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Cerrado para antivacunas

El número uno del circuito de tenis masculino se ha vuelto el centro de la noticia deportiva tras haber sido detenido cuando intentaba entrar a Australia para jugar el primer Grand Slam del año. La filósofa y docente Brenda Galagarza Alfaro explica un culebrón que incluye a una estrella del deporte que se niega a vacunar, las autoridades de un país que actúan de forma errática y una opinión pública que se debate entre el bien colectivo y la libertad individual.

Esta disparatada historia comienza cuando en octubre pasado el número uno del ranking mundial del tenis profesional masculino, Novak Djokovic, se niega a decir si está vacunado y que no sabe si jugará el Abierto de Australia —un torneo en el que puede alcanzar la gloria al superar a Roger Federer y Rafael Nadal en número de Grand Slams ganados—. Con un contexto en el que prácticamente en todos los países del mundo los ciudadanos están recibiendo las dosis que los protejan del Covid-19, el Gobierno Federal de Australia señala que no dejará entrar a nadie a su país a menos que esté vacunado.

Sin embargo, luego recula el mensaje al afirmar que se podrá ingresar sin contar con dosis siempre y cuando se pase por un severísimo proceso de revisión llamado “exención médica” cuyas causales para solicitarla son, por lo menos, complejas de cumplir. A pesar de los cambios, la suerte parece echada para Nole. Las declaraciones de Craig Tiley, el director del Abierto de Australia, parecen lapidarias. El directivo indica que quien quiera jugar deberá seguir las reglas del Gobierno del país oceánico.  

El siguiente episodio se da a inicios de esta semana. Nole, a través de sus redes sociales, desea unas felices fiestas y anuncia que ha recibido un “permiso de exención” para jugar el Abierto. El mundo deportivo —y el que no también— explotan de furia contra Djokovic y el Gobierno Australiano. Pero también hay algunos que se desnudan y califican a Nole de “héroe antisistema, el líder de la brigada contra el dominio mundial de los chips y los experimentos de la nanotecnología por dominar al mundo y castrar nuestra libertad individual”. Un nervioso Tiley se defiende tirándole la pelota a Nole al exigirle que revele el porqué del otorgamiento de la exención. El Gobierno Federal Australiano también reacciona. Scott Morrison, primer ministro de Australia, asegura que si quiere entrar al país Djokovic deberá demostrar con pruebas que tiene una exención médica para la vacuna contra el COVID-19.

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El serbio llega a Australia el 5 de enero es retenido y aislado por la policía. ¿La exención no es válida? Trasciende que no tiene pruebas que avalen el documento. Y aunque suene a broma, se informa que la visa que le concedieron al tenista para entrar a Australia no es la correcta. Jaala Pulford, ministra de Deportes del Gobierno del Estado de Victoria, —el mismo que le dio la exención a Nole—­ confirma que no están dispuestos a concederle una visa al tenista que le permita participa en el Abierto. “El gobierno federal ha preguntado si apoyaremos la solicitud de visa de Novak Djokovic para ingresar a Australia. No proporcionaremos a Novak Djokovic asistencia individual para la solicitud de visa para participar en el Grand Slam del Abierto de Australia de 2022. Siempre hemos sido claros en dos puntos: las aprobaciones de visas son un asunto del Gobierno Federal y las exenciones médicas son un asunto de los médicos”. Finalmente, a Nole se le cancela el visado. Actualmente, se encuentra recluido en un hotel de refugiados en Melbourne a la espera de la apelación de su caso que tendrá lugar el lunes 10 de enero.

UNA CADENA DE HECHOS VERGONZOSOS

Resulta que le dijeron que sí para luego decirle que no. Cierto es que Djokovic pudo haberse vacunado y ahorrarse toda esta novela, pero eligió un camino diferente. Y en ese camino, ya por cálculo ya por azar, hemos salido perdiendo todos gracias no solo a una decisión bastante cuestionable del tenista serbio sino también al proceder vergonzoso del Gobierno Australiano, en sus instancias federal y estatal. Decía Asimov que la violencia es el único recurso del incompetente y aquí la máxima se cumple con pulcritud: mientras Djokovic atravesaba el Océano Índico para llegar a Australia, las autoridades australianas veían cómo la opinión pública les increpaba la famosa “exención” o permiso brindado al número uno del mundo para jugar el abierto australiano. Acorralados han tomado el camino del incompetente: declararle la guerra a alguien a quien ya habían otorgado el permiso.

