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La bolsa, ese mal necesario

A propósito de la polémica sobre la idoneidad de contar con una bolsa de minutos que obligue a los equipos de la Liga 1 a alinear juveniles en sus escuadras; nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso reflexiona sobre la ausencia de trabajo serio en las divisiones menores de los clubes del torneo local.

“Lo ideal sería que no existiera”. La frase es de Óscar Hamada, el inventor de la bolsa de minutos, acaso el mayor causante de los quebraderos de cabeza con que suelen bregar entrenadores y dirigentes en cada temporada del campeonato local.

¿Si no es lo ideal, por qué existe? Vayamos un poco atrás: La bolsa nace luego de la gesta de los ‘jotitas’ en el 2007, cuando Reimond Manco era más querido que Paolo Guerrero, Juan José Oré podría haber lanzado su candidatura presidencial y Manuel Burga mandaba en la Videna. En ese momento no había dinero para organizar un torneo de reservas y se optó por esta alternativa. Cuenta Hamada, quien trabajaba en la federación, que el objetivo era que el ‘Rei’ y su séquito —Duarte, Coavoy, Hermoza, Trujillo, Ávila, Bazalar y los demás integrantes de esa maravillosa banda que clasificó al Mundial de Corea— tuvieran un lugar en la división profesional, a fin de que pudieran continuar su formación y convertirse en alternativas para la selección mayor. El plan incluía organizar luego el campeonato de reservas y la Copa Libertadores Sub 20 que en el 2011 ganaría Universitario.

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La histórica renuencia de los clubes profesionales a apostar por juveniles le dio alas a esa propuesta que, con no poca controversia, ha sobrevivido año a año. Sus opositores señalan que imponer un cupo de una categoría rompe con el proceso natural de formación de un futbolista. “Si el jugador es bueno el técnico lo va a usar”, afirman. Quizás el principal ejemplo de que ello no suele suceder es Piero Quispe, el talentoso volante de Universitario, quien le debe su titularato a la lesión del uruguayo Hernán Novick.

La bolsa no es la única ni la mejor receta. El 1 de febrero pasado, el ecuatoriano Piero Hincapié jugó su partido número catorce con su selección. El talentoso zaguero zurdo —que le puso cerrojo a su zona la noche en que la cabecita del ‘Orejas’ Flores nos libró de una gigantesca frustración— había debutado unos meses atrás durante la Copa América de Brasil. Su ascenso ha sido fulgurante. En el 2020, Talleres de Córdoba lo incorporó tras comprar el 65% de su ficha en un poco más de un millón de dólares y en agosto del año pasado anunció su transferencia al Bayer Leverkusen por unos siete millones de dólares. Hincapié tiene veinte años. Los cumplió el 9 de enero.

Si el defensor nacido en Esmeraldas lo hubiera hecho en el Perú, tengan por seguro que seguiría jugando en la Liga 1 y quizás, con un poco de suerte, habría participado en algún microciclo con la selección mayor. Sería lo que solemos llamar una “promesa”, destinatario del cúmulo de frases hechas que repetimos para la ocasión: “un chico con enorme futuro”, “hay que llevarlo de a pocos”, “no debemos quemarlo” y otros etcéteras conocidos. Quispe, a propósito, tiene su misma edad. Es más, en agosto cumple 21.

UN EJEMPLO INDEPENDIENTE

¿Por qué Hincapié ha podido dar el salto tan rápido y el crema, que acumula un puñado de partidos en la profesional, aún no? ¿Por qué Alex Valera ha empezado a consolidarse cuando está a punto de cumplir 26 años? ¿Por qué Alianza Lima tiene una delantera repleta de añejos treintañeros —Hernán Barcos, Wilmer Aguirre, Jefferson Farfán—, a la que podría añadirse pronto Paolo Guerrero, un veterano de kilates, pero veterano al fin?

La bolsa no es un invento peruano. Hamada recuerda que el ejemplo lo tomaron de Ecuador. El periodista Víctor Zaferson dice que en México la usaron luego de que su selección ganara el Mundial Sub 17, en el 2005. ¿Cuál es la razón para que ya no se use? La respuesta no admite misterios: los países han repotenciado sus divisiones menores. Las reservas juegan su propio campeonato y las categorías formativas tienen competiciones fuertes. Los clubes son conscientes de que su principal activo son los jugadores de sus canteras. Una buena formación asegura capacidad de venta futura a muy buen precio.

Hincapié es hechura de Independiente del Valle, refundado en el 2006 sobre los cimientos del Independiente José Terán, un club ‘ascensorista’ de la segunda división de Ecuador. El cambio fue diametral. El mando pasó a un grupo de empresarios encabezado por Michel Deller, magnate inmobiliario y dueño de centros comerciales. Una fuerte inyección de dinero sirvió para empujar un proyecto de carácter integral que trascendió el plano deportivo.

El nombre real del cuadro de Sangolquí es Club de Alto Rendimiento Especializado Independiente del Valle porque además de tener una sede con canchas, gimnasio, soporte físico, nutricional y médico, cuenta con un colegio donde mantiene internos a sus futbolistas. Así no solo se potencia el talento futbolístico, sino que trabaja en la formación personal (minimizando los Deza, Machitos o Gómez que tanto conocemos por estos lares). Los frutos saltan a la vista: en el 2019 ganaron la Copa Sudamericana, fueron subcampeones de la Libertadores en el 2016 y este fin de semana jugarán su tercera final consecutiva de la Libertadores Sub 20, torneo que ya se llevaron hace dos años.

Independiente del Valle, además, tiene un equipo en segunda división que sirve para darle rodaje a sus juveniles. Allí juegan los chicos que en la primera fase del Sub 20 apabullaron 7-1 a Sporting Cristal. El equipo de Jorge Cazulo llegó al torneo solo con un campeonato Sub 18 encima, tras dos años sin actividad por la pandemia.

En contra de lo que pueda imaginarse, el principal problema no es la falta de talento. Carolina Salvatore, periodista de Gol Perú, menciona a Miguel Cornejo (Alianza Lima), Arón Sánchez (Cantolao), Jimmy Pérez (Huancayo) y Paolo Reyna (Melgar) entre las figuras con mayor proyección de la Liga 1. Aunque cree que los jugadores deben debutar de “manera natural”, es decir, cuando un técnico lo disponga, considera que “por el contexto del fútbol peruano”, la bolsa es una de las formas que se encontró para que los clubes tengan la obligación de hacer emerger talentos.

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“Los scoutings europeos no entienden cómo un jugador como Piero Quispe tiene solo trece partidos en Primera. Me dicen: ‘En Perú hay jugadores con talento, tienen condiciones, pero les faltan partidos, veinte o treinta al año’”, señala, por su parte, Záferson.

EL PROBLEMA DE LAS DIVISIONES MENORES

Muy pocos clubes peruanos trabajan con real interés en sus divisiones menores. Apenas lo hacen Alianza, Cristal, la ‘U’, San Martín y alguno más. El resto opta por lo más fácil: nutrirse de los jugadores que puedan prestarles estos equipos al inicio de cada temporada.

Hamada cree que el origen está en el desconocimiento. “[Los dirigentes] no entienden que el núcleo de un equipo está en el talento (…). Deberían estar ansiosos por poner a jugadores de 20 o 21 años para venderlos, pero es al revés. Prefieren traer a jugadores de 30 o 35 años, que hacen un gol por temporada y ganan treinta mil dólares”, dice.

La preparación implica un costo al que la dirigencia no le da su real dimensión. Eso que es considerado un gasto en el presente puede ser fácilmente compensado con los ingresos de una venta en el futuro. “No hay paciencia, visión ni conocimiento”, agrega.

La ausencia de un buen trabajo formativo trae como consecuencia que la maduración del jugador sea tardía. Según Záferson, los analistas europeos con los que ha podido conversar creen que solo después de acumular entre 100 y 120 partidos es posible analizar si un futbolista peruano puede ser exportable. “Hay excepciones como Pedro Aquino, a quien lo ayudó mucho la convocatoria a la selección”, explica.

Como con tantos otros problemas que tiene el país, el diagnóstico existe. Los clubes que tanto reniegan de la bolsa tienen en sus pies la solución. Mientras no se decidan, seguirá siendo un mal necesario.

P.D. El único ‘Jotita’ que alcanzó la selección mayor con éxito fue Pedro Gallese.  ~

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  1. Excelente artículo. Lamentablemente en nuestro medio no existen verdaderas instituciones istituciones, más parecen clubes de barrio para jugar pichangas.

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