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Una enciclopedia a la peruana

El arribo de Perú entre los más destacados del fútbol mundial ha suscitado sendas emociones. No es para menos. Tardar 36 años para volver a una cita mundialista amerita el júbilo desbordante en cada estrato social. Decir que el fútbol representa al país, no escatima exageración. Si una política pública en beneficio al deporte destina un presupuesto anémico o se realiza incorrectamente, las consecuencias saltan en el gramado de juego, sino miren las estadísticas de clubes peruanos frente a equipos extranjeros. Y dicha realidad no es exclusiva del fútbol. Demoledor.

Por tal motivo, mirarnos a nosotros como país se convierte en una necesidad constante. Sin embargo, mirarnos se torna complejo puesto que las bibliotecas públicas viven famélicas de literatura deportiva, salvo algunos denodados esfuerzos, pero sin ningún apetito enciclopédico, mucho menos en el deporte rey. Ante este vacío fecundo de la prensa deportiva nacional, el escritor José Carlos Yrigoyen, fiel a un sabueso marketero, detecta dicho agujero y vuelve a la escena literaria, esta vez como escritor –ya que también ha sido editor y actualmente es crítico literario en El Comercio.

El también autor de Pequeña novela con cenizas (2015) y Orgullosamente solos (2016), apela en Con todo, contra todos (2018) a la investigación periodística con pretensiones de historiador. Con la finalidad de revelar datos sobresalientes de jugadores destacados, así como aquellos que, si bien tenían la técnica exquisita para resaltar, fueron atrapados por la eterna mediocridad. El uso adecuado de datos estadísticos expresados en su respectivo contexto sociopolítico, descripción de partidos oficiales y amistosos, perfiles de entrenadores, de los múltiples rivales en sus distintas competiciones. Todo lo concerniente a la selección nacional entre los años 1968 y 2018 resumida en 405 páginas.

El libro pudo haberse consolidado como el máximo baluarte de la crónica deportiva peruana. Sus impedimentos radican en el fallido papel de censor moralista empleado por el autor en varios pasajes. Reafirmo esta postura por lo expresado en la página 41: «Pienso en cuánto daño le hizo a nuestros valores deportivos y a los principios (…) el ejemplo y las incorrecciones profesionales de Roberto Chale Olarte (Lima, 1949), no solo en ese partido en específico, sino a lo largo de su carrera de jugador y de entrenador, consagrada a utilizar sinuosamente métodos vedados para sacarles la vuelta a las normas y a la buena fe del prójimo».

La crítica no solo se dirige al accionar de Chale durante el mítico partido jugado contra Argentina –selección eliminada por Perú en la Bombonera – sino el radio de acción abarca toda la vida profesional del ex seleccionado nacional.

La respuesta más sensata a tremenda aseveración la dio hace años Constantino Carvallo en Séptima Luna (2011), específicamente en la página 252: «Challe era el ídolo de todos. Por su talento y por su conducta. Porque jugaba de igual a igual con todo el mundo. El año 1968 era ya un crack que, de haber vivido en estos tiempos, habría sido transferido al Barcelona por treinta millones de dólares». El desaparecido Carvallo fue un conocido hincha y notable dirigente del Club Alianza Lima. También le dio educación a los entonces niños Jefferson Farfán y Paolo Guerrero. Su voz, apagada por una enfermedad, es punto de partida en la pedagogía, psicología en los colegios y considerado una luminaria en la filosofía. Otro punto a tomar en cuenta de Yrigoyen es la admiración hacia el crack Teófilo Nene Cubillas, aunque ensombrecidas por dos apartados del libro. En las páginas 92 y 93 retrata a un molesto Cubillas que públicamente enardeció los ánimos «echándole tácitamente la culpa de la eliminación a Scarone», quien fuera entrenador del Perú en 1973, con miras al Mundial Alemania 74. Sumado a otra situación detallada en la página 222 que relata las diferencias con Julio César Uribe en pleno Mundial España 82. Las fricciones de grupo y su irregular desenvolvimiento en los partidos mundialistas en 1982. Si bien Yrigoyen tiene motivos para sentirse orgulloso de Cubillas cuando viaja al extranjero, también es bueno determinar que no ha sido alguien inmaculado como futbolista y que sí provocó divisionismo.

La falta de anexos sería una crítica más al colosal trabajo periodístico. Si el escritor hace un compendio de historias y datos estadísticos de regular pluma, un mínimo de condescendencia con el lector sería la existencia de un último apartado que puntualice cada fuente (recortes periodísticos, entrevistas, cita bibliográfica del registro audiovisual, libros, etc.) con sus respectivas fechas de publicación. Porque la ausencia del mismo originan máculas a un trabajo que merece ser leído y tomado en cuenta como el primer referente enciclopédico de nuestra alicaída literatura deportiva. Un buen intento que, a excepción de los puntos desarrollados, pudo haberse convertido en una sólida barbacana de la literatura.

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