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Cuatro veces Juan

Desde hace algunas horas, Juan Máximo Reynoso Guzmán es oficialmente el nuevo entrenador de la Selección Peruana. Nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso comparte cuatro historias que rememoran los episodios más dramáticos de su etapa como jugador y que le dan sustento a su fama de hombre de pocas pulgas que siempre va al frente.

Meses atrás, en un momento de la entrevista que le dio a Maximiliano Mendaña de Gol Perú, Juan Reynoso mencionó un conflicto que tuvo con el Puebla y dejó una frase que permite atisbar su futuro al mando de la selección: “Si me hubiera pasado hace diez años, se me habría soltado la cadena…”

Soltar la cadena, en términos reynosistas, era llamarle ‘payaso’ a un periodista en el Monumental cuando dirigía a la ‘U’ o sacarse los bolsillos del pantalón durante la definición del Descentralizado 2015, haciéndole ver al mundo que los fallos arbitrales que, a su entender, perjudicaban a su equipo, eran obra de maniobras oscuras.

Hoy ha cambiado. Lo señalan quiénes lo conocen y han sido testigos de su devenir en la dirección técnica. Reynoso es otro. Ha suavizado sus maneras, le ha bajado decibeles a sus arrebatos. Quizás siga pensando -como alguna vez me dijo un connotado dirigente de Universitario- que los periodistas no saben nada de fútbol y solo dicen tonterías, pero ya no lo hace explícito. En su conferencia de prensa debut como seleccionador señaló que “en la madurez ha encontrado los matices”. A los 52 años, parece haber entendido que no vale la pena gastar energías en discusiones absurdas. Que las batallas -esas que valen la pena- las puede elegir él.

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Su carrera ha tenido más altos que bajos, pero ha sido también de extremos: desde la enorme alegría hasta la más absoluta tristeza. Aquí sintetizo algunos de esos momentos:

1. Una lesión lo salvó.

Cuando debutó en la profesional, a los 16 años, llamó la atención por su exquisitez en el trato del balón. Aunque los más veteranos lo comparaban con el ‘Conejo’ Víctor Benites, quizás la referencia más cercana sea Julio Meléndez porque no solo acariciaba el balón, sino que jugaba con el cuajo y la elegancia de un experimentado. Menotti llegó a decir que Perú se daba el lujo de tener a su número 10 en la zaga central. El joven Reynoso formaba parte de los ‘potrillos’, un grupo de chiquillos quimbosos y pícaros que exudaban el ADN aliancista en cada gambeta mientras fabricaban sonrisas.

A inicios del fatídico diciembre de 1987, los blanquiazules debían jugar dos partidos por el Descentralizado: el domingo 6 ante San Agustín, en Lima, y dos días después, de visita, ante Deportivo Pucallpa. Durante un partido de práctica previo al choque con los ‘santos’, se lesionó. Como el tiempo era corto, Marcos Calderón decidió sacarlo del partido ante los sanisidrinos y no ponerlo en la lista del Fokker que llevaría al plantel a Pucallpa. Un bendito dolor al muslo lo salvó de morir. 

2. Enemigo público.

A los 22 años era la joya más preciada de Alianza Lima. Tras un breve y olvidable paso por el Sabadell español, llegó el verano de 1993 y debía renovar su vínculo. El diálogo con el presidente aliancista, Alberto ‘Beco’ Espantoso, era fluido y no parecía haber problemas para firmar la renovación. Un detalle, sin embargo, enturbió las conversaciones: el club le tenía una deuda desde el año anterior que no había sido reconocida en el nuevo contrato. Cuando preguntó qué ocurría, un dirigente le retrucó que existía “un acuerdo de palabra” y que el dinero le sería pagado. El bache, en principio menor, se hizo infranqueable.

https://twitter.com/RMontoyaDes/status/1554864893051998208

Por ese entonces, Reynoso entrenaba con la selección en el hotel El Pueblo y sus diferencias llegaron a oídos del doctor Jorge Alva. Este de inmediato avisó a los dirigentes de la ‘U’ y desde Odriozola llegó un ofrecimiento. El tesorero Raúl Montoya se puso en contacto con él, iniciaron las negociaciones y el acuerdo se concretó. La cifra, según informaron los medios, alcanzó los 150 mil dólares. “Soy un profesional que busca lo mejor para su familia. Estoy muy agradecido con los hinchas porque siempre me brindaron apoyo, pero deben comprender que la parte económica es fundamental para un jugador profesional. En las negociaciones siempre Alianza tuvo la prioridad, pero al final no hubo acuerdo”. El 10 de octubre de 1993 volvería a Matute, pero con la camiseta de Universitario. La crema venció 1-0 con gol de Ronald Baroni. Y al final de la temporada, fue campeón.

