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Una Cenicienta en el Super Bowl

Este domingo se celebra el Super Bowl LVI, la definición por el título del fútbol americano que paraliza a todos los fanáticos de este deporte. Nuestro columnista Jaime Cordero analiza el caso de los ‘underdogs’ —los equipos que parecen condenados a perder, pero que suelen llegar a estas instancias finales. En esta oportunidad, los Cincinatti Bengals son los que cumplen con la narrativa del ‘tapadito’.

Un detalle llamativo de los deportes estadounidenses es su marcada fascinación por los ‘underdog’, eso que en castellano llamaríamos ‘las cenicientas’ o ‘los tapaditos’: aquellos que triunfan cuando —al menos en apariencia— estaban irremediablemente condenados a perder, nadie contaba con ellos o —para ponerse a tono con los nuevos tiempos— pagaban más de 10 a 1 en las apuestas.

No es una característica exclusiva de los deportes gringos, aclaro. El deporte profesional siempre es puesta en escena —generalmente drama, algunas veces épica, otras veces comedia—. Pero en Estados Unidos los ‘underdog’ se fabrican en serie y se rentabilizan al máximo. Son parte fundamental de una narrativa que va más allá del deporte, que construye una identidad nacional y —de paso— refuerza un modelo de negocio. Por eso se les busca activamente y si es necesario se les inventa. Como ejemplo de esto último tenemos a Rocky Balboa, arquetipo por excelencia del perdedor que a punta de trabajo duro y asimilación constante de golpes logra convertirse en ganador. Rocky es el ‘American dream’ hecho película, y materializado en una estatua que es casi lugar de peregrinación en Filadelfia. Pero el deporte es tan generoso en historias épicas que, en realidad, no es necesario inventarse boxeadores de ficción para lograr el objetivo.

LA NARRATIVA DEL ‘UNDERDOG’

Un ejemplo reciente (se estrenó la pasada Navidad) es “American underdog”, filme que cuenta la historia de Kurt Warner, el quarterback ganador del Super Bowl XXXIV con los St. Louis Rams. Warner había jugado fútbol americano en una universidad de bajo perfil, y no fue seleccionado en el draft de la NFL. Acabó trabajando en un supermercado para pagar sus cuentas (ganaba 5,5 dólares por hora) y jugando al Arena Football, una liga menor, donde destacó hasta que la NFL se fijó en él y fichó por los Rams. Luego, como diríamos por acá, “se le presentó la diosa fortuna”: el titular del equipo se lesionó, así que Warner asumió y llevó a los Rams hasta el campeonato con una actuación tan brillante que también fue elegido el jugador más valioso de la temporada y del Super Bowl mismo. Una tremenda historia sin escena poscréditos.

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Como Warner, muchos deportistas estadounidenses encajan en la historia de la cenicienta. Incluso algunos impensados, como Tom Brady, el más ganador en la historia del fútbol americano. A juzgar por lo que cuenta en su reciente serie documental “Man in the arena”, Brady también se ha considerado a sí mismo ‘underdog’ más de una vez. Quizás no le falta razón si se toma en cuenta que fue seleccionado muy abajo en el draft y que —al igual que Warner— tuvo que ponerse al frente de su equipo debido a una lesión del que hasta entonces era el titular indiscutido. Pero luego, conforme iba avanzando su carrera (y acumulaba anillos de campeonato), Brady al parecer encontró más de un motivo para considerarse ‘underdog’. Siempre puede haber una razón: una fuerte lesión, una crisis en el equipo, el surgimiento de rivales fuertes, incluso el paso del tiempo puede funcionar como justificación. El hecho es que, a lo largo de “Man in the arena”, el término ‘underdog’ se menciona más veces de las que uno se esperaría, dado el calibre del protagonista.

