Este fin de semana concluyó una edición de Wimbledon que será más recordada por el contexto político que por los resultados deportivos. El escritor e historiador Fabrizio Tealdo Zazzali señala que a pesar de los triunfos inapelables de Novak Djokovic y Elena Rybákina, el veto a los jugadores rusos —que provocó que el torneo no otorgara puntos en los ranking de la ATP y de la WTA— fue la noticia más saltante.
El highlight del torneo llegó semanas antes de la primera ronda: la organización de Wimbledon —alineada con el Gobierno Británico, en guerra con Rusia— vetó a los tenistas rusos y bielorrusos. Así, al número 1 de la ATP, Daniil Medvedev, se le prohibió pisar Londres, además de a Andrey Rublev (8º) y Daria Kasatkina (13º WTA), entre otros. La paradoja es que la campeona de esta edición en el All England Club, Elena Rybákina (23º WTA), nació en Rusia, pero pudo jugar porque en el 2018 adoptó nacionalidad de Kazajistán. Como si el tenis sacara lustre al absurdo de valerse del deporte como brazo político.
La ATP y la WTA respondieron: por discriminar a deportistas profesionales sin decisión ni culpa por la invasión a Ucrania, esta edición de Wimbledon no dio puntos en el ranking. Los tenistas jugaron por los premios y el prestigio, premios que, para compensar la sanción, establecieron un récord en el torneo. La WTA ha entablado una denuncia y exige reparaciones económicas para las tenistas. Y todo este embrollo en medio de la celebración por los cien años de la cancha central del All England, con memorable ceremonia de por medio, donde Roger Federer y Martina Navratilova, entre otros campeones, dijeron presente.
PUNTOS EN CONTRA
Otra consecuencia es que los rankings tardarán en ajustarse a la realidad. Basta decir que el campeón defensor, Novak Djokovic, ha perdido dos mil puntos y bajó del puesto tres al siete. Esa es la otra noticia, que Nole es cuatro veces consecutivas campeón de Wimbledon. Si quiere profundizar más en ‘Djoker’, espere hasta el final de la nota. ¿Qué más decir de estos tres monstruos, que suman 63 Grand Slams en los últimos diecinueve años, es decir, 63 de 74 posibles? Y eso que consideramos como inicio de la racha el año 2003, cuando Federer gana su primer torneo grande. Si la cuenta arrancara más cerca, el porcentaje sería aún más abusivo.
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La adaptación de la arcilla al césped fue drástica esta temporada, no solo para los tenistas, también para los televidentes latinoamericanos. El contraste entre el despliegue de ESPN en Roland Garros fue notorio. En París, la cadena de Disney lucía su set en vivo, no paraba de transmitir desde la tribuna y hasta dentro de la cancha, donde se turnaba más de una decena de enviados especiales y extenistas como David Ferrer (un caballero, un campeón), el peruano Lucho Horna, entre otras perlas. En Wimbledon hubo solo un enviado especial, Juan Sebastián Christensen, y los comentaristas no estaban en cancha. Lo veían como nosotros, por la Tele. Eso sí, Star+ permitió elegir entre cualquiera de las canchas vía streaming, como ya es usual en los Grand Slams.
Marcela Grosch, periodista peruana y productora de ESPN, precisa que la decisión de la cadena responde a que la audiencia latina se vuelca hacia Roland Garros y US Open. Eso explica la poca inversión de ESPN en Wimbledon y el Australian Open, el primer Grand Slam del año, que en este lado del mundo solo siguen los fanático-enfermos del tenis.
Para colmo de males, el Covid se metió al torneo. El principal favorito de los no históricos, el italiano Mateo Berrettini (11º ATP), dio positivo antes de debutar. Previo a Wimbledon venía de ganar dos títulos en césped, Stuttgart y Queens. La misma mala suerte corrió Marin Cilic (17º ATP), que acababa de llegar a las semis de Roland Garros, el mejor resultado en el Slam parisino en su larga carrera (debutó en 2005). Siendo el césped una superficie donde se desenvuelve mucho mejor que la arcilla, la baja del campeón del US Open 2014, y finalista en Wimbledon 2017 y Australia 2018, fue una mancha más para el torneo.
Y las malas siguen: el polaco Hubert Hurkacz (10º ATP), campeón del ATP 500 de Halle 2022, se fue en primera ronda, junto a otro llamado a ser protagonista, el canadiense Félix Auger-Aliassime (9º ATP). Y como sabemos, el dos del ranking ATP, Alexander Zverev, sigue recuperándose de la rotura de ligamentos de su tobillo derecho.
Todas estas bajas hacían celebrar a los hinchas de Rafa, que veían cómo se le iba abriendo el cuadro, porque los sembrados Hurkacz, Berretini, Cilic y otros estaban por su lado, no por el de Djokovic. Pero a quien terminó abriéndole el cuadro fue al australiano Nick Kyrgios, tras vencer al insoportable Stéfanos Tsitsipas (4º ATO). El joven griego aún no se decide si ser youtuber gurú o enfocarse en su carrera tenística. En lugar de dedicar tiempo a sus mensajes motivacionales y espirituales, debería corregir su revés y sacar del box a su papá, Apostolos, y al resto de su familia, y reemplazarlos por un entrenador de verdad. Al menos el Kyrgios-Tsitsipas fue uno de los partidos destacados y el que más chispas sacó en el torneo, de lejos.