3. Poner el pecho

10 de julio de 1999. Estadio Defensores del Chaco. Se juega el minuto 87. Perú vence 3-2 a México y con ese resultado se mete en las semifinales de la Copa América, logro que no conseguía desde 1983. Dos goles tempraneros, del ‘Chorri’ Palacios y el ‘Chino’ Pereda, le habían permitido a la blanquirroja ponerse en ventaja. La reacción mexicana a través del ‘Pájaro’ Hernández no había mermado sus ganas y antes del descanso ya estaba otra vez adelante por obra de Nolberto Solano. El segundo tiempo fue un acto de sufrimiento, pero los hombres de Oblitas no bajaban la guardia, aguantando con lo que podían las arremetidas aztecas. Hasta que un rechazo de Reynoso llegó a los pies de Torrado y con un balazo venció la resistencia de Ibáñez. El marcador no se movería hasta el pitazo final.

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La regla mandaba definir desde los 12 pasos y ahí empezaron las dudas. La lista de pateadores la integraban Nolberto Solano, los hermanos José y Jorge Soto, Miguel Rebosio y Claudio Pizarro. Dos de ellos, de acuerdo con fuentes cercanas al plantel, expresaron no encontrarse anímicamente dispuestos para el encargo. El asistente Freddy Ternero se acercó al árbitro Wilson de Souza para indicarle que habría cambios en la lista de pateadores. El ‘Chorri’ Palacios y Juan Reynoso, dos jugadores del riñón del ‘Ciego’, asumieron la responsabilidad.

Al ‘Cabezón’ le tocó patear el cuarto. Estaba obligado a meterlo. El rematador anterior, José Soto, había enviado su disparo hasta el río Paraguay y México estaba arriba. Juan se paró frente a Jorge Campos, pensó en colocar la pelota sobre su izquierda, pero metió el pie demasiado abajo y la bola se fue a las tribunas. Adiós.

La eliminación se leyó como un fracaso. La conferencia de prensa posterior a la que asistió solo Oblitas pareció lo más cercano a un pelotón de fusilamiento. Cuentan que Juan intentó levantar los ánimos de un camarín apagado y sus compañeros le respondieron que “así no se podía”. Al día siguiente, el ‘Ciego’ almorzó con Nicolás Delfino, el presidente de la federación, y lo sintió dudoso. Eso bastó para decidir que lo mejor era irse. Juan había puesto el pecho por él. En esta ocasión no alcanzó.

4. El conflictivo

Los laureles de Francisco Maturana estaban algo descoloridos, pero fueron suficientes para ganarse la confianza dirigencial y de la gente. Se lo recibió con euforia y toneladas de esperanza. Convenció a Chemo del Solar de volver a ponerse la blanquirroja y se puso al frente de la operación Corea-Japón 2002. Reynoso seguía siendo indiscutible en el once titular. Era el capitán y quien peleaba los premios con los dirigentes.

https://www.youtube.com/watch?v=HxdHtOKo2s4

Durante el verano del 2000, la selección viajó a Estados Unidos para jugar la Copa de Oro. En la semifinal cayó ante Colombia 1-2 y uno de los goles fue culpa del ‘Cabezón’. Pese a las durísimas críticas y a la cercanía del inicio de las eliminatorias, la sensación que quedó es que no habría cambios en el plantel. Nadie esperaba, sin embargo, que sería el último partido de Juan con la bicolor.

Hace doce años, Daniel Peredo contó la historia en El Comercio: el entonces gerente de selecciones, Antonio García Pye, le preguntó al colombiano con qué extranjeros contaría para el debut ante Paraguay. “Básicamente con los mismos”, le respondió y el ingeniero envió las cartas de convocatoria a los clubes, incluyendo al Cruz Azul donde jugaba el defensa. La sorpresa fue que, en la lista oficial, Maturana no lo consideró. García Pye tuvo que llamar a Reynoso a disculparse quien, de inmediato, acusó el maltrato.

Aunque el técnico no hizo públicas las razones detrás de su decisión, trascendió que habría sucumbido a las presiones dirigenciales. “Este es un gran técnico, no cree en intocables ni conflictivos”, declaró aquella vez Lánder Aleman, presidente de la comisión seleccionadora. No había más que decir. ~

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