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El gran golpe de Hubert Nieto

Hace un mes, Perú campeonó en un Sudamericano juvenil de golf después de 33 años. Encabezó el equipo un muchacho de San Bartolo que renunció a sus dotes de goleador distrital por entrenar su muñeca en la única cancha gratuita del país pero desconocida por la mitad de los vecinos. ¿Puede el esfuerzo embocar hoyos en un deporte aún controlado por mentes elitistas?

Aunque con el fútbol sea más fácil construir paredes, el hijo de un maestro de obras será ingeniero civil gracias al golf. Como si acabase de ocurrir, Hubert Nieto (18) recuerda el día que llevó a sus amigos de las ‘pichangas’ —esos partidos informales de fútbol amateur— a empujar pelotitas con un palo. Los niños, inmensamente aburridos, no se explicaban en qué momento su amigo había cambiado su instinto goleador por ese otro deporte solitario y sin goles. Solo el arquero, entusiasmado por embocar, lo acompañó.

Lo demás fue paciencia, disciplina y dedicación.

En la primera semana de abril del 2017 el exdelantero, acostumbrado ya a integrar equipos de tres jugadores y no manadas de once, coronó a Perú, por segunda vez campeón sudamericano juvenil de golf, en Brasil, después de 33 años.

— ¡Él es el culpable!— acusa Hubert a un muchacho en cuclillas que pinta las puertas de un baño. Es Jefferson García (25), su tío.

Son las once de la mañana y el viento corre con intensidad en la primera cancha de golf gratuita del Perú, ubicada en San Bartolo, un balneario a 50 kilómetros al sur de Lima. El grado honorífico del lugar dista, sin embargo, de los verdes campos que vemos por cable. Por su gratuidad, lamentablemente, es un descampado de 20 hectáreas con un par de oficinas.

Hubert aprendió a jugar al golf en la cancha pública de San Bartolo, la única gratuita del país. CÉSAR CAMPOS

Hubert escucha reggaeton por los altavoces de su celular. Saluda con la mano a su profesor, Luis Villagra, y con un puntapié en el coxis a Jefferson. Son casi hermanos. Viven juntos desde que Jefferson partió de Huarochirí a los nueve años para instalarse en Lima, en casa de su hermana Brígida, la madre de Hubert.

Jefferson también estuvo ligado al golf desde la secundaria, pero como trabajador. A cambio de unas monedas, recogió pelotas y limpió los campos de arena de un club privado llamado Cruz de Hueso. Al poco tiempo empezó a llevar los palos de golf de los jugadores, desempeñándose en el británico oficio de caddie. Pero el club dejó de funcionar.

El espacio pasó a manos de la Federación Peruana de Golf, y Jefferson fue contratado como auxiliar de mantenimiento. Se creó una escuela. Meses después, el tío casi hermano mayor se convirtió en culpable al invitar a su sobrino de doce años. El promisorio goleador del San Cristóbal de San Bartolo, campeón distrital en infantiles, comenzó a cambiar de pelotas.

— Yo no conocía nada de este deporte, pero me gustó porque hacíamos jueguitos con técnicas de golf — confiesa Hubert sin avergonzarse.

A los 12 años, Hubert tenía una promisoria carrera como delantero del San Cristóbal de San Bartolo. CÉSAR CAMPOS

De todos los jugadores del San Cristóbal, solo se quedaron los especialistas en hoyos: el delantero y el arquero. Hubert bromea con Andrés Cáceres, su ocasional víctima durante la niñez.

— Lo goleaba. De a ocho le metía— Hubert alza la voz y obliga a que Andrés se avergüence y confiese: “Era una mazamorra”.

De los 25 chicos que entrenaban en la cancha pública de San Bartolo, Andrés y Hubert destacaban por su juego. El profesor Luis Villagra organizaba competencias internas para que algunos representaran a la escuela en los torneos de golf organizados por la Federación. Ambos nunca faltaron.

