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Recordando al ‘Veco’

Este mes se cumplieron doce años de la partida de Emilio Lafferranderie, ‘El Veco’, uno de los periodistas deportivos más queridos y recordados en nuestro país . Nuestro columnista Pedro Ortiz Bisso rememora la huella que dejó el uruguayo en la prensa nacional. Oído a la música y que empiece el show.

“¿Vio “Moulin Rouge”? ¿Qué es eso? ¿”La dama de las Camelias”?”. En el pretexto cinematográfico para quebrar el hielo, había una búsqueda de complicidad que, sin dejar de ser áspera, no se sentía hiriente. Encerraba también una lección. Era el viejo maestro examinando a su joven interlocutor, indagando si su interés por la vida traspasaba las fronteras peloteras.

Así recuerdo a ‘El Veco’, a don Emilio, al uruguayo que se convirtió en referente de una generación que quedó huérfana tras la partida de ‘Pocho’ Rospigliosi. Llamaba a la redacción de Deporte Total todas las tardes, un poco después de la una, inquiriendo por los despachos de las agencias internacionales o alguna noticia local que se le hubiera escapado. Cuando pasé a otro puesto en la redacción de “El Comercio”, fue Carlos Salas quien le atendía el teléfono. Al ahora subdirector del decano también le hablaba de cine, pero la conversación solía ir a más.

“Para mí era un acontecimiento cuando sonaba el anexo y descubría su número. Yo soy del 77 y mis primeros partidos de fútbol en televisión los comentaba él. Llamaba para valorar o confirmar información que luego sería su comentario en la radio. Luego de eso la charla podía extenderse. Hablábamos de sus tiempos en “El Grafico”, del campeonato, del diario, incluso de la construcción de los textos. Siempre recomendaba redactar con una fórmula que busque “un dato en una línea, una idea de una frase’”, rememora.

UNA PLUMA IRRESISTIBLE

Hace pocos días, exactamente el 6 de febrero, se cumplieron doce años desde que nos dejó y aunque suene a cliché, su ausencia se extraña todos los días en la televisión, la radio y, sobre todo, en los diarios y sitios web. Porque ‘El Veco’, a pesar de sus muletillas inmunes al tiempo (“Oído a la música”), era dueño de una pluma irresistible, generosa en imágenes y colores. Podía ser agudo sin necesidad de estridencias o entrañable sin suplicar por la lágrima fácil. Era un boleto en primera clase para conocer a Carlos Monzón antes de Benvenuti y Susana Giménez o el dolor de Bordeu tras sobrevivir a un terrible choque en su Fórmula 1.

TAMBIÉN LEE: Los hijos de Artacho, ‘Pocho’ y Tito, una columna de Pedro Ortiz Bisso.

“Si una nota no puede despertar una risa o una lágrima, no sirve”, decía. Ahí están para atestiguarlo su encuentro con Jack Dempsey en Broadway (“La estatua que habla”), hechura de nostalgia, respeto y admiración sin exceso de mieles (“Es Dempsey, un hombre, quizá un cuadro que tiene vida, quizá una estatua que hace el milagro de decir”). De la noche en que casi se mata con la delegación de Racing, durante un vuelo en 1967, brotó “Un viaje terrible”, un testimonio que rezuma angustia en cada palabra (“Porque quiero ser más auténtico que nunca. Quiero ser más espontáneo que nunca. Que comprenda mi boca reseca, mi pecho sin nada, vacío, mis manos entrecruzadas, mi cabeza clavada en el respaldo del asiento de adelante, entregado ya, en la misma actitud que adoptaban los antiguos para aguardar el hachazo del verdugo”). Por eso su arribo al Perú fue un acontecimiento. Eran mil páginas del “El Gráfico” en carne y hueso.

Aunque llegó al Perú en agosto de 1982, había empezado a acercarse un año atrás sin quererlo. En la semana previa al encuentro que enfrentaría a Uruguay con la selección de Tim, se atrevió a escribir en “El Día”, donde era jefe de deportes, que la blanquirroja tenía sus “tres mosqueteros” (Jerónimo Barbadillo, César Cueto y Julio César Uribe). Digo se atrevió porque sus compatriotas daban por hecha la clasificación al Mundial de España del equipo que dirigía Roque Gastón Máspoli. El partido en Montevideo sería un trámite, pensaban. Y no fue un trámite, sino un valsecito criollo que dejó al Centenario enmudecido. “Al día siguiente del 2-1 con que ganó Perú, me contó que entró a la redacción y todo se hizo silencio, algunos voltearon la mirada”, recuerda el periodista Mario Fernández, uno de sus amigos más cercanos.

‘EL VECO’ EN EL PERÚ

La crisis económica que sufría Uruguay hizo el resto. ‘Pocho’ lo trajo para  “Gigante Deportivo” y “Ovación”. Su primer contacto con nuestro Descentralizado fue horas después de su llegada, en un clásico jugado en el Nacional, recordado más que por el resultado (1-0 a favor de Alianza) por la bronca que desató un gol anulado al crema Raúl García. ‘El Veco’ escribió: “Uno sabe que en todos los clásicos el fútbol es lo de menos, y así lo marcan los cánones aunque la ilusión lleve al hincha a pretender hallar el espectáculo. De acuerdo, todo aceptado, pero creo que esa exhibición de cross, uppercut, swing y patadas de karate marca un récord”.

TAMBIÉN LEE: El enemigo público número 1, una columna de Pedro Ortiz Bisso.

Sus últimos años los entregó al “Show del Veco”, clásico de las noches en RPP, que traía un segmento poco feliz a pesar de su premisa principal: “La hora del recreo”, una recopilación de chistes seleccionados que el uruguayo leía sin poder aguantar la risotada y solo conseguía arrancar silencios incómodos.

‘El Veco’ llegó al Perú para reforzar al “Gigante Deportivo” y a “Ovación” de ‘Pocho’ Rospigliosi. ARKIVPERU.

El periodista Martín Fernández, quien lo acompañó en “El show”, recuerda que tuvo la oportunidad de expresarle el privilegio que representó trabajar a su lado. “No llegamos a tener una gran amistad. Mi trato siempre fue de respeto porque, como se lo hice saber, lo reconocía como una figura legendaria del periodismo latinoamericano”, indica.

¿Qué sería de ‘El Veco’ en la escena del periodismo deportivo actual donde se aplaude el griterío y el adjetivo más grotesco, la frontalidad se mide en decibeles y el uso desmesurado de la estadística ha enterrado las ideas? Más que un youtuber, lo imagino desparramando historias en un podcast de nicho o escribiendo columnas que se atesorarían como joyas.

Antes de irse, dejó estas palabras que lo pintan como fue y será: “Es definitivo, yo ya no me voy de Perú, incluso ya tengo reservada cama en el Parque del Recuerdo de Lurín, donde está enterrada mi señora. Ahí está Lolo Fernández, está Toto Terry, Juan Joya, así que de noche vamos a conversar largo y tendido, más tendidos que nunca”. ~

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  1. El Veco representó en mi al maestro no sólo por la cultura que fue amplísima sino por el trato que supo dispensarme, aquí y en todo lugar donde nos vimos y que comenzó en su Montevideo. Se ganó el respeto de todos… Bien Pedro en su crónica que describe muchos pasajes de lo que fue en vida!!!

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