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Cueva, Gareca y el efecto Pigmalión

No debería ser una osadía afirmar que Cueva está entre los 10 más legendarios de la selección peruana. Los números y el pueblo lo avalan. ¿Pero cómo Gareca logró rescatar a un pistero con fama de indisciplinado y convertirlo en lo que hoy es? El psicólogo deportivo Julio Villalobos Mejía explora en este vínculo y plantea que la relación entre ambos ha logrado reforzarse a partir de un recurso psicológico empleado en la pedagogía.

Para nadie es sorpresa el nivel estratosférico de Christian Cueva. Asistencias, jugadas, goles. Pieza clave en el proceso eliminatorio para el Mundial de Qatar 2022. El 10 que toda la afición esperaba, el que se entiende con facilidad con el resto del equipo: no solo en la cancha, sino fuera de ella. En pocas palabras, el jugador más desequilibrante del actual momento de la selección. ¿Pero qué ha hecho que llegue a tener este gran nivel? Entre los muchos factores, está su relación con el seleccionador Ricardo Gareca y el efecto Pigmalión.

Este concepto, tomado de la psicología y aplicado en la pedagogía, podría resumirse como la enorme influencia que pueden tener las expectativas de otros sobre una persona en específico. Por ejemplo, cuando se considera que alguien es muy bueno en un aspecto, es posible que, incluso, de manera inconsciente, eso lo estimule a convertirse en aquello que el resto proyecta y forje ciertas aptitudes. Esto suele ocurrir, a menudo, en las aulas de colegios o universidades cuando un docente considera que un(a) alumno(a) es inteligente. Al realizar comentarios o acciones en ese sentido, logra que ese(a) alumno(a) crea que es una persona con dicha característica.

En el caso de Gareca y Cueva, el dinamismo entre ambos salta a la vista del público. El argentino confía en el jugador y lo mismo ocurre a la inversa. En los momentos en que se cuestiona más al volante, el entrenador ha salido a respaldarlo ante la prensa y la opinión pública. ¿Acaso no es un gran gesto que el líder de tu grupo te defienda ante los detractores más feroces? Sin duda. Con ese tipo de actos, el jugador tiene la sensación, de manera psicológica, de agradecimiento con la persona que lo ha respaldado; por lo cual, cuando sale a la cancha, puede fallar en varios aspectos, pero su nivel de actitud y entrega será total.

TAMBIÉN LEE: El evangelio según San Ricardo, una columna de Pedro Ortiz Bisso

Gareca ha hecho realidad sus expectativas en Cueva. No sorprendería saber que este último ha despertado virtudes que ni él mismo conocía, dándonos a conocer así que hay relaciones que no solo sacan lo mejor de uno, sino que también ayudan a un proceso real de autoconocimiento.

Desde estas líneas se quiere dejar en claro la fortaleza mental que tiene el 10. Y hay muchos indicadores que así lo demuestran. Uno de ellos, por ejemplo, es que incluso en sus peores momentos es un jugador que pide la pelota. Más allá de los errores cometidos (como el que se le reclamó luego del partido en La Paz ante Bolivia), el atrevimiento siempre está presente y es un aspecto positivo en el volante de la selección.

Las últimas entrevistas que ha dado Gareca, tanto a nivel nacional e internacional, han sido reveladoras: para él, Cueva “es uno de los mejores jugadores del mundo”. Son las palabras exactas que el entrenador usó para referirse a él. La admiración que existe es mutua.

El 10 de la selección se ha convencido de que es un gran jugador. Tal vez siempre lo supo, pero necesitaba de ese espaldarazo de un técnico con la trayectoria del ‘Tigre’. En pocas palabras, todo este proceso de trabajo y convencimiento ha terminado siendo una ‘profecía autocumplida’ de ambos lados (otro término con el que se le conoce al efecto Pigmalión) . El volante sabe que es bueno y se lo hacen notar. Por otro lado, Gareca recibe la confianza de sus jugadores que lo respetan y le han hecho sentir que es uno de los mejores técnicos del mundo.

Para que exista una buena relación no solo es necesario que haya admiración dentro del campo, sino —y tal vez lo más importante— que se dé fuera de este. Hace poco se conocieron unas declaraciones de Cueva diciendo que el argentino “es una persona importante a nivel personal”. La frase deja claro que la influencia del uno hacia otro no solo está vinculada a los consejos tácticos o técnicos dados dentro de una cancha, sino que es algo más arraigado en la vida diaria. En ese sentido, es importante reconocer que, cada vez que Cueva cometió un error, el entrenador lo respaldó inmediatamente. La reflexión cae por su propio peso: cuando se prioriza a la persona y no solo al trabajador, aumentan las posibilidades de potenciar sus capacidades, mediante esta confianza instaurada en un vínculo de respeto. 

La confianza centrada en la persona surte efectos duraderos a largo plazo y la relación entre ambos lo confirma. Gareca y Cueva son la mejor demostración de esta teoría.

COMPAÑEROS DE RIESGO

El deporte es una incertidumbre constante. No se sabe lo que plantea exactamente el rival. No se sabe con exactitud todos los factores que pueden entrar a tallar en una competencia. En suma, no se puede tener el control de todo. Existe un margen de error. En algunos casos más; en otros, menos. Pero se juega con esa adrenalina del factor sorpresa y eso lleva a que un entrenador tenga, de alguna forma, que elegir con quiénes correr ese riesgo. Cada lista de convocatoria, es en pocas palabras, elegir con quiénes correré el riesgo esta vez, con quiénes me enfrento a esta incertidumbre, quiénes están más preparados en este momento para enfrentar esta situación. De este modo, el argentino ha demostrado que ve a Cueva como una de las personas en las que más confía para asumir riesgos, con todo lo que ello implica.

El famoso efecto Pigmalion, sin embargo, también ha sabido tener una consecuencia negativa, como cuando la prensa actúa de manera hostigante con el volante, lanzándole adjetivos y convenciéndolo, de alguna manera, de que es un indisciplinado. Parte de la prensa nacional lo ha llevado a los infiernos y luego lo ha elevado a los altares deportivos con sus buenas actuaciones. Por ello es importante que no solo Cueva, sino los deportistas en general, no se dejen marear por los elogios ni con las críticas destructivas que se suelen hacer. 

TAMBIÉN LEE: Christian Cueva y el silencio, una columna de Jaime Cordero

Por cierto, existe un punto importante que no se debe olvidar cuando hablamos del efecto Pigmalión: cuando el líder acierta continuamente se genera inevitablemente un ambiente de seguridad y confianza. Una suerte de que lo dicho por él va cumplirse de alguna u otra manera. No olvidemos que, al comienzo del proceso eliminatorio, Gareca dijo en una conferencia de prensa que “Perú apunta al repechaje”. Por lo tanto, resulta admirable que haya cumplido el objetivo, incluso teniendo momentos adversos. Este tipo de aciertos ha hecho que Cueva y el grupo de seleccionados confíen más aún en las palabras de su entrenador. 

A lo largo de siete años, Gareca y Cueva han ido construyendo una confianza significativa, trascendiendo más allá de las canchas de fútbol. Es probable que en algunas décadas se puedan sentar a conversar y recuerden con bastante aprecio lo que les tocó vivir en estos años de bonanza para la selección. Por ahora, esperamos que ese vínculo se siga fortaleciendo y logren más objetivos para alegría de ellos mismos y de millones de peruanos. ~

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  1. Buenísimo Julio, muy interesante… deja abierta la posibilidad de investigación en planos profundos de la psicología del deporte. Me encantó, felicitaciones!

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