Quizá lo más rescatable de este papelón protagonizado por el Departamento de Salud del Estado de Victoria, el Gobierno Federal de Australia y la organización del Abierto Australiano es el debate acerca de los límites de la libertad individual y, sobre todo, de cómo la gestionan los gobiernos para lograr el bien común de sus ciudadanos en salvaguarda de las actividades sociales y económicas de sus países. Porque ahí está el detalle: la polémica se produce no porque se trate del tenis, ni porque se trate de un jugador cualquiera en el circuito. Se trata más bien del encuentro de intereses individuales o personales frente a intereses del conjunto que no logran ponerse de acuerdo.

Es importante reconocer que el escenario es un torneo millonario que redujo su taquilla durante el 2021 y que necesita redoblar esfuerzos para generar más ganancias. El protagonista, un tenista que —además de ser el número uno actual— es un antivacuna declarado que evidentemente quiere jugar su deporte. Y en el medio, un gobierno que dijo que no entraría nadie que no esté vacunado para luego desdecirse abriendo el camino para casos excepcionales; una exención lograda por el serbio que no ha sido explicada a la comunidad deportiva y extra deportiva; deportistas que no lograron la exención que sí logró Nole pese a estar vacunados; ciudadanos australianos que han soportado por casi dos años restricciones severas en su capacidad de tránsito; una administración estatal que se pelea abiertamente con su gobierno federal; autoridades gubernamentales enfrentadas a los médicos de su país; y el resto del ranking masculino y femenino que ahora mira con recelo la corona gigante que parece dibujarse en la cabeza del hombre del momento: Novak Djokovic.

EL ANTIVACUNAS MÁS FAMOSO DEL TENIS

Hace un par de meses el jefe del Gobierno Federal de Australia, Daniel Andrews, mencionaba que solo los vacunados contra el COVID-19 podrían entrar al país. Hay que recordar que las cuarentenas y medidas de seguridad fronteriza en Australia han sido de las más severas del mundo. Así que consultado por los posibles problemas que enfrentaría Djokovic —­el antivacunas más famoso del tenis—,­ Andrews aseguró sin empacho alguno que “al virus no le importa cuál sea tu clasificación o cuantos grandes hayas ganado. Es completamente irrelevante. Tienes que vacunarte para mantenerte tanto a ti como a la comunidad libre de riesgos (…). No creo que un tenista que no se haya vacunado vaya a obtener un visado para entrar al país, y si lo obtuviera, probablemente tendría que completar una cuarentena de dos semanas”.

La postura de Djokovic la conocemos de sobra. Desde abril del 2020 ha sido bastante elocuente y sincero al asumirla públicamente. “Mi posición personal es contraria a las vacunas y no quisiera que me obligaran a ello para poder viajar por el mundo y competir. Pero si nos obligan a ello me veré en una posición delicada y deberé tomar una decisión. Tengo un criterio muy formado al respecto sobre este asunto y no voy a cambiarlo a corto plazo”, afirmó públicamente.

Imaginarán que la prensa deportiva le ha repetido la pregunta sobre su estado de vacunacióndurante casi dos años, sobre todo tras el incidente de contagios en el torneo benéfico de Zadar en Croacia celebrado en junio de 2020. El Adria Tour, organizado por el número uno del ranking ATP, no implementó medida de seguridad alguna. No se solicitó el uso de mascarillas ni de distanciamiento social. Las consecuencias no tardaron en aparecer. Los tenistas Grigor Dimitrov, Borna Coric y Viktor Troicki fueron los primeros en dar positivo. Luego se sumaron los contagios de la esposa de Troicki y de los entrenadores de Djokovic, Marko Paniki, y el de Dimitrov, Kristijan Groh. Nole y su esposa también contrajeron el virus. El presidente de la ATP, Andrea Gaudenzi, criticó duramente el torneo. Las disculpas de Djokovic apelaban a las buenas intenciones, pero ya reza el refrán que de buenas intenciones está empedrado el camino al infierno. Recuérdese que para junio de 2020 ningún gobierno del mundo había empezado la vacunación de su población.

SIN CAUSAL DE EXENCIÓN

Hace apenas tres semanas, Djokovic practicaba en Marbella con las bolas que se usan en el Open de Australia. A todas luces, tenía la intención de jugarlo. Finalmente, este abierto representa la posibilidad numérica de superar tanto a Federer como a Nadal que, convengamos, no es poca cosa. Por su parte, a fines de octubre el Gobierno Australiano, tras dieciocho meses de mantener cerradas las fronteras internacionales, habilitó la entrada de residentes y ciudadanos australianos y sus familiares directos. ¿La ruta? Una exención médica que se tramita frente a un comité de médicos que revisa los casos de manera anónima.