Hasta que la adolescencia tentó al talento.

—Lo llamaban a fiestas, los amigos lo querían llevar a otro lado, le metían cosas en la cabeza. Todos le hablábamos. Mi hermana hasta peleaba— recuerda Jefferson— . El ‘profe’ habló con él y parece que sentó cabeza. Y, bueno, le ha ido bien, ¿no? — dice con sutil orgullo sobre su casi hermano que, en tres semanas, viajará a Japón para disputar el Mundial juvenil (11-16 de junio), el torneo más importante en sus cinco años como amateur.

Entre el pulgar y el índice izquierdo, Hubert Nieto luce la arruga de su esfuerzo. Adiestrar sus muñecas provocó la aparición de un quiste que hizo de su mano una pelota. Lo operaron el mismo día que sus compañeros de colegio se iban de excursión. El golf entró en pausa por un par de meses. Tiempo suficiente para tener claro qué hacer después de las aulas.

El primer objetivo: integrar el seleccionado juvenil en el Sudamericano en Brasil. Los últimos escalones se veían lejanos: necesitaba ubicarse entre los tres mejores del ranking nacional, y se encontraba por debajo del vigésimo lugar de un total de 30 aspirantes.

El Mundial juvenil en Japón, a mediados de junio, es el próximo desafío de la promesa peruana. CÉSAR CAMPOS

Por eso el 2016, su primer año fuera del colegio, no tuvo nada de sabático: de lunes a sábado, Hubert entrenaba ocho horas diarias, y los domingos hasta el mediodía. Los resultados se vieron recién entre octubre y noviembre, cuando rozó la clasificación de un torneo internacional junto a Julián Périco, el peruano con mayor proyección internacional que potencia sus habilidades en el Bishops Gate Golf Academy de Florida.

La pomposidad del idioma extranjero y la opulencia de los clubes privados de golf no lo han intimidado.

—Todos tenemos dos brazos y dos piernas— se repite.

Vaya si lo demostró el último verano. En el torneo Internacional Lima Golf se ubicó e segundo lugar entre 55 golfistas locales e internacionales, y se hizo merecedor a un lugar en la expedición brasileña junto a Julián Périco y Santiago Zubiate.

Un año atrás, puesto 24.

Desde San Bartolo, Hubert embocó en el hoyo de la historia.


Cuando el arequipeño Luis Villagra dejó de recorrer las escuelas de golf del sur de país para enseñar en Lima, le afectó el cambio de clima. La calidez de los arequipeños y moqueguanos en pequeños clubes se hacía extrañar ante los fríos reglamentos de los exclusivos campos de la capital.

Aunque aprendió a jugar mientras era caddie, Luis Villagra se ha convertido en el profesor de golf que él mismo hubiese querido tener. En su décimo año como entrenador recibió una propuesta tentadora de la Federación Peruana de Golf: integrar el proyecto ‘Golf para Todos’ y dirigir una escuela para niños en la primera cancha gratuita del país. En abril de 2012, Villagra se mudó a San Bartolo. Desde entonces ha sembrado una idea: democratizar el golf.

A sus 18 años, Hubert pasó de ser número 24 en el ranking nacional a estar entre los mejores. CÉSAR CAMPOS

Para ello ha tenido que ser profesor y publicista a la vez.

— Me fui a los colegios nacionales de San Bartolo, Punta Negra y Lurín. Pasé volantes con un croquis de salón en salón invitando a los chicos a entrenar. Les expliqué los beneficios y que todo era totalmente gratuito— cuenta parado en la puerta de un cuartito que funge de oficina.

Con el campo sin culminar y con más tierra que pasto, llegaron los chicos. Se formó un grupo de diez que se consolidó en 25 alumnos.

Cinco años después , Villagra maneja distintos horarios para atender a 60 chicos al mes, desde los cinco años hasta los 18. Muchos de ellos cuidan carros y alquilan sombrillas en verano. El profesor se adapta a sus necesidades y programa los entrenamientos por las tardes. En invierno son después del colegio y solo duran dos horas.

