sucedió en Karate Kid 3, se mueve Cobra Kai Serie en casi todos los capítulos. Alumnos e hijos de los protagonistas se sienten atraídos por ambos dojos, ambos estilos y ambos senseis. No existe un solo camino del karate, pero hay caminos con más principios y con metas más dignas que otros.
La historia de los maestros del dojo Cobra Kai, John Kreese, Johnny Lawrence y, finalmente en Cobra Kai 4, Terry Silver (Thomas Ian Griffith), son la alfombra roja para otra frase de Miyagi: “El dolor atrapado en el corazón, luego se convierte en furia”.
Si les arrancamos la categoría de senseis, tenemos a un perdedor y adicto de la cerveza Coors, a un excombatiente retirado que intenta recuperar la gloria de su dojo y a un millonario ególatra reconvertido en amante de la energía vital y el arte.
Pero el principal de los enemigos del protagonista de Cobra Kai Serie, Johnny Lawrence, es su pasado duro, desesperanzador y que le permitió ver a Kreese como un mentor que le dio valor y le arrancó el miedo, a costa de vivir sin honor. Fue Ali Mills (Elisabeth Shue) quien, en el último capítulo de la tercera temporada de la serie, espeta en el rostro de Daniel y Johnny que son más parecidos de lo que ambos creen. Ali fue la bocanada de aire fresco ante el tren de nostalgia que significaban algunos capítulos de la serie.
Observar de forma minuciosa a tu enemigo, a tu rival, a tu competencia, es vital para derrotarle. Muchas veces el enemigo tendrá tu propio rostro, en ese caso será más difícil ganarle. Por ejemplo, en una temporada de mi adolescencia, sin buscarlo, mi padre y yo nos sentimos rivales. Un día se sintió traicionado cuando le pedí que me permita ir a entrenar taekwondo a la academia de su amigo. Yo sólo quería perfeccionar mi técnica de patadas, pero le dolió.
Hoy, desde el dojo celestial donde entrena, mi padre y sensei debe estar recordando las mil preguntas que le hice cuando salimos del cine de ver Karate Kid. Respondió a todas con la humildad y la sabiduría que no encontraré en nadie. ~