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Nadal, la obsesión de ganar

Hace poco pensaba en el retiro, pero Rafael Nadal volvió para ganarle a las lesiones, a los rivales y a sí mismo. El hombre de los rituales que bordean el TOC en realidad tiene una fijación con ser el mejor. Una radiografía del mayor ganador de Grand Slam y una máquina de romper los pronósticos.

Rafael Nadal camina encima de la letra R de Melbourne en el Rod Laver Arena mientras Rod Laver lo mira desde la tribuna. Nadal pasa por la letra de su nombre como si esto fuera un buen presagio. También puede ser R de revancha o revolución, pero es de Rafa. 

Nadal tiene un ritual de toqueteos antes de su servicio, casi a lo Quico del Chavo del 8, que incluye acomodarse el short, también su polo de cada lado, limpiarse el sudor de la nariz y arreglarse el cabello. También debe verificar que la toalla esté correctamente estirada después de secarse el sudor a un lado del court. Su caminada especial para salir de la cancha, como un doble paso y el acomodarse la ropa interior en televisión nacional. Las botellas de agua y rehidratantes tienen que estar en el mismo lugar, ordenado de manera diagonal, con las etiquetas mirando a la cancha. No un centímetro más a la izquierda ni a la derecha. 

Nadal salta en el sorteo previo al partido y tiene una corrida específica, casi como un toro cuando ve algo rojo, cuando va a la línea de fondo para calentar. No toca las líneas cuando camina si es que el punto no está en juego. En los cambios de cancha suele esperar que el rival pase primero, es el último en pararse para volver a jugar y muerde los trofeos, como si sus dientes fueran capaces de masticar el metal. 

Todos estos rituales de Nadal que casi bordean un TOC (trastorno obsesivo compulsivo) se han visto magnificados con el tiempo. Y se van sumando nuevos como el de la R de Rafa. “No necesariamente los rituales llegan a ser TOC. En lo que sí coinciden ambos es que le dan a la persona una base, una seguridad. El ritual me garantiza que no va a cambiar algo y me da la sensación de tranquilidad, de que todo está en orden. Que yo controlo”, asegura Gerardo Manco, sicólogo del podcast Dos viejos Kioskeros. 

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En realidad el principal ritual del español es ganar. No pisar la R o acomodarse el short ni evitar tocar las líneas. La esencia de su tenis también puede ser un ritual. Un saque potente que sale de un brazo izquierdo que más parece un mazo, un drive infalible y un espíritu indomable que no lo ha podido vencer ni las peores adversidades. Enemigos ha tenido muchos, pero Rafa sigue ahí.

Aunque es normal dudar. Sus rituales puede ser parte de tratar de esconder los errores que uno espera no cometer. “Su nivel de inseguridad ante algo no planificado es alto. Eso evidencia un tema de estrés al ser un deportista de alta competencia, al ser un campeón. A medida que la exigencia aumenta, mis rituales también para asegurarme que tenga éxito en algo”, señala Manco.

Mientras tanto, ‘Rafa’ se vuelve a acomodar el cabello.

VOLVER DE DONDE ALGUNOS NUNCA REGRESAN

Hace unos meses, Roger Federer, el hombre que juega tenis con frac, le texteaba y se reían de que ambos estaban en muletas. Ahora le escribe para felicitarlo por su logro y decirle que él también será su gasolina para volver con 40 años. Federer, la explicación del tenis, también tiene ídolos. Rivales e ídolos.

Antes de llegar a Australia para subirse a lo más alto del podio consiguiendo su Grand Slam 21, Nadal pensó en retirarse. Por su lesión en el pie, pero también por las secuelas del Covid que tuvo a finales del 2021. Estuvo una semana en cama a pesar de las dos dosis. Tumbar al Rafa es como ganarle un set, pero el partido es imposible.

“Mi equipo sabe lo que he pasado estos últimos seis meses. No sabía si volvería a competir a este nivel. Soy un afortunado, vuelvo a sentirme vivo”, decía un par de días antes de lograr lo inesperado. De estar al borde del retiro a la gloria máxima. 

Llegar a la final era prácticamente un milagro. Bajó cuatro kilos en el partido contra Shapovalov, donde luego de ganar los dos primeros sets tuvo estragos físicos. Pero ganó con el oficio de quien tiene un centenar de Grand Slam encima disputados. De haber estado muchas veces al borde de la cornisa. Y salvarse. Y ganar. Hacer un milagro.

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Ha pasado casi dos décadas desde que ese chico con una fuerza fuera de este mundo, el cabello completo y el brazo de Popeye ingresó al tour para cambiarlo todo. Ahora hay menos cabello y lesiones que aparecen como nubes negras, pero al final está Rafa. 

EL BREAK POINT DE NADAL

Tercer set. 3-2 abajo. Tres chances de break point de Medvedev. El villano (favorito de algunos) está a punto de ganar de nuevo. Como hace unos meses ante Novak Djokovic. Tumbar favoritos puede ser un trabajo solo para especialistas. Con el sigilo de un espía de la KGB, Medvedev se infiltró en el ‘Big Three’ que empieza a tambalear por el paso del tiempo, las lesiones y las vacunas en el caso de Djokovic.

El público se convirtió en su gasolina. Un estadio lleno volcado con el español esperando que pase algo épico. Lo físico jugaba, pero también lo mental. Y allí es muy difícil ganarle un partido a Nadal. Se iba haciendo más grande con cada golpe. Descifró los caminos de un court que puede parecer un tablero donde la precisión es una obligación para ganar.

Una batalla que duró 5 horas y 24 minutos antes de que Nadal mostrara los dientes de felicidad. Medvedev le preguntó: “¿te cansas?”, con su típica ironía. Pero sí, estaba cansado. Tuvo que pedir una silla durante la ceremonia de premiación. En el libro Open, biografía de Andre Agassi, recuerda el partido contra Baghdatis donde ambos terminaron tendidos en camillas en el camerino por el esfuerzo físico hecho. Nadal, con 35 años, 10 más que Medvedev, entra en el umbral de lo desconocido.

No solo por lo glorioso sino también por un futuro incierto. Sin saber si las lesiones lo dejarán mantenerse en lo más alto, sin saber si podrá estar en los otros Grand Slam de este año. La única certeza es el dolor. Un dolor con el que convive pero que no le ha ganado el partido todavía, por ahora solo un par de sets. 

La discusión eterna de quién es el GOAT (el mejor de todos los tiempos) en el tenis se va a mantener, aunque la balanza esté inclinada por ese Grand Slam extra que podría verse estirado en el Roland Garros de mayo, torneo donde Nadal ha ganado 13 veces. El español no levantaba dos sets abajo en un torneo importante desde el 2007 y es la segunda vez que gana en Australia, luego de un ya lejano 2009.

Ahora se suma a Djokovic como los únicos jugadores en ganar todos los Grand Slam por lo menos dos veces. Pero Rafa es más simpático. Es políticamente correcto, tiene una academia para buscar al nuevo Nadal, aunque todos sabemos que esos diamantes son únicos. Se ríe en las entrevistas, nunca se sale del guión predeterminado.

Pero cuando entra a la cancha, vuelve a ser ese tenista al que no lo pueden vencer las lesiones, que vive obsesionados con sus rituales y con ganar. Aunque ahora estar en la cancha ya lo considere un premio. Hay pocas explicaciones para regresar a las canchas con una enfermedad degenerativa: síndrome de Müller-Weiss. Es incurable, siempre va a estar ahí. Pero ahí también está Nadal. Aunque su escafoides esté a la mitad. Ahí está Nadal y su obsesión por ganar, por ser el mejor. 

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  1. Soy totalmente ignorante como se fuega el tenis, pero me gusta los deportes y los deportistas que como R Nadal nunca dejan de sorprendernos y que generan articulos como este.

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