¿NUEVAS RIVALES PARA SWIATEK?
En la primera ronda llegó otra baja de peso: Serena Williams (evito poner su ranking actual por respeto) cayó en su debut después de un año sin pisar cancha. Fue un regreso dubitativo, llenó de errores y nervios. Si las lesiones lo permiten para US Open Serena debería avanzar unas cuantas rondas
Sin la mejor (o segunda mejor) de la historia en competencia, quedaba ver cómo la polaca Iga Swiatek, la indiscutible número 1 de la WTA, se adaptaba a la superficie que menos domina. Cuando perdió en tercera ronda con Alizé Cornet (32 años, 37º WTA), los reflectores alumbraron a la tunecina Ons Jabeur (2º WTA).
Con 27 años, Jabeur está en su mejor momento. Se convirtió en la primera mujer africana en disputar una final de singles de Grand Slam y en la primera en conseguirlo en Wimbledon en la era abierta. De origen árabe, es una abanderada de la liberalización musulmana (eventos como el Mundial de fútbol y las carreras de la Fórmula 1 son ejemplos deportivos que amplían el fenómeno de acercamiento de Medio oriente liberal y moderado a Occidente). Con un juego elegante, lleno de tiros inesperados pero carente de potencia, fue avanzando entre aplausos, llantos y sorpresas hasta derrotar en la semifinal a Tatjana Maria (103º WTA).
Jabeur juega con una sonrisa, al punto que ha sido apodada la ‘Ministra de la Felicidad’. Al terminar uno de los mejores partidos de la rama femenina, cuando las tribunas la celebraban por el pase a la final, pidió que los aplausos también se dirigieran a la derrotada, Maria. Con 34 años, la alemana madre de dos hijos, llegó a la primera semifinal de un Slam en su carrera, convirtiéndose en otra de las historias personales que alegraron este inusual Wimbledon. Momento estrella del torneo donde la emotividad sacó cara por la calidad del juego.
La final, como ya dijimos, se la llevó la kazaja Rybákina (23 años). Esperemos que esta joven tenista sí mantenga constancia, algo inusual en el circuito femenino. De hecho, hasta su derrota con Cornet, Swiatek llevaba 37 partidos invicta (136 días). Hasta Wimbledon venía jugando el 2022 sola, aplastando a sus rivales, con dos Slams bajo el brazo. Veremos si en los torneos que se vienen en cancha dura y en especial en el US Open, la competencia en la WTA se empareja, porque Swiatek apunta a ganar todos los Slams y marcar un era en el circuito.
UN ‘NOLE’ GIGANTE
La última vez que Djokovic perdió en la cancha central de Wimbledon fue en la final del 2013, cuando Murray lo aplastó 3-0 (6-4, 7-5 y 6-4), rompiendo el maleficio del tenis británico, que no levantaba el torneo de singles desde 1936; una espera de 77 años, de las más largas del deporte. Bueno, desde entonces, ‘Nole’ no cae en esa cancha. En el 2016 y 2017 perdió en la Cancha 1, y en el resto de torneos fue campeón, incluidas finales contra Federer.
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La del 2019 es una de las más recordadas, porque Roger tuvo el partido, match points incluidos, y a pesar de ser superado en todas las estadísticas, ‘Nole’ supo venir de atrás y golpear en los momentos clave: los tres tie breaks.
Merecido séptimo Wimbledon para el serbio y Grand Slam número 21. Nadal justificó su retiro de las semifinales señalando que con el desgarro abdominal de 7 mm, no podía ganar dos partidos seguidos. El mensaje fue claro: no pensaba en su rival inmediato, Nick Kyrgios, sino en el de la final. A Kyrgios podía ganarle, como hizo en cuartos de final con el inglés Cameron Norrie (11º ATP), a pesar de lesionarse en el segundo set y tener que correr hasta el tie break del quinto. Y sí, con Kyrgios podía sacar el partido hasta lesionado, con estrategia, experiencia, temple y esperando que al australiano no le entre el primer saque. Pero si llegaba a la final, iba a ser un paseo de ‘Nole’ y un martirio para Rafa.
Para terminar, imperdible el discurso del campeón. Hilarante. Un inmenso ‘Djoker’. Ese es su perfil. Debería mantenerlo para dejar claro que es un ídolo distinto, no un caballero como Nadal y Federer, quienes representan los valores tradicionales del tenis. Como Kyrgios, ‘Nole’ también es un chico malo, y debería asumir ese lado de su personalidad, que por cierto, muestra con frecuencia en la cancha, llevando el reglamento al límite y a veces abusando de él, con maña. McEnroe, Connors y otros ‘Bad Boys’ del tenis son idolatrados precisamente por ser consecuentes con su carácter díscolo, como el mostrado por Djokovic al impulsar una asociación paralela a la ATP, enfrentándose al circuito alineado con Federer y Nadal.
Gracioso y soberbio, atento pero también picón, es uno de los jugadores más completos de la historia, si no el más. Como Federer y Nadal no será nunca, no lo van a querer tanto. Que se termine de quitar la careta. Eso lo haría más grande. ~