Hace algunos años, Margarita Chernomyrdina jugaba a la pelota con niños de su edad. Algunos la miraban y señalaban riendo mientras ella ensayaba pases y corría tras el balón por la calle. Ella siguió corriendo sin parar hasta llegar a la liga juvenil de fútbol para luego crecer, integrar y liderar la Selección Nacional de Futbol Femenino de Rusia a partir de 2014.
Era un deber y una necesidad creer en sí misma, con la firme convicción de confiar en que el camino tomado era la ruta para lograr no solo el reconocimiento personal, sino también el preludio para atraer la mirada al fútbol femenino ruso, más aun teniendo los ojos del mundo puestos sobre su país entre los meses de junio y julio.
Esa es la misma mirada que ella espera que tengan las niñas al ver que otras mujeres pueden integrar un equipo, derribando las prohibiciones para transformar la sorna, como la que recibió Margarita de niña, en admiración.
Los estadios de Rusia están iluminados esperando recibir a los equipos del mundo, pero en las sombras aún coexisten las espeluznantes cifras de la ex Unión Soviética: 14 mil feminicidios por año y el registro de 36 mil mujeres maltratadas por día, la aprobación de una ley que en 2017 despenalizó el maltrato por golpes a mujeres cometidos por hombres, la prohibición del fútbol femenino en 1972 tras considerarlo una actividad masculina y la discriminación hacia las mujeres
por participar en las elecciones presidenciales en marzo de este año, que estuvo plagada de insultos y agresiones. Contra esa barrera que construye el Estado, el evidente machismo de Vladimir Putin, la fuerte influencia de la iglesia ortodoxa y la sociedad civil de ese país, Margarita lanza un efectivo cañonazo desde el mediocampo.
Los estadios de Rusia están iluminados esperando recibir a los equipos del mundo, pero en las sombras aún coexisten las espeluznantes cifras de la ex Unión Soviética: 14 mil feminicidios por año y el registro de 36 mil mujeres maltratadas por día, la aprobación de una ley que en 2017 despenalizó el maltrato por golpes a mujeres cometidos por hombres…”
La barrera es alta, pero ella lo es más a pesar de medir sólo un metro sesenta y cuatro y tener 22 años. Su labor como capitana inspira a otras aspirantes a futbolistas que deben prepararse para enfrentar no solo a sus rivales en la cancha, sino a los estereotipos culturales arraigados en la Rusia de hoy. Esta lucha es un partido aparte, fuera de las canchas y de todos los días.
Este entorno de machismo cultural no es sencillo para el camino de jóvenes apasionadas por jugar. Un deporte poderoso y con el pulso exaltado es el que exuda el fútbol femenino ruso, uno muy emocional y hasta más interesante que el de varones, dice el ex seleccionador nacional, Sergei Lavrentyev, durante una sesión de entrenamiento del club Chertanovo al que pertenece Margarita.
Esa pasión se espera que sea la excusa para eliminar uno de los obstáculos para el crecimiento: la desconfianza de la sociedad por no creer que las muchachas también pueden patear un balón. Esto produce que los espacios de aprendizaje sean pocos y que las consecuencias sean muchas, como la de pasar a tener 15 equipos en la liga profesional en 1992 a solo 8 en la actualidad y con un promedio de asistencia de 200 personas por partido siendo, claro, un país tan grande.
Aún y con todo ello, las rusas no dejan de creer. Aunque parezca increíble la despenalización del aborto existe heredada de la URSS. Si bien restringida, constituye un derecho social que muchos otros países no contemplan.
Respecto al fútbol femenino a nivel mundial, la FIFA tiene como objetivo promover el incremento de 60 millones de practicantes de este deporte para el 2026 y, a nivel país, el Estado ruso ha implementado un nuevo programa de desarrollo que proyecta cuadruplicar el número de jugadoras profesionales de fútbol femenino para el 2020.
La suma de estas iniciativas y que las jugadoras rusas mantengan la confianza en sí mismas , al igual que el legado que dejan, probablemente será el inicio para que el común de hombres y mujeres de Rusia dejen de subestimar a niñas que tienen la habilidad para aprender, jugar, competir y por qué no, ser las mejores.
Excelente enfoque mi estimada Melody ?felicitaciones por ese empuje para decir las cosas como son.