Según ha mencionado el director del abierto, se debe demostrar que se cumple alguna de las siguientes causales: anafilaxia a todas las vacunas aprobadas por el Gobierno Australiano (es decir, reacción alérgica a ellas), acontecimiento adverso grave relacionado a la primera dosis de la vacuna, condición médica aguda, enfermedad cardiaca inflamatoria producida solo en los últimos meses o haber contraído COVID-19 en los últimos seis meses. Este camino se habilitó también para los tenistas que jugarían la gira australiana que incluye, además del Abierto de Australia, la Tennis Cup.

A partir de aquí el ambiente empieza a enturbiarse. Son tantas las confusiones originadas por la incompetencia del Gobierno Federal de Australia, las torpezas del director del Abierto de ese país, tan poco convincentes las explicaciones y el actuar del Departamento de Salud del Estado de Victoria, que solo nos queda el terreno de la especulación.

Vistas las causales de la exención, tendríamos que convenir en que el serbio, a opinión de los dos comités que inspeccionaron su caso y que le otorgaron el permiso, debía cumplir con alguna de ellas. Sin embargo, Nole ha jugado la suficiente cantidad de torneos en los últimos seis meses como para descartar la posibilidad de haber contraído nuevamente el virus. Asimismo, sabemos que por su condición de celíaco, tiene ciertas alergias. No obstante, según lo que se conoce de la composición de las diversas vacunas aprobadas por el Gobierno de Australia, ninguna de ellas estaría hecha con algún químico que produzca alergia celíaca. En todo caso, si este fuese el caso, no lo ha dicho ni el Departamento de Salud del Estado de Victoria, ni nadie en la comunidad científica. Descartamos también la condición médica aguda, pues, es bastante evidente que un deportista de su talla no podría tener una enfermedad de ese tipo sin que lo supiéramos todos. ¿Por qué? Porque debe pasar por exámenes de antidopaje que detectan las sustancias químicas ajenas a los organismos y esas listas siempre trascienden.

¿Se ha vacunado Novak Djokovic? Visto lo visto, todo indica que no lo está. Es cierto que no hay pruebas explícitas pero sí huellas. Estas trascienden en los medios gracias a una declaración de un periodista ubicado en el Aeropuerto Internacional Tullamarine, donde Djokovic estuvo retenido al pisar suelo australiano. Según el periodista, Nole ha apelado a la causal de contagio en los últimos seis meses. Como dijimos, sería muy raro pues el serbio ha jugado prácticamente todo lo que le correspondía jugar y, cuando se ha bajado de algún torneo, ha tenido un registro público que hace muy complejo encubrir un contagio. Así que, si estuviera vacunado habría podido salir del tamaño problema en el que se encuentra, que no es poca cosa. Finalmente, cuántas veces en nuestra vida vemos a un deportista de primer nivel siendo objeto de un proceso de deportación, custodiado por policías y mantenido sin comunicación alguna.  ¿Quién aceptaría pasar por ese proceso pudiendo admitir que está vacunado?

De ser cierta esta conjetura, debemos descartar también una mala reacción a la primera dosis. La pregunta del millón es finalmente por qué el Estado de Victoria le dio la exención —según ellos, bajo rigurosos procedimientos—. El primer ministro australiano declaró el miércoles que “la visa del señor Djokovic ha sido cancelada. Las reglas [frente al Covid-19] son [las] reglas, especialmente cuando se trata de nuestras fronteras. Nadie está por encima de estas”. ¿No parece extraño? Una fuente anónima del Gobierno Federal ha mencionado a la prensa australiana que, frente a la reacción de la opinión pública, el Gobierno Federal ha considerado que lo mejor era dar un paso atrás con Djokovic. Si esto no es incompetencia, ya qué lo sería.

BIEN COMÚN VS LIBERTAD INDIVIDUAL

Lo cierto es que nadie sabe bien qué hacer con las libertades personales. Tenemos los casos de deportistas terraplanistas como el basquetbolista Kyrie Irving que se niegan a vacunar o atletas retirados conspiranoicos como Marat Safin que ha declarado sin sonrojarse que el COVID-19 es un experimento obra de Bill Gates. Corrientes de opinión que reclaman un espacio para ejercer una libertad cuyo ejercicio pone en probado riesgo la vida de la comunidad.

¿Qué hacen los gobiernos frente a esto? El presidente de Francia ha dicho esta semana que se va a dedicar a joder a los no vacunados. Así lo dijo, con esas palabras. La desesperación es enorme y no le falta razón. En un mundo hiperconectado por las redes sociales, figuras como las de Djokovic resultan fundamentales para propiciar una corriente de opinión. Para muestra los seguidores de Nole que se enorgullecen de su conducta antivacuna y que se están manifestando en las afueras del hotel en el que está retenido el tenista.