Las reglas son claras: no pueden desaprobar cursos ni beber licor.

— Yo solo los guío a cumplir sus sueños —dice Villagra con modestia.

A lo largo del 2016, el golfista de San Bartolo entrenó ocho horas diarias de lunes a sábado. CÉSAR CAMPOS

En este mismo cubículo se enteró del campeonato de Hubert, su muchacho, por un mensaje de Whatsapp. La pésima conexión a Internet congeló las partidas.

Afuera, en el descampado, Hubert y Andrés siguen probando precisión, en medio de una polvareda.

El campo diseñado por el arquitecto mexicano Agustín Pizá tiene tan solo nueve hoyos, la mitad de lo reglamentario. Y aunque apenas presuma de unos mechones de hierba natural, en una pequeña parcela donde se practican los tiros cortos, ha servido para formar a un campeón sudamericano.

Aun así, el 50% de vecinos de San Bartolo no tiene conocimiento de esta cancha, estima Villagra. Es cierto, se encuentra en una zona alejada, rodeada por unas casuchas, donde es preciso tirar trocha, pero los beneficios son considerables: palos de golf, uniformes y viáticos en el caso de los más destacados. Se ha implementado, además, un programa de recompensas para quienes ganen las competencias internas. Canastas con víveres y proteínas para los niños. El gancho perfecto para sumar el apoyo de las familias.

—Jugar golf no es caro. Lo caro es ser socio de un club. Un equipo de golf es como un auto. Puedes comprarte un palo de los años setenta por 200 dólares y te va a durar toda la vida, como un auto viejo, o pagar hasta 1800 dólares por palos más modernos —explica Villagra.

El campo de San Bartolo tiene tan solo nueve hoyos, la mitad de lo reglamentario. CÉSAR CAMPOS

Pero no todo es cuestión de palos antiguos o modernos, sino de canchas. Mientras Brasil y Argentina cuentan con más de 300 canchas de golf, entre privadas y públicas; Perú apenas tiene 14 a nivel nacional y solo una de libre acceso. Pero así como se requiere sembrar más campos, también es urgente amoblar las mentes elitistas.

—Algunas personas no quieren abrir el estatus. El nombramiento de Hubert a la Selección generó presiones, pero nosotros respetamos los procesos sin importar de dónde vienen —asegura Martín Alarco, director ejecutivo de la Federación.

Una verdad se abre paso entre el optimismo: el golf no es rentable en el Perú. Es imposible todavía vivir de embocar hoyos. Si un jugador profesional arrasara con todos los torneos del circuito nacional, acumularía 40 mil soles en premios. La suma no compensa la inversión. La única solución son los sponsors, esas instituciones fantasmas para los deportes que no sean fútbol.

Por tal motivo, Alarco prefiere ser cauteloso.

—No solo queremos formar jugadores profesionales, sino también arquitectos, ingenieros o entrenadores vinculados a este deporte.

Martín Alarco, director ejecutivo de la Federación, reveló que la convocatoria de Hubert generó molestias. KIKE LA HOZ

La escuela de San Bartolo no posee presupuesto para contratar a más profesores. Pero con el mensaje de Villagra basta para encaminar los pasos. El rendimiento de Hubert le ha permitido acceder a becas de universidades privadas. Cumplirá el anhelo de su padre: estudiar ingeniería civil. Pero eso será a partir de agosto. El Mundial Juvenil en Japón aguarda a este sanbartolino, goleador retirado.

—No me gustaría que Hubert sea golfista profesional ahora, porque si no le va bien perderá años de estudios. Si él no regresar a estudiar y no logra ser un buen jugador, ¿de qué va a vivir? —dice su entrenador.

Hubert continúa ejercitando su muñeca en la cancha. Dentro de la oficina, el hoyo en uno ha sido de Villagra.

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