¿Se habrá sentido ‘underdog’ Michael Jordan alguna vez? A juzgar por su testimonio en “The last dance”, no es algo que se pueda descartar. Algo de eso se puede inferir a partir del relato de aquella campaña de los Chicago Bulls que terminó en el sexto título de Jordan, Pippen y compañía. Aunque también cabe la posibilidad de que sea un ingrediente agregado a posteriori, para agregarle épica a la trama del documental. Y quizás, puestos a buscar un contraejemplo, podríamos pensar en Muhammad Alí. Ese nunca se sintió menos que nadie, ni siquiera cuando enfrentó a Foreman o cuando, ya en el ocaso, se cruzó con Larry Holmes.

LA CENICIENTA DE CINCINATTI

El Super Bowl LVI, próximo a realizarse en Los Ángeles, será una nueva versión del cuento de la Cenicienta. En este caso, el protagonista impensado será Cincinatti Bengals, un equipo que nadie esperaba que llegara tan lejos y que ahora tendrá la oportunidad de alcanzar la gloria ante Los Angeles Rams, que pintan como claros favoritos.

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Los Bengals nunca han ganado un Super Bowl, y su última aparición en la gran final del fútbol americano se remonta a 1988. Son, en esencia, un equipo perdedor, habitualmente dominado en la División Norte de la Conferencia Americana por los Pittsburgh Steelers, y —más recientemente— por los Baltimore Ravens. Pero este año lograron sacudirse de esas paternidades. Armaron una ofensiva balanceada, con un aceptable juego terrestre (Joe Mixon lleva más de 1.200 yardas en la temporada) y un temible ataque aéreo, basado en la conexión entre el quarterback Joe Burrow y el receptor Ja’Marr Chase, dos jóvenes talentosos que se conocen desde las épocas universitarias.

Son un buen equipo, eso es indudable. Igual, nadie daba mucho por ellos cuando llegaron a la ronda divisional contra los Tennessee Titans, ni mucho menos cuando llegaron a la final de la conferencia frente a los espectaculares Kansas City Chiefs de Patrick Mahomes. A los Bengals les tocó jugar ambos partidos de visita y ganaron ambos in extremis, en cierta medida ayudados sus rivales, que tuvieron inesperados raptos de incompetencia en los peores momentos. Pero es justamente así que se construye la narrativa de un buen ‘underdog’: en los momentos de máxima adversidad se te presenta la virgen. La suerte juega su papel, nunca protagónico, siempre providencial.

UN SUPER BOWL DE PELÍCULA

A los Bengals les falta un partido para completar la historia, y el antagonista no difícilmente podría ser mejor escogido. Cincinnatti es, a fin de cuentas, una ciudad mediana del medio este industrial norteamericano, un mercado relativamente modesto para los estándares millonarios de la NFL. No hay celebridades habituales en las gradas de su estadio. Los Ángeles, en la otra orilla, es una metrópoli enorme y glamorosa, un mercado gigantesco. Y su representante en la final es igualmente opulento.

Este domingo se celebra en el SoFi Stadium de Los Ángeles el Super Bowl LVI que enfrenta a los Rams contra los Bengals. NFL.

Los Rams han invertido muchísimo en armar un cuadro repleto de figuras (Mathew Stafford, Cooper Kupp, Odell Beckham Jr., Aaron Donald, Von Miller…) con la clara consigna de ganarlo todo este año, aun al costo de sacrificar el futuro. Encima, jugarán el Super Bowl en su reducto, el flamante y lujoso SoFi Stadium, que costó cerca de 5.000 millones dólares. No puede hablarse de localía (en términos formales, el Super Bowl siempre se juega en ‘campo neutral’), pero resulta claro que en eso también los Rams llevan la ventaja.

El sentido común dice que los Rams son favoritos. Las estadísticas lo confirman y las líneas de las casas de apuestas actúan en consecuencia. Solo una cosa juega a favor de los Bengals: la narrativa. Si ganan, habrán escrito una nueva versión de una historia que no deja de fascinar a la gente. ~

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