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El patriótico oficio de esperar

Treinta y seis años han pasado de la epopeya peruana en cielo argentino. Era 1982 cuando empezó el Conflicto del Atlántico Sur, e Inglaterra, de implacable poderío militar, sometía a los argentinos con la finalidad de apoderarse de las Islas Malvinas. Ante ese escenario inhóspito y de evidente inferioridad, el gobierno peruano auxilió a los rioplatenses a través de dos aviones Mirage, de fabricación francesa, que hundieron ocho buques ingleses, uno de ellos con más de treinta aviones y cientos de pertrechos.

El fútbol refresca estos recuerdos. En 2017, La Bombonera sería el escenario entre Argentina y Perú con miras a tentar un cupo al Mundial de Rusia 2018. Los ánimos estaban tensos porque existía cierto pavor por el trato de la hinchada local. Fue un memorioso hincha de River Plate quien trajo a colación los lazos de hermandad entre los dos países. No solo recordaba la solidaridad peruana; hacía un llamado a respetar a los peruanos como si de familiares se tratasen. La composición de José de la Torre Ugarte retumbó el barrio La Boca en las voces de la escuadra peruana y los hinchas presentes, sin interrupción alguna.

Un mes después de que los Mirage regresaron a la base militar La Joya en Arequipa, la selección peruana participaba en el Mundial de España 82. Poco hacía presagiar que el gol de Guillermo La Rosa al minuto 83, en la goleada (1-5) propinada por Polonia, sería el último registrado en un certamen mundialista.

El Perú no tiene conflictos bélicos con otras naciones, pero los héroes siguen latentes. Muchos son anónimos, mujeres y hombres que hacen denodados esfuerzos por llevar el pan a su hogar, de salir adelante, incluso con pocos recursos. También existen otros que, debido a la indolencia de los gobiernos de turno, vieron la necesidad de partir. Dejar sus dominios y amigos de lado en busca de un bienestar foráneo. Ahora, luego de varios años afuera, les nace la necesidad de gritar y hacerse notar. El fútbol siempre será la mejor excusa.

En la marejada peruana está Toño Angulo Daneri quien plasma sangre y muchas lágrimas en su Perdonen la alegría (Treinta y seis años después) (Estruendomudo, 2018), aunque en España se llama solamente Treinta y seis años después (K.O., 2018). Este reconocido cronista y editor, radicado en España, vive perplejo del espectáculo e ilusión que entregaron un grupo humano liderado por un argentino llamado Ricardo Gareca. Bajo el género crónica, relata las vicisitudes de vivir lejos de los suyos y lo terrible de la espera por ver, una vez más, al Perú en una cita mundialista. Este libro no está diseñado para cualquier lector. Encuentro como requisito indispensable ser un apasionado de la selección nacional.

En la marejada peruana está Toño Angulo Daneri quien plasma sangre y muchas lágrimas en su Perdonen la alegría (Treinta y seis años después) (Estruendomudo, 2018)…”

La confidencia y simultaneidad de sentimientos, considera el autor, llega a niveles estratosféricos con el fútbol. «Si tu equipo es incapaz de ganar de verdad, las victorias morales sirven para comprender que ser hincha va unido también al sacrificio que exige la devoción futbolera» (p. 97). Hasta en familias de poca comunicación, el deporte rey hace, por la brevedad de noventa minutos, compenetrarlos en la consignas y el sortilegio propias del hinchaje.

En el caso de Angulo, la relación con Gabriel, su hijo, va unida a la simbología cabulera. «Era un carrito de juguete, con la forma de la furgoneta de Los Magníficos, que tenía impreso en sus puertas el Naranjito, símbolo del Mundial de España 82 (…) ya era nuestro redondo, sonriente y cítrico talismán» (p. 25). La relación con un objeto o la repetición de una canción o acción en específico, a modo de ritual, la convierte en el ingrediente faltante para obtener una victoria. Para reforzar esa máxima empírica, detalla dos lecturas de cabecera: El partido de Andrés Burgo, en torno al universo vivido por la selección albiceleste previo al duelo por los cuartos de final contra Inglaterra en México 86, así como a las cábalas practicadas por los seleccionados argentinos en complicidad con el técnico Carlos Salvador Bilardo. Y El fútbol contra el enemigo de Simon Kuper, una lectura diferente a la efervescencia de Burgo, la cual describe el ritual de índole inguinal practicado por el dúo holandés Ruud Gullit y Marco van Basten.

Las memorias de Toño Angulo en forma de crónica no tienen ápices pretenciosos. Solo busca los ojos de algún lector calichín con ganas de sentir el espíritu futbolero. También puede ser empleado como el manual del hincha peruano, sin índices o estructura académica, pero atiborrado de recuerdos familiares con retazos históricos. Además las nuevas promesas del balompié pueden agenciarse un ejemplar para esbozar una idea de cuánto puede significar representar a su familia, al barrio, a los peruanos e incluso a quienes pueblan el mundo en nombre del Perú. ©

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