Hoy, 31 de marzo, se celebra el Día Internacional de la Visibilidad Transgénero. Si bien en el ámbito deportivo la representación de este colectivo todavía genera discusión, atletas como Laurel Hubbard, Alana Smith o Timothy Leduc han representado a sus países en competencias internacionales. Gabriela Ferrucci, activista y docente universitaria, explora en el tema cuestionando algunos prejuicios para hacer posible acercarnos al tema desde la diversidad y la inclusión.
Cada 31 de marzo, desde el 2009, se celebra el Día Internacional de la Visibilidad Transgénero alrededor del mundo. Podríamos preguntarnos, ciertamente, por qué se ha establecido este día o por qué es importante la visibilidad de las personas trans. Hacer visible la existencia de identidades trans en toda su diversidad es un primer paso para el reconocimiento de sus derechos y la protección contra las diferentes formas de violencia que sufren.
Cada vez más, afortunadamente, en diferentes espacios desde los medios de comunicación y entretenimiento hasta la política, se observa la presencia de personas trans. Pero ¿qué sucede en los deportes, especialmente en las competencias de alto rendimiento con la participación trans? ¿Son espacios en los que se “permite” la participación de personas cuya identidad de género es diferente a la cisnorma, aquella que establece una única relación entre cuerpos e identidad, aquella que impone la idea de que solo existen dos tipos de cuerpos y, por lo tanto, dos únicas identidades (hombre y mujer)?
En las Olimpiadas Tokio 2020, participaron 163 deportistas abiertamente LGTBIAQ+, casi el triple de les que participaron en Río 2016. Entre elles, cuatro son personas trans: la atleta neozelandesa Laurel Hubbard, (halterofilia); le futbolista canadiense no binarie, Quinn, ganadora de la medalla de oro; le skater estadounidense no binarie Alana Smith; y la ciclista reserva de BMX estadounidense, Chelsea Wolfe. Asimismo, en los Juegos Olímpico de Invierno (Beijing 2022), Timothy Leduc, patinadore artístico estadounidense, fue le primere atleta no binarie que pudo participar.
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Esta información parece alentadora; sin embargo, no todo lo que brilla es oro. Desde que empezaron a participar (o intentar participar) atletas abiertamente transgénero en competencias deportivas, las discusiones, los debates y la transfobia están a la orden del día. ¿Qué sucede, en realidad, con las mujeres trans, con las transmasculinidades o las personas de género no binario en el mundo del deporte de alto rendimiento?
EL RECHAZO A LOS CUERPOS DISTINTOS
Muchas personas, incluidos deportistas, dirigentes, entrenadores y aficionados, piensan que las personas trans no deberían participar en las competencias deportivas. ¿Por qué? La respuesta siempre es la ventaja que puede representar una “corporalidad diferente”. Desde el principio, la controversia se centra en las mujeres trans (las personas que, a pesar de haber sido asignadas al género masculino al nacer por sus genitales, se identifican como mujeres) y no en los hombres trans ni en las personas de género no binario asignadas mujeres al nacer. Así, en 2003, la COI estableció que los hombres trans no tendrían ninguna restricción para participar en competencias masculinas. Y es que la polémica se centra en las “supuestas ventajas” de las mujeres trans en relación con las atletas mujeres cisgénero o “mujeres biológicas” (concepto que puede tener una carga transfóbica, pero ese es un tema aparte).
Ahora, detengámonos en la razón de la censura: “cuerpos diferentes”, especialmente después de la nueva normativa del Comité Olímpico Internacional (COI): el nuevo Marco sobre equidad, inclusión y no discriminación sobre la base de la identidad de género y las variaciones de sexo (2021). Según el COI, estas nuevas disposiciones buscan evitar la exclusión de atletas “por suponer que tiene una ventaja debido a su género”. Además, no se recurría a los niveles de testosterona para decidir si una persona trans debería o no competir. Sin embargo, el COI no sería responsable de establecer qué deportista tiene o no una ventaja; cada federación internacional de cada deporte tendrá que evaluar caso por caso. El COI ofrecería solo algunas directrices y, con ellas, un diálogo (¿y una lavada de manos?).
El rechazo a la participación de las personas trans estaría relacionado, principalmente, con la estigmatización, patologización y marginación de cuerpos que no son “normales”, que no encajan con los cuerpos que se esperan que correspondan a un “hombre” o a una “mujer”, y que, por ello, son castigados y prohibidos de participar en el deporte, en la educación, en la salud, en la política, en la vida.
Es necesario comprender que el ser una persona trans es una de las tantas manifestaciones de la diversidad de la naturaleza humana. Las personas somos diferentes, tenemos diferente color de piel, diferente cabello, diferentes rasgos faciales, diferente altura, diferente peso, es decir, diferentes cuerpos. Y estas características diferentes no corresponden necesariamente a dos etiquetas binarias “macho/hombre/masculino” y “mujer/hembra/femenino”. Más bien, según la Antropología física, gran parte de la población presenta características intermedias; es más, podemos encontrar mujeres con ciertos rasgos asociados a lo masculino y viceversa: mujeres con más masa muscular o huesos más gruesos que algunos hombres u hombres más delgados o más bajos que algunas mujeres. Incluso, “muchas de las características se ven más afectadas por el ambiente (alimento, actividad, riqueza/pobreza) que por la genética”. Por lo tanto, podemos concluir que existe una gran diversidad de cuerpos que no podemos encasillar en solo dos grupos.