También surgen preguntas sobre cómo conviven en un mismo mundo la Professional Tennis Player Association (PTPA) —un sindicato de jugadores fundado por Djokovic que busca mejores oportunidades salariales para los jugadores y hacer del tenis un deporte más justo y sostenible para todos los involucrados— con una visión individual que no toma en cuenta que vivimos en un mundo en donde literalmente nuestra respiración puede significar la mutación de un virus. Una postura que no reconoce que se puede estar perjudicando no solo la vida de los tenistas a los que te gustaría ayudar, sino del mundo entero. Quizá la libertad deba acompañarse de algo de responsabilidad.

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Pero también podemos trasladar la discusión hacia la libertad de los países para actuar según sus intereses. La mayoría de australianos, ante la presencia de la variante ómicron, han visto restringidas sus libertades individuales de tránsito. Australia se enorgullece de tener una de las tasas de mortalidad más bajas ocasionadas por el virus y lo ha logrado a punta de medidas muy severas. Pero, ¿este cuidado acaso no es el mismo que se han procurado otros países al proveer de vacunas a sus ciudadanos? El Gobierno Ruso ha vacunado a su población con la Sputnik; sin embargo, los tenistas que declararon tener su esquema de vacunación completo con dicha vacuna —el caso más famoso es el de la rusa Vikhlyantseva— no han obtenido el permiso para ingresar a Australia. La Sputnik no ha sido aprobada por el Gobierno de Australia por temas políticos. No parece que haya habido una preocupación por la libertad de estos tenistas de ejercer su derecho de jugar al deporte al que se dedican, como la hubo en el caso de Djokovic. Las libertades tampoco parecen pesar lo mismo.

El bienestar del colectivo es, finalmente, lo que debería estar detrás de las decisiones de restringir el ingreso, dificultarlo o exigir el esquema de vacunación completo. Sabemos que la demora o ausencia de vacunación en diversos países es caldo de cultivo para la aparición de nuevas variantes. Sabemos también que aquellos que hoy fallecen a causa del COVID-19 son, en su gran mayoría, no vacunados. Y por si quedara alguna duda, la nueva variante causa una crisis en el primer nivel de atención médica pero ya no satura las unidades de cuidados intensivos. Las sociedades han retomado poco a poco sus actividades económicas y la gente está retomando sus vidas, algo impensado en abril de 2020 cuando Djokovic decía que no se vacunaría en caso fuese obligatorio. Lo que debería llamar nuestra atención del caso del serbio es si los gobiernos tienen la autoridad suficiente para imponerse sobre el poder de la industria deportiva y sus deportistas de élite. Pero también a la inversa: si el deporte y los deportistas de élite logran comprender el poder de sus acciones.

Por lo pronto, Roger Federer y Rafael Nadal han mostrado una actitud absolutamente distinta a la de Djokovic. Meses atrás, Federer señaló en una entrevista que está vacunado con Pfizer y que está muy contento por haberlo hecho. Por su parte, Nadal, al ser consultado sobre el caso de su par serbio, afirmó hoy que “cada uno es libre de tomar sus decisiones, pero tienen sus consecuencias. No me gusta esta situación, y lo siento por él de alguna manera, pero conocía las condiciones desde hace meses”.

El martes pasado, Toni Nadal —tío y ex entrenador de Rafael—  dio las declaraciones más lúcidas que se han escuchado. “Sería bueno que Djokovic diese alguna explicación (…) No tiene la obligación de dar datos referentes a su intimidad, pero a la vez debe ser consciente de que es un referente mundial en un momento de grave crisis sanitaria, en un momento, además, de gran sensibilidad, debido al enorme dolor que está causando el virus (…). Quiero pensar que Novak no es ajeno a todo esto y que despejará las dudas en señal de humana sensibilidad y comprensión”. Tras el maltrato de las autoridades australianas, no sé si sea el mejor momento para que declare en torno al tema, pero indudablemente lo tendrá que hacer en algún momento.

No afirmo que el serbio haya pedido un trato de rey, creo más bien que ni necesita pedirlo. Muchos tenistas que participarán del Abierto australiano y otros que no, hablan de favoritismo en este caso. El retroceso de las autoridades que ha resultado en un maltrato innecesario al tenista nos debe hacer pensar que algo no estaba bien en el permiso de “exención”, algo que es normativo, pero que también es ético. Y habría que tener una cosa en claro: esto que ha ocurrido con Djokovic en Australia es tan solo el primer game de un largo partido a cinco sets. Quedan tres Grand Slam en el año y tantos torneos por disputarse. Esperemos que las autoridades no escojan el camino de la guerra. ~

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