Migrar a otro país puede ser complicado pero muchas veces el deporte puede ser la clave para integrarse más rápido. María José Vargas domina este texto entre la alegría de acompañar a un país que no es suyo durante un Mundial y las escenas de transculturización que se forman, como las familias peruano-venezolanas.
—¡Gracias!
—¿Por qué?
—Le ganaron a Paraguay y gracias a ustedes vamos al repechaje.
Lima, 11 octubre de 2017. La escena se da en una tienda tecnológica donde me daban las gracias antes de comprar. Algo que no suele suceder. Después de la respuesta recuerdo que la camiseta de Perú tiene una franja roja al medio que es como la sangre futbolera que les corre por las venas. Le respondí con una sonrisa y juntamos los puños. Las naciones hermanas siempre se ayudan.
Venezuela, mi país, le había ganado a Paraguay en Asunción y ese gol fue casi tan gritado como el de Paolo Guerrero ante Colombia. Estaban en el repechaje para el Mundial Rusia 2018 y esos goles lograron que el epicentro de la felicidad sea en territorio peruano. Como migrante sentí la emoción y también me contagié. Me pertenecía. Es uno de los momentos donde me he sentido más integrada a la sociedad que me recibió.
Como venezolana no sé qué se siente que la selección nacional de fútbol vaya a un Mundial. Probablemente cuando la Vinotinto consiga su pase en la temible clasificatoria sudamericana puede que siga fuera de mi país o puede que no.
Decidí salir como lo han hecho más de cinco millones de compatriotas y ha sido una experiencia que conjuga las tristezas con las alegrías a ratos o por tiempos indeterminados. Llegué a Perú hace cuatro años y, desde entonces, al fútbol lo siento más cercano. No necesitas leer un diario, ver las redes sociales o encender la TV para saber que la bicolor jugará ese día. Es inexplicable la emoción que hay en las calles porque la sientes, la vives en cada paso y te contagias.
No tengo idea sobre cómo te sientes cuando tu selección disputa una Copa del Mundo, pero sé cómo un país entero se paraliza y vive la emoción de aupar a su equipo en una competencia de ese calibre. Eso lo experimenté cuando llegué a Perú.
Dicen que los venezolanos y las venezolanas sabemos de béisbol, baloncesto y hasta de concursos de belleza, pero en el fútbol nos falta recorrer un camino bien largo por no haber figurado en la élite de la disciplina hasta ahora. En esos análisis no me quiero inmiscuir porque no soy conocedora de la materia. Lo cierto a todo esto es que a nosotros sí nos gusta el fútbol, sobre todo los migrantes, que estamos regados en muchas partes del mundo.
De Venezuela extrañamos mucho y nos hace falta lo nuestro cada día que pasa. Cuando la Vinotinto llegó a Lima el 5 de septiembre de este año a disputar el partido contra Perú, buena parte de nosotros sentía que eso tan nuestro estaba tan cerca que no nos queríamos apartar de ello. Lo vivimos en la concentración en el hotel con una escena potente: un colectivo de motorizados custodió el bus que trasladaba a los jugadores hasta el Estadio Nacional. Esa imagen nunca se me borrará de la memoria. Incluso se repitió en Chile. Así de poderosa es esta inmigración.
“La Vinotinto juega de local en Lima”. Ese comentario, chistes y hasta memes surgieron entre ambas nacionalidades. Aunque nos enfrentábamos en una fecha tan importante de competencia previa al Mundial de Qatar 2022, siempre hubo espacio para ver el partido en casa o en cualquier lugar para compartir.
VENEZUELA Y PERÚ UNIDOS POR EL DEPORTE
Venezolanos y peruanos nos podemos sentar en un mismo sofá para ver a nuestras selecciones jugar, compartir las chelas, analizar las jugadas, hacer chanchitas, comer y hasta organizar la pichanga del fin de semana próximo. La emoción del fútbol se queda pegada por un buen rato. Eso somos, eso estamos viendo y eso lo he experimentado.
Una de mis mejores amigas tiene un hijo con un peruano y ella está buscando una camiseta que sea la mitad de Perú y la otra mitad de Venezuela. Dos países unidos por el amor. Dos personas que esperan un empate para que ninguno esté molesto. A mi amiga le he prometido que voy a buscar la camiseta en Gamarra, el lugar donde todo se puede encontrar.
Compartir e integrarnos desde lo deportivo pasa todos los días y está en nuestras narices, pero no se habla de eso. No es que esté prohibido conversarlo, pero lamentablemente se viralizan más las noticias negativas que multiplican el discurso xenófobo y que hace tanto daño.
Esta migración sin precedentes y asentada en la mayoría de los países de la región nos vino a enseñar a todos. A nosotros a ser migrantes y a ustedes ser países receptores. No ha sido fácil este camino para ninguno, pero lo positivo siempre está presente y es con lo que nos debemos quedar.
En este país residen más de un millón de paisanos, un número que probablemente siga creciendo, así como ha pasado con las familias conformadas por peruanos y venezolanos. Esa transculturización de la generación que viene se torna interesante, es y será de gran valor para este país. Quienes deciden apoyar a Perú y Venezuela al mismo tiempo no podrían ser llamados “Pasteleros”, término peyorativo que se usa en mi país para referirse a quienes eligen apoyar a clubes existentes fuera de nuestras fronteras.
Hay algo más allá que viene y ese calificativo no debe tener cabida. Estoy convencida que cuando evolucione esta migración surgirán aspectos interesantes y saldremos bien fortalecidos sea en lo deportivo o en la vida misma. Así como lo decimos cada vez que nuestras selecciones van a jugar el partido de sus vidas: Yo confío, yo tengo fe. Y hoy, solo espero que empaten.
Excelente escrito mi querida MAYU, como te decimos, cada vez que leo un artículo tuyo me remonto a los tiempos del Liceo y recuerdo tus triunfos y me alegro haber sido un granito de arena en ese proceso que te llevó a ser lo que hoy día eres. Sigue ese camino de éxitos que sé que el Periodismo te tiene preparado, como siempre sintiendote parte de lo que haces y expresándolo desde el sentimiento como Venezolana y esa tierra que te acogió. Un abrazo gigante. Tu fans incondicional .