Coloquemos un par de ejemplos: De acuerdo con los datos publicados por la revista médica The Lancet, los hombres mexicanos miden en promedio 1.70 m y los españoles miden 1.76 m. Las mujeres etíopes pesan 51.6 kg en promedio y las mujeres danesas, 70.2 kg. Claramente, habría una ventaja en diversos deportes para los españoles y las danesas. ¿Prohibimos su participación en las próximas olimpiadas? Seguro, que se nos tildaría de racistas, discriminadores. Y estamos hablando de hombres y mujeres cisgénero. La altura puede ser una ventaja en algunos deportes, como el básquet y el vóley, pero una desventaja para otros, como la fórmula 1 y el motociclismo. Aun así, no se les prohíbe participar.
Podemos ir más allá: muchas deportistas mujeres cisgénero podrían derrotar fácilmente a deportistas hombres cisgénero en algunas disciplinas y no solo por la altura, sino también por el peso, por la fuerza, por el largo de las piernas, en fin, por alguna característica de su cuerpo. Siguiendo la misma línea, ¿se debería excluir de las competencias a otros “cuerpos con ventaja” por su complexión, como es el caso de Michael Phelps y su cuerpo perfecto para la natación? Como señala la bióloga y neurocientífica, Victoria Chen, Phelps posee un torso largo, piernas cortas y pies grandes. Además, produce menos ácido láctico que un nadador normal. Estas características genéticas le dan al nadador una gran ventaja en las competencias; sin embargo, compitió en cuatro Juegos Olímpicos sin ninguna restricción[1].
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Cuando las mujeres empezaron a practicar deportes, estas no podían competir con los hombres, pues siempre se asoció el deporte a la fuerza y a la habilidad, características tradicionalmente atribuidas a los hombres Así, la separación de las disciplinas deportivas por sexo, en principio, obedece a la idea patriarcal de la superioridad de los hombres sobre las mujeres y al pensamiento de que todas las mujeres cis, por un lado, y todos los hombres cis, por otro, están en iguales condiciones para competir. Así es lógico que rechacemos la diversidad. Nos seguimos aferrando a los estereotipos de género, a los prejuicios en relación con las corporalidades diversas y los trasladamos a la discusión de la inclusión de deportistas trans.
LA IMPORTANCIA DE LA INCLUSIÓN TRANS
La inclusión de las personas trans en el deporte es fundamental, pues deben tener los mismos derechos que las personas cis. Además, pero también hay otras razones poderosas. El deporte nos permite cuestionar (o debería) los estereotipos de género, dejar de pensar en deportes tradicionalmente femeninos o masculinos, con todo lo que ello implica. El deporte debería incluir los cuerpos diversos, que son la mayoría. Sin embargo, debemos aceptar que se debe hilar muy fino, pues cada deporte tiene sus propias exigencias. No es lo mismo hablar de natación o atletismo que de golf o tiro con arco. Pero, lo que sí es fundamental es no confundir las cosas: la diversidad de cuerpos que pueden o no estar capacitados o tener las habilidades para tal o cual deporte frente al rechazo a la diversidad y a la invalidación de identidades.
No obstante, hay algo muy importante. Negar la participación de personas trans en competencias deportivas es negar, también, la posibilidad de que niños, niñas y niñes trans practiquen algún deporte con la ilusión, el sueño y las expectativas de ser “una estrella del fútbol, del tenis, del atletismo” en su futuro. Es mostrarles, desde temprana edad, que hay actividades o profesiones a las que no podrán acceder por ir en contra de la cisheteronorma. Además, como señala Megan Rapinoe, futbolista profesional lesbiana campeona del mundo y activista por los derechos de la comunidad LGTBIAQ+, en el Washington Post, las infancias trans merecen “las mismas oportunidades para disfrutar de los deportes; para ganar confianza, autoestima y habilidades de liderazgo; y aprender lo que significa ser parte de un equipo”.
Por otro lado, hay un tema de representación. Les deportistas profesionales, así como los actores y actrices, por ejemplo, son referentes para les más jóvenes. Son elles quienes compiten, son exitoses, representan marcas, tienen el reflector sobre elles. Les niñes y jóvenes encuentran en aquelles una forma de no sentirse solos o “anormales”, de verse representades. Esos “yo soy como él o ella o elle”, “yo también puedo lograr lo que él, ella o elle ha conseguido ser”, “yo soy normal” pueden salvar vidas.
El debate seguirá abierto: por un lado, tenemos la posición de que la participación de los atletas trans en la alta competición es un derecho y es importante para darles visibilidad mientras que por otro escuchamos que es una nueva forma de discriminar a las mujeres cis al tener que competir en desigualdad de condiciones. Quizás, sea momento de pensar una nueva forma de organizar los deportes de alta competición, que reconozca la diversidad de cuerpos e identidades, que sea justa y se aleje del binarismo, y admitir que la resistencia a incluir a las personas trans no solo se explica por razones biológicas, sino también por motivos sociales, políticos, económicos e institucionales. ~
Disclaimer 1: Soy una mujer cisgénero que escribe una nota sobre las personas trans. No pretendo acallar sus voces ni reemplazarlas. Solo trato de usar mi privilegio para amplificarlas, esperando que, en algún momento, puedan ocupar espacios como este.
Disclaimer 2: Las personas trans en el Perú forman parte de uno de los grupos más vulnerables. Su expectativa de vida es 35 años. No hay leyes que las protejan ni validen su identidad. No tienen acceso a educación, salud, trabajo. En el Perú, las personas trans están precarizadas; no viven, sobreviven. El deporte, lamentablemente, está muy lejano